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sábado, 2 de octubre de 2021

Tarde de toros. Feria de otoño 2021.

De nuevo allí. Hoy también, esta tarde, con la plaza llena. Y hemos visto torear a Juan Ortega. Nosotros que todavía elegimos los carteles por los toros -no sé cuánto tiempo podremos seguir con esa maña- le hacíamos ascos al cartel de esta tarde. Pero nos han podido las ganas de volver a la plaza, de volver a Las Ventas. Y una vez sentados, fuera prejuicios, fuera faenas preconcebidas, fuera pañuelos preparados. Mirar, mirar y mirar. Y no hemos visto más que a Juan Ortega, con la muleta, toreando al segundo de su lote, sexto de la tarde. De repente se paran las cosas, de repente se escenifica aquello de la línea horizontal, el toro, y la línea vertical, el torero. De repente se anda menos, se pierden apenas pasos, se rectifica apenas; de repente las series son cortas, medidas, pensadas, con remates airosos, vemos torear al natural, por las dos manos, y vemos toreo cambiado, vemos empezar la faena por bajo, continuarla con ayudados por alto, vemos torear, vemos al toro que se va quedando encelado, dominado. Y la verticalidad, la compostura, la naturalidad, la mesura, el inexplicable aire suave de pausados giros del poeta. Unos muletazos que nos encienden, que encierran una belleza que de repente se derrama ante nuestros ojos, después de tantas tardes desaparecida.

Se podrán discutir cosas por su puesto, no es esa la cuestión. ¿Por qué llevarlo hacia los chiqueros? ¿Por qué no acabar la faena en los terrenos dónde empezó? ¿Faltó un poco de hondura, de poder? Qué pena la estocada que desde dónde estábamos parecía contraria. Por supuesto. Pero hemos visto torear, hemos visto lo que da sentido a todo esto, a sentarse en la plaza a ver a esos hombres jugarse la vida. Oiga, no se ponga profundo que me voy. Descuide que ha sido sólo un momento.

De los otros dos matadores apenas hay algo que decir, sino que Emilio de Justo cortó dos orejas, de las de toreo automático y el Juli, lo mismo, un sola, pero del mismo estilo, de esas en que el torero parece un compás abierto dando vueltas como una peonza con el toro prendido de la punta exterior. Tampoco hay que cebarse, cada uno hace lo que puede, como nosotros, con tantas limitaciones. En fin. Que esta tarde estábamos allí de nuevo y que hemos visto Torear, con mayúscula, a Juan Ortega.

Para el Heraldo de Nava, Genaro García Mingo Emperador.

Por cierto, al recoger el coche se veía claramente que los señores que pagaban el aparcamiento delante de nosotros también venían de los toros. Les abordo con descaro. ¿Vienen ustedes de los toros? Se giran sorprendidos, si señor dicen mirándome de arribe abajo. Me apresuro a confirmar que yo también. Sonrisa. Voy al grano: ¿Qué les ha parecido Juan Ortega? Cuanto me alegra que sea esa su pregunta, porque esos muletazos, esos muletazos, lo otro, pues no, es otra cosa. Hay que venir veinte tardes para ver una cosa así. Nos despedimos coincidiendo completamente. Oiga, ¿y es imaginación mía o al señor ese, de buena pinta, por cierto, se le caía una lagrimilla mientras evocaba esos muletazos, esos muletazos…? Hombre, y yo que se, que cosas tiene, serán cuestiones del lagrimal descontrolado.

viernes, 3 de julio de 2020

Recuerdo de una tarde de toros.


A la salida de los toros, un grupo de aficionados nobles, encastados pero también con algo de genio, declaran su enfado por lo visto, el estado del público, de la plaza, de España. Teniendo parte de razón o mucha, en cuanto a público y plaza, quizá lo visto en el ruedo no nos desagrada tanto como a ellos. Hablando de que al poco tiempo de adquirido lo de Juan Pedro Domecq se les va de las manos a los nuevos ganaderos, lo explican diciendo que es que ahí dentro, en ese ganado, están metidas todas las castas y que sin la receta original –que sólo tiene el vendedor que transmite las reses pero no libros genealógicos, historia, etc.- enseguida se modifica la mezcla y sale por dónde menos se espera. Hacen toda clase de bromas sobre el símil de la cocina, la receta, el coctel, etc. Un momento extraordinario que aquí queda recordado.
A. Bergamota, para la Voz de Nava. 

miércoles, 29 de mayo de 2019

Tarde de toros (imágenes).

