miércoles, 31 de julio de 2019

Chinos que son japos. De los diarios de Alcides Bergamota el Grande (época de Hierro). Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.


Uno se pasa la vida en proyectos y muchos no pasan nunca de la idea vaga. Y también tomando notas y apuntes y pegando recuerdos –entradas, papelitos, dibujos, postales- en diversos cuadernitos, desordenados y confusos que poco valdrán y nadie querrá en unos años. Pero así somos. Tal vez pensamos que al pegar, rellenar, pintar y apuntar, lo que hacemos es atrapar.
¡Cuentos chinos! nos dice Tato. Cuentos chinos es lo que le cuentan a la gente para formatearla… en sesiones de formación claro. No ya de espíritu nacional, doctrina católica, o clase de historia. Son sesiones para la digestión de cursis palabras inglesas: cuchin (en inglés “couching”); embrasin dibersiti (embracing diversity); mainfulnes (mindfuldness), inspairin líder (inspiring leader); jodin the marraning (to… ¡Esa no existe oiga!).
Se han dado cuenta –los que piensan tanto- de que el trabajador occidental por cuenta ajena, una vez liquidado el cristianismo, inexistente la comunidad y vaciado el individuo de cualquier anhelo y sentido vital, puede resultar pesado de tratar. Y puede no rendir adecuadamente. Para que no pase de la furia a la depresión, para que no pase de machacar al prójimo a salir corriendo, para volver a darle equilibrio y un lugar antes las cosas y el mundo, hay que volver a darle un poco de estructura, pero sin pasarse. Sobre todo darle mucho YO.

Rendirá más si tiene algo de vida personal, si da los buenos días por la mañana, si aprende a organizarse, a ser respetuoso para trabajar en grupo (¿Mirando a Cuenca? ¡Cállese hombre!), si es capaz de apreciar al prójimo, tal vez no como a sí mismo, pero si lo suficiente para evitar el inmediato punta pie. Pero sobre todo ganará eficacia si cree profundamente en si mismo y se convence de que rebuscando en su interior encontrará respuestas y recursos para todo lo que se proponga. La pluma de Dumbo, entiende usted. Trascendencia no gracias. Así que se le enseñan técnicas de relajación, para que aprenda a escuchar, para que mejore percepción y concentración, para que aprenda a comer despacio, a escucharse y a escuchar. Pero para que tampoco nos pasemos con el religar se le anima a competir, a rendir, a ser el mejor, a triunfar (¡triunfe leñe!) con la expresión inglesa tu plei in lig guan (to play in league one).


A este individuo que está un poco más que hueco, se le rellena ahora con técnicas para mejorar el rendimiento profesional en entornos dónde debe colaborar con otras personas. Se le recuerda que las personas merecen respeto, que hay que interactuar unos con otros, que se puede preguntar. Pero no vemos imposible que se le pueda rellenar más adelante, en la siguiente generación, cuanto mayor vaya siendo la distancia con la extinta Europa cristiana, con técnicas de combate y aniquilamiento del prójimo o de si mismo, con técnicas de aceptación y adaptación a todos los horrores contemporáneos, a todo aquello que se le ocurra a la jerarquía económica, política y mediática que suministra regularmente los argumentos para estos cuentos chinos.



lunes, 29 de julio de 2019

Responso de San Antonio (de los diarios de A. B. E.).



Cenamos ayer en casa de la Condesa. En el piso que conserva en la capital, salvado de la ruina familiar. Además de Doroteo y Calvino se acercaron Norma Desmond –mote con el que cruelmente identificamos a doña María Tecla Ruibarbo Colmenares, siempre tan joven a sus cien años- y don Manolito. Don Estra sigue ingresado en la clínica tras su último estallido de cólera esteparia y no pudo acudir, claro. A Tato no le dio la gana salir de Nava.
Se mencionó durante la conversación el responso de San Antonio de Padua. Lo leímos en voz alta después de cenar. Los señores fumábamos un cigarro; a poca distancia tronaba la música tachundera de una embajada, recibiendo no sabemos si a vips –como se dice ahora- o a masas plebeyas. El contraste entre la estruendosa música y el hermoso y sencillo responso era evidente. Este es el texto:

 

Si buscas milagros, mira,

Muerte y error desterrados,

Miseria y demonios huidos,

Leprosos y enfermos sanos.

