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lunes, 14 de octubre de 2019

San Abdón.


Abdón Felices Dupuis llegó una mañana a Nava, harto ya de que no le felicitarán el día de su santo, San Abdón. Su tía, doña María Tecla Ruibarbo Colmenares, siempre tan joven a sus cien años, disfrutaba pasando voluntariamente por alto la efeméride y, un día, Abdón Felices no pudo más. ¡No puedo ya con la viella! No era difícil el traslado. Abdón era sobrio como un espartano, como un español antiguo, de esos que supieron hacer de la escasez virtud, inventando la sobriedad. Vivía de dar clases, realizar traducciones, corregir textos, escribir algún artículo, y no gastaba más que para comprar libros y renovar de vez en cuando su vestuario. La vivienda en Nava no era un problema, se lo había asegurado Doroteo, pariente lejano de su padre difunto, Abdón Felices Ruibarbo. ¡El rico del pueblo! Con esa expresión despectiva se refería doña Tecla al bueno de Doroteo, pese a que no hacía mucho que habían cenado juntos en casa de la Condesa y entonces la vieja se había deshecho en cumplidos y había sido todo mieles.
Y es verdad que Doroteo era rico, pero no en el sentido de riqueza tosca y ordinaria que apuntaba la vieja con toda su mala idea. La casilla molinera que le ofrecieron era perfecta con su fachada encalada, una sola planta, dos cuartos, sala, cocina y lo demás. Y el patinejo de la casa estaba ajardinado. Soleado durante casi todo el día crecían los rosales adosados al tapial que lo cerraba, con verdadera frondosidad. Era condición del arrendamiento, prácticamente simbólico, cuidar del pequeño jardín.


viernes, 6 de septiembre de 2019

Gente zafia.


Nuestro amigo Sigoredo se lamenta. San Abdón fue hace unos días, ayer como quien dice, y nadie ha felicitado a Abdón Felices Dupuis. Yo lo hubiera hecho si le conociera.