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viernes, 12 de noviembre de 2021

Tabacología.

En una de las novelas que protagoniza  Maigret, Simenon describe a un personaje que fuma unos cigarros de color negro conocidos como “clou de cercueil”, es decir, clavos de ataúd. Ahí es nada.

Otro asunto peliagudo es el del mascar tabaco, costumbre prácticamente desparecida. Encontramos la siguiente descripción:

"Para mascar el tabaco (verbo impropio si los hubo pues no se masca sino se exprime por presión), se corta de la cuerda un trozo como de media pulgada, se enrosca, se introduce en la boca y con el índice se hunde en el lado izquierdo de ella entre las llamadas muelas del juicio. Un movimiento dulce e insensible de las mandíbulas tritura poco a poco el tabaco; de vez en cuando se da una vuelta a la mascadura con la lengua; cuando el tabaco no sabe a nada y parece paja se trae la pelota adelante, se aprieta entre la lengua y los dientes y se arroja."

El arte de fumar. Tabacología universal, por Leopoldo Garcia Ramón, Paris 1881, edición facsímil de editorial Maxtor.

martes, 8 de mayo de 2018

EL PELAGATOS RABIA (una de cigarropipismo). Cortesía comos es habitual de Calvino de Liposthey.

[Una nota sobre tabaco extraída del dietario del gran polígrafo custodiado por el señor Liposthey.]

Todos los fumadores de pipa, inconscientemente, aprietan las nalgas al fumar porque tienen el secreto temor de que venga alguien y con la pipa les haga cierta cosa nefanda.



Cuando el pelagatos enciende un habano y a la tercera calada se da cuenta de que no quema parejo, se enfada. Mira el cigarro, sopla sobre el pie del tabaco tratando de extender la combustión hacia la parte que no se ha encendido. Se disgusta, se impacienta. Enseguida asegura que el cigarro está mal fabricado, que no ha sido bien torcido. Habla de castigos ejemplares. Es posible, a veces, que exista un pequeño nudo que afecte a la combustión porque impide que el tiro abarque todo el cigarro. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la culpa la tiene por supuesto la impaciencia del pelagatos que no se toma las cosas con calma ni presta atención al momento importante que es encender. Varias soluciones son posibles: el vecino del pelagatos puede sacarse del bolsillo de la chaqueta unas gigantescas tijeras, de esas de sastrería, y con un golpe rápido y seco, procurando no llevarse las narices del energúmeno, cortar el cigarro del pelagatos por la mitad, si es posible más cerca aún de la cabeza del puro, es decir de los morros del quejica. Esto se debe hacer con rapidez y una sonrisa fría, soltando la frase siguiente: Ya verá usted como ahora todo va mejor. Y no se queje más por favor.

Una alternativa también violenta seria levantarse, quitarle al pelagatos el cigarro de la boca y tirarlo al suelo para a continuación pisarlo con rabia infantil. ¡Ya verá como ahora no tiene problemas de tiro!

Más señorial sería acercarse con educación y ofrecer al atroz sujeto que abandone el puro que no consigue fumar correctamente y que elija uno de nuestra gran petaca de cuero de Rusia generosamente tendida. Sin que por supuesto este gesto pueda dar pie a tuteo de ninguna clase. Le pediremos a Herminio que lo encienda para el señor. No, no proteste, Herminio lo hace como se hacía antes, algo que veo usted desconoce. Herminio encienda el cigarro. Herminio acerca la llama al tabaco, lo mece suavemente y cuando se produce el humo con rapidez corta la perilla y se lo tiende al pelagatos asombrado, para que este tire del cigarro hasta asegurar el encendido definitivo.
Pero de todas las soluciones, sin duda la mejor es enseñar al pelagatos a encender el cigarro correctamente.

lunes, 27 de marzo de 2017

El tabaco habano.