 El mar sosiega su ira,
Redimense encarcelados;



Miembros y bienes perdidos

Recobran mozos y ancianos.

 

El peligro se retira,

Los pobres van remediados;

Cuéntenlo los socorridos,

Díganlo los paduanos.

 

El mar sosiega su ira,

Redimense encarcelados;

Miembros y bienes perdidos

Recobran mozos y ancianos.

 

Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo

 

El mar sosiega su ira,

Redimense encarcelados;

Miembros y bienes perdidos

Recobran mozos y ancianos.

 

Ruega a Cristo por nosotros, Antonio glorioso y santo,

Para que dignos así

De sus promesas seamos. Amen.

 

¿Y que es un responso? Lo define el diccionario de la Real Academia como “responsorio que, separado del rezo, se dice por los difuntos”, definiéndose a su vez responsorio como “en el rezo, serie de preces y versículos que se dicen después de las lecciones en los maitines y después de las capítulas de otras horas”. Es decir, formaría parte de la Liturgia de las Horas u Oficio Divino, un antiguo libro de oración de lo que un día fue la Cristiandad.

domingo, 21 de julio de 2019

Museo de pinturas. La tercera del Heraldo de Nava, por Genaro García Mingo.


Don García de Medici todo lo preside desde su pequeño marco en la inmensa sala. Nada turba desde hace siglos la rosada carnación de sus mofletes soberbios, los bucles rubios de refinado infante. Es hijo de la hermosa Leonor de Toledo. Leonor, que vino a la Italia, a la Florencia de los Medici y dio al duque la numerosa descendencia que este ansiaba, y pudo sujetar el voluble humor de su consorte, introvertido y colérico. Leonor de Toledo, hija de don Pedro, Virrey de Nápoles. La sonoridad de su nombre evoca por si sola las más altas cumbre de nuestra historia. El refinamiento de su porte aristocrático, inmortalizado por uno de sus pintores, el Bronzino, nos impresiona. Mantiene a conveniente distancia a quien se acerca atraído por su belleza.

En nada nos extrañan, por tanto, el porte, la mirada, los bucles de don García. Si animamos un poco el hierático retrato cortesano, veremos que don García tiene un aire con un punto cómico, don García de Medici, niño de tres años, pequeño adulto por esa vestimenta de corte, encarnadas sedas, cuello bordado de perlas, rico collar. Es algo consentido, tal vez gruñón a ratos, como delata el ligero mohín de su boca regordeta, pero también risueño y despierto. La flor del azahar de su mano derecha recuerda su pureza infantil. Lo que no le impide mirar severamente a quien se para a contemplarle. Su refinada presencia es un recordatorio sencillo de que no todas las cosas son como nos las quieren pintar. Le mira un señor con el pelo pintando de verde y vestido con una camiseta de baloncesto. Resiste poco tiempo la mirada  de don García. Luego se acercan unas chicas muy mal vestidas las pobres, una flacucha, la otra desparramada, su único adorno son los cascos que les ha prestado el museo, pues la poca belleza que pudieran tener de nacimiento bien disimulada la llevan, si es que existió alguna vez. La mirada de don García se hace más severa. ¡Quien las ha dejado pasar vestidas de esta guisa! ¡Ellas se ríen con impertinente descaro del noble infante!

