martes, 28 de febrero de 2017

Das poligonen.


Un viento frío sopla sobre el polígono. También luce el sol. Así que cuando el incauto asalariado mira por la venta que da al oscuro patio y ve que luce el día, se alegra porque ya hace bueno. No ha notado todavía la alteración de la primavera que todos los años le enerva, pero ya está aquí. Como las ventanas del cubil aíslan bien, al mirar al patio no oye el viento mugir. Sale al trote a zamparse algo (¡zámpate lo que te den!) dejando el abrigo colgado en el perchero. Es que además la percha está rota y cada vez que descuelga la prenda se descuajeringa y hay que volver a montarla, enroscando el metal sobre la madera, como se enrosca el sacacorchos en el corcho de la botella. Ya en la calle el asalariado trota feliz. Todo parece quieto, lo suficiente para que se aleje de la puerta de la galera donde labura. El viento lo espera a la vuelta de la esquina, armado hasta los dientes. Sopla con violencia, se le mete en las narices, lo medio asfixia, se le caen las llaves al asalariado, hace un gesto brusco para recogerlas, momento que elige el aire para ponerle dos banderillas de hielo sobre los riñones. Se le meten puntiagudas y heladas en la carne, maniatando músculos, paquetes de músculos, fláccidas masas musculares. Le dejan tieso, inmóvil, partido por la mitad, es un triste compañero de Lot, de un Lot de polígono, sólo que ni siquiera ha desobedecido, no se ha vuelto a mirar. No hay nada que mirar apenas. Las nubes, el aire, los restos de una papilla de cocido que ha echado algún desgraciado, asfalto, las hierbitas del desmonte. El viento sopla, agita con ruido de sonajero plásticos ajados, hierros, aceros, nubes, partículas, arremolino un polvo fino, de tierra y deshechos. Un descuido y ha quedado doblado por la mitad, en pleno polígono mirando a Cuenca. El parte de accidente, le dicen que tiene que hacerlo en los dos idiomas. Así que traduce: Looking at Cuenca. Y en ese momento fue cuando intentaron asaltarme (arrasment), forzarme por la retaguardia (dishonest bullying). Yo no estaba por la labor oiga (I was not fully alligned nor supportive, you see). Así que me defendí y le solté una coz (I kicked his balls brutally to avoid accession) y luego con un esfuerzo sobrehumano volví a la empresa a pedir ayuda, casi llorando. Ante semejante parte de accidente no se ha podido sino abrir una investigación por posible conducta discriminatoria por homofóbica (deplorable conduct), falta de espíritu de equipo (lack of team spirit, lack of team building skills), prejuicios y rigidez (no flexible adaptation capacity). Si no llego a estar rígido lo descuartizo, gemía el asalariado. Calla que es peor hombre.

miércoles, 15 de febrero de 2017

TERCERA EDICIÓN


El Cepogordismo no suele en general hablar de sí mismo, y si lo hace suele ser de manera indirecta. No le parecen bien al cepogordista ni el autobombo, ni echarse flores, ni intentar quedarse con el mérito de otro, con el socorrido “ya lo decía yo hace mucho tiempo”. Pero a veces hay que explicar brevemente pequeñas cosas, cuando además esto se hace para reforzar más aún la recomendación de un libro.


Desde hace muchos años, el cepogordista, aficionado a bastantes cosas, ha venido practicando de forma casi involuntaria, me atrevería a decir que casi instintiva, la historia comparada. Y ese hábito ha desarrollado en el cepogordista no diremos que una intuición, pero si un olfato para el tópico falso, para las afirmaciones infundadas, para el lugar común vicioso, para las generalizaciones abusivas. Algo que antes se llamaba simplemente espíritu crítico. Es decir el hábito de cuestionarse un poco las cosas, antes de darlas por buenas.


Veamos un solo ejemplo: película de Hollywood, el galeón es lento, los marinos españoles torpes, el capitán panzudo y retrasado, son rápidamente derrotados y ridiculizados por el pirata inglés que además se queda con la chica, puesto que ella prefiere lanzarse a los brazos del apuesto pirata a permanecer fiel a un avinagrado inquisidor que es su acompañante. Desde su más tierna infancia el cepogordista se preguntaba, tocado en su infantil orgullo nacional, si esto que contaba la película podía ser verdad. A falta de respuesta, por falta de conocimientos, se echaba mano de la lógica. De ser cierto, ¿cómo es posible que la América española, descubierta en el siglo XV, no cayera rápidamente en las manos de piratas o de potencias extranjeras? ¿Cómo es posible que durara todo el siglo XVI, el XVII, el XVIII, hasta su independencia en el XIX? Entonces, siguiendo esa lógica bastante sólida se empezaba a tirar el hilo… y se descubría que la imagen transmitida por la película era absolutamente falsa.