El café de antes.

La candidata.


El ruedo a la izquierda.

El ruedo a la derecha.


EL TORO.

Entre dos lances.

Por si acaso.

Los toros desde la barrera.

Libertad en Las Ventas.

El aplauso.

El triunfo.

Caudillo difuso, entre licores. 




jueves, 3 de enero de 2019

TARDE DE TOROS. DE LOS CUADERNOS DE A.B.E. Cortesía de CALVINO DE LIPOSTHEY.

Plaza de toros dorada por un sol otoñal de una gran delicadeza que parece recubrir todo lo que abarca la vista como de finas láminas del más ligero pan de oro. Hasta el aire adquiere consistencia áurea, magnificada la impresión por la salida al ruego de las cuadrillas para el paseíllo. Los ojos se pasean por todo aquello, rendidos a la fascinación del espectáculo: la variedad de tipos, la mezcolanza de gentes, gestos, vestimentas, comentarios. El murmullo de voces, la paloma que como cada tarde se pasea entre las rayas de picar. Por un momento el espectador se queda abstraído, entregado al mirar y hasta parece que se hace el silencio y que lo que desfila ante sus ojos no es otra cosa que la vida misma en toda su variedad y belleza.
Al volver a la realidad, los ojos llegan asombrados a una línea de pequeñas estrellas azules. Terminan de despertar al darse cuenta de que se trata de un tatuaje. El tatuaje puesto sobre el grueso brazuelo de una moza de poder ataviada de rojo. El tirante rojo y tenso de su vestido se hinca sobre un hombro frescote. Y el brazuelo decíamos: nada tiene que envidiar a los que soportan al bicho de seiscientos kilos que acaba de saltar al ruedo. Con la corrida empezada, la luz dorada se mezcla ahora con las volutas de humo azulón. Y luego vimos aquello, esa forma de torear, esa naturalidad, esa fuerza y aquél molinete airoso rematando la serie. ¡Y estábamos allí para verlo!

miércoles, 20 de septiembre de 2017

LAS VENTAS: más de lo miso. No hacemos sino recoger lo dicho por varios aficionados (entre ellos Domingo Delgado de La Cámara en el programa de Radio EsToros). Por supuesto la responsabilidad de lo escrito es sólo nuestra.

Las obras que al parecer se quieren hacer en la Plaza de las Ventas son una muy mala noticia para los aficionados a los toros. La plaza no necesita una reforma, necesita simplemente mantenimiento: arreglos puntuales, pintura, limpieza y eliminar ciertos adefesios que pretenden darle una aire discotequero.

En la plaza no se han producido, gracias a Dios, accidentes, incendios, se sale de ella con facilidad y rapidez.