El tabaco habano es un concentrador. En la sociedad de la interrupción, definida de esta manera por el Gran Polígrafo en su ensayo sobre Internet, el tabaco nos mantiene quietos durante una hora, o durante dos horas, dependiendo de la calidad y tamaño del tabaco seleccionado. Durante esas dos horas, la compañía tiene necesariamente que ser sosegada, no caben incomodidades ni agitaciones, y la preferida suele ser la del libro de papel, si es necesario con un lápiz encajado en la oreja, para las anotaciones. No hay enlaces dónde pinchar, no saltan las pantallas, no se clica ni se arrastra, no hay zumbidos ni destellos, sólo el humo azulón que sube formando volutas para perderse fuera del arco de luz que la lámpara de luz delimitada. El humo y el arco de luz forman por tanto una doble protección para el lector afortunadamente desconectado. Los vaivenes del fumar – acercar el cigarro al cenicero, arrancar la anilla, tal vez volver a encender, observar el color y la forma de las volutas de humo, permitirán levantar un momento los ojos de la lectura, y dejar que la mente vague un poco por lo leído, lo masque y le de unas vueltas, para seguir al momento el viaje por las páginas. Le ha quedado muy fino, oiga.

lunes, 1 de diciembre de 2014

HABANERA: LA FUMADA GOCHA

- Una de las mejores fumadas habaneras es la llamada fumada gocha, el fumador se retrepa en su grueso sillón, se echa la manta sobre las rodillas, está convenientemente calzado, con zapato abotinado normalmente –tal vez unas gruesas babuchas de oloroso cuero-, mira y remira el habanete con ojos golosones, juego con él, como el marrano con la calabaza, da unos gruñiditos y por fin, lo huele.

En ese momento quedó la audiencia como en suspenso. Algunos conocían la escena por haberla presenciado, otros habían oído hablar de ella. Tato aseguraba que podía hacerse con cualquier cigarro, pero él tenía predilección por hacerlo con uno de calibre grande, gigantesco. De una descomunal purera sacó un inmenso Lusitania, lo miró, lo calibró, lo sopeso, mientras preparaba el olfato con un esfuerzo de concentración. Se acercó el cigarro a las narices, y colocando la derecha sobre la capa de suave marrón anaranjado del gran cigarro, inhalo con intensa y gran potencia. Se inflaron sus gigantescos pulmones, se produjo un gran silencio en la sala. Las manos de Tato reposaban sobre la mesa y el cigarro seguía suspenso de su nariz, sujeto por la potencia de la inhalación. El personal, los grandes prohombres del fumeque de Nava de Goliardos, estalló en un alegre aplauso. Los preliminares habían terminado. Recuperando el habano entre dos dedos, ajustando un poco la manta sobre las rodillas, Tato lo exhibió ante la audiencia, mientras que con la otra mano enseñaba una pequeña navaja de cabrero que le había tendido Doroteo. Para la auténtica fumada gocha, el habano sólo puede abrirse con la habilidad de unos dedillos regordetes o con el acerado filo de una navaja cabrera.

Les dejamos para seguir con la clase práctica. Ji,ji.

martes, 26 de noviembre de 2013

A PROPOSITO DE UN COMENTARIO DE UN AMABLE LECTOR

El pasado 24 de noviembre un lector anónimo dejo un comentario a propósito de la entrada titulada "Momento Glorioso" en la que se hacía sabia alabanza, no exenta de envidia de una ilustración decimonónica que muestra a un joven fumándose un cigarrón.

El amable lector, al que se agradece infinito que dedique unos minutos a revisar estas líneas que vamos, de a poco, lanzando al ancho mundo digitial, dice que entre tanta palabra encuentra alguna cosa buena pero que la mayor parte no es sino tontería y niñatismo. No entraré a rebatir esta opinión que  es estimable en cuanto expresada con una cierta corrección no exenta de condescendencia, en fin, me centraré en lo que más me ha interesado de su comentario.

Dice este opinador anónimo que tenemos mentalidad de rentista holgazán y que no puede compartir nuestro fomento del vicio y costumbre de fumar. Vayamos por partes.

En cuanto a la mentalidad de rentista, algo que no define, he de decirle, que si se refiere a que los redactores del órgano cepogordista tenemos preferencia por el peculio fundado en rentas del campo o del capital mobiliario o inmobiliario, no le quepa duda de que está en lo cierto. Ahora bien, lamentablemente no pasa de ser un deseo que no se compadece con la realidad. 