La presencia de don García parece recordarnos que si somos iguales a los ojos de Dios, y deberíamos serlo ante las leyes –cosa que va siendo dudosa- ahí se acaban los emparejamientos, porque para lo demás, la cuna, la educación, el pulimiento, las maneras y la sensibilidad, más a menudo separan que igualan, en un mundo en el que ya son raros los que aspiran a lo mejor, a elevarse, y multitud los que se afanan en arrastrar a los demás al fango en el que les complace revolcarse. ¿Oiga pero usted quien se cree que es? ¡Ya ha saltado el primero!

 

Pasaron los años y la malaria se llevó a don García, como se llevó a otros mortales, sin hacer distinciones. Lo que ni quita ni pone a lo anterior, simplemente lo confirma.
- ¿Qué quieren ustedes? nos dice don García de Medici. Es la pura realidad.



En San Miguel. De los cuadernos de Alcides Bergamota. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo, para la Voz de Nava.


En San Miguel, frescos que veo de lejos, la gente que circula por toda la Iglesia impide acercarse más. En el órgano, un medallón en el que aparece una mujer tocando, mujer antigua, vestida en azules, pelo recogido, mangas amplias, cerradas sobre las muñecas. Parece tocar, pero en silencio, sin que su gesto inmóvil  provoque la menor nota de música, mientras la vida de la Mallorca turística se agita a sus pies. En este calor sofocante, en esta ciudad encarnación del Mediterráneo -de una belleza en su parte vieja serena y clásica, palacios, iglesias, plazas- tomada al asalto por hordas de turistas armados de videos, móviles, cámaras, la Iglesia sigue impertérrita impartiendo los Sacramentos y proclamando el Evangelio. Pese a todos los avatares que se quieran evocar. En San Miguel, bautizo colectivo, pese a todo, pese al calor del estío, los turistas, la bohemia, las masas.

Agosto del 2008

miércoles, 17 de julio de 2019

A los toros con don Luis (segunda vez).

En ese mundo extraordinario, en esa escuela de la sensibilidad, que son los escritos sobre toros, colocamos a don Luis en el grupo de los elegidos, en el grupo de los que al plasmar en el papel sus impresiones de una tarde de toros, en el campo o en la plaza, trascienden del género al que se dedican. Pongamos a don Luis junto con Gregorio Corrochano, con Pepe Alameda, con Díaz-Cañabate, y no alarguemos más la lista aunque nos dejemos fuera a muchos, que es de don Luis de quien queremos hablar. El tono sereno, la mirada aguda y precisa, envuelta en cierta bonhomía que no se toma en serio, la capacidad de observación, el gusto por la anécdota sabrosa, para amenizar la lectura tras un pasaje de más sesuda disertación o de un largo recorrido por las complicadas genealogías de la cabaña brava, el profundo conocimiento del campo y de sus gentes, del ganado bravo y de su cría, de la plaza en toda su extensión, desde las elegancias de los palcos hasta las interioridades de los corrales, el profundo conocimiento también, y no es el menor de ellos, de España, de su historia y de su ser.
Portada de Los Cuentos del Viejo Mayoral.
Pues a través, por ejemplo, del retrato que hace de trece ganaderos románticos, nos lleva de la mano por una España de siglo XIX alejada de la espuma política por la que estamos acostumbrados a transitar, adentrándonos en la intrahistoria, en la manera de vivir, en todo aquello que pese a los avatares políticos seguía en pie, viviendo y funcionando ¡y de qué manera, con que personalidad y con qué autenticidad! Y todo esto nos los muestra Fernandez Salcedo con un sabor y un arte de contar espléndidos, apoyado en una forma de ver y entender el mundo que trasciende en cada página y que viene a ser la síntesis, la plasmación en el papel de la mirada sobre las cosas de lo que antes se llamaba, un caballero.
 