La única razón para las obras propuestas es convertir definitivamente la plaza en una instalación multiusos, lo que permitiría explotarla al máximo, alojando en ella espectáculos ajenos a los toros: conciertos, motos, baloncesto… Esto con el fin de sacarle el máximo rendimiento económico. Nada que objetar a esa rentabilidad económica y a ganar dinero, siempre que no sean el motivo para desvirtuar completamente la función de un edificio concebido desde el principio para ser una plaza de toros, y no otra cosa. Es decir, la rentabilidad desde lograrse sobre el negocio de las corridas de toros que para eso sirve la plaza. La rentabilidad no puede ser el caballo de Troya con el que poco a poco se vaya cambiando el uso de Las Ventas. Sí, es cierto que desde hace mucho se dan conciertos en la plaza. Pero hasta hoy eso no afectaba a su fin esencial, ni a su estructura. Recordemos que en el diseño de la plaza participó directamente Joselito El Gallo. Ahora queremos enmendarle la plana, reduciendo el tamaño del ruedo, y eliminando más de 2.000 localidades, lo que lógicamente encarecerá los precios. Mucho mejor, más lógico y más de verdaderos aficionados a los toros sería calcular la rentabilidad, el rendimiento de la plaza en función únicamente de los espectáculos taurinos. El concurso organizado por la Comunidad de Madrid para adjudicar la gestión de la plaza, muy próximo a la subasta y rodeado de secretismos, es un verdadero despropósito, que no tiene en cuenta los intereses de la fiesta de los toros sino exclusivamente los de la Comunidad de Madrid, consistentes en sacar el máximo dinero posible aún a costa de aquello para lo que la plaza existe: la celebración de corridas de toros. Una Comunidad de Madrid gobernada por el PP que por supuesto es el responsable de todo el follón, de todas las oscuras maniobras. EL mismo partido que ha hecho lo necesario para prohibir el Toro de la Vega de Tordesillas, secundando las iniciativas liberticidas de los radicales de siempre, a los que nadie se opone. Y menos que nadie el PP. ¿Todavía se extraña de esto alguien? Pero sigamos: con la fórmula de la subasta –introducida por a CAM gobernada por el PP- no hay más remedio que explotar la plaza como sea para pagar lo comprometido y entonces surge la necesidad de modificarla para convertirla en espacio multiusos, afectando a las localidades, a su aspecto, tal vez a su sonoridad, a su dimensión histórica y quien sabe a cuantas cosas más.

En momentos en que los ataques a los toros son tantos, todo esto da muy mala espina y no puede haber ningún descuido. Las cuestiones de la seguridad y de la comodidad tienen sentido –en todo caso- cuando se llenan gradas y ruedo para otros espectáculos, no cuando la plaza se usa para lo que es. También se utilizan, seguridad y comodidad, como pretextos para ir sustituyendo el uso para el que se destina la plaza. Esto es como el pretexto para lograr el objetivo ques está detrás de todo el asunto: ponerse las botas nuestros políticos.

La Plaza de Toros de las Ventas es la plaza de toros más importante del mundo, pese a todos los peros que se le quieran poner. Es el lugar dónde toros y afición resisten atrincherados contra toda suerte de ataques, los que vienen desde dentro, y los que vienen desde fuera. Es la gran plaza de las 600.000 entradas vendidas en San Isidro y que no sólo no vive de subvenciones sino que da dinero, y mucho, a la Comunidad de Madrid. Es un monumento histórico, testigo de la historia de España, que incluso vacía, una tarde sin toros, produce emoción: por su perfecto diseño, por su coherencia arquitectónica, por su belleza, externa, pero sobre todo interior. Si la avaricia de Comunidad de Madrid acaba rompiendo el saco de la rentabilidad que puede proporcionar el espectáculo de los toros como tal será, claro, a costa de la fiesta de los toros y de los aficionados. ¿Pero le importa esto a un partido como el PP?

Para la Voz de Nava,
Genaro García Mingo

(fotografías de Poética de Sinforoso García Pote Limitada).

sábado, 16 de septiembre de 2017

Un sueño (uno de tantos). De los papeles del eximio polígrafo, Alcides Bergamota Elgrande.

Agradecemos como siempre la gentileza de Calvino de Liposthey que desinteresadamente nos hace llegar este sencillo relato