Al cepogordista le gustaría poder vivir de rentas y a ser posible de unas rentas cuantiosas. La afluencia económica no es un pecado, más bien es un estado que aporta gran tranquilidad y permite hacer muchas cosas, unas buenas y otras malas, según la ciencia y la conciencia del rentista en cuestión.

En cuanto al epíteto de holgazán, me temo que aquí yerra nuestro agudo comentarista, ya que lo que caracteriza al cepogordista es más bien lo contrario. Somos traperos del tiempo, huérfanos de horas, ayunos de holganzas, prestamistas de minutos que arrancamos a un horario de esclavitud distribuido entre el trabajo menestral, la familia y las obligaciones impuestas y sobrevenidas.

Si por mentalidad de rentista holgazán se refiere a que favorecemos un estilo de vida en el que se dedica el tiempo al sano ocio, al paseo, la lectura, el coleccionismo de anillas de cigarro, la caza con perro, la excursión con cesta de víveres y la siesta en sillón de mimbre bajo magnolio florido, entonces sí, todo eso lo alabamos y favorecemos. 

Apoyamos el guiso en puchero, los dulces de convento, los licores de alquitara y uva vieja, las comidas con tertulia, las tertulias con copa y cigarro, las meriendas de chocolate y picatoste, los paseos nocturnos por plazas de piedra cuajadas de nieve, los paseos matutinos por sendas, brañas y caminos entre helechos y brezales, las excursiones pintorescas, las tardes de dibujo y acuarela, las veladas musicales, las declamaciones poéticas, las corridas de toros, los encierros a pié y a caballo, la caza con galgo y el tiro de pichón, los paseos en balandro, las regatas de traineras, los concursos hípicos, las conferencias literarias, la vida de ateneo, círculo y casino. Si señor, todo eso que usted debe vincular a los gustos del rentista holgazán, los tenemos todos y algunos más.

Al cepogordista los afanes y desvelos del hombre ultraconectado, del hiperinformado, del hipocalórico y vigoréxico nos traen al pairo.

La modernidad es un sueño histérico ya que todos, desde el momento que vivimos en el tiempo presente somos modernos, lo cual no quiere decir que no se puedan alabar y cultivar gustos tradicionales que no dependen de una época, que son clásicos, que son connaturales al hombre europeo civilizado.

En cuanto al fomento del tabaco, que quiere que le diga. Desde un punto de vista médico, es dato cierto y fundado que fumar no es sano y que este hábito está vinculado a muchas enfermedades y debilidades del cuerpo. Dicho esto, el fumar es un vicio que relaja la mente y el ánimo y un placer que asociado a otros muchos no sólo no resulta perjudicial para la salud sino beneficioso para la mente y el alma. Gracias al cigarro y a la pipa se han cometido muchos menos crímenes de los que se hubieran dado en la Historia si los españoles no hubiéramos desarrollado el arte y ciencia del tabaco.

Lo verdaderamente dañino y perjudicial para la salud es el mal en sus expresiones domésticas más comunes: la mala idea, la envidia, la maledicencia. Todo eso y muchas otras manifestaciones del hijoputismo que sufrimos todos y cada uno de los días son infinitamente peores que fumarse un cigarron o echar humo con la pipa en la mano y una copita de licor al amor de la lumbre.

Peor aún es tener que soportar a diario la ofensa de los gobernantes, sus esbirros y heraldos, cuyas canalladas nos envenenan la sangre, nos estropean la digestión y nos nublan la conciencia.

En fin, que le animo a usted a seguir leyendo el cepo, con la seguridad de que somos conscientes de nuestras valencias, debilidades y aficiones y tenemos el firme propósito de continuar con su comentario y difusión que, por otra parte, son inofensivas y a nadie hacen daño.

Un afectuoso saludo cepogordista.

Sanglier

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El falso régimen de libertades, ni fumar, ni reunirse, ni hablar, ni pensar...solo bajar la cabeza y pagar impuestos

Se ha aceptado como un principio indiscutible la falacia de que hoy día vivimos en un régimen de absoluta libertad como hasta ahora nunca habíamos conocido.