Tirando del hilo iban apareciendo Pedro Menéndez de Avilés, Alvarado, la personalidad extraordinaria de Cortés, Hernando de Soto, Valdivia, el extraordinario y letrado Jiménez de Quesada, Blas de Lezo, se descubría que la Gran Armada sólo había perdido en combate dos barcos –el Nuestra Señora del Rosario y el San Salvador-, se llegaba a los Tercios Viejos de Sicilia, Nápoles, a la Italia española, se desmoronaba el mito de Rocroi, se descubría que había existido una contra-armada inglesa, la muerte de Drake en aguas del Caribe español, frustrados sus intentos de asalto, el éxito de las flotas de indias en cruzar una y otra vez el mar a salvo de ataques, que la América española no podía ser designada como colonia, Nördlingen, el Cardenal Infante, Corbie, el Camino español de Milán a Flandes, la desesperación del Franco-Condado al verse anexionado a Francia, etc., etc.


De aquellas cuestiones que al lector parecerán menores, se pasaba con el tiempo a otras de más enjundia (ciencia, literatura, arte, modos de vida, de instalación en el mundo, José de Acosta, el nacimiento de la antropología, Celestino Mutis…), pero aplicando la misma lógica, el mismo espíritu crítico, también capaz, por supuesto, de captar defectos y carencias. ¿Era España el país de la guerra civil? ¿No las habían tenido otros? Se descubrían entonces las salvajadas de la historia inglesa con su reguero de sangre prácticamente hasta el siglo XIX, las atrocidades de la revolución francesa, contemporánea del pacífico siglo XVIII español, el exterminio de la Vendée, verdadero genocidio, los golpes de estado de la familia Bonaparte, la comuna de París y sus 25.000 fusilados a manos de los versalleses, etc. Y con esto no se llegaba a la conclusión de que la historia de España careciera de defectos o fuera mejor, simplemente se percibía que no era excepcional ni demasiado distinta en muchos de sus avatares, que la de otros países que no eran el Edén que se nos quería presentar.


Se daba uno cuenta que ni España ni los españoles estaban afectados por tara originaria alguna, ni por especial ausencia de sociedad civil o de espíritu mercantil o de pereza y otros tópicos agarrados al mito del carácter nacional. Claro que existen problemas y defectos, pero sin que estos tengan su origen o su razón de ser en pecado original alguno, en defectos de carácter o taras de nacimiento personal o histórico.


Un hito en este modesto y personal trabajo crítico fue la lectura de España Inteligible, de Julián Marías. Ante un panorama tan árido, porque siempre atento, por deformada curiosidad comparativa, a los tópicos y bobadas del estilo: en este país no se lee; nunca ha habido esto, o lo otro; no hay sociedad civil; nunca hemos estado unidos; no ha habido élites capaces; ¡no ha habido élites a secas!; es propio y exclusivo de España el espíritu cainita, el individualismo feroz, la incapacidad para el negocio honrado, etc., el libro representó un bálsamo. Cayó en nuestras manos en el primer año de carrera, mientras estudiábamos en la biblioteca de la facultad de filología. Por casualidad, fisgando libros, mirando el índice. El libro no contribuyó desde luego a que las notas de derecho fueran mejores, pues nos robaron unas cuantas hora de estudio tanto su lectura como el explorar la infinidad de pistas que nos proporcionó, tirar de todos los hilos que nos puso en la mano.


Seamos sinceros, el artículo de Larra titulado En este país (http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/en-este-pais--0/html/ff793348-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html) no lo descubrimos solos, nos llevó a él el libro de don Julián. El genial Larra había condensado (y puesto a parir) en su artículo, con una fantástica ironía, todo un espíritu que todavía hoy sigue reinando, avivados sus rescoldos por los complejos de la progresía. Ahorramos al lector más descubrimientos, pues lo cierto es que en realidad aparecen solos con la simple lectura de los hechos cuando se aplican lógica y sentido común.