Salía contento del simposio en el que había participado con una conferencia muy sonada. Al calor de los aplausos sucedía ahora el frío helador de una noche negra y silenciosa, sin luna. Las sombras parecían piedra maciza de tan impenetrables. Segundo simposio en defensa y promoción de una Fiesta auténtica, convocado y organizado por la asociación El Toro Integro, de la que era vicepresidente y por la Peña los Puros, para la que servía gustoso de tesorero. La calle estaba desierta. Y todo por no andar lejos de la plaza. Quien le mandaba, pensaba ahora al oírse andar, al oír su corpulencia respirar pesadamente, por efecto del frío, del paso que había acelerado y de las arrobas que arrastraba, quien le mandaba haberse mudado a estas calles tan solitarias de noche. Cerrado el comercio, claro, cerrado el taller de coches, y la academia de contabilidad, cuyo rótulo decía estudios financieros, y cerrados también bares de copas, era lunes, y tascas taurinas, era tarde y era día sin toros. Había estado soberbio con su charla larga y concienzudamente preparada, y hasta un poquito flamenco, chasqueando los dedos para adornar pasajes de su conferencia, aupándose casi de puntillas sobre sus botines lustrosos, asomándose por encima del atril, ¡embalado! Nuevamente aguzaba el oído. Era la segunda vez que los oía nítidos. Pasos que le seguían. Precisamente ahora, cuando llegaba al desmonte, al solar de aquella casuca que habían tirado hace poco. En la calle estrecha, en la que se mezclaban diminutos chalets de otro tiempo con un jardín raquítico, y edificios de pisos, de cinco o seis alturas, estrechos, de un ladrillo pobretón, de terrazas pequeñas cerradas de cualquier forma -pese a todo dueña de cierta gracia castiza- en esa calle, no se oía a esas horas ni un alma. Salvo aquellos pasos, otra vez, claramente. Y sonaban de una forma peculiar, inconfundible para el oído finísimo del Amigo Pulardo. Eran pasos de boto campero, o de botín flamenco, de calzado de tacón macizo y alto. No había duda. Se inquietó de repente un poco, recordando los pasajes más encendidos de su charla, cuando arremetió contra el toro raquítico y colaborador, descastado y repetidor, que eliminaba de la fiesta toda emoción; cuando puso a caer de un burro al todo el gremio de picadores, clamando por la reforma de la pulla y por cabalgaduras más ligeras, cuando recordó que Bienvenida, Antonio, había tomado la alternativa con toros de Miura, ganadería que alguna de las pretendidas figuras esquivaba por sistema, Aplausos, puntillas, chasqueo de dedos, pulgar contra cordial y el público rugiendo, es un decir, prorrumpiendo en si señores repetidos… No había duda, ahora a un lado, la negrura, el espesor de la noche, se movía. Se movía sigiloso como una nube oscura que se desplazara sin pisar el suele, pese a que a la altura de los zapatos parecían brillar unas grandes hebillas. Al acercarse, la nube se hizo saco, y al acerarse más aún, un poco asustado, Pulardo tuvo que hacerse a un lado. El saco negro del tamaño de un hombre encorvado le recortaba. Si le recortaba y le quebraba, obligándole a salirse del camino, empujándolo con tres gestos más bruscos a una bocacalle desierta. Pudo por fin distinguir un sombrero ancho, una capa española llevada como embozo. Se quedó helado: ¡El estudiante de Falces! Quiso echar a correr, pero entonces una mano gigantesca lo agarro con fuerza y de un tirón casi en volandas, lo metió en el callejón. Ven aquí tú, tío piernas, lechuguino, piquito de oro, tío pera, listillo. La voz era ronca y cavernosa. Encendieron un farol y entonces pudo verles. Al gigantón de voz cascada y aguardentosa, de patillas a lo Paquiro, de aires a lo canalla antiguo pese a lo moderno de su chupa vaquera, le conocía de vista, de las tertulias del patio de caballos. Luego miró a los otros y ya no tuvo dudas, conspicuos representantes del denostado gremio: el Pimpi, el Rubio, el Linchi y el Mingas. Pero no podía ser, los dos primeros, ¡con lo que habían sido! ¡Si tenían que estar de acuerdo con el! Que quiere usted Amigo Pulardo, la solidaridad gremial, nosotros no queremos, en el fondo no es nada personal. En cambio los otros dos, el Linchi y el Mingas, le miraban con saña, con los ojos vidriosos del que se pasa el día achispado. Ventrudos, hinchados, apenas capaces de cerrar sus enormes muslos para andar derechos, la corpulencia del Amigo Pulardo a su lado no era nada, el gorrión frente al gocho. Cuando parecía que nada iba a suceder, volvió aparecer el estudiante embozado, con el venía Martincho montado en un toro cornalón ensillado con una albarda. Se hizo de repente un silencio atroz. Todas las miradas se inclinaron hacia el suelo. Se puso el Amigo Pulardo a seguirlas hasta entender lo que había provocado el silencio. Ahí estaba vestido de corto, con sus polainas camperas, su castoreño como de juguete, sus manazas peludas y chupando un cigarro Antonio Merino, el enano de Las Ventas. Asomaban de la faja que le ceñía la cintura las cachas de su faca descomunal. Abrió la boca para decir maligno: así que mis compañeros de ahora son un gremio de botijeros y montan caballerías como montañas, así que son jugadores de ventaja que pican protegidos por un caballo que es como un carro de llevar cántaros, así que hay que reformar las cosas, que se pierde la suerte. La suerte la vas a perder tú ahora cuando probemos contigo si esta pulla sirve o no sirve. Y diciendo esto escupió el cigarro y abrió la gigantesca faca. Vaya, faca de bella factura se dijo Pulardo, ya no se ven así. De esas de capar gorrinos y de abrir melones de piel de sapo de un solo tajo. ¡Zas, por la mitad! Parece una antigüedad. Y dejando de temblar pensó, ¿y este enano cuantos años puede tener hoy…? No puede ser y tampoco el Pimpi, ni el Rubio. Por la ventana entraba el primer rayo de sol. 

