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jueves, 30 de junio de 2022

Copas de balón. Caso real.

Por razones evidentes no se dan los nombres de los protagonistas del siguiente diálogo. Pero podemos asegurar que se trata de un caso real, tratado -con éxito- en la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Agradecemos al presidente de la fundación que nos haya facilitado una muestra de como está el patio. 

***

- ¿Usted que aficiones tiene? Se produce un silencio embarazoso. Pero al momento se oye una voz baja, pausada, con un deje de timidez. 
- Pues verá usted, yo antes tenía otras aficiones, pero ahora, lo que me gusta, lo que de verdad me gusta es... es comprar cristalería en el Corte Inglés. 
- ¿Pero qué me dice?
- Lo que oye, tal cual. 
-¿Pero cómo así?
- Cosas de uno. Eso es lo que me gusta y poco más. Sobre todo, copas de balón, cuanto más finas mejor. Eso me chifla. Me pirro por las copas de balón.
- Si claro, si hasta lo comprendo. ¿Y antes? 
- Antes, otras cosas, un poco de todo, pero ya ve usted, las dificultades de la vida. El desgaste.
- ¿No será el calor?
- Oiga, que aquí no hemos venido a faltar. 

Pero vamos a ver, pero si es que nadie habla así ya, de esa manera. Ya, pero a mí me gusta. Que quiere usted. Ya estamos otra vez. 

domingo, 22 de septiembre de 2019

El manuscrito.


- ¡Hombre ahí viene Qumrán!

- ¿Cómo qué Qumrán? ¿Ese no es Fidelio Lentini?

- Pues claro, ¿pero no ves la cara de rollo viejo que tiene? Los aires de manuscrito pasado, de papelajo cuarteado y polvoriento.

- Pues Qumrán, de mar muerto nada, viene con una. Y menudos andares.

- Ya verás cómo con cuatro frases consigo que se ponga farruco.

Se encuentran los cuatro, parándose un momento en la calle.  

- ¿Qué hay Fidelio? Oye, preséntame.

- Aquí Puri, aquí un amigo – dice Fidelio a regañadientes, evitando identificar a Bergamota, en una presentación de lo más tosca.

- Vaya

- ¿Que?

- Digo que vaya con la Puri…

- ¿Cómo?

- Que hay que ver qué bien hecha está la Puri – ella se sonroja y retuerce un piececillo.
Fidelio levanta el bastón, Bergamota sale al paso, soltando una carcajada.
Mientras caminan hacia casa de Doroteo, Tato le reprocha su actitud:
- A este paso me metes a ese canalla en la Fundación Tato, de paciente principal.


lunes, 1 de julio de 2019

Los calores.

¡Que calor…! exclamó Tato al llegar. Vengo de una comisaría de policía de presentar una denuncia. Calor, calor y calor. En el pasillo principal de la Fundación, nuevamente, pájaro y pájara timándose con descaro. Se notaba que bajo una conversación insulsa de míseros cotilleos, latían las irrefrenables pulsiones de la naturaleza, la llamada a la polinización, ¡la gallina y el pavo real! Sin embargo, escéptico, Doroteo comentaba: ¿Pero que pavo ni que nada? ¡¿Pero tú has visto la pluma del pájaro?! Esta chica, la pobre es que no se entera. Maricón perdido y ella poniendo ojitos de ¡soy tuya Fermín!






miércoles, 5 de junio de 2019

La ciudad salchicha.


Corría Tato a toda velocidad en su bólido. Estas escapadas para tratar las burocracias de la FTPVD eran ocasión para tomarse libertades que en el pequeño mundo de Nava tenía más restringidas. La condesa y Bergamota, e incluso Doroteo, se comportaban con total desenvoltura en el pueblo. Tato se sentía más sujeto. Presidente y director de la Fundación, comprenda usted. No es que ellos escandalizaran, no, pero tanto Jazz, tanto concierto, tantas conferencias, tanto lío. ¡Tanta opinión! A él, en casa, le costaba más significarse. Salvo que le pincharan mucho o arremetieran contra la Fundación y sus protegidos.
Con la ventanilla bajada y a toda velocidad se acercaba al lugar dónde habían quedado. Un descapotable hubiera estado mejor. Esto se recalienta por momentos y el aire acondicionado me sienta mal. Al enchufarlo exhala un tufo como a humedad de sepulcro. Se puso música. No cualquier música, un brutal tachún tachún, el Nava-remix, con el que atronaba a los coches que adelantaba.
¿Qué si sacaba la lengua al conducir? Por supuesto que no. Sujetaba con la comisura de los labios una noble pipa de brezo, encendida claro, y llevaba las manos enfundadas en unos guantes de conducir de cabritilla. Conducía tan poco a menudo que había que dar solemnidad a la ocasión y vestirse. Gorra visera, si, por supuesto. Claro. Latía todo su ser al ritmo de la velocidad y del musicón, como sincronizado con el tiempo, con la agitadísima primavera. Los efectos de luz producidos por las nubes jugando con el sol daban al paisaje anodino por el que circulaba unos aires de espléndida grandeza. La cazoleta de la pipa ardía intranquila, al ritmo sincopado del Nava-mix.