Le llevamos directamente al título de reciente publicación que queremos recomendarle. Aunque desde luego España Inteligible sigue siendo una excelente lectura, el libro que ahora recomendamos va un paso más allá, contiene información actualizada, crítica a obras recientes y un repaso sistemático a la imagen de la Historia de España, contrastada la imagen con los hechos. Se trata de IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA, Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español, su autora es María Elvira Roca Barea y lo publica la editorial Siruela. Va por la tercera edición (dicho sea para calmar a los que aseguran que en este país no se lee…). Probablemente lo ideal sería leer primero el libro de Julián Marías y luego este que recomedamos


¿Contiene asombrosos descubrimientos? Para el lector que ya estuviera recorriendo la senda descrita anteriormente, ya decimos que no, aunque los ordena, sistematiza y desarrolla, incluyendo detalles, hechos, referencias e información que el que esto escribe, por supuesto, ignoraba. Y hay páginas verdaderamente extraordinarias, tanto por la información, por su análisis y por el tono con que todo está escrito, que sabe por momentos alejarse de la escritura más académica para introducir buenas dosis de humor, sentido común, libertad de criterio. El libro está muy bien escrito y se lee con verdadero placer.  


Para el lector ignorante de la historia de España, pero curioso y despierto, el libro le abrirá los ojos, despertará ante un mundo desconocido y en más de un sentido extraordinario, y desde luego le ahorrará el tiempo y el esfuerzo que tendría que emplear para recorrer el camino sólo. Sin pasar de la leyenda negra a la dorada, verá como en muchos sentidos la historia de España es para bien, excepcional.


Al bárbaro que se lamenta de que no seamos suecos, franceses, alemanes, o de que no hablemos todos inglés, al que prefiere que Gibraltar sea inglés, al perezoso que quiera seguir explicando y justificando el presente, lo que sucede hoy, con una historia mítica y falseada, con tópicos y generalizaciones abusivas sobre nuestro carácter y condición, es probable que el libro no le cause ningún efecto, en parte, pensamos, porque determinadas atrofias culturales no se curan ni leyendo.


Reseña aparecida en El Heraldo de  Nava y firmada a tres manos por Alcides Bergamota el Grande, Doroteo Casapalacio y  Tato.









jueves, 9 de febrero de 2017

Paseo.


El amigo Pulardo resumía solemne la historia de Regis de Poulardó.
- Estos de Francia estaban muy vagamente emparentados con los Pulardo de toda la vida. Pero ni siquiera por vía paterna, sino por una tía descarriada de mi abuela Carmechu. No se apellidaban Pulardo, pero conocían la existencia del noble apellido y habían envidiado durante generaciones a sus portadores.
- Un poco a la manera de los Mingo y los Minguilla – comentó Calvino de Liposthey.
- Si más a menos, sólo que en este caso no había no siquiera proximidad fonética, pues el tatarabuelo del cursi de Regis se apellidaba en realidad Morcón. Todo el clan respondía en el pueblo al mote de los Atascaburras.
- ¿Pero cómo es posible?
- Bueno, sencillamente al llegar a Francia se pusieron a maniobrar y la tercera generación ya era Poulardó. El dinero ya sabe que allí lo puede casi todo.
- Supongo que el siguiente paso será pasar a compuestos.
- Si claro, algo así como Poulardó-LaTruie, Poulardó-Chabert Capon o Poulardó de la Jarre.
- Y así están las cosas.
- Y así pasa la vida la gente. ¿Qué quiere usted que le diga?
- No, nada.
Seguían pasendo al Amigo Pulardo y Calvino de Liposthey, en la mañana helada, escarchada y cortante, envueltos en una espléndida luz, bajo un cielo azul. Y altísimo claro.

La Sierra


Se veía hoy el perfil de la sierra de Guadarrama, blanco, helado, azul. Al costado de la carretera, un pinar ralo, sobre una alfombra blanca de escarcha perdiéndose hacia un perfil de polígonos colocado a media distancia, como para recordarnos, plantado en medio del paisaje, que ese es nuestro mundo, el de la carretera atascada, no el de las crestas de la sierra, los paisajes helados, las excursiones de nuestra edad de plata. ¡Oiga no se ponga así!

miércoles, 8 de febrero de 2017

LOS CIGARROS PREMIUM Y EL HEDONISMO POSTMODERNO

Decir que el mundo del cigarro (el cigarro puro, se entiende) ha vivido una evolución paralela a la de la sociedad que lo consume suena a perogrullada pero no lo es, o no del todo como trataremos de exponer en las líneas que siguen.

El cigarro se consume en el ancho mundo desde hace más de 500 años. España fue, ha sido y es la tierra del cigarro. Cuba, nuestra hermana y antigua provincia española es el lugar al que Dios regaló las más fértiles tierras y las mas exquisitas condiciones para la producción de las labores tabaqueras. 

Los vaivenes de la Historia y los accidentes políticos, familiares y económicos fueron expandiendo la industria a través del orbe hispano; Canarias, Filipinas, Santo Domingo, Nicaragua...todas tierras de exquisitos tabacos y hábiles torcedores unidos por el sello hispano del amor al tabaco.