Debajo
Francisco de Goya. El diestrísimo estudiante de Falces.


lunes, 11 de septiembre de 2017

TOROS: SALTILLO Y JUAN LUIS FRAILE


Una de las cosas más tontas que suele destacarse para reprochar a los españoles una supuesta indolencia y despreocupación por las grandes cuestiones del momento es el haber acudido a los toros la tarde –o tal vez fuera al día siguiente, ya no recuerdo- del día en que se conoció la pérdida de Cuba. Los que eso señalan se quedan tan anchos, encantados de su observación y agudeza, felices de haber demostrado la existencia de un nuevo rasgo nacional más, negativo por supuesto. Pues bien, será que la historia se repite, porque en pleno golpe de estado en Cataluña, eso es exactamente lo que hicimos nosotros ayer, irnos a los toros. 
Todos los días al abrir el periódico soñamos con que nos enteramos de que por fin se ha suspendido la autonomía, se ha detenido a los sediciosos, miles de catalanes aliviados salen a la calle con banderas españolas, se anuncia la retirada de las competencias sobre educación, justicia y seguridad a todas las comunidades autónomas y se cierran las televisiones públicas regionales. Atreverse con una bajada de impuestos ya nos parece un imposible hasta en sueños. Pues bien, ayer domingo por la mañana los golpistas seguían con su proyecto ilegal, financiado con nuestro dinero. Así que nos dijimos: ¡Una buena tarde de toros que no nos la quiten!

Las ganaderías anunciadas prometían y no decepcionaron. Tres toros de Saltillo, antigüedad de 1845 y procedencia Marqués de Saltillo –el vallisoletano Antonio Rueda de Quintanilla- hoy propiedad de don José Joaquín Moreno Silva, y tres toros de Juan Luis Fraile, con antigüedad de 1895 y procedencia Conde de Santa Coloma y Graciliano Pérez Tabernero. Ahí es nada. Ahí tenemos tradición, antigüedad, continuidad en el tiempo, pericia ganadera… ¡y la continuación de una labor iniciada en su día por sendos títulos del Reino! Oiga Pulardo, ¿esto último es para decir luego que les conoce a todos? No que va. Es que como el otro tópico es que aquí no ha habido élites… Ya ve usted, hasta en los toros. Hombre, Amigo Pulardo, yo no sé si este apunte suyo está un poco fuera de lugar, pero en fin.

Los toros como decíamos, con fuerza, casta y presencia, no decepcionaron. Un ganado imponente que se hacía sentir en la plaza, de gran seriedad, bocas cerradas y consintiendo pocos errores. Además el espectáculo de comparar las dos ganaderías era un aliciente más:

El toro cárdeno o negro de saltillo, de menos complexión física, más estrecho, alguna testuz rizada, el quinto cariavacado, de mucho sentido, enterándose, pero metiéndose en la muleta si se podía con el. El segundo entró hasta cuatro veces al caballo. De forma esquiva las tres primeras, haciendo cosas de manso con genio, para luego, a la cuarta y para sorpresa de todos, empujar con nobleza, fijeza y enorme fuerza, apretando al caballo contra las tablas, recibiendo un duro castigo, pero que no se notó en la muleta dónde fue extraordinario. 

