Con esto de que los tiempos cambian y todo fluctúa, Café de la Gare ha
tenido que emplearse en distintos oficios, al quedarse sin el empleo de ayuda
de cámara del Conde de la Croqueta, que en paz descanse. El avispado lector
habrá entendido porqué perdió Café de la Gare su empleo. No porque fuera
despedido, ni por su color de piel negro azulado, ni por su distinguido porte
de dos metros de contenida elegancia. Al contrario. Perdió el empleo por
haberla espichado, sin previo aviso, el empleador, su patrono, padre de nuestra
querida amiga, Countess Croqueta. Los amos ya no son lo que eran aseguraba Café
de la Gare a quien quisiera oírle. Antes duraban más.
La última vez que charlamos con Café de la Gare se alquilaba en un
polígono. Por favor, que no se disparen su malicia, su cinismo ni sus malos
pensamientos. No se alquilaba para lo que están imaginando enfermizamente.
Con la llegada del verano el asfalto de la calle se derrite, y el
ambiente del polígono se hace aún más cargante y espeso, se achancleta, se
densifica, se carga de los más tumefactos olores, como víctima de una insana
hinchazón provocada por el bochorno, el sudor, la goma de camión derretida, la
fritura de aceites viejos, el descampado polvoriento. Ahí fue dónde Café de la
Gare vio una oportunidad de negocio, modesto y transitorio, para salir del paso
juntando unos cuartos. Por una cantidad modesta y negociable, Café de la Gare
acompañaba a los ejecutivos de medio pelo a cruzar la calle, dándoles cobijo
bajo una inmensa sombrilla. Se trataba de andar con ellos apenas quinientos
metros, pero al tener que cruzar dos calles y una avenida, el trayecto incluía
varias paradas, reguladas por la lentitud de dos semáforos indiferentes a la
densidad del tráfico, a la intensidad del olor, a la podredumbre del ambiente,
a la luz cegadora, al sol inclemente. Así que los quinientos metros se hacían
eternos y los ejecutivos de medio pelo iban y venían descompuestos por el
calor, rematados por la ingesta de las más atroces ponzoñas veraniegas, desfigurados
por los efectos corrosivos de avinagrados gazpachos, capaces de cortar la
digestión mesurada de un hipopótamo del Nilo. Es ahí donde Café de la Gare
actuaba. El reclamo era doble. En primer lugar su apariencia alargada y exótica,
su atildada elegancia de británico mayordomo, o podían dejar de llamar la
atención en aquél desabrido páramo urbano, en aquél desierto sucio. Pero enseguida
y sobre todo, su extraordinaria sombrilla, tejida de las más frescas y ricas
sedas. Aseguraba que había pertenecido a un emperador de Siam, o tal vez a un
Gran Turco de Anatolia. Abierta era inmensa y podía cobijar bajo su sombra a un
grupo grandes de torpes y desaliñados ejecutivos de medio pelo, encantados de
adentrarse en el frescor perfumado de aquella gran sombra movida por Café de la
Gare, amplia como la carpa de un circo, a la que los dos metros de Café de la
Gare servían de mástil, de largo y moviente palo mayor. Café de la Gare
contrataba con un grupo, a tantas monedas por pasajero, luego daba un paso
hacia el centro de la calle, bajo el sol abrasador y en un instante, con un
movimiento ligero, aéreo, apenas perceptible, abría la sombrilla del emperador
de Siam, el quitasol del Virrey de la Nueva España, el paraguas del Gran Mogol,
que al desplegarse movía el aire, levantando una brisa inexplicablemente
fresca, que agitaba el rendido mediodía, mecía los árboles sedientos y atraía a
mirlos y gorriones. A una señal de Café de la Gare, el grupo se colocaba a su
alrededor y echaban a andar hacia la tasca, el bar de carretera, el antro
expendedor de menús al por mayor, la gruta de la fritura, la covacha de la gran
ponzoña que previamente indicaran a Café de la Gare. Allí les esperaba, para
llevarles de vuelta a las oficinas, cobijados bajo la sombrilla, intoxicados,
asfixiados por el calor abrasador y los aceites saturados, por la margarina
revenida, los congelados maltratados, las venas del cuello hinchadas, los ojos
encendidos y el ánimo entre abotargado y excitado por el más infame de los
brebajes, el recuelo expreso. A Café de la Gare le duro el asunto mientras
quiso, hasta que se hartó de tanta medianía y partió en busca de más frescos y
aireados parajes.
Ya estamos otra vez. Me parece que aquí hay racismo.
ResponderEliminarPerdonen Vds.la ñoñería. Me parece una historia maravillosa. Cada vez que tengo que cruzar... Colón, pienso en la sombrilla.
ResponderEliminarSeguro que el autor agradece tan amable comentario, que tanto dista de la tónica habitual, de brutalidades y agresiones.
ResponderEliminarMe sumo a este comentario. Este el Cepo Gordo que yo quiero, fiel a sus prístinas esencias, literatura de verdad, gracia e ingenio. No desfallezcan.
EliminarDescafeinado y azucarado.
Eliminardulce y salado, no te jiba. ¡¡COHONE!!
EliminarA mi me gustaría un Cepo Gordo más picante, ya saben. ¡Más cepo!
ResponderEliminarEs un gazpachito suave, como se dice ahora. Falta un CEPO con garra, con historias de rabiosa actualidad. La cuestión amerita !! un sorpasso como la azzurra!!
ResponderEliminar¡¡Vaya muslacazos!!
ResponderEliminarPervertido,vete al orugllo y dejanos en Paz
ResponderEliminarVaya, veo que se calientan los ánimos. Sin duda de debe al calor que hace. Para unos el calor en grados, para otros, por lo visto el calor de la promiscuidad LGTB. Detecto un comentario simplemente grosero, pero no se sabe si machista o homo, y luego un comentario claramente retrograde y homófobo. Algunos no se quieren enterar de que el mundo cambia y se mueve y de que este fin de semana Madrid es captital mundial de las siglas, LGTB, P&M, MILF y demás muestras de la salvaje sexualización de la sociedad occidental. ¡¡Todos al orgullo!! ¡A pillar!
ResponderEliminarOtro que sale del armario será porque es el año de la bisexualidad. Váyanse todos al orgullo y cepíllense unos a otros pero no nos den el coñazo!!
ResponderEliminarLo que faltaba, CepoGordo convertido en un foro de invertidos... si esto sigue así habrá que salir corriendo.
ResponderEliminarAl menos consuela saber que Cepo Gordo no está financiado por los ayatolás como en algún momento pudo pensarse.
ResponderEliminarSeñores: arrímense al aparato de aire acondicionado. Hagan el favor :)
ResponderEliminarDesvian el tiro, nuestro amigo pasea la sombrilla en la Big via dando sombra a las Obama, mientras el pueblo llano llora a los abichuela agitando los abanicos. Asi es el capital. !!Porca miseria!!
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