Los mismos mentecatos que se creen esa falacia (muchos de los que la propagan no se lo creen por la sencilla razón de que saben que es falso y se prestan a la difusión de esa mentira por puro interés dogmático y crematístico) repiten , cacareando como gallinas cluecas, que desde que España "es europea" y "moderna" en este país por fin se puede vivir en libertad.

Podría poner innumerables ejemplos que demuestran la falsedad de esos asertos.  No diré nada acerca de la europeidad histórica de España o de la modernidad...en fin no quiero aburrir al amable lector desmontando memeces propias de gente que no solo no lee o lee poco y no entiende sino que no quiere entender porque, en el fondo, hay mucha revancha social e intelectual, mucho complejo de inferioridad y mucho mierda que ha pisado alfombra y se le han atragantado los tratamientos y las prebendas.

Centrándome en la refutación de lo que podemos llamar "la sociedad de la libertad ilimitada" (que suena a cuento chino como el Pabellón de la Bondad Infinita o El jardín del placer inenarrable) voy a compartir un pequeño ejemplo, una anécdota minúscula, una nadería comparada con otros ejemplos que podría poner de reducción cuando no eliminación de la libertad y el libre albedrío. Una anécdota que, por cierto, está íntimamente vinculada a este movimiento de auténtica libertad que es el cepogordismo.

Hace años, no muchos, un grupo de amigos y conocidos se reunía en torno a una tertulia bimensual en la que se adquirían cigarros habanos, se hablaba de tabaco, de toros, de política, de literatura y de todo lo que a cada uno de los contertulios le daba la santa gana.

Esa tertulia, reunida en torno al Círculo del Humo Azul, auténtico convento de libertad, sin estatutos ni alta en registro alguno y en la que el mérito personal carecía por completo de relevancia, se reunía en un amable y espacioso local abierto al público dónde tras el reparto de la compra cigarrera se procedía a consumir un modesto menú a base de raciones y vino tinto y posteriormente se fumaba un cigarro con una copa hasta que la tertulia se daba por concluida.

Los tertulianos, circulistas e invitados, eran de personalidad, origen y orientación política heterogénea:conservadores, liberales, socialistas, tradicionalistas, ácratas, poetas-anarquistas, todos los planteamientos estaban permitidos y eran acogidos con ecuanimidad, salvo dos, los de los liberticidas, ingenieros sociales y forjadores de voluntades y almas y los del odio a España.

La vida de esta tertulia fue perdiendo pulso gracias a la acción liberticida de los poderes públicos en su ejercicio de pastores de almas, de conductores de la vida privada, de violadores de la libertad individual y del libre albedrío.

Primero fue el incremento continuo y desmesurado del precio de las labores. 
Gracias a la siniestra decisión del Gobierno Aznar que privatizando Tabacalera regaló por cuatro monedas de plata un enorme pedazo de la Historia de España y malbarató la sangre, el sudor y las lágrimas de millones de españoles amortizado en el capital de esa santa y noble empresa, comenzó el principio del fin para el fumador tradicional en España.

Tras la unión con Seita, la creación de Altadis y ya ultimamente la venta del negocio a la Imperial Tobacco, la calidad, precio y variedad de las labores habanas no ha hecho sino empeorar. 

Para que los memos se enteren de cómo son las cosas, copio literalmente el texto que en su sección de historia, dedica la página de Imperial Tobacco a la adquisición de la 5 veces centenaria Tabacalera, empresa depositaria de un patrimonio material y cultural de imposible valoración (la negrita es mía):

In April 2007 Imperial entered the profitable USA tobacco market through the acquisition of Commonwealth Brands, the fourth largest cigarette manufacturer in the country.
This was followed in January 2008 by the acquisition of Altadis, the world's fifth largest cigarette manufacturer, owner of the iconic Gauloises cigarette brand, and the world leader in cigars.
Esto es lo que merece la Tabacalera privatizada y unida a la enana francesa Seita, tres líneas...pobre España.

Hace años, no muchos, en España un cigarro lo fumaba el portero, el oficinista, el notario del primero y el grande de España del principal. Se vendían cigarros sueltos en el fútbol, los toros, los frontones, las verbenas. Se fumaban y regalaban cigarros en las bodas, los bautizos, las comuniones, las puestas de largo, los ingresos en las academias militares, las despedidas de soltero, las tomas de posesión y hasta en los funerales. El cigarro se regalaba al secretario del juzgado y al manijero, al mozo de cuadra y al juez de paz, al guardia civil y al peón caminero. 

