sábado, 31 de enero de 2015

TERTULIA

Doroteo y la Condesa tiene cada cierto tiempo una tertulia decimonónica. No porque se trate de una tertulia de maneras antiguas, sino porque versa sobre aquel siglo. Se comentan las novelas de entonces. Doroteo y la Condesa consideran, sin ánimo de despreciar a nadie, que sus impresiones sobre aquella literatura y aquél mundo al que vuelven a través de la obra de los autores de aquél tiempo, no pueden ser ni compartidas ni entendidas por quien no pertenezca a una estirpe de cierta prosapia antigua. Para departir con ellos es necesario tener memorias que por los menos se remonten a entonces. Claro que no serán personales, sino familiares. Para estas tertulias, suelen espontáneamente cambiar el tratamiento, y sin darse cuenta se hablan de usted, para pasmo de quien lo oye sin estar iniciado en estas ceremonias.
-            Si querida, es un libro desolador y hermoso a la vez. Gran escritura, gran pintura de aquella sociedad, terrible historia.
-            Que retrato de la condición femenina, Doroteo, ¡Que vida!
-            Un mundo ciertamente implacable para ellas, para la que se atreviera a vivir fuera de la norma.
-            Y que agudísimo análisis de la psicología femenina, del alma de la mujer.
-            Cuanto de lo que pinta sigue siendo actual, ¿verdad?
-            Sin ninguna duda, en la medida en que los sentimientos, por mucho que pueda modelarlos la sociedad tienen una parte eterna, intemporal, que está ahí, más o menos soterrada, pero que vuelve. Esa permanente inquietud, esas ilusiones, ese soñar despiertos...
-            Y si me lo permite, que afán incesante por copular, que desenfreno sexual bajo esas levitas, chisteras, miriñaques, vestidos, faldones, lazos, abanicos y encajes.
-            Desde luego, se queda una pasmada. Pero más asombroso es aún ver a los personajes masculinos llorar, lo que se produce en más de una ocasión a lo largo de la novela. Hay brutalidad bajo esas maneras exquisitas y dolor y una aguda sensibilidad bajo esa brutalidad.
-            Una sociedad compleja, cargada de códigos que la sujetan pero bajo los cuales la vida fluye, como el agua filtrándose por un muro que no puede apenas contenerla. Una superposición de matices, una capa sobre otra, dónde nada es enteramente lo que parece…
-            ¡Como la lasaña! si me permiten ustedes la comparación – dice Tato que ha tomado asiento y emplea el usted de rigor.
-            Pero Tato por favor…
-            No hay duda, querida Condesa, de que este Federico de Roberto es un gran escritor y merece entrar en la Gran Lista con esta obra, La Ilusión.
-            Si Doroteo, pero no es para cualquier paladar, porque el hermoso ritmo de la escritura, la profusión del retrato, los matices, son los propios de aquél tiempo, de un fluir más sereno y lento.
-            Sin duda, sin duda, comenta Doroteo.

Tato, encendiendo un cigarro añade:

-            Pues lean Los Virreyes, ya verán.
-            Tato, es usted una caja de sorpresas.

El intelectual y el paisano.

El cretino artista o EL INTELECTUAL ORGÁNICO:

-           La literatura salvífica.

El comentarista o EL PAISANO:

-           Ya empezamos.

-           Me parece muy interesante destacar…

-           A mí no.

-           El entrecruzado de elementos coincidentes bajo circunstancias colaterales.

-           ¿Vamos a dar una vuelta a ver si nos da el aire?

-           Como latinoamericano mi estancia en París tuvo un carácter iniciático y transgresor, auténtica peripecia vital.

-           ¿Y este gilipollas por qué no se quedaría en casa?

-           El artista en el lugar de privilegio que ocupa es el visionario que nos redime y nos ayuda a ver en nosotros mismos.

-           A mi este señor me molesta y empieza a producirme un cierto mareo.

-           Desde su apartada soledad comprometida (¿Se fija en mi dominio del lenguaje sin significado? Es imprescindible para vivir honradamente del presupuesto público que se forma con la plata que le jalan a usted, personajillo gris, oscuro abejorro productor, persona intrascendente que no se preocupa por las grandes cuestiones del arte… USTED NO SE POSICIONA) el artista otea un mundo de desolación que trasciende con su obra, verdadero manifiesto de una sensibilidad resueltamente moderna.