Andando los siglos se nos fueron uniendo holandeses, daneses, suizos, norteamericanos y hoy el mundo cuenta con productos elaborados en muy diversos rincones y confeccionados con muy variadas calidades de tabaco.

De todo este gran mundo del humo azul, lo que más ha variado son los usos y costumbres que han hecho del cigarro un artículo de lujo que nunca antes fue, no al menos en España dónde han fumado cigarros desde al arriero al duque, pasando por el comerciante, el portero de finca urbana y el rey.

Por muchos siglos el cigarro no fue signo de distinción económica alguna. Eso era "fuera" en los países donde un cigarro era un excentricidad, un producto vinculado al económicamente poderoso, y aún así este matiz hay que concederlo con excepciones. A parte de España, en muchos otros lugares del mundo como Inglaterra, Estados Unidos, Holanda o los puertos comerciales de Asia, el cigarro se consumía por doquier y sin distinción de clases. 

Hoy día, tras varias décadas de persecución científica y sistemática al "vicio de fumar", el cigarro está proscrito de la vida pública y en muchos casos de la privada. 

Me dirá algún lector que eso está muy bien ya que fumar es un vicio sucio y pernicioso para la salud. En la cuestión de la salud no hay mucho que discutir, si bien se pueden citar muchos otros vicios e imposiciones de la vida actual que son,con mucho, mas anti-higiénicos y dañinos que el fumarse un cigarro.

En esta segunda década del siglo XXI el cigarro transita hacia su encumbramiento como producto "premium" (luego hablaremos de ese anglicismo espantoso) que ha de ser disfrutado en un entorno privado y oculto y mediando una liturgia recargada y pedante.

El incremento del precio de los cigarros se debe esencialmente a razones no directamente relacionadas con el cultivo del tabaco y la producción.

La fiscalidad confiscatoria y el monopolio de la distribución en manos de grupos que aplican generosos márgenes ha hecho que adquirir un cigarro decente hoy día se vaya convirtiendo en un gasto casi suntuario.

Hace bien poco las labores de la Habana (por no hablar de las demás) eran lo suficientemente económicas cómo para que un honrado trabajador se pudiera fumar un puro después de comer "echando la partida", sentado en la grada del estadio de fútbol, del frontón o en la plaza de toros.

Hoy día, ese honrado trabajador tiene que dejar de fumar o comprarse un puro mediocre al doble o triple de precio.

¿Han desaparecido las labores buenas? No señores,siguen existiendo (algunas ya no son lo que eran) pero ahora han ingresado en las listas de los productos "premium" y sus precios se han multiplicado exponencialmente.

El adjetivo "premium" es una forma hortera de referirse a un producto de calidad superior y consumo exclusivo cuyo uso esta hoy tan extendido que en todos los rubros hay algo "premium". 

Desde la locura económica mundial que acompañó la llegada del nuevo milenio, se expandió por el mundo una fiebre del lujo que se ha ido alimentando sin parar. Hoy día el comercio del lujo es una economía de proporciones fenomenales.

Paralelo al crecimiento del hedonismo generalizado, las marcas de artículos de lujo fueron ideando un "concepto" para separar a los consumidores con gran capacidad de gasto del resto y de ahí surgió el famoso "premium" que ahora todo lo invade.

El éxito ha sido tan grande que hoy tenemos champanes premium, aguas de colonia premium, vinos premium, pelotas de golf premium y hasta seres vivos premium.

El consumidor de ese catálogo se compone de tres grandes grupos de entusiastas y uno de víctimas. 
Entre los entusiastas tenemos el hiper rico al que el precio se la trae al pairo, el acaudalado que mira poco la factura, y el imitador que quiere pasar por lo que no es. 

El grupo de las víctimas lo forman aquellos que vienen del viejo mundo y que bebían champan antes de ser premium o brandy antes de ser premium o consideraban que una caja de Montecristo era el elemento normal que acompañaba a la bandeja del café las tardes de los sábados después de comer.

El consumidor "premium" une a su recién adquirido estatus y al consumo del producto en sí la práctica de una liturgia que va evolucionando conforme los señores que venden las marcas van imponiendo más "costumbres" y creando más ritos. 

Es la falsa religión del hedonismo que incorpora más y más elementos adquiridos a precio de oro y cuyos ritos deben conocerse al dedillo si no quiere uno ser considerado un horrible paleto.