El concepto de cigarro "premium" era desconocido e incomprensible. 

Cigarros los había buenos y malos, más baratos y más caros, fabricados a máquina o hechos a mano, españoles, filipinos o cubanos..pero no "premium". 
Alfonso XIII fumaba Maria Guerrero igual que un torero o un secretario de ayuntamiento. Un general de artillería se fumaba una Faria en el cafetín de oficiales, mientras un teniente de caballería sevillano encendía un lonsdale de Partagás después de haber ofrecido a la concurrencia, tirando de petaca repujada, de cuero viejo que había hecho la guerra de África con su abuelo. Eso era democracia y libertad, lo demás, humo y falsedad.

Así que a medida que subió el precio del cigarro y los impuestos del tabaco, las compras del Círculo menguaron y las tertulias se espaciaron.

El Círculo estaba formado exclusivamente por profesionales y asalariados; abogados, médicos, pequeños empresarios, ejecutivos.... todos los partícipes se ganaban la vida honradamente y pagaban sus impuestos, no había políticos ni sindicalistas ni enchufados de gobierno ni institución pública alguna, por ende su renta provenía del trabajo y sus gastos eran los normales de un padre de familia, de un español normal que no puede costearse cigarros de 10, 15 o 20 euros.

La puntilla fue otro liberticidio, en éste caso promovido desde el gobierno socialista, masónico y gnóstico de Rodriguez Zapatero. ZP y sus ministras del hot yoga, la dieta de la alcachofa y la portada de revista, prohibieron fumar en bares y restaurantes. 

Ese fue el momento en el que la tertulia dejó de existir. La tertulia se basaba en comprar tabacos, fumarlos juntos y hacerlo en un lugar público donde cualquiera pudiera participar con libertad y comodidad. Se acabó.

Los prescriptores de la vida privada, los curas-de-almas del socialismo, velando por la salud del contribuyente, prohibieron fumar, pese a que yo he visto con mis propios ojos una concentración de jerifaltes de ese partido fumando Montecristos en el mismo lugar dónde se reunía la tertulia.

Pasan los años, y llegó Mariano al poder por mor de una mayoría absoluta. Mariano, empedernido fumador de Lusitanias, que en público y privado había insinuado que cambiaría la ley para volver al sentido común anterior dejando que los locales abiertos al público habilitaran zonas de fumadores. Pues no, señores, Mariano en ésta, como en tantas otras cosas no ha cumplido lo prometido, eso si el es "muy serio" y fuma sus Partagás en la Moncloa cuando le viene en gana que para eso es presidente, un "ser superior" y el si tiene derecho a fumar puros, y por supuesto, "premium".

La muerte de la tertulia del Círculo del Humo Azul no pasa de ser una anécdota más de las muchas vinculadas al liberticido que venimos sufriendo desde hace décadas, una ínfima mácula en la montaña de lodo que nos aplasta, pero es un ejemplo de como los poderes públicos monopolizados por los enemigos de la libertad acaba cercenando la libertad individual y dejando, de paso, sin negocio a estancos y restaurantes que han visto como los clientes huían y las tertulias desaparecían.

Cuando se dice que vivimos hoy una libertad nunca vista no es cierto, nuestra humilde tertulia podría haber existido sin mayores problemas desde Fernando VII y hubiera podido celebrarse durante periodos de monarquía,dictadura, república, franquismo, restauración juancarlista....y a partir de entonces, con las nuevas promesas de libertad llega el periodo oscuro de la cura de almas laica, de substitución de Dios por el Pueblo Soberano, que no es sino un remedo laico que permite al que manda hacer lo que quiere con el dinero de unos mentecatos que, mientras tanto, aplauden, babean y se hacen fotos con el heredero y la periodista.