-           SI ME POSICIONO, dispuesto a patear su gigantesca posadera de chupóptero. Cuando oigo la palabra moderno, salgo corriendo.

-           Voy ahora a hacer pública profesión de mi compromiso inalienable con el Arte y …

-           ¡Mira que pibón! ¡Uy perdone! ¿Decía usted algo?

-           Mi YO está entregado a una búsqueda permanente, sin tregua, incesante, la constante problemática de la contemporaneidad…

-           ¿Y a su edad todavía no ha dado con nada? ¿No será mejor que lo deje ya?

-           Sin duda la literatura y el gran Arte, así entendido con mayúsculas, en su trascender al individuo salvan al autor y nos salvan en lo que sería un ensimismamiento creador, delimitador del absurdo.

-           Es posible que con algodón en los oídos, pero sobre todo corriendo mucho, yo logre salvarme de usted. Si soy rápido, muy rápido, es posible que el vacío que usted representa no me trague.

-           Asomados al abismo, el artista nos sujeta, nos acompaña, en un abrazo salvífico.

-           ¡Qué manía con abrazar! ¡A mí no me ponga las manos encima! Se ve que con usted todo es salvífico, pero yo casi prefiero el abismo.

-           La condición humana que yo vivo dolorosamente, en un sufrimiento interior del que no puedo apenas dar cuenta, es sin duda la materia del Arte, la búsqueda incesante que persigo a través de mi obra trascendente.
-           Cuando la caza de la subvención se hace pornografía.

-           Háblenos del oficio de escritor, de sus pasos en el cine, de su entrega a la cultura: ¿Por qué la palabra? Nos encantan las preguntas apasionantes.

-           Con semejantes preguntas me temo lo peor. Me ha dado una ahorcada al leerla.

-           Sin duda el escritor se busca y de nuevo escribe para salvarse y hacerse mejor. Es sin duda una suerte de primitivo sacerdocio, de apertura hacia el prójimo mediante la palabra, al vaciarse uno mismo en la introspección creadora. El escritor otea desde las alturas ¿me comprende? ¡Hay que reconocerles esto!

-           De nuevo, esto es para salir corriendo y no parar. El sacerdote este querrá que le mantengamos claro, es el correlato lógico de tanta obscenidad. Un paseo por la calle vale más que las obras juntas de tanto sinvergüenza.

-           La falta de reconocimiento social del escritor, de un simple escritor como yo, por ejemplo, que vivo en constante introspección y soy profundamente serio y no me pierdo un sarao, da una idea del déficit democrático que aqueja a nuestra sociedad. En este país no hay cultura sabe usted.

-           ¡¡¡El garrote!!! ¡¡¡¿¿¿Dónde está el garrote para cascar a este memo????!!! (…) Pero vayamos a dar un paseo que hace una bonita tarde, helada y clara, de esas que reconfortan el ánimo.

A la hora de la verdad resulta que el intelectual es funcionario del Ministerio de Kultura, algo que inventaron los bolcheviques, mientras que el paisano es autor de una hermosa obra poética sin pretensiones, que comparte con tres amigos escogidos. Y es el dueño e impulsor de la biblioteca pública de Nava de Goliardos, a la que dedica muchas horas de su tiempo libre, sin catequizar a nadie. En el catálogo de la biblioteca no se encuentran las obras dogmáticas del intelectual profesional, vaya usted a saber por qué.