La cultura "premium" está enraizada en la postmodernidad y ,por tanto,  se debe practicar preferentemente en privado, detrás de los muros, dentro de los reservados, en los clubs exclusivos y los salones "que no existen" dónde se hacen todas las cosas que luego se prohíben a la masa que no es premium.

El resultado del triunfo de los postulados sociales de la izquierda radical y del hedonismo militante han convertido al cigarro en un artículo sospechoso y en ciertos ámbitos escandaloso.

Si un fulano se enciende un cigarro y se pasea por el centro de una gran ciudad española (no hablemos de las otras capitales europeas porque entraríamos en causas criminales) atraerá un buen número de miradas de odio y asco. Si además va vestido con un traje (de confección y barato es suficiente, no piensen que hace falta un tres piezas de sastre) corbata y un abrigo, entonces puede que incluso escuche velados insultos y gruñidos ofensivos. 

Ahora bien, si un actor un ídolo musical o famoso de cualquier ralea aparece en un medio diciendo que el/ella fuma puros "premium" y que es miembro de un club de fumadores y recomienda "maridajes" entonces recibirá la admiración y la veneración de la masa consumidora.

Así va caminando el cigarro empujado por unos y por otros al mundo "premium". 

El abogado que antaño se enciendía un chisme esperando al tren en Venta de Baños mientras  departía con el factor que se acababa de ventilar una faria, ahora se va con unos amigos a un club de fumadores el sábado por la tarde a una sesión de "maridaje" donde un simio entrenado en algún tugurio siniestro les atiza veinte euros por un puro mediocre y otros veinte por una copa de brandy "premium".

A eso lo llaman "evento" y hay que agendarlo, y compartir la fecha por el móvil y pedir permiso a la señora para que no se ofenda ni moleste, que no le deja fumar en casa, y eso si al salir de casa su niña de ocho años no le dice que va a morirse porque su profe les ha dicho que el tabaco es muy malo-muy malo pero que la eutanasia está muy bien...

Este es el mundo de hoy, un mundo de memos dirigido por una pandilla de golfos y animado por una cuadrilla de gentes con serios problemas mentales.

Siempre quedará el reducto de la normalidad, la catacumba do mora la gente que no quiere (pueda o no) ser "premium" y que se conforma con conseguir labores no demasiado caras, licores que no hagan mucha publicidad y sobre todo disfrutar de gente que no tenga miedo de llamar a las cosas por su nombre.

viernes, 3 de febrero de 2017

CARTA AL EDITOR DEL MARQUES DE JALEA REAL

Acabamos de recibir en la sede de la redacción de Cepo Gordo una carta del Marqués de Jalea Real dirigida a nuestros editores cuyo interés amerita su reproducción literal
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Colmenilla de Abajo, 2 de febrero de 2017.

Sociedad Editora El Humo Azul
Att. Ilmo Sr. José María Vaca de Parladé y Fino de Barbate.

Querido Pepe,

Te ruego de antemano que perdones mi impertinencia al ocupar tu precioso tiempo con estas mezquindades, pero tratándose de una cuestión de honor y buen nombre me parece imprescindible poner en tu conocimiento este asunto.

El pasado 31 de enero envié a la redacción de Cepo Gordo una carta cuya copia te remito adjunta en la que hacía algunas precisiones en torno a la figura y obra de mi querido amigo y compadre Onofre Velado-Baz al que creo has tenido ocasión de conocer en uno de los seminarios de la Sociedad Arqueológica Várdula.

Cual ha sido mi sorpresa cuando en las ediciones del 1 y 2 de febrero de tu Cepo Gordo se han publicado dos comentarios; uno de un supuesto colmenillero que se esconde bajo el sucio velo del anonimato y el de otro de un falso hijo de la viuda de Manrique que, como sabes por conocer a la sociedad de Colmenilla, no ha tenido descendencia.

Mucho me temo que el autor o autores de esos mensajes falaces y dañinos forman parte de la misma conjura que de manera insidiosa pretenden derribar de su pedestal de honradez a nuestro querido Onofre y de paso mancillar el buen nombre de la casa de Jalea Real y de este humilde siervo sobre el que recae la responsabilidad de tantos siglos de brillante ejecutoria familiar.

A fin de demostrar la falsedad de lo afirmado en esos comentarios, me detengo en responder cada una de las infamias vertidas:

- Don Onofre Velado-Baz es hijo de una rica estirpe de agricultores y propietarios. Su saneada situación financiera no es mero fruto de la herencia (magnífico instituto jurídico que Dios bendiga) sino de la diligente ordenación de sus negocios y la prudente administración de sus capitales. Don Onofre Velado-Baz es persona de costumbres sanas y económicas y no dilapida su dinero en fastos egipcios ni larguezas inmoderadas.

