domingo, 8 de noviembre de 2015

PASEO

Ya se sabe que en España (así, a lo bruto) no hay otoño. 

Decepcionado por la ausencia de otoño en Madrid, el viajero contemporáneo sin duda no hará caso de nuestras recomendaciones y se quedará en casa refunfuñando. Si no fuera mentecato, además de asombrarse paseando por los madriles, podría también subirse a un tren y al rato, bajar en la estación del Norte o del Campo Grande. Desde allí podrá dar un paseo, tal vez por el Campo Grande y el Paseo Zorrilla, tal vez por la Acera de Recoletos o por Gamazo, la Plaza de España y la calle Teresa Gil. Podrá parar un momento en el convento de las Calderonas a comprar unos dulces. La cosa es llegar a la calle Platerías. Tal vez entrando en San Felipe Neri a arrodillarse un momento, tal vez dando un pequeño rodeo para asomarse a la Catedral renacentista, o a la Antigua, gótica. Si no es mentecato, el paseante se dedicará a preguntar, incluso si sabe dónde está y conoce perfectamente el camino, sólo para disfrutar de las explicaciones, de los gestos, del acento, de los aires, de los giros. Luego Platerías. La calle renacentista que forma parte de las mejoras promovidas por el rey Felipe tras el incendio de la ciudad. 

Platerías, entre la plaza del Ochavo y la Iglesia de la Vera Cruz. En el ochavo, bajo los soportales de la plaza octogonal, la argolla que marca el lugar donde fue ajusticiado don Alvaro de Luna. Esto se cuenta en todas las visitas, no puede faltar oiga. Al recorrer la hermosa calle, el portal dónde dice la tradición que nació, en tiempos, San Pedro Regalado.


Este gran Santo, honra de la Católica España y gloria de la ciudad, nació aquí el año de 1390. Murió en la paz del Señor el día 30 de Marzo de 1456. SIGAMOS SU EJEMPLO IMITANDO SUS VIRTUDES. 

El viajero, que es ahora paseante, se queda asombrado. España. Al final de la calle le espera el asombro mayor, al entrar en la Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz que guarda las tallas de madera policromada de Gregorio Fernández: La Dolorosa, el Cristo atado a la columna, el Ecce-Homo, la escena del descendimiento. El viajero se recoge un momento, y al salir de la calle a la luz de Platerías tarda un momento en recobrarse de tantas emociones de todo orden. Nada mejor que dirigirse hacia la plaza Mayor en busca de una colación ligera que le ayude a reponerse. Al pasar nos recuerdan que en el lugar fueron proclamados reyes Berenguela, primero, y más tarde su hijo, Fernando III el Santo. ¿Tal vez unas mollejas de lechal a la plancha? Con un vaso de bon vino, entonces, para seguir en la sabia estela del Arcipreste. 


Todo cabe en esta jornada de paseo. Los más altos asombros, los mas terrenales apetitos. El Ribera es excelente, el estanco tiene Habanos, la terraza está al sol y el café no puede ser mejor. El conde Ansurez, desde su alto pedestal, tal vez un algo celoso de tanto bien, nos da la espalda. 











GALERÍA DE TIPOS FÍSICOS EXTINGUIDOS (Y DE FORMAS DE LA VIDA SOCIAL) EXTINGUIDOS: PICKWICK.