Pero volvamos, a través de Fernández Salcedo, por un momento, al reciente San Isidro.
 Para empezar la lectura de don Luis lo que proporciona al lector es perspectiv en eso de ver toros: “(…) pero a pesar de los pesares, el Morenillo fue ovacionado, porque entonces el público se fijaba en la clase de toro que el espada tenía delante. Dijo un cronista de la época: «Nunca  vimos un toro más imposible de lidiar, siempre defendiéndose, cortando el terreno en sus viajes, se arrancaba a todo el que se le aproximaba, se tapaba y no había medio de hacerle humillar, ni aun teniendo la muleta en el suelo…» (¿Qué pasaría hoy si saliera un galán de esa categoría?)”. Es fácil contestar a la pregunta. Hemos visto cierto público mansurrón y descastado entusiasmarse con la eternas faenas automáticas al toro automático, ese que va a al señuelo como los galgos a la liebre mecánica, y no entender las dificultades planteadas por toros de verdad, pitando a las cuadrillas, o afirmar su aburrimiento antes las diferencias de comportamiento o la lidia de un toro manso que tan a prueba pone a todos los intervinientes.
 
Recordarán cierta polémica surgida a raíz de la primera tarde en que actúo Roca Rey. Cogido por el toro, rasgada la taleguilla, apareció una como media abultada, como con aire a neopreno y se comentó la posibilidad de que llevara debajo del traje algún tipo de protección. Se dijo luego que eran unas medias negras y la cosa ha quedado sin aclarar. Pues bien, parece que la tentación –que no sabemos si en el caso de Roca Rey ha existido- de protegerse el cuerpo frente a las cornadas parece que no es nueva y que ya la padeció en su momento el famoso matador El Tato. Le vemos a cargo de cinco toros, por herida de su compañero Cayetano Sanz que solo mata el primero del mano a mano programado:
 
(…) y el Tato fue a menos en su labor, pues quedó bien en el segundo; regular, en el tercero y en el cuarto, y no pasó de mediano en los dos últimos.
 
El toro Pimiento, retinto, le hirió al entrar a matar dándole un fuerte varetazo. Como es sabido, este espada salía muchas veces apurado de la suerte suprema, porque hacía muy alto el cruce y no vaciaba bien. Razón por la cual pensó en la conveniencia de ponerse una especia de coraza debajo de la camisa, lo que no llevó a efecto por temor a las vayas del público guasón.
 
El toro toro.
Ejemplar de José Escolar, San Isidro 2019
Más adelante, siempre en su libro Trece ganaderos románticos, nos encontramos con la reseña del comportamiento de la corrida de Cuadri vista… hace unas semanas en Madrid:
Los seis toros, de bonita lámina y excelente trapío, finos y bien encornados, cuajados y de respeto, no correspondieron, en manera alguna, a la gran expectación que habían despertado. Pero esto no quiere decir que fueran rematadamente malos sino muy vulgarotes. Pelearon en el primer tercio con tendencia a la huida (…).



Puyazo de 1890.
Y finalmente vemos como ya hace tiempo se producía lo que hoy es habitual, exageradamente habitual, el abuso del número de pases durante la faena de muleta. Abuso permitido por otro abuso, que es la presencia constante en los carteles de lo que hace tiempo describimos como el “toro automático”, es decir el toro enseñado a ir a un señuelo, falto de la mínima casta, tontuno. Veamos lo que nos cuenta de Angel Pastor en la página 140 del mismo libro:
"Ángel Pastor abusó de la franela, pues dio nada menos que cuatro pases naturales, quince con la derecha, cinco por alto y dos cambiados, como preparación para un pinchazo. A continuación vinieron ocho con la derecha y tres altos, finalizando la faena con una estocada contraria.” Sumando, nos salen treinta y siete pases. ¿Qué diría nuestro autor en estos tiempos en que por sistema se nos somete a, por lo menos, los cuarenta que traen de casa todos los matadores, para dárselos, todos, al mismo toro...?
Un toro de Martínez.
Para el Heraldo de Nava, Genaro García Mingo, plumilla.

Tarde de toros. De los cuadernos de Alcides Bergamota Elgrande. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.