-Don Onofre Velado-Baz es cristiano viejo y persona de profundisima ve y devoción, algo incompatible con el odioso crimen de la usura.

-La situación financiera de la casa de Jalea Real y las cuentas particulares de su titular son cuestiones privadas que a nadie atañen. No pienso decir ni una palabra más ante insinuaciones absurdas que la realidad de mi vida y obra ponen en su sitio.

-Jamás he tenido negocio ni comercio alguno con Don Doroteo Velado-Baz y los citados pagarés no existen sino en la imaginación del difamador. ¡Que muestre al escrutinio público pruebas de semejantes desvaríos!

-El difunto marido de Doña Elisenda Cap-Ferrat, nombre de soltera de la viuda de Manrique, se llamaba Felipe Luis de Manrique y no Dositeo. Ambos datos, de fácil comprobación, desmontan por completo la veracidad del reiteradamente citado comentario.

-Por último y en cuanto al autodenominado Dositeo Manrique Jr, no dejaría de reírme si no fuera este asunto de la máxima seriedad. Ni hubo Dositeo padre ni hay Dositeo hijo y si los hubiera no son quienes dicen ser ni tienen relación alguna con la viuda de Manrique, excelente dama de probadísima virtud y belleza coronada desde su original cuna ampurdanesa hasta los melosos campos de Colmenilla. 

No te fatigo más, querido Pepe, con historias que no te han de quitar el sueño, pero ahora comprenderás porqué era tan importante para mi dejar claras estas acusaciones.

Me despido rogándote hagas llegar estas líneas a la redacción de tu publicación.

Con sincero afecto, un abrazo.

Tomás Jalea.

miércoles, 1 de febrero de 2017

ANIMALISMO Y LIBERTAD

Vaya por delante que el que ésto escribe no es persona aficionada al circo y menos aún a los números con animales amaestrados. 

Desde mis primeras visitas infantiles al circo recuerdo el aburrimiento que me producían los perros danzantes y las cebras saltarinas. Los elefantes y leones no me producían excesiva impresión, no por ser infante de especial valor sino por las lecturas de las Sagradas Escrituras,  los almanaques de mitología griega, las Mil y Una Noches, Salgari y Verne, alimentos para la imaginación que le iban curtiendo a uno en la aceptación de los fenómenos de la naturaleza y el santo pavor al león de Sansón, a la Medusa y al tigre de Bengala que han ido moldeando el carácter del personal occidental desde hace unos miles de años.

Nos despierta hoy otra noticia que incide en el permanente liberticidio del que es víctima el contribuyente hispano.

Los políticos que dirigen los destinos de la Comunidad de Madrid se plantean prohibir el circo con animales, es decir el circo como se conoce desde hace milenta de años como dirían en La Mancha.

Las razones (aparentes) que se aducen están relacionadas con el maltrato animal. Pues muy bien, se trata de un argumento "cojonudo" cuya lógica serviría para cerrar bares y prohibir infinidad de actividades sometidas a licencia o reglamento (miles). 

La razón fundamental que creo se esconde tras este nuevo ataque a la libertad del personal consiste pura y simplemente en persistir en el ejercicio indiscriminado del pastoreo social y la cura de almas.

Las lumbreras que promueven esta medida, de manera consciente o inconsciente sostienen que el animal es igual al hombre. La bestia tiene los mismos derechos (no deberes, ya que el pato o el perro no pagan impuestos ni se dan de alta en el padrón) que el ciudadano Martínez y por tanto deben ser protegidos de cualquier clase de maltrato, incluyendo su confinamiento en jaulas estrechas o su reclusión en cercados sin el debido nivel de confort. 

Al amparo de esa doctrina antihumana cuyos máximos voceros son las asociaciones animalistas de ideología ultraizquierdista, se nos dice que el circo con animales es malo porque los circenses tratan al bicho fatal y lo someten a maltrato y vejaciones.

Vayamos por partes. Los espectáculos circenses con y sin animales están sometidos a la legislación vigente. Aquellos que ejerzan la actividad conforme a Derecho tratarán a los animales correctamente dentro de lo que se entiende correcto para un animal=bestia inanimada y obviamente no hombre (un animal no es una persona).

Aquellos que maltraten al animal actuarán fuera de la Ley y por tanto serán susceptibles de reprensión en la forma prescrita.

Superado el estrato puramente legal, está la cuestión de la LIBERTAD. El circo es un entretenimiento que gusta al personal desde hace miles de años. Los espectáculos con animales son tan viejos como la humanidad y si su vigencia perdura es por la aceptación que tienen entre un sector no pequeño de la población.