lunes, 19 de octubre de 2015

KIM


Kim de Rudyard Kipling. ¿Es posible leerlo con doce años? Puede ser, dependerá de la madurez de cada uno y de si el interés por la lectura se ha despertado lo suficiente. Con las infancias tan blandas, las de hoy y aquella a la que pertenecimos nosotros, parece difícil. Reblandecimiento, mimo y una permanente indulgencia por parte de la mayoría de adultos, que parecen no saber canalizar su relación con la infancia sino permitiéndolo todo sin razón ni criterio alguno, lo ponen difícil. Tal vez con catorce años. Bien leído con catorce debía haber encendido la imaginación y tal vez haber despertado una insaciable curiosidad por los mundos que vio Kipling e incluso haber cambiado en algo el destino del lector, quien sabe si convertido en viajero por aquellas lejanías. Leído con cuarenta bien pasados, el libro se disfruta en todo lo que puede dar, que es muchísimo: la belleza de la escritura, la extraordinaria capacidad para evocar y recrear la India del siglo XIX, a la que se asoman, en su frontera norte, Irán, Turkmenistán, Afganistán, China, el Tibet y en la que aparecen nombres dotados de resonancias mágicas, por la literatura –por el propio Kipling principalmente- y el cine, como Lahore, Cachemirna, el Punjab, el Indu Kush, Kandahar, y la extraordinaria y exótica toponimia de infinitos pasos, desfiladeros, cordilleras, monasterios de Lamas, ciudades perdidas fundadas por Sikander Alejandro y otros lugares a un tiempo mágicos y terribles. El lector de bien pasados los cuarenta hace el viaje con la imaginación y este viaje le ayuda en su labor cotidiana – bendita labor cotidiana, que nunca nos falte-, le da fuerzas para llevar la carga cual arriero de una infinita caravana indostaní, o tal vez, en los días de mayor vigor, siente que va saltando los infinitos obstáculos cual Mahbud Alí, majestuoso tratante de caballos afgano. Es verdad que resulta un poco paradójico que, no pudiendo el lector de los cuarenta bien pasados, identificarse del todo con Kimbal O’Hara, “Kim”, y no sintiéndose siempre un Mahbud Alí a lomos de un purasangre, se identifique la más de las veces, un tanto resignadamente, un tanto inconscientemente, con el camello cargado de fardos al que se azuza en un incomprensible dialecto de las montañas.

viernes, 16 de octubre de 2015

Ediciones del 98


Sin ruido, sin furia, sin demasiada publicidad, al menos que sepamos, van apareciendo los libros de Ediciones del 98, con la única fuerza de la buena edición y un magnífico catálogo. Pueden fisgarlo en www.ediciones98.com. Pero sin duda lo mejor es hacerse con un tomete. Comprar el primero es ya convertirse en seguidor de tan excelente labor editorial que nos permite leer textos escritos directamente en español, lo que resulta una experiencia a años luz del deambular por entre las traducciones de textos vertidos a nuestro idioma desde otro, por muy buenas que aquellas sean, que no lo son siempre. Desde luego lo mejor es hablar y leer de forma corriente cuatro o cinco idiomas y leer los textos en el idioma original. Pero para quien tenga que quedar dentro del español –una gran suerte nadar en este idioma- Ediciones del 98 será una fuente de numerosos descubrimientos y de horas de la mejor lectura. Tiene la bondad de entregarnos, cada cierto tiempo, pequeñas joyas, textos breves, de autores más conocidos y de aquellos que lo son menos, de esa segunda fila en la que a menudo se esconden verdaderas maravillas. Perdonen esto de la segunda fila, que no significa nada. Ninguno de los que citamos a continuación se sienta ahí, pero el catálogo es ya amplio y la expresión es para entendernos. O se escribe bien o se escribe mal. Esa es la cuestión. Textos recuperados, rescatados, de aquellos que conviven con las grandes obras y que constituyen un mundo paralelo, lateral, a veces escondido o injustamente postergado, lleno de fabulosas sorpresas. Y Ediciones del 98 está sacando a la luz, con cuidado y delicadeza, todo ese mundo. Y lo hace en libros cuidados, bien editados, con buena letra, buen papel y buen formato en su sencillez. Entran por los ojos y la mirada se va detrás cuando pasea por mesas y estanterías de las librerías.