Tarde de toros. Aquí estamos de nuevo. El invierno es un recuerdo. El abrigo de paño de lana ya cuelga hasta el año que viene en el armario ropero. Le hemos cosido un botón. Percha de madera con la forma de los hombros, grises espiguillas, se balancea un poco al colgarlo, hasta quedar inmóvil rodeado de bastones, cajas de sombreros y de guantes, botas altas, zapatos con hormas de madera de cedro. Todo queda en silencio al cerrar la puerta. Y en este día, aniversario de la proclamación de la segunda república de tan infausta memoria, el aire es abrasador y el público de los tendidos, cubatero y zafio, nos parece más municipal y espeso que nunca. Eso le pasa por agarrao
Calle hombre. Pero esto son los toros. Ruedo y tendidos, tendidos y ruedo. El espectáculo es a la vez uno y doble, y no sigamos por ahí. Saltan a la vista los tres gordos. Tres gracias masculinas, modernos por el atuendo apretado y sintético, clásicos por el volumen y la desbordante carnalidad, panzas sujetas sobre las rodillas. Se disculpan por apretar al personal, usted perdone caballero es que estamos algo fuertes, y bromeando dicen que la próxima vez comprarán dos o tres entradas más, para estar más anchos. Se cruzan en el aire las volutas azules de los primeros habanos de la temporada con los pájaros -¿vencejos, gorriones?- que salen disparados desde un lugar inexistente hacia los medios, como catapultados por los espectadores. Mientras el Aficionado (si, con mayúscula) no pierde detalle de la lidia de Chacón a sus dos toros, o de las tres tandas de Robleño a su segundo, del tercio de varas que protagoniza el sexto empleándose bien, a mi izquierda comenta el vecino que esto es una zarzuela en directo. El ganado está como en el fiel de la balanza, sabe usted, nos tiene en ascuas, con cada toro que pisa la arena no sabemos si caerá del lado de la casta y la fuerza o de la flojedad y bobería. Y no puede faltar la tiorra. No es la única mujer claro. Hay muchas y de toda condición. Pero ella, la tiorra, se hace notar por sus aspavientos, su descaro, su condición revenida y aviesa, sus ademanes desvergonzados, su aspecto feroz y brutal. Confidencialmente, y mirando hacia ella de reojo, me dice el mismo vecino: ahí tiene usted arrobas de martirio e infelicidad para el incauto que caiga bajo su imperio. ¡Antes tirarse al ruedo con Miuras que ahorcarse de esa manera! Impresionados por la sentencia que nos deja helados y pensativos, hacemos por perder de vista a la energúmena. ¡Luego hay gente que se aburre en los toros! ¡Gente pa tó!


 


Consultar el INE, una forma de salir de casa. Suplementos de la Voz de Nava (¿pero no era el Heraldo?)


Datos del Instituto Nacional de Estadística ("INE"):

1. Nacimientos fuera del matrimonio.

 

Existe una enorme disparidad en el número de nacimientos fuera del matrimonio que se registró en 2016 en los países de la Unión Europea, siendo el más bajo en Grecia (9,4%) y el más alto en Francia (59,7%). Portugal (52,8%) y España (45,9%) se acercaron al valor más alto.

 

2. Matrimonios canónicos.

De 163.430 matrimonios celebrados en España en 2018, 37.859 lo fueron según la religión católica, es decir un poco más del 23%. Es una media, en algunas zonas baja por debajo de 10%, en otras, para compensar, sigue por encima de 40%.

 
En el 2018 nacieron en España 369.302 niños.



lunes, 8 de julio de 2019

Toc, toc, toc.


