En la mayoría de los casos, el cepogordismo suscita terribles
reacciones, es una constante fuente de polémicas y nos pasamos el día
eliminando agresivos comentarios y quemando cientos de cartas incendiarias, que
lógicamente arden con suma facilidad.
Sin embargo, en contadas ocasiones recibimos mensajes de otra
naturaleza, de otro nivel, en verdadera sintonía con el más egregio espíritu
cepogordista, incluso si de disentir o simplemente de matizar se trata. Esto es
lo que ha sucedido en el caso de la breve entrada pipista (que no pipera)
publicada ayer. Damos a conocer, para el deleite de nuestros lectores, la breve
y luminosa carta que comentando dicha entrada acabamos de recibir.
Sr.
Cepogordista,
Por
favor explique a sus correligionarios cepogordistas (si le parece oportuno; no
pretendo intervenir en la línea editorial de su excelente publicación) que
"la lentitud, la languidez, el tiempo suspenso" son precisamente lo característico
de la pipa, para no entrar en disquisiciones históricas sobre si la pipa se
difundió en Europa antes o después que el cigarro de tabaco puro, para lo cual
carezco de bagaje.
(Otra
cosa es que la pipa sea más versátil, porque se puede disfrutar incluso
paseando --una especie de pequeña y ridícula superioridad que no estoy
dispuesto a comentar porque opino, con fuerte convicción, que la disposición
competitiva y polémica es intrínsecamente incompatible con el sosiego
filosófico que se requiere para disfrutar correctamente del tabaco).
He
sido fumador de pipa varios años, y después de cigarros, tabacos y puros
(depende de la localización geográfica), durante bastantes más. Ahora ya llevo
muchos (años) retirado de todo ello --como sin duda sabe-- y no soy en absoluto
beligerante. Pero todo tiene un límite. Amicus Plato, sed magis amica veritas.
Un
gran abrazo
A.