Está cerca de la primera rotonda, nada más salir al llegar, no tiene pérdida. Le había dado ya dos vueltas, mirando con atención y empezaba a acordarse del cretino que le había dado las explicaciones. Fachada de ladrillo y una puerta de cristal. ¡Pero si no había otra cosa! Inmuebles nuevos, todos iguales. Los había en toda la sierra y en el ensanche más reciente de Madrid. Fotocopiadora, papelería, espacio de juegos gaming, un chino, una gestoría, Bermúdez de Vellón asesores, frutas y verduras, local vacío, local vacío, estudio de arquitectos, cerrado, máquinas cortacésped, material para piscinas, con clínica estética Rachel Morera no envejecerás y fotografías que hubieran hecho enrojecer al personal no hace tanto; inmobiliaria, vendemos tu piso. Y de repente otra rotonda. Al otro lado de la calle, un anchísimo bulevar con mucho tráfico, edificios similares, con escaparates del estilo.
Intentó cruzar pero la vegetación del bulevar lo impedía y tuvo que llegar hasta el paso de cebra. Al llegar a la acera ni un alma. Muchos escaparates cerrados. Colchones Cebrían, la tienda ecológica, se traspasa, bar, tapicería Márquez, local vacío, local vacío, farmacia, bar, zapatería en liquidación, taberna moderna, local vacío, material de oficina, estudio de grabación Music Sound. Miró para atrás. Sin darse cuenta había andado como dos kilómetros. Retrocedió al trote.
- Oiga perdone, ¿la primera rotonda es esta?
- Pues hombre, dependerá de por dónde entre usted al pueblo. Hay quince rotondas en fila, como los eslabones de una cadena.
- Ya, claro – replicó sosegado mientras por dentro subía la ira por momentos.
- ¿Sabe cómo llamo yo a esto?
- Pues no la verdad.
- Yo a esto lo llamo la ciudad salchicha. Ni plaza mayor, ni iglesia, ni orden ni nada.
- Así están las cosas. ¿Y por qué salchicha y no cadena? ¿Por qué no la ciudad cadena? Como dice que las rotondas son como cadenas…
- Lo digo porque son lo único duro y macizo las rotondas. Pero el resto es blando, la ciudad blanda, la ciudad salchicha. Parece que tiene consistencia pero si aprietas no hay nada. Esto está lleno de degenerados contemporáneos.
- Bueno oiga, yo si quiero le dejo unas tarjetas de la FTPVD.
- ¿Y eso que es? ¿Es usted policía?
- No hombre, la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Soy el presidente. Como dice que hay tanto degenerado, debe haber mucho medio hombre llorón y amariconado…
- Eso digo yo. Gracias. Le dejo que sigo con el paseo.
Tato subió al coche, renunció otra vez al aire acondicionado, imaginó que conducía un descapotable y abandonando el eslabón de la gigantesca ristra en el que había aparcado, se alejó de la ciudad salchicha renunciando a cualquier pesquisa.

jueves, 7 de marzo de 2019

Una película de Carl Dreyer: GERTRUD.


Gertrud, de Carl Dreyer.
¿Quién hace la crítica Tato o Enrico Silverstein Dubrokowsky? ¿Y qué diferencia hay? Hombre, pues está claro. Vamos a decir que Tato será más directo, más crudo, mientras que Enrico tirará más hacia un estilo Cahier du Cinema… No sé si me entiende. Para que se haga una idea, Tato dirá algo así:

 - No sabemos si Dreyer se ríe de nosotros, de su personaje, si es un misógino o si la película es simplemente un tostón. La tía es un petardo, una auténtica pesadilla para todos, para su primer novio – que es medio tonto pues no es capaz de darse cuenta de la suerte que ha tenido escapando del monstruo-, para su pobre marido al que reprocha no dedicar su vida a adorarla, y hasta para sí misma.