Terminamos ayer Semblanza de Pío Baroja, obra de su sobrino Julio Caro Baroja, un texto sobrecogedor por su belleza y delicadeza, por el poder de evocación no sólo de la figura de Pío Baroja, sino de toda una época, que incluye por supuesto Madrid (impresiona el cambio sufrido por el barrio de Argüelles en tan pocos años) y Vera de Bidasoa. También por una forma de entender la vida que se deja ver en cada página. Y además la mirada lúcida sobre una sociedad y unos acontecimientos cuyo peso en la historia de España todavía sentimos. Todo ello narrado con un idioma preciso, sencillo, claro y luminoso. De regalo un breve epistolario y numerosas fotografías del álbum familiar de los Baroja. Hace unos días terminábamos La Vida deprisa, colección de fabulosos relatos de César Gonzalez Ruano, autor por el que el cepogordismo siente una gran inclinación, y poco tiempo antes Tragedias de la vida vulgar de Wenceslao Fernández Florez. ¿Qué decir de esta recopilación de narraciones breves del autor del Bosque animado? Por lo menos, que va mucho más allá de lo que enuncia el título, incluyendo relatos de misterio sobrenatural y terror que ponen los pelos de punta. De Pío Baroja, en la misma editorial, hemos disfrutado con Vitrina pintoresca y con Las horas solitarias. En fin. Ediciones del 98 es una buena noticia en este panorama de vida pública tan revuelta y mediocre, una nueva oportunidad, una más, para detenerse y ver lo que España es realmente, lejos de juicios superficiales y apresurados, de tópicos, complejos y otras miserias al uso.

sábado, 26 de septiembre de 2015

SUBASTA

Louis Carrogis dit Carmontelle, MONSIEUR DE MORNAY, GOUVERNEUR DE SAINT CLOUD.


Esta acuarela, que nos gusta mucho, se subasta afín de mes, junto con otras acuarelas de la misma serie y junto con muchos otros bienes de la familia Orléans. La subasta es el resultado final de una largo pleito en virtud del cual los hijos del Conde de París consiguieron recuperar los bienes muebles, más de doscientos, aportados por su padre a una fundación. Anulada por la justicia la aportación de los bienes a la fundación, estos vuelven a la familia, a los herederos del conde de París, que deciden subastarlos. Esta acuarela sale aproximadamente en 80.000 euros. Anímense que merece la pena, y darán ustedes una alegría a esta familia en su actual desmorone. Tal vez gracias a su aportación remonten el vuelo y les veamos pronto coronados de nuevo.


jueves, 24 de septiembre de 2015

CORAZONES INDOMABLES, John Ford (notas para una breve presentación).




Algo sobre John Ford

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¿Qué se puede decir sobre John Ford? Se han escrito libros enteros sobre él y sobre su cine. Para muchos es el maestro de maestros, aunque todavía hay quien cree que sólo es director de películas del oeste, y lo dicen como si el género de las películas del oeste fuera un género menor. Los que lo hacen desconocen que era ya un director famoso en la época del cine mudo, que acogió con entusiasmo tanto la llegada del sonido como la del color y que es el director (y a menudo inspirador, coguionista, productor, etc.) de películas como Qué verde era mi valle, El delator, Las uvas del ira o El hombre tranquilo. Su película Centauros del desierto es considerada por muchos como la mejor película de la historia del cine (esa es la opinión de Spielberg, por ejemplo). A Orson Welles le pidieron que citara a los tres mejores directores de cine para su gusto y contestó diciendo John Ford, John Ford y John Ford. Francis Ford Coppola, se puso el mismo el Ford de su apellido en homenaje al director.


Ford fue un norteamericano de primera generación, hijo de emigrantes irlandeses, nacido en la costa Oeste, en Maine en 1894. Su nombre era John Martin Feeney. Fue actor, director y productor, estuvo en activo durante 50 años llegando a dirigir… ¡140 películas! Su cine es de una enorme riqueza y en sus películas se superponen muchos planos, por lo que deben verse disfrutando de la infinidad de matices que encierran: la belleza visual, el bromazo con el que nos reponemos de la emoción de una escena anterior, la aventura, una mirada sobre la vida no exente de ternura y una cierta melancolía, todo ello expresado siempre de manera contenida, como al pasar, como sin querer, a través de personajes de inmensa personalidad. De él y de su cine se ha dicho que son los creadores de auténticos mitos, entendiéndose la palabra mito como historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal.



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 Algo sobre Corazones Indomables

Es una película del año 1939, originalmente en color. Fue la primera vez Ford rodó así. Fue un éxito de taquilla en su día, y estuvo nominada para dos premios Oscar. Su título original es Drums along the Mohawk, que podría traducirse como Tambores a lo largo del Mohawk. Mohawk es el nombre de un valle. Está basado en una novela, como muchos de los argumentos de Ford. La acción transcurre durante la guerra de independencia de los Estados Unidos.