sábado, 10 de enero de 2015

LA GRAN LISTA

Bergamota aseguraba que no eran realmente de vacación los días de asueto, si no se dedicaba un rato tranquilo a abrir los pliegos de algún volumen intonso. No faltaba ocasión de entregarse a esa labor, pues el legado del tío Semiramis contenía mucho libro virgen, al que nadie había hincado el diente (o metido mano como afirmaba Tato). Semiramis Bergamota, al morir, era dueño de una considerable biblioteca en la que junto con los libros que su sobrino llamaba de lectura, se encontraba una buena proporción de papeles y rarezas, fruto de cierta manía bibliófila contra la que el tío Semiramis había luchado toda su vida a brazo partido. Al final habían vencido los de leer a los papeles y rarezas, que sin embargo no eran pocos. La biblioteca del tío Semiramis había acabado en Nava, unida a la propia del Gran Bergamota, instaladas las dos en la planta del palacio cuyo uso había cedido Doroteo al gran polígrafo. Una de las estancias, amplia, luminosa, de fácil ventilación por los grandes ventanales orientados al Este, había sido convertida en biblioteca y despacho. No era raro que las reuniones entre los tres amigos se celebraran en la biblioteca de arriba, como se la nombraba para distinguirla de la biblioteca de la casa, situada en la planta baja. Bergamota aprovechaba para abrir pliegos con una afiladísima navaja portuguesa de larguísima hoja y cachas de madera clara, mientras se hacía la tertulia. En esos días de asueto, en el que las ocupaciones habituales dejaban sitio a un dulce aunque organizado vagar, solía unirse al grupo la Condesa de la Croqueta. Era una excepción que se admitiera a alguien en la tertulia de la biblioteca de arriba en los días de vacación, y esa excepción tenía lugar, única y exclusivamente, con la Condesa. Fidelio Lentini Spotti, el demonio de los Abruzzos, rabiaba por no haber sido nunca invitado al lugar.

Aparecer la Condesa y lanzarse todos al gran juego era inevitable. Le ofrecían asiento, se sentaban alrededor de la mesa, cogía ella recado de escribir, como le gustaba decir, y daba comienzo la elaboración de la Gran Lista:

-          Hoy nacional, he dicho.
-          ¿Nadie de fuera? ¿Seguro?
-          Seguro.
-          Hombre precisamente llevo unos días con un descubrimiento bueno y …
-          Nacional, narices.

Tato había impuesto delicadamente su criterio, pese a los intentos de Doroteo. Bergamota terciaba asegurando que en cualquier caso la lista nacional era siempre la mejor, la más valiosa, no sólo por la calidad extraordinaria del país de poetas – así se refería a España alguna vez- sino por el idioma. El idioma materno, mascado, esculpido, trabajado, rotundo, aéreo, luminoso.

-          Pues Tato, ¡lánzate hombre! dijo Doroteo un poco picado.
-          Pues claro, ahí voy: García Pavón, un fuera de serie.
-          Hombre claro, pero creo que ya le teníamos dentro de la Gran Lista…

La Condesa se tiró al ruedo:

-          De lo primero en la Gran Lista, Corrochano. ¿Qué es torear? es algo extraordinario, toda una España.

-          Por lo que a mí respecta, incluya usted en la Gran Lista al pintor Solana, por sus libros claro.

Bergamota era un devoto de los escritos del pintor y pasaba horas delante del retrato que Solana había hecho del abuelo de Doroteo: traje azul, mesa de despacho cargada de objetos –purera, habanos, pipero- en la biblioteca del palacio, de la que se veían los estantes, detrás del retratado, atestados de libros.

Finalmente, Doroteo pidió que se incluyera en la Gran Lista a Dionisio Ridruejo por los Cuadernos de Rusia. Pero lejos de dejar aquí la cosa la condesa concedió dos rondas más y así llegaron a la lista el Belmonte de Chaves Nogales; la Vida de Manolo de Pla; Nuestro padre San Daniel y El obispo leproso, de Gabriel Miró (propuestos por varios de los participantes a la vez), el poema de Góngora que empieza con aquello de hermana Marica…, los versos de Francisco de Aldana, El fulgor y la sangre de Aldecoa, y alguna cosa más.

Hasta que con la hora del paseo, se deshizo la reunión.

domingo, 4 de enero de 2015

BOCETO A LA MANERA DE PATRIARCA.

La exégesis bergamotiana considera que este dibujo de incierta atribución (¿Tato, Doroteo, la delicada mano de Humphrey du Tilleul?) podría ser en verdad una acertada aproximación al aspecto del gran Bergamota en los primeros días de su exilio provinciano, representado con vago aire de patriarca –no está exento el dibujo de cierto atrevimiento e irreverencia- patriarca de Nava de Goliardos, o tal vez Puebla de Goliardos, quien sabe. Otros dicen que en nada se parecen el egregio prócer local y el grave personaje del esbozo que hoy traemos aquí.