El graciliano, con aire de toro antiguo, alto de remos, ensillado, enmorrillado, bien armado, prontos al caballo dónde pelearon con bravura y de reacciones rápidas. Una lámina espléndida, variados de comportamiento, tremendo de difícil el último. 

Variedad de comportamientos, evolución del comportamiento de un mismo animal durante su lidia, en función de que se le hicieran las cosas bien o mal, de forma confusa u ordenada, con cabeza o atropelladamente… De los tres matadores nos quedamos con el capote de Octavio Chacón que luchó con los toros de salida para sujetarles y ahormarles y que los puso al caballo de forma primorosa y muy torera (vimos una media verónica doblando la rodilla de gran sabor). Venegas cortó una oreja que no le íbamos a discutir con estos toros. Y Pérez Mota estuvo mal, fuera de sitio toda la tarde. 


Con el paso del tiempo es posible, nos dice el Amigo Pulardo, que los españoles ahora más modernos e internacionales, mejor pertrechados intelectualmente con sus redes sociales y sus teléfonos, las generaciones mejor preparadas y demás, pasaran ayer la noche pendientes de Cataluña, haciendo cábalas, enrolándose en partidos y organizaciones para demostrar su compromiso contra la secesión –cosas del progreso-. Lo decimos porque la plaza estaba casi vacía. Un cuarto de entrada. Eso no impidió que a la salida –en un acto de verdadera frivolidad política- tuviéramos nuestros diez minutos de tertulia exclusivamente taurina. 
Para El Heraldo de Nava
A. Bergamota Elgrande

miércoles, 30 de agosto de 2017

LAS VENTAS

Leemos en la prensa lo siguiente (los subrayados son nuestros):


La Comunidad de Madrid va invertir 15,1 millones de euros en la rehabilitación de la plaza de toros de Las Ventas para adecuarla al funcionamiento de espacios multiusos y adaptarla a la nueva normativa vigente en materia de seguridad. Así lo acordó ayer el Consejo de Gobierno, que aprobó el encargo de la redacción del proyecto y de la ejecución de las obras a la empresa pública Obras de Madrid. (…) Según informa Roberto Becarés en El Mundo, Las Ventas de Madrid perderá al menos entre 2.000 y 2.500 de los 23.700 asientos de que dispone[1].

Esto es una muy mala noticia. No hay ninguna necesidad de reformar la plaza para que pueda servir como espacio multiusos. La plaza de Las Ventas debería tener un único y exclusivo uso: la celebración de corridas de toros y otros espectáculos taurinos de toreo a pie y a caballo (nada de recortes). El pliego para la concesión de su gestión debería redactarse teniendo en cuenta este único uso, ajustándose a las posibilidades económicas que la explotación de festejos taurinos permite.

Espacios multiusos en Madrid, sobran. Los hay a patadas. Esa no es la cuestión. Nuevamente cortinas de humo, disimulación, medias verdades, oscuridad. La cuestión es pura y únicamente la pasta gansa.

Esto que escribimos no es nada original. Lo encontrarán mejor expresado en varios artículos en la red. Llevamos meses siguiendo este tema en prensa escrita, digital y radio y aún a riesgo de repetir lo que otros han dicho sin duda mejor, no queremos dejar de arrimar un poco el hombro.

Por lo que hemos podido entender, hace años, las condiciones económicas de la gestión de la plaza eran muy sencillas: únicamente festejos taurinos, repartiéndose los beneficios generados por mitades: la mitad para el empresario, la otra mitad para el dueño de la plaza, la Comunidad de Madrid. Pero la rapacidad de nuestros políticos no tiene límite. El pliego preparado por el equipo del Sr. Ignacio Gonzalez (hoy entre rejas) y no sé si los pliegos anteriores, adoptó la fórmula de la subasta. El que más dinero ponga sobre la mesa se lleva la gestión de la plaza. De esta manera, la mera celebración de espectáculos taurinos no puede garantizar el pago por parte del empresario del dinero comprometido, por lo que necesita explotar la plaza todo lo posible, exprimirla como un limón hasta la extenuación mediante su uso para otros espectáculos no taurinos. Con esos espectáculos se llenan no solo las gradas sino también el ruedo (para un concierto por ejemplo) y para esos espectáculos son necesarias otras medidas de seguridad (se multiplica la ocupación de la plaza) y los permisos del Ayuntamiento… es decir, en estos momentos, de Podemos…