                                 El estanco "otrora proveedor del Círculo"


  

miércoles, 25 de septiembre de 2013

HUMO EN LOS TOROS O TAXONOMÍA DE TRAGONAS

Gordo, acepción sexta del RAE (anticuada): 6. adj. ant. Torpe, tonto, poco avisado. 
Hay gordas flacas y flacas gordas. Y gordas gordas. Ya me entienden. Hablamos de mentalidad, gordas ligeras y gordas o flacas plúmbeas, que son como una bola de granito de bovino mirar, que revientan el suelo con la presión de sus tobillos tubulares. Combinaba Bergamota un hondo desprecio a las miserias de la tropa, a sus absurdeces a sus constantes salidas de tono de toda suerte, ordinarieces, cópulas y emparejamientos estrambóticos, ansiedades por figurar y sentirse objeto de la atención del prójimo; combinaba ese desprecio, mezclado de indiferencia, que le empujaba a la retirada y al aislamiento, al sosegado silencio, con un hondo sentimiento cristiano, incluso con una fe verdadera. Bergamota olvidada entonces sus monstruosas prevenciones y era capaz de acoger al prójimo, de escuchar a la tropa, de mirar con benevolencia a los demás, de tratar de entender y comprender sin juzgar. Una joya Bergamota. Ante la infecta gorda sentada, mejor dicho despatarrada en la delantera de andanada de la plaza, ¿cuál de las dos caras de Bergamota triunfaría? En primer lugar y a primera vista, todo condenaba a la infecta, no había por dónde cogerla. Y por encima de todo merecía ser molida a palos por su falta de carácter. Esas miraditas, girando la cabeza de medio lado hasta alcanzar a verle, reprochándole que fumara, reprochándole con ojos de perro enfermo las volutas de humo, que según parecía decir con la mirada boyuna la estaban asesinando, machacando, haciendo la vida imposible, ahí en los altos de la plaza, al aire libre, con brisa y sin calor.

Una gorda de verdad se hubiera levantado de un brinco a montar un pollo, quejándose del tabaco, del humo, de la gente, del derecho por su ausencia y de la gente por gentuza. Sólo a gritos de “señora a ver si se calla” se la hubiera podido reducir a silencio. Una gorda con carácter, con raza, con nervio, una gorda de cien arrobas se hubiera quejado de que el cigarro no fuera habano: A ver si fuma usted algo decente pelagatos, si va a molernos a humo, por lo menos que sea del bueno, tío piernas, muerto de hambre. A callar tiorra, si no le gusta el humo vuélvase a la portería y al ajo frito, usted a comer pipas como los loros. Yo a este tío señorito le casco, lo crujo, serénate Gertru que te pierdes, sujetadme que le ahogo… ¡Deje ya de bramar señora que los toros están en el ruedo….! La amable escena imaginada hubiera sido imposible con la gorda de ayer, turista, extranjera, borrega, llorona, asesinada, falta de todo carácter. ¡Qué aspecto tenía la pájara! Como era posible que una señora así, gigantesco monigote de trapero, de uñas despintadas, piezarros, cogotón, pelo a tazón mal teñido, como era posible que el mico se sintiera con derecho a quejarse, cuando constituía ella misma, con su sola presencia, una ofensa estética, la más brutal agresión a la vista que concebirse pueda entre los espectadores de un acto público. ¡¡Bergamota!! ¡Lo que dice usted falta a la caridad, es usted un fascista! De haber estado tranquila, nadie hubiera dicho nada y nada habría pasado. Pero la tiorra exigía. Bergamota le lanzó una mirada gélida, desde otro mundo, y a partir de ese momento, dejó de hacer esfuerzo alguno para influir sobre la dirección del torbellino de humo del potente tabaco del Valle de San Andrés. Hasta la primera queja lo había intentado, esperar a la brisa contraria, soplar hacia arriba o hacia abajo. Pero ya no. Sólo expelería y dejaría que fuera el airecillo de la tarde el que decidiera. Pues el airecillo, desde ese momento, apunto con firmeza, sin vacilaciones y ya para siempre al cogote de la sufragista antitabaco, convertida de repente en el faro al que acudieron los humos de los tres cigarros, el de Alcides, el de Doroteo y el de Tato, los tres del Valle, pero gigantescos además los de Tato y Doroteo. Al siguiente toro se fueron el mico y toda su parentela.