Leemos
esto en el libro de Byung-Chul Han, La
salvación de lo bello, y lo relaciono con la Misa:
«La actual sociedad íntima elimina cada
vez más modalidades y márgenes objetivos en los que uno pueda escabullirse de sí mismo, de su psicología. La intimidad se contrapone a la distancia lúdica, a lo
teatral. Lo decisivo para el juego son las formas objetivas y no los estados
psicológicos y subjetivos. El juego riguroso o el ritual exoneran el alma, no
concediendo ningún margen a la pornografía anímica: “En ella no se produce
excentricidad, egolatría ni exaltación. El encanto y el juego riguroso excluyen
el arbitrio emocional, el nudismo anímico y lo psicopático”. La actriz, es más,
la jugadora pasional, es des-psicologizada,
desubjetivizada y desinteriorizada hasta convertirse en
nadie: “Tú no eres nadie pues de otro modo no serías una gran actriz”. El nadie
(del latín nemo) no tiene ningún alma que se pudiera desnudar (…)».
Al
asistir a Misa no actuamos, tampoco hay actriz. Pero en la forma ordinaria el
elemento psicológico subjetivo está, excesivamente a menudo, omnipresente. Esto
no sucede con la forma extraordinaria, dónde el sacerdote no es nadie, (tan
sólo Cristo si puede expresarse así), dónde el fiel no es nadie. Sólo adoramos
al Señor, prosternados, admirados, a menudo en silencio. No hay exhibición de
nuestros sentimientos. Nos arrodillamos. No eres nadie, ¡por fin!