Por lo tanto el uso de la plaza como espacio multiusos multiplica los flancos por los que puede ser atacada, como de hecho lo está siendo, de forma silenciosa y traicionera, por unos y otros. Por los movimientos antitaurinos, por la rapacidad de los políticos, y también, todo hay que decirlo, por la rapacidad de las empresas del mundo del toro, interesadas en un negocio de mayor tamaño al que se llega a través de la fiesta. ¡Simón, ese empresario de la noche! Pero no hablemos hoy de el.

¡¿Suprimir más de 2.000 localidades?! ¿Qué pasa con los abonados? ¿Qué pasa con el precio de las entradas que lógicamente subirá? ¿Qué pasa con el ambiente único de la plaza, con su sonoridad, con el eco de todo lo que sucede? ¿Qué se va a tocar? ¿Es que no nos damos cuenta de que esto, como las ganas de cubrirla con un tejado, no es más que un ataque contra los toros? Todo son pretextos –la lluvia, la comodidad- para conseguir dedicar la plaza a otra cosa que no sean los toros. Con el intento de cubrirla se produjo un milagro y el tejadillo móvil se derrumbó el día de su estreno. Se ve que en el Cielo el mundo del toro tiene todavía alguna consideración.

La Plaza de Toros de las Ventas es la plaza de toros más importante del mundo, pese a todos los peros que se le quieran poner. Es el lugar dónde toros y afición resisten atrincherados contra toda suerte de ataques, los que vienen desde dentro, y los que vienen desde fuera. Es la gran plaza de las 600.000 entradas vendidas en San Isidro y que no sólo no vive de subvenciones sino que da dinero, y mucho, a la Comunidad de Madrid. La reforma que se propone es un verdadero asalto. ¡Nada más y nada menos que reducir el número de asientos en más de dos mil con el pretexto de adaptación multiusos! Reducir la plaza, hacer que mengüe, hacer un poco más difícil al aficionado mantenerse… Bastaría con pintar, hacer las reparaciones necesarias, limpiar, reparar óxidos y limpiar cuartos de baño. Sería más barato y, no sirviendo la plaza más que para ir a los toros, suficiente. De paso se podrían suprimir las adherencias más modernas y groseras introducidas con pretensiones de darle a la plaza un aire actual y moderno que es en realidad aroma discotequero de chiringuito zafio.

Y por favor, que no nos digan que los asientos de la plaza no son muy cómodos (no sea rata y cómprese una almohadilla) o que la plaza no es moderna, o que se está muy apretado o que el confort –vaya palabra- de hoy exige la reforma pretendida. No sean tan pardillos y que no se la cuelen por ahí, no compren el timo de que la reforma se hace por nuestro bien, para que estemos más agustito. No sean tan lelos. Sobre todo si quien se traga esa trola es de los que aparece por la plaza una vez al año, y poniendo pegas. Si esa es su aportación, creemos que es mejor estarse callado, chitón. A los que vamos un poco más a menudo la plaza nos parece suficientemente cómoda, nos gusta un poco de apretura, nos gusta ese ambiente excepcional que sólo hay en los toros, esa comunión entre aficionados, el poder departir con el de al lado, porque le tenemos cerca, el que las apreturas obliguen a ser civilizado, a saludar, pedir perdón, ofrecer tabaco, compartir aperitivo. Si quiere que le pongan un asiento individual de plástico y una papelera para las pipas váyase a… ver baloncesto o fúbol. A los aficionados, la cuestión ésta de la comodidad es lo que menos nos importa, lo primero que se nos olvida, cuando empezado el festejo en el ruedo se torea.

Por lo tanto, póngase fin a la actual adjudicación (instrumentos legales habrá sin duda), redáctese un pliego nuevo para la explotación de la plaza como plaza de temporada, únicamente para festejos taurinos, y convóquese un nuevo concurso. Espacios multiusos en Madrid sobran. Y eso sí: píntese, repárese lo necesario y asegúrense el orden y la limpieza.

 

Para el Heraldo de Nava

Genaro García Mingo Emperador.