Manifestar que el adecuado trato al animal es algo deseable resulta innecesario en una sociedad evolucionada como la española.

Los animales de circo no son salvajes y se crían en cautividad con el propósito de ser amaestrados para la exhibición de sus habilidades. Ésto puede gustar o no pero no es razón suficiente para prohibir el espectáculo. Siguiendo esa lógica sería legítimo prohibir la exhibición de carnes flaccidas, canillas peludas, tatuajes por todo el cuerpo u otras cosas que a cierta parte de la población ni nos gustan ni nos parecen edificantes.

El problema de fondo es el desmedido deseo de atentar contra la libertad del individuo y la voluntad de imponer un modelo de vida.

El animalismo es uno de los movimientos más siniestros que ha alumbrado la post-modernidad ilustrada por la nueva izquierda. Sus postulados son erróneos de principio a fin y atentan contra la visión del humanismo cristiano que ha permitido el desarrollo de la civilización. 

El ansia de los poderes públicos en manos de la izquierda radical para moldear la vida de los administrados es sólo comparable a la pasividad de la falsa derecha de la careta y el inmovilismo. No se alzan voces que reclamen cordura ante un atropello mas que va minando el libre albedrío del contribuyente. 

Ni tabaco, ni toros, ni opinión independiente, ni praxis religiosa pública, ni tradición, ni folclore ni nada de nada que no sea la mediocridad vital, el sometimiento absoluto a doctrinas pestilentes que deshumanizan al hombre hasta convertirlo en un pelele silencioso, hiperconectado a una red de producción y consumo, un mundo de zombies callados que sirven al gran libertador.

Me dicen que los empresarios del circo suelen ganar sus pleitos en los tribunales, espero que siga siendo así y que los que disfrutan de sus espectáculos puedan seguir acudiendo en Madrid a ver a los perros sabios, las cabras videntes, las cebras saltarinas y el elefante que toca el trombón. A ver si adiestran a un mono para que aprenda a soltar tacos contra los liberticidas y se "cague" en el sistema...será una pruba más de que el hombre amaestra a la bestia.  

Trompeta, trompetilla (texto amablemente cedido por Calvino de Liposthey, biógrafo).

Vivimos en la deliberada confusión de conceptos y de ideas, en un galimatías en el que nada es nombrado por lo que es, dónde la mentira y las medias verdades se van haciendo lentamente con el terreno, en el mayor desorden. La información nos cae encima como una avalancha que no cesa y cada vez es más difícil informarse, no digamos acercarse a la verdad. Llama la atención la obsesión que hay con Trump que corre paralela a la más absoluta falta de autocrítica por parte de quienes critican al nuevo presidente de los Estados Unidos. Estos críticos, y las fuerzas a las que representan, proclaman a diario su escándalo y su indignación por los hechos y sobre todo por los dichos del nuevo presidente, pero no se molestan demasiado en explicar o fundamentar un estado de ánimo que exhiben como si fuera una verdad indiscutible. Estos críticos –críticos ahora, silenciosos con el anterior presidente por los mismos hechos- tal vez tengan algo de responsabilidad, incluso mucha, en la elección de Trump.

La primera pregunta que uno debería hacerse para entender la aparición del personaje parece obvia: ¿En qué estado de descomposición de encuentra la sociedad occidental para que los dos candidatos presidenciales sean gente de la categoría de Trump y de Hillary? Porque si es difícil alegrarse por el triunfo de Trump, es una prueba de vigor moral y mental, alegrarse de que la pavorosa, translúcida y apergaminada Hillary se la haya pegado.

Todos esos medios al servicio de un partido, de un pagador, sin la menor independencia, todo ese progresismo bien-pensante y perdonavidas, toda esa clase política cerrada sobre sí misma, que nos ordena cómo vivir y cómo pensar mientras nos esquilma, que nos insulta y nos mete en el saco con la etiqueta “deplorables” si no obedecemos, que impide llamar a las cosas por su nombre, que desafía lógica, conocimiento, hechos, sentido común; que carga contra las tradiciones de occidente –o lo que queda de ellas-, contra la familia, el catolicismo, la cristiandad, el espíritu crítico, los fundamentos de la libertad, de la educación ¿no tendrán todos ellos algo que ver con lo que sucede?

Todos ellos: Una mayoría de medios, los progres en masa y una mayoría de políticos, todos ellos enfermos de orgullo y egolatría hasta el extremo. Y tal vez nosotros, por la incapacidad de articular una respuesta organizada que vaya más allá de la resistencia individual, casi en el fuero interno. Piensen que estas palabras estarán ya causando escándalo.