Es a primera vista una película histórica, pero sólo a primera vista, ya que tal vez el contexto histórico es lo menos importante. Lo que realmente llega al espectador es la aventura, una buena historia bien contada, la narración de la vida de sus protagonistas, muy variada, en la que hay humor, amor, aventura, acción, suspense, pero por encima de todo la extraordinaria capacidad que tuvo John Ford para, en pocas escenas, conseguir que el espectador conozca mucho a los protagonistas de la historia. El espectador puede entender lo que les sucede, ponerse en su lugar y empatizar con ellos. Frente a muchas historias superficiales, sin gancho, por las que pasamos sin que nada nos llame la atención, la fuerza del guion de esta película y la forma en que se cuenta hacen que el espectador tenga la sensación de formar parte de la historia, de ver las cosas desde dentro, sonreirá, se reirá, se emocionará, y los más sensibles incluso soltarán una lagrimilla. Y esto es porque en el fondo, la película toca los temas esenciales de la vida: el amor, la muerte, la amistad, el odio, y los obstáculos que en la vida hay que afrontar.


Por esta razón, la película puede ser vista como la historia de un matrimonio y de la comunidad en la que se instala, dónde evolucionan personajes de enorme personalidad todos ellos, incluso los más secundarios, hasta el punto de que el contexto histórico puede pasar a un segundo plano. Esta es la razón por la que la historia que transcurre en un país lejano al nuestro y en el siglo XVIII sigue viva y puede emocionarnos, aún sin conocer nada apenas del contexto histórico. Esto es propio del cine de los grandes maestros. Por supuesto que la película tiene su aspecto histórico y que eso tiene su interés. Ford se interesó mucho por la historia de los Estados Unidos y eso puede verse en su cine, pero no parece lo esencial. Pero el argumento no bastaría por si solo si la película no estuviera bien narrada y bien interpretada.


El ritmo es ágil, en ocasiones hasta rápido. Las escenas en las que los personajes narran acontecimientos están magníficamente medidas y no resultan nunca largas [identificar alguna]. Aparecen los largos planos de Ford, en los que la cámara permanece quieta y los personajes se mueven en el plano [identificar alguna], los paisaje inmensos en los que el actor parece reducido poco menos que a nada ante la inmensidad del cielo o del llano, el uso clásico de las tomas desde abajo para agrandar al personaje, o desde arriba para empequeñecerlo [identificar alguna] y algunos primeros planos extraordinarios. Ford no abusa de primeros planos pero los que utiliza son magníficos [identificar cuales]. Hay una escena en particular muy hermosa, una de muchas, cuando la protagonista sigue a los soldados que parten… No desvelo más, pero lo cito para llamar la atención sobre la maravillosa forma de tratar la guerra desde la perspectiva de la esposa y a su vez observar como la forma en que se rueda la escena trata a la protagonista que va evolucionando hasta quedar de espaldas y hundida, filmada para ello desde encima [comentar la escena].


Los protagonistas son Henry Fonda, durante tiempo actor fetiche de Ford hasta que el choque de personalidades les distanció, y Claudette Colbert, actriz de origen francés que le fue impuesta a Ford para el rodaje, pero que sin embargo hizo un gran papel. Entre los secundarios, varios de los actores que durante años trabajaron una y otra vez con John Ford. Destaquemos a John Carradine (el hombre del parche), War Bond (el trampero guasón) y Arthur Shields (el reverendo). Como curiosidad, uno de los actores secundarios es el hermano mayor de John Ford, Francis. Pero sin duda, por encima de todos ellos destaca Edna May Oliver, interpretando a la señora McKlennar. Por este papel fue nominada al Oscar a la mejor actriz secundaria.


Y un último apunte sobre la historia del rodaje. El año en que se rodó esta película Ford había rodado ya la Diligencia. En Corazones indomables debía figurar una primera batalla, pero no tuvieron tiempo de rodarla. Así que Ford utilizó la vuelta de Henry Fonda a casa, después del combate, para narrarla. Le tumbaron herido contra la pared y mientras filmaban Ford le hacía montones de preguntas sobre lo que había pasado y Henry Fonda las contestaba improvisando. Luego quitaron la voz de Ford y quedó la escena como puede verse ahora.
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