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lunes, 21 de julio de 2014

Bohemia (más cosas que hemos leído).

A pesar del calor que nos agota, que nos derrite, que nos licua la sesera, hemos terminado Bohemia. Nos interrumpen llamando al telefonillo. Como estamos solos, pese a que hablamos en plural, dejamos el plumín y el pergamino y vamos a contestar. ¿Diga? No me conoce, soy Niqui –voz femenina aterciopelada- y quiero dejarle una invitación personal en su buzón. ¿Pero qué dice oiga? ¡Ábrame! Antes de que la tensión siga subiendo recurro al viejo truco. La señora no está y no puedo abrir a nadie en su ausencia que me la juego, sabe, es muy suya y me pone de patitas en la calle. Ya veo, bueno entonces vendré en otro momento. Retomamos el hilo. Estornudo, es alergia al calor o tal vez a lo ingerido a la hora de comer: amalgama de verdura en aglomeración informe supurante, a la infamia.


Hemos leído, pese a todo y a todos, Bohemia, de Rafael Cansinos Assens. Es un buen libro es un descubrimiento. Un paseo por ese Madrid fabuloso de las tertulias, los cafeses, las disputas literarias, Valle, los Machado, los Sawa, Villaespesa, los Molano, Rubén, el Ateneo, revistillas, revistejas, lumpen, y un paseo por ese salvajismo hispánico tan fabulosos, hecho de individualismo exacerbado, exabrupto, taco y talento a raudales exteriorizado a voces, a gestos, a menudo malgastado en verborrea airosa y cabreada. Un hermoso libro sobre la iniciación del propio autor, que aparece trasmudado en Rafael Florido, a la escritura y a la vida literaria, entre las penurias de la vida sin recursos de una familia venida a menos que parece girar sobre sí misma, sin lograr que las cosas se muevan: el empleo que nunca llega, la boda que nunca se celebra, el comistrajo, la ayuda que venía pero no pudo ser. Sólo disputas y peleas logran fácilmente abrirse paso. Y en aquél mundo de miseria y desenfreno, cafés y lupanares, Cansinos escribe. Llaman a la puerta. Es el mirlo de ayer. Que si sobran unas migas, oiga… Que ya está bien hombre, fuera, que no le dejan tranquilo a uno. Narices. El mirlo nos hace la higa. Tampoco es para ponerse grosero. Si canta usted algo... Entonces el mirlo canta y correspondemos generosamente con migas y unas pipas. El pipismo al poder.