[1] Lea más en http://www.purezayemocion.com/noticia/5212/actualidad/la-comunidad-invertira-151-millones-en-la-rehabilitacion-de-las-ventas.html#xYGm24IGlZ4DctYy.99”


martes, 18 de julio de 2017

FUNERAL

Una reducida pero honorable representación del Cepogordismo acudió ayer a la plaza de Las Ventas, para asistir a la Misa de funeral por Iván Fandiño. Íbamos rodeando la plaza, con un ánimo tan distinto al de otras tardes, contemplándola en su silencio y en su misterio. El enorme coso parecía que nos miraba pasar, como vivo, para darnos la sensación de estar callado, recogido, sin el bullicio de otras tardes. Tal vez en vela. Sin las riadas de gente de los días de no hay billetes. Julio caluroso. Iba la gente formando una corriente débil, ligera, que se movía hacia el patio de arrastre, para llegar hasta el ruedo. Allí, sobre la arena, un pequeño altar adornado con un capote de paseo, una imagen de la Virgen de la Paloma a un lado y, al otro, una fotografía del torero, en el callejón, apoyada la cabeza sobre las manos colocadas sobre las tablas, meditabundo. Tres sacerdotes, la homilía del padre Goñi a quien pudimos saludar al terminar, sólida y sentida a un tiempo. Se miraba al cielo, a la inmensa bóveda azul que servía de altísima techumbre a la plaza convertida en templo. Y se habló de la vida y de la muerte, y de la redención por Cristo y del torero que está en los Cielos. Y se cantó “La muerte no es el final”. Las gradas vacías, y en el ruedo y en el callejón, todos nosotros, con la doble mancha, hoy, de católicos y aficionados a los toros. 

Para la Voz de Nava, 
Genaro García Mingo.










domingo, 7 de mayo de 2017

APARTADO

Las Ventas esta mañana. El Cepogordismo acude a taquillas a pertrecharse de entradas sueltas para la feria. A gastarse lo que no tiene, a vivir por encima de sus posibilidades, pues a las entradas habrá que sumar el ajetreo, los cigarros de la habana, el ir y venir, las noches sin sueño estudiando los encastes, la caña, el café, la tertulia. Y el cepogordista, de paso, por una módica entrada de un euro se anima a asistir al apartado de la impresionante novillada del Conde de Mayalde que se lidia esta tarde, gran expectación en el patio de caballos dónde se forma una larga cola delante de la puerta que da acceso a los corrales de la plaza, las zahúrdas de Plutón, las tripas del invento, el lugar dónde se cuece el asunto, en parte. Oiga que las cosas vienen ya cocidas. Ya pero es que presentado así daba más misterio a la asunto. Los condesos son impresionantes, verdaderos toros, más que novillos. Cuatro preciosos castaños, dos negros, todos ellos tirando a astifinos y abiertos de pitones conformando un muy amplio e impresionante balcón. ¿Qué juego darán? Con un promedio creemos que de más de 480 kilos, tal vez algún ejemplar venga un poco sobrado de mollas. Es la duda que queda. Por lo demás los condesos, en chiqueros y corrales impresionan y hay a su alrededor un gran ambiente. En la taquilla, un reventa se dirige a un señor que hace cola para ofrecerle unas entradas. Oiga a mi inglés no me hable que soy de Cuenca. A perdone es que como le veía con el pelo así rojito… Sol de mayo, luz sobre la plaza en un ambiente sereno, patio de caballos, guadarnés, tertulia de picadores en un banco a la sombra, salen los inevitables orientales del museo ¡el sostén de la fiesta!, sigue ahí la parra, con el verde de las hojas encendido por el sol, lápidas de mármol recuerdan tardes de triunfo, y la plaza inmensa y soleada espera sin duda esas tardes en las que se cuelga el cartel de no hay billetes.



 EXPECTACIÓN




 SOMBRA Y BALCÓN


 SOMBRA Y BALCÓN, A VER QUIEN SE ASOMA.


 LA PARRA




MODERNEZ: PLAZA Y CALLES JULIO CAMBA, y SANCHO DÁVILA Y AVENIDA DE  LOS TOREROS. ¿IRÁN A POR ELLAS?