En cambio el estilo de Enrico será más del siguiente modo:

 - En la filmografía dreyerana la inescrutable Gertrud viene a representar la autoexploración freudiana de la neurosis de los sentimientos a través, paradójicamente, de un personaje femenino, sí, pero con una más que insinuada dosis de androginia, con el que Dreyer por medio de una identificación de contrarios, o en espejo, diseccionará implacablemente los resortes de la afectividad femenina.
¿Y a usted que le parece? Pues mire, yo el día que la vi tenía sueño y sin embargo me mantuve despierto y atento.




Creo que lo que me mantuvo en vilo fueron la forma de contar, la belleza del blanco y negro y una hermosa teatralidad. Los gestos son precisos, la composición cuidada y siempre vistosa, los decorados hermosos y sin un detalle equivocado, puede verse como han sido concebidos con toda intención para enmarcar y reforzar el desarrollo de la historia (el juego con los espejos sería todo un ejemplo).
Es verdad que el asunto de fondo –la búsqueda del amor absoluto y la posibilidad o no de encontrarlo- a mí me interesa más bien poco, por tan manido ya, y tan manoseado por la literatura, el cine y el teatro. Y mi vecina del cuarto que siempre da la matraca con lo mismo. ¡Fíjese!
Flota sobre la película una severidad protestante sin duda. Y a uno le asaltan visiones contrapuestas de alegría católica, un San Juan por los caminos, una Santa Teresa llamándole mi medio fraile, Fray Luis por la floresta o Santo Tomás contemplando la hermosura del mundo, la belleza de la realidad.
Volvamos a Dreyer y a Gertrud. La complejidad mental del personaje protagonista, Gertrud, que creyéndose de una alta exigencia y complejidad moral, es en realidad bastante simplón y egoísta, resulta lo suficientemente interesante como para querer indagar. No pueden disociarse ni su forma de ser, ni el retrato que de ella traza Dreyer, de su esterilidad. Esterilidad física pues no tiene hijos e incluso espiritual, pues no crea a su alrededor más que sequedad. Un personaje sin duda consentido y egoísta, pero hasta cierto punto valiente pues será consecuente e irá cortando amarras con situaciones que considera falsas por no responder al ideal que busca. Que al cortar la amarra rueden por los suelos los que están a su alrededor eso es a algo que le preocupa menos. Se ve que a ustede le molesta. No me distraiga por favor.
Durante toda la proyección uno se pregunta si Dreyer está explicando y desmontando el personaje en el sentido que nosotros apuntamos – habrá entonces una mezcla de muy sutil ironía con una ácida crítica- o si le concede la importancia de la que, según nosotros, carece… la pájara (que diría Tato).

Vean la carga simbólica de los personajes contemplando el tapiz dónde puede verse a su vez una mujer, desnuda, atacada por una jauría.

viernes, 13 de abril de 2018

LA MANZANA


Después de estos días de lluvia y nieve que nos han sumido como en una grisura parisina, de repente el sol. El paseante sigue con el abrigo puesto, pero se abrocha sólo el botón de arriba, el del cuello, y deja que el abrigo invernal se abra y deje pasar cierta tibieza que hay en el aire. Camina con las manos a la espalda. Con una mano sujeta los dedos índice y corazón de la otra y la brisa le peina a lo Napoleón, cierra los ojos para mejor sentir el primer sol de la primavera. Sobre la acera, una manzana de tipo starkin, roja, de apariencia pétrea, ocupa solitaria una plaza de aparcamiento y causa pasmo entre quienes la miran. Nadie la recoge por temor sin duda a que, si se tira de ella o se la patea, reviente la manzana en atronadora y bestial explosión llevándose todo por delante.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Crónicas de Nava. Fundación Tato.


