lunes, 28 de enero de 2019

Noticias.


Veamos a continuación como Clarín, riéndose con acidísimo sarcasmo de los lectores de un casino provinciano, describe en realidad nuestro mundo digital, pretendidamente tan liberador y revolucionario:

“Estos y otros lectores asiduos se pasan los periódicos de mano en mano, en silencio, devorando noticias que leen repetidas en ocho o diez papeles. Así se alimentaban aquellos espíritus que antes de las once de la noche se van a dormir satisfechos, convencidos de que el cajero de tal parte se ha escapado con los fondos. Lo han leído en ocho o diez fuentes distintas. Todos estos caballeros respetables y dignos de estima viven esclavos de tamaña servidumbre, la servidumbre del noticierismo cortesano. Mucho más de la mitad del caudal fugitivo de sus conocimientos consiste en los recortes de la Correspondencia que los periódicos pobres se van echando, como pelotas, de tijeras en tijeras.”




 

Leopoldo Alas Clarín, La Regenta. Edición de la fundación José Antonio de Castro, pág. 152.

viernes, 25 de enero de 2019

BARES.


Hemos comido un bocadillo, acodados a la barra del bar. Frente a nosotros en los impolutos estantes, dos botellas de chinchón. Más lejos, ya en la impoluta cocina, un rayador de queso, de los buenos. Televisiones encendidas, con el sonido apagado, y de repente un hilo musical a toda. Como compañía, el periódico Marca, con lo que se logra la completa bajada a los infiernos. Bocadillo de lomo, cerveza. A nuestro lado una botella de plástico bastante bonita sirve de depósito de corchos de vino usados, todos de espléndidas marcas. Una tía grandota pide chupitos y la cuenta. Nos llaman cariño y mi rey, al despedirnos. Así es, increíble. Toda dignidad perdida. El paseo de vuelta con destino a continuar empujando la piedra por la cuesta, cual Sísifo o Tántalo, lo damos a cuarenta grados, bajo un sol de justicia. Andamos como metidos en un horno luminoso. A la hora del desayuno pasamos del Chinchón a la ginebra. En un estante contamos hasta trece marcas distintas, de Bulldog a Larios. Mirando un poco a la izquierda, nuevo estante con nueva remesa de botellas, también de ginebra, otras tantas marcas. Bien surtido el bar. La camarera dice que no ha pegado el ojo. Que estuvo viendo películas y que se tomó un café tarde y que la cafeína tan tarde ya se sabe. ¿La leche como la quiere? La quiero normal. ¿Oiga y normal que es? Bueno, póngala templada. Se oyen murmuraciones por los dos lados, sin mirarse a los ojos, mientras se sirve la leche normal.

Performance

- ¡Oiga! ¿Qué lleva usted ahí?
- ¿Yo? ¿Dónde?
- En el abrigo, deténgase por favor, dijo el guardia de seguridad.

Se acordó entonces, sólo entonces, de la compra de por la mañana. Ya no daban bolsas en las tiendas y como había pagado la cuenta acomodó la compra como pudo, repartida entre los otros paquetes que ya llevaba consigo. Lo único que no cupo lo metió en el bolsillo derecho del abrigo, dónde encajó silencioso, como anillo al dedo. Después de pasar por casa a dejar los paquetes se fue directo al museo. Hacía días que quería acercarse a ver aquellos cuadros. Tanta conmemoración y estaban casi todos allí, a tiro de piedra. Y entonces el guardia le había pedido, con un exceso de vehemencia tal vez, que se detuviera y vaciara el contenido de sus bolsillos. Recordó entonces la compra. Y mientras lo hacía sacó del bolsillo derecho una bandeja de chistorra fresca, roja, reluciente. El guardia le miraba y miraba la chistorra no sabiendo que decir.
- Oiga con eso no se puede pasar, me parece a mi.
- No, si ya lo entiendo.


El corrillo de curiosos que se había formado alrededor se deshizo comentando la jugada de las chistorras. Por la tarde un periódico digital titulaba: “Detenido activista cultural cuando preparaba performance protesta con chistorra cruda.

jueves, 3 de enero de 2019

TARDE DE TOROS. DE LOS CUADERNOS DE A.B.E. Cortesía de CALVINO DE LIPOSTHEY.

Plaza de toros dorada por un sol otoñal de una gran delicadeza que parece recubrir todo lo que abarca la vista como de finas láminas del más ligero pan de oro. Hasta el aire adquiere consistencia áurea, magnificada la impresión por la salida al ruego de las cuadrillas para el paseíllo. Los ojos se pasean por todo aquello, rendidos a la fascinación del espectáculo: la variedad de tipos, la mezcolanza de gentes, gestos, vestimentas, comentarios. El murmullo de voces, la paloma que como cada tarde se pasea entre las rayas de picar. Por un momento el espectador se queda abstraído, entregado al mirar y hasta parece que se hace el silencio y que lo que desfila ante sus ojos no es otra cosa que la vida misma en toda su variedad y belleza.
Al volver a la realidad, los ojos llegan asombrados a una línea de pequeñas estrellas azules. Terminan de despertar al darse cuenta de que se trata de un tatuaje. El tatuaje puesto sobre el grueso brazuelo de una moza de poder ataviada de rojo. El tirante rojo y tenso de su vestido se hinca sobre un hombro frescote. Y el brazuelo decíamos: nada tiene que envidiar a los que soportan al bicho de seiscientos kilos que acaba de saltar al ruedo. Con la corrida empezada, la luz dorada se mezcla ahora con las volutas de humo azulón. Y luego vimos aquello, esa forma de torear, esa naturalidad, esa fuerza y aquél molinete airoso rematando la serie. ¡Y estábamos allí para verlo!

EVOCACIONES. DE LOS CUADERNOS DE A.B.E. Cortesía de CALVINO DE LIPOSTHEY (editor).


Poemas del poligó: evocar la esquina del ailanto, nuevamente, china, amarilla, peligrosa, invasiva, y contraponerla con la esquina de la higuera, romana, medieval, dulce, clásica, mediterránea.
Recordamos imágenes regaladas por este espléndido otoño tan variado. Ha sido lluvioso y soleado, ha sido frío y templado, ha sido brumoso y luminoso. Al desembocar con el coche en la carretera más ancha vemos un amanecer encendido sobre Madrid, con el horizonte ardiendo en una única e inmensa metálica llama. Más adelante, la orla azul de frío, bruma y mañana sobre la línea de pinos en el horizonte. Luz, perspectiva, profundidad, anchura. ¡El ancho mundo! ¡Daban ganas de echarse a andar para recorrerlo a pie, despaciosamente, como un viajero de otro tiempo! Finalmente, desde una de las alturas de esta ciudad inmensa que se extiende a los pies de la sierra se veía, de repente, todo el horizonte; la inmensa hondonada poblada del valle: árboles y edificios hasta dónde alcanzaba la vista, venciendo finalmente los primeros al remontar el paisaje hacia la montaña. Una sierra majestuosa, un coloso quieto, inmóvil, como detenido en una meditación de siglos, con su gran manto de la más espesa, sólida, blanca y consistente nieve. En medio de nuestras miserias, de nuestras pequeñeces de oficinista de vida pequeño burguesa, de chupatintas, aquello resultaba grandioso. Observen el detalle: lo que se califica de pequeño burgués es la vida que se lleva, no a quien la lleva. El sujeto, por tanto, podría ser otra cosa, tal vez mayor, aunque la querencia clara, evidente, sin duda inexorable y fatal, sea la condición de rastacueros, pelagatos, peladilla o pinchaúvas.