Sonaron los tres golpecitos secos de siempre y quedó fijada la escarpia. No necesitaba más Doroteo que había colgado personalmente toda la galería de retratos que adornaba el rincón literario del Café de Nava de Goliardos.
  - Ya era hora de tener aquí a Pepe Conrad, dijo satisfecho Doroteo, dando un paso atrás para asegurarse de que el pequeño retrato no colgaba torcido.
  - Desde luego –le contestó Tato- pero lo de llamarle Pepe no sé si me parece excesivo, tanta familiaridad con un señor tan serio…
  - Quite, quite, ya sabe que así tratamos a todos los que acceden a este rincón de ilustrísimos, además, haberle leído entero, de proa a popa, como quien dice, le permite a uno concederse ciertas licencias.
- La verdad es que sólo por El duelo, ese extraordinario relato, se habría ganado el lugar más alto en el podio del bien contar.
- Sin duda, con ese retrato extraordinario, en cuatro pinceladas sueltas, del viejo emigrado vuelto a la Francia de la restauración, el caballero de Valmassigue.
Por casualidades de la disposición del lugar, a Pepe Conrad le cupo en suerte colgar cerca de una fotografía de don Luis Fernández Salcedo.
Oiga, pero es que no tienen nada que ver. Ya lo sabemos hombre, no diga obviedades. Lo que ocurre es que los dos, cada uno en lo suyo, son maestros.

martes, 2 de julio de 2019

Palo.


Al que se meta con Azorín, palo.

No hay duda de que a día de hoy, y pese a todos los peros y problemas, una tarde de toros es un acontecimiento mayúsculo, algo único, el espectáculo público más extraordinario, auténtico e interesante de un occidente que crea poco y está dedicado a repasar y a sobar lo hecho hace años por las generaciones anteriores. Una fuente de impresiones y estímulos de toda suerte, única.

lunes, 1 de julio de 2019

Soldado azul.


Hemos vuelto a ver la película Soldado azul. Son notables las diferencias respecto de la novela del mismo título que adapta, y es mucho lo que debe a una buena banda sonora setentera que le da un aire de juvenil rebeldía de otra época, siendo el fondo de la historia que cuenta, la espantosa masacre de Sand Creek, terrible. Hay escenas de una violencia excesiva, violencia que podía haberse tratado o transmitido de otra manera sin perjudicar al relato. Fue todo un escándalo entonces y siguen siendo excesivas incluso para mellada sensibilidad actual. Afortunadamente se concentra muy al final, casi en el desenlace. Pero hasta entonces tiene la película un aire setentero y como de contracultura que hace sonreír en algunos diálogos, una pareja de protagonistas que funciona muy bien en esa clave de época –no nos preguntemos si la Cresta de 1860 podía o no parecerse a Candice Bergen o si es verosímil un soldado como Peter Strauss, prácticamente objetor de conciencia desde el principio de la historia- y una trama principal clásica, bien tratada y entretenida, durante la que se nos cuenta como los dos protagonistas escapan a un ataque indio y su odisea campo a través para llegar a Fort Union, con el consiguiente proceso de conocimiento mutuo y enamoramiento.

Decíamos que aunque el hilo argumental es el mismo, las diferencias con la novela de Olsen son notables y la principal el tratamiento de la protagonista femenina. Frente a la más bien ruda y recia campesina de la novela, nos encontramos con una atractiva, deslenguada y un tanto cínica activista de los derechos humanos encarnada por una de esas suecas espléndidas que enloquecieron al hispánico carpetovetónico del desarrollismo. Tampoco les fue mal allende los mares.
Volviendo a la banda sonora, le da a la película –que se leyó en clave de denuncia de la guerra de Vietnam- una aire de inocencia traicionada, de fe hippy en un país joven en pleno crecimiento y al que se quiere (“Yes this is my country/ Young a and growing/ free and flowing. See to see (…)”). Crecimiento, esperanzas y visiones idealistas quebrantadas por la inmoralidad de los mayores y de los dirigentes, personificada en el coronel al mando de los voluntarios de Colorado, viejo, seco, rígido, incomprensivo, racista…


La del vozarrón protesta es Buffy Sainte-Marie, activista amerindia, canadiense de origen Cree, autora e intérprete de música folk, étnica, de lánguidas melenas, desgarrada, rebelde, la imaginaos meneando la cabeza, haciendo que se agite