Calvino de Liposthey rara vez encontraba resistencia a su labor de cronista local. Se dedicaba a recabar los pequeños hechos de la localidad, a retratar a sus habitantes y a profundizar en la vida de los más egregios, en particular en la personalidad sin par y obra singular del gran Alcides Bergamota, eximio polígrafo. Contaba para ello con los papeles del escritor y con el archivo de Doroteo, de una riqueza inexplorada, dónde podían encontrarse las más variadas noticias sobre Nava de Goliardos, la villa y sus habitantes. Pero como en toda labor surge siempre un pero, la hormiga amanuense que era Liposthey, armado de plumín y libreta, mitones y bufanda, encontraba resistencia tenaz, evasivas y silencios, al arrimar su curiosidad a la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Era consciente de no poder acceder a la documentación clínica de los pacientes, ni al listado de los que en algún momento habían ingresado para tratarse de ofensas, humillaciones, persecuciones y vejaciones de todo orden. Pero sabía de la existencia de una suerte de diario, una especie de cuaderno de bitácora, dónde, de manera constante y puntillosa Tato consignaba el día a día de la Fundación, lo que incluía no pocas referencias, al parecer, a los distintos casos que por allí pasaban. Eso aseguraban al menos las fuentes que discretamente informaban a Liposthey, sin por ello traicionar la confianza de Tato ni su deber de lealtad con la Fundación. En realidad se habían limitado a comentar que, efectivamente, todas las tardes entre semana, a la hora en que se hacía el cambio de turno y llegaba el personal de guardia, Tato se recogía en su despacho provisto de un pequeño paquete de caramelos de violeta. Eran esos caramelos, al parecer, el indicio de que se disponía a escribir, pues avanzaba por el pasillo hacia el despacho chupando un puñado con fruición y despidiendo sólo con un gesto breve a los que se iban, al no poder articular palabra. El hecho de llevar bajo el brazo cierto particular cuaderno, grueso, de buena encuadernación, con nervuras doradas, con aire de haber sido encargado a medida, era también indicio de que se acercaba el momento de escribir. Eso apuntaba al menos el informador más sagaz.

Tato se instalaba en su gran mesa y se reconcentraba sobre el cuaderno, rascando página tras página. Para poder atender a los imprevistos que pudieran surgir, la puerta quedaba entreabierta y Tato a disposición del personal, aunque por la hora reinaba por lo general un gran silencio únicamente turbado por Paqui la asistenta que barría, recogía papeleras, fregaba los suelos y, a la menor oportunidad, daba todo el palique posible al personal de guardia.

La puerta entreabierta era también una medida de seguridad impuesta por el patronato de la Fundación, después de realizar una sesuda y muy cara consulta a un conocido despacho de abogados para determinar las normas de régimen interno más convenientes. G. Provecto, Migraña & Sinclair Abogados, S.L.P. había recomendado expresamente, y pese a la descripción que se les había facilitado de Paqui, que se evitara que el personal de dirección o los patronos, quedaran encerrados en un despacho con cualquier subordinado, empleado o colaborador de la Fundación. La jurisprudencia más reciente consideraba esa situación, el encierro sin testigos, como la ocasión que pintan calva, como el momento propicio para dar rienda suelta a los mayores abusos, las más sórdidas tentaciones, la más desenfrenada y vil lujuria

- ¿Pero incluso con Paqui, con lo decrépita que está?
- Por supuesto, que tendrá que ver la decrepitud con el abuso y el ánimo lujurioso.
- ¿Pero oiga por quien me toma?
- No se irrite, que el consejo es genérico, nada personal. Usted verá.

Se aseguraba que, al abstraerse sobre el cuaderno con la boca llena de caramelos de violeta, Tato se reconcentraba de tal manera al anotar los casos que pasaban por la Fundación que se le escapaba, al describir los más fuertes, un hilo de baba morada. Un hilo cárdeno a veces, una pequeña mancha violácea otras. Todo lo absorbía sin dificultad el grueso papel del gran cuaderno secreto, de sin par calidad, la baba de violeta y las narraciones de Tato.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Trompeta, trompetilla (texto amablemente cedido por Calvino de Liposthey, biógrafo).

Vivimos en la deliberada confusión de conceptos y de ideas, en un galimatías en el que nada es nombrado por lo que es, dónde la mentira y las medias verdades se van haciendo lentamente con el terreno, en el mayor desorden. La información nos cae encima como una avalancha que no cesa y cada vez es más difícil informarse, no digamos acercarse a la verdad. Llama la atención la obsesión que hay con Trump que corre paralela a la más absoluta falta de autocrítica por parte de quienes critican al nuevo presidente de los Estados Unidos. Estos críticos, y las fuerzas a las que representan, proclaman a diario su escándalo y su indignación por los hechos y sobre todo por los dichos del nuevo presidente, pero no se molestan demasiado en explicar o fundamentar un estado de ánimo que exhiben como si fuera una verdad indiscutible. Estos críticos –críticos ahora, silenciosos con el anterior presidente por los mismos hechos- tal vez tengan algo de responsabilidad, incluso mucha, en la elección de Trump.

La primera pregunta que uno debería hacerse para entender la aparición del personaje parece obvia: ¿En qué estado de descomposición de encuentra la sociedad occidental para que los dos candidatos presidenciales sean gente de la categoría de Trump y de Hillary? Porque si es difícil alegrarse por el triunfo de Trump, es una prueba de vigor moral y mental, alegrarse de que la pavorosa, translúcida y apergaminada Hillary se la haya pegado.

Todos esos medios al servicio de un partido, de un pagador, sin la menor independencia, todo ese progresismo bien-pensante y perdonavidas, toda esa clase política cerrada sobre sí misma, que nos ordena cómo vivir y cómo pensar mientras nos esquilma, que nos insulta y nos mete en el saco con la etiqueta “deplorables” si no obedecemos, que impide llamar a las cosas por su nombre, que desafía lógica, conocimiento, hechos, sentido común; que carga contra las tradiciones de occidente –o lo que queda de ellas-, contra la familia, el catolicismo, la cristiandad, el espíritu crítico, los fundamentos de la libertad, de la educación ¿no tendrán todos ellos algo que ver con lo que sucede?

Todos ellos: Una mayoría de medios, los progres en masa y una mayoría de políticos, todos ellos enfermos de orgullo y egolatría hasta el extremo. Y tal vez nosotros, por la incapacidad de articular una respuesta organizada que vaya más allá de la resistencia individual, casi en el fuero interno. Piensen que estas palabras estarán ya causando escándalo.

Y es que cuando la realidad no encaja en su esquema entonces, todos ellos, pretenden cambiar la realidad o ignorarla. Si la educación en Occidente sufre horas bajas no es por falta de principios, por el abandono del esfuerzo y del mérito, de la lógica, del respeto al profesor, sino por falta de dinero, y venga a gastar sumas ingentes. El hábito de justificar al agresor –que careciendo de voluntad actúa no por sí mismo sino movido en realidad por la maldad de su entorno- y culpabilizar a la víctima –algo habrá hecho- se ha generalizado en todos los ámbitos de la vida social. Si no gana nuestro candidato, llamamos a la rebelión, montamos manifestaciones contra el vencedor, explicamos que el sistema que para ganar nosotros si es válido, cuando hemos perdido está gripado, corrupto, trasnochado. Y por supuesto cargamos contra la mayoría que ha elegido presidente. Cuando no actúa como queremos ¡ni siquiera la todopoderosa mayoría tiene ya valor! Recordemos los españoles que esa mentalidad no es de hoy. Fue la que acabó con la segunda república española.

¡Vaya soflama dirán ustedes! ¡Que exageraciones, tampoco es para tanto! Cada uno, es verdad, le da importancia a cosas distintas. Pero sí que existe una razón por la que es muy grave que se esté dinamitando lo que podríamos resumir como tradición de Occidente. Y no voy ahora a repasar en que consiste dicha tradición. Si no lo saben ustedes mal estamos. La razón es que no hay libertad sin tradición y que sólo son libres las sociedades que basan su libertad en un sistema de tradiciones vigente que, siendo compatible con la libertad, la sustenta, permite que se ejerza y le suministra anticuerpos contra la tentación utópica, contra la soberbia reguladora, contra el estado sacado de quicio, contra el jacobinismo rampante y contra las gordas. Contra las mentalidades gordas, gruesas, entiéndase lo que quiero decir, frente a las mentalidades egregias.

Terminaba de esta manera su pequeña charla el gran polígrafo. No cabía un alfiler en el salón rojo del Casino de Nava de Goliardos. En el programa de actividades podía leerse “Comentario de actualidad”, por Alcides Bergamota el Grande. A las 13:00 horas. Antes una conferencia sobre palimpsestos, después de un comentario a dos voces sobre tauromaquia –repaso de la Temporada y estado actual de la Fiesta-, a cargo de un crítico venido de Madrid y de un aficionado local, reseñador puntilloso a sus horas. Después de comer, una lectura de poemas, seguida de una mesa redonda para poner fin a la jornada cultural patrocinada por Doroteo y por la Fundación Tato para Varones Desahuciados.

La jornada, en realidad un día completo al que se añadía el programa de cine en tardes sucesivas, se había mantenido contra viento y marea. Contra los que acosaban a los organizadores –patrocinadores y junta directiva del Casino- señalando que el formato y los contenidos eran una antigualla, que faltaban perfórmanses, preferentemente de contenido subido de tono, ¡que faltaban mensajes, odas sáficas, instalaciones y detritus! Era penoso, les espetaban, que el programa no estuviera traducido al inglés. La falta de contenido verdaderamente audiovisual era intolerable – el ciclo de cine con películas de Ford, Lang y Manckiewicz, Chaplin y Neville había sido motejado de pintura rupestre, de herrumbre sin vigencia. Pero el mayor reproche que se les hacía desde el grupúsculo de oposición manejado por Spotti, desde las instituciones culturales de la autonomía y de la capital de provincia, el colmo del horror sin duda, era que no participaba ninguna institución pública.

La modesta jornada cultural no daba pie al pago de ninguna subvención. ¡Sois unos paletos conio!, les reprochaba Fidelio Lentini Spotti. Tirando de cuatro hilos y contratando a unas performers te llueven los euros, un poco de LGTB y nos hacemos de oro. ¡Dejadme participar y os lo arreglo! Doroteo llevaba años rechazando las ofertas del satánico Lentini. Vete a la mierda Lentini. ¡Cómo me sigas tocando las narices el año que viene Nobleza baturra y un ciclo sobre Juana de Arco y verás cómo llenamos también!

Y es que con su modesto formato, dos conferencias, la charla a dos voces, unos poemas, cinco películas en dos días, se llenaba el salón rojo, se llenaba la modesta sala de cine, se aplaudían las películas al final y se seguía con interés el coloquio posterior. No acudían grandes masas, no se descubría la piedra filosofal, pero tampoco se vivía un retablo de las maravillas. No había estafa, ni cultural ni al erario público.



jueves, 1 de diciembre de 2016

MARVIN

Este es el horrible y cómico titular que vemos hoy en televisión: Marvin, el cómplice del descuartizador de Pioz, sale de la cárcel. La tele está siempre encendida en el bar del poligó.
Aunque el fondo de la historia es siniestro, la comicidad proviene de los nombres propios que son contrarios, antagónicos, opuestos, incompatibles. Uno del inglés, Marvin (que no es lo mismo que Mariví, no). El otro castizo: Pioz.
Marvin Pioz podría ser el personaje de una novela, lleno de complejos por ser hijo de Tomás Pioz Cantero y de Yanet Isis Garsía Vásques, una naca de metro cincuenta, de pata corta y gruesa, de trenza por la cintura, que toda la vida tuvo a su marido en un puño, ¡lo pisotié al hijueputa! Y lo hizo simplemente por una afición al mando en plaza, por un ánimo tiránico, por las ganas de moler y majar al prójimo, siguiendo un impulso irrefrenable surgido de la noche de los tiempos, de las profundidades del Incario. Para el niño se propuso Tomás como el papá, o José, para poder llamarle Pepe, lo de Pepe Pioz gustaba, ¡tan eufónico! José se llamaba el abuelo materno y Marcela la abuela materna. José Garsía Capac y Marcelo de Todos los Santos Vásques Yunacai. Pero la fiera, Yanet Isis, la naca, la ñata, la chata, impuso Marvin. Ahí es nada: Marvin Pioz. Hay que joderse pensó Tomás Pioz Cantero, pero no dijo nada. Desde que escapó, Marvin estaba ya estudiando la carrera, Tomás Pioz estuvo errante, con la memoria confundida, angustiado por los temores. No se pudo hacer nada por el hasta que fue acogido por la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Es un caso difícil, sueña que una enorme trenza de pelo oscuro, arrastrándose como una boa constrictor se lo quiere Sampar, así con S. Se despierta dando alaridos, pero cuando le sedan con fuertes calmantes se encuentra un poco mejor. De acuerdo con Tato al que entrevistamos, no se trata de un caso desesperado, ha visto cosas peores. La causa es evidente, el tratamiento no tiene misterio.