miércoles, 27 de febrero de 2019

Conferencias y motines de Alcides Bergamota. Episodio suelto.



Así concluía la larga conferencia dictada por el eximio polígrafo y ya estaban en plena batalla campal, arrancando sillones.

Una cita anterior ya había calentado los ánimos, la de José Mor de Fuentes refiriéndose a la Administración en fecha tan temprana como 1833: “(…) pero con tal de que tengamos muchas secretarías y oficinas, con secciones y subdivisiones, y sueldazos bestiales con alamares y relumbrones, poquísimo importa que expire la labranza entera. Está demostrado que todas las plumadas imaginables de todas las oficinas del universo, ni producirán una espiga, una aceituna o un racimo, ni plantearán jamás un telar o un ramo de industria. Pero vamos adelante… y ¡viva el delirio![1]” Había sentado como un tiro a los miembros de la asociación de opositores a un empleo público, la AOEP, que había fletado un autobús para acudir a la conferencia pensando que se trataría algún asunto aprovechable para el temario. En lugar de eso les habían llamado parásitos y desecho de tienta. Cosa extraordinaria, el conferenciante había logrado que los acochinados y descastados opositores se enfurecieran.

El joputismo aludido en la conferencia daba rienda suelta a su odio y con un berrinche de mil pares de narices se lanzaba al ataque dispuesto a linchar al conferenciante. Se había celebrado el acto en el salón de actos de la casa de cultura de Navalcojón, barriada de la capital provinciana, antaño distante de pocas leguas de la plaza del mercado y hoy unida a la vieja ciudad por ensanches y arrabales. Se habían formado primero con desmontes y pequeñas naves, más que industriales cobijadoras de oficios insignificantes, talleres y pequeñas fábricas, almacenes, depósitos, garitos y cubiles de mala reputación. Más tarde fueron sustituidos por un urbanismo aséptico de limpios inmuebles, amplias avenidas flanqueadas por hileras de afilados plátanos plantados como palillos en resecos alcorques, con carriles para bicicleta, supermercados, cajeros automáticos, varios gimnasios, un montón de gilipollas corriendo por la calle (¡oiga no insulte!), unos cuantos bares, varios establecimientos para tatuar las carnes de los vecinos y garitos y cubiles de mala reputación.



[1] Citado por Azorín en su libro Lecturas españolas, publicado por Espasa Calpe, 1998, colección Austral Summa.

LA POÉTICA DE SINFOROSO GARCÍA POTE. XIII.

Largo es el invierno.



miércoles, 20 de febrero de 2019

Apuntación antigua. De los diarios de A. Bergamota Elgrande.


A la hora de comer, en el restaurante, indescriptible escena en la mesa de al lado porque el camarero explica que para dividir la cuenta cada uno tiene que decirle lo que ha comido. Unos jovenzuelos de pinta siniestra, trajes de medio pelo y corbatas exageradas, le dicen de todo con grandes aspavientos, con expresiones que revelarían su zafiedad y grosería rabiosamente actuales si uno no pudiera verles. Que les vio. Me hubiera gustado levantarme a montar la gorda. Pero se encargó Tato al dirigirse a uno de ellos, al de traje más feo y corbata más chillona y relamida: “niño ponnos un café cortado y luego te vas a fregar, y –refiriéndose a su acompañante- no te traigas fulanas al trabajo que te podemos despedir”. En la mesa de al lado dos matrimonios. Entre los cuatro les falta poco para juntar los trecientos años. Su tema de conversación es la salida de Morata del Real Madrid. Así están las cosas.


LAS CASILLAS. Cuestiones de mundialismo.


El agua mineral se sirve de forma tan ruidosa, a chorro libre, que cubre la voz del conferenciante. Una voz por otra parte débil, más para susurrar escondido que para arengar a las masas que tan necesitadas están de que alguien les grite. El poder de la gorda que se sirve litros y litros de agua mineral es tal, es como ver un elefante conectando la trompa a un surtidor, que remata la jugada dejando caer con fuerza terrible la enorme botella sobre la mesa. Ante el estallido vibra toda la sala, sus vecinos respingan, a un tío cursi se le caen las gafas y pone un mohín tan atroz que su vecino no lo puede resistir y violento le amenaza con un enorme puño cerrado. Pasado el momento, la onda de violencia provocada por el paquidermo con vestido de flores se extingue. Prosigue la charla sobre procesos. Hay que marcar las casillas, todas las casillas, con un lápiz y por orden… ¿Y si las marco con la minga no vale? Esto lo ha pensado el enano de delante, se ha notado, pero como es como los demás, se calla. Está sentado entre el largo y la gorda, el jirafa y la elefanta. En esta selva el viene a ser una hierba, una hierba, alta para ser hierba, seca, crujiente. En cualquier momento lo arrancan del asiento para zampárselo y aquí se arma una de miedo, con el enano pataleando por los aires, apretado por la trompa del elefante que lo agita como un sonajero para llevárselo a la picuda boca. Cuello de toro se está durmiendo. Es normal, ahora se están describiendo todas las casillas, cada una y su contenido. Hay ciento diecisiete. Es mejor marcarlas rellenándolas con un aspa, con un aspa. Con un punto no, porque es confuso. Al saludarle antes se notaba la falta de un dedo, un rasposo vacío que daba escalofríos. Seguimos con las casillas. Excelente exposición sustentada por todos los hábitos verbales del anglosajón para quien todo es global, mundial, todo son lecciones aprendidas, mejores prácticas, si, no, hacer no hacer… Con ayuda de unos buenos carros de combate todas las artes salen mejor.

Al cumplirse la tercera hora de conferencia sobre procesos y casillas, y pese a la abundancia de agua mineral, ya han muerto dos oyentes. Uno se ha desplomado sobre la mesa, con la cabeza sobre el cuaderno. De forma bastante discreta, todo hay que decirlo. Como estaba sentado no se ha notado mucho. Parce que se ha quedado dormido, pero le sangran las orejas. Ha reventado por dentro en la casilla ochenta y dos, faltaba poco. El otro se desliza de la silla y cae debajo de la mesa, desaparece tragado, escondido por el mantel. No le encontrarán más que al día siguiente, al oponerse su grosura inerte al avance del aspirador. Hay un panorama de cráneos pelados, sobre gruesas nucas, con el cogote surcado de rollizas arrugas. Ya lo decía Pardo Bazán, nosotros vamos a los toros mientras ustedes beben solitarios hasta perder el conocimiento, perseguidos por sus ligas antialcohólicas.

lunes, 4 de febrero de 2019

GLOBULOFF.


Extracto de una carta del crítico Vasili Globuloff dirigida al gran polígrafo en contestación al envío por éste de unos primeros textos. Sucedía esto años atrás.


Vasili Globuloff.
No cabe duda de que su texto denota una mente confusa que no ha llegado nunca a estructurarse ni a formarse del todo, carece de fundamentos, de orden, de método. Y ya es tarde querido amigo. Abandone. No queremos chupatintas, picaflores, capones de granja. No se sostienen las editoriales con estos textos. Y si además es usted como sospecho un hombre blanco, heterosexual y feo no hay nada que hacer. No se hacen negocios con estos materiales. Yo tengo necesidades, ¡mi dacha en Crimea! Tengo que pagar muchas bufandas, cuentas de muchos números. ¡Yo soy el gran Globuloff, crítico!