Y es que cuando la realidad no encaja en su esquema entonces, todos ellos, pretenden cambiar la realidad o ignorarla. Si la educación en Occidente sufre horas bajas no es por falta de principios, por el abandono del esfuerzo y del mérito, de la lógica, del respeto al profesor, sino por falta de dinero, y venga a gastar sumas ingentes. El hábito de justificar al agresor –que careciendo de voluntad actúa no por sí mismo sino movido en realidad por la maldad de su entorno- y culpabilizar a la víctima –algo habrá hecho- se ha generalizado en todos los ámbitos de la vida social. Si no gana nuestro candidato, llamamos a la rebelión, montamos manifestaciones contra el vencedor, explicamos que el sistema que para ganar nosotros si es válido, cuando hemos perdido está gripado, corrupto, trasnochado. Y por supuesto cargamos contra la mayoría que ha elegido presidente. Cuando no actúa como queremos ¡ni siquiera la todopoderosa mayoría tiene ya valor! Recordemos los españoles que esa mentalidad no es de hoy. Fue la que acabó con la segunda república española.

¡Vaya soflama dirán ustedes! ¡Que exageraciones, tampoco es para tanto! Cada uno, es verdad, le da importancia a cosas distintas. Pero sí que existe una razón por la que es muy grave que se esté dinamitando lo que podríamos resumir como tradición de Occidente. Y no voy ahora a repasar en que consiste dicha tradición. Si no lo saben ustedes mal estamos. La razón es que no hay libertad sin tradición y que sólo son libres las sociedades que basan su libertad en un sistema de tradiciones vigente que, siendo compatible con la libertad, la sustenta, permite que se ejerza y le suministra anticuerpos contra la tentación utópica, contra la soberbia reguladora, contra el estado sacado de quicio, contra el jacobinismo rampante y contra las gordas. Contra las mentalidades gordas, gruesas, entiéndase lo que quiero decir, frente a las mentalidades egregias.

Terminaba de esta manera su pequeña charla el gran polígrafo. No cabía un alfiler en el salón rojo del Casino de Nava de Goliardos. En el programa de actividades podía leerse “Comentario de actualidad”, por Alcides Bergamota el Grande. A las 13:00 horas. Antes una conferencia sobre palimpsestos, después de un comentario a dos voces sobre tauromaquia –repaso de la Temporada y estado actual de la Fiesta-, a cargo de un crítico venido de Madrid y de un aficionado local, reseñador puntilloso a sus horas. Después de comer, una lectura de poemas, seguida de una mesa redonda para poner fin a la jornada cultural patrocinada por Doroteo y por la Fundación Tato para Varones Desahuciados.

La jornada, en realidad un día completo al que se añadía el programa de cine en tardes sucesivas, se había mantenido contra viento y marea. Contra los que acosaban a los organizadores –patrocinadores y junta directiva del Casino- señalando que el formato y los contenidos eran una antigualla, que faltaban perfórmanses, preferentemente de contenido subido de tono, ¡que faltaban mensajes, odas sáficas, instalaciones y detritus! Era penoso, les espetaban, que el programa no estuviera traducido al inglés. La falta de contenido verdaderamente audiovisual era intolerable – el ciclo de cine con películas de Ford, Lang y Manckiewicz, Chaplin y Neville había sido motejado de pintura rupestre, de herrumbre sin vigencia. Pero el mayor reproche que se les hacía desde el grupúsculo de oposición manejado por Spotti, desde las instituciones culturales de la autonomía y de la capital de provincia, el colmo del horror sin duda, era que no participaba ninguna institución pública.

La modesta jornada cultural no daba pie al pago de ninguna subvención. ¡Sois unos paletos conio!, les reprochaba Fidelio Lentini Spotti. Tirando de cuatro hilos y contratando a unas performers te llueven los euros, un poco de LGTB y nos hacemos de oro. ¡Dejadme participar y os lo arreglo! Doroteo llevaba años rechazando las ofertas del satánico Lentini. Vete a la mierda Lentini. ¡Cómo me sigas tocando las narices el año que viene Nobleza baturra y un ciclo sobre Juana de Arco y verás cómo llenamos también!

Y es que con su modesto formato, dos conferencias, la charla a dos voces, unos poemas, cinco películas en dos días, se llenaba el salón rojo, se llenaba la modesta sala de cine, se aplaudían las películas al final y se seguía con interés el coloquio posterior. No acudían grandes masas, no se descubría la piedra filosofal, pero tampoco se vivía un retablo de las maravillas. No había estafa, ni cultural ni al erario público.