Mostrando entradas con la etiqueta E.M.Delafield. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta E.M.Delafield. Mostrar todas las entradas

domingo, 22 de diciembre de 2013

EL VENTRÍLOCUO

Sin fuerzas para casi nada, terminamos hace un rato Diario de una dama de provincias, de E.M. Delafield. Un pequeño libro encantador, como seguramente lo fuera su autora. Es una pequeña crónica de la vida doméstica, escrita con ese humor inglés, fino y contenido, hecho de ironía y paradojas que resulta a veces, durante un rato, agradable. Leemos con una sonrisa, discreta, apenas dibujada, la sucesión de agudas observaciones sobre la vida cotidiana. Desfilan los niños, los amigos de los niños, el marido silencioso y pétreo, el servicio, la demoiselle, el jardín, los bulbos de invierno, los animales, el té, lady B., las dificultades económicas, los menús, la amiga sofisticada, la vieja madre de otra amiga, el pastor, su mujer, la rifa, los juegos florales, una tarde de picnic, la condición femenina, algún conato de reivindicación. Muy bien. Lo que nos la hace más simpática es que publicara en su día varios de sus relatos en la revista Punch. La revista desapareció hace poco, pero han quedado con su nombre unos excelentes cigarros, capaces de tumbar a un elefante, que nos gustan mucho. Un poquito estragados, decidimos abrir para compensar, uno de los tometes de Gutiérrez Solana. Un acierto, todo un antídoto. Hoy toca El ventrílocuo. Podemos leer con gran satisfacción el siguiente párrafo:

“Uno de los autómatas es un viejo con la cara amarilla y las orejas grandes y desprendidas, envuelto en su batín verde; por su abertura se le ven los calzoncillos; su cabeza de microcéfalo está cubierta con un gorro blanco de dormir. El sillón en el que está sentado es de los llamados cagaderos, por tener en su asiento un agujero, debajo del cual hay un bacín.”

Luego sigue un diálogo extraordinario, maravilloso, entre doña Micaela, el Cotufas, don Hilario, tío Remigio y el ventrílocuo señor León.

Una muestra:

“El Cotufas.-Eso lo dirá por usted, tío Lanas, que se mete siempre en lo que no le importa y por eso esta señora está aquí sentada, para que yo la defienda. (Mirando a doña Micaela y dándola un codazo en el pecho, después de echarla una bocanada de humo del cigarro.) Estando yo aquí no tenga cuidado, señora.”[1]

Desde luego no hay color, nos quedamos con don Pepe, y más tranquilos nos vamos a la piltra. Mañana será otro día.


1 José Gutiérrez Solana, Madrid, escenas y costumbres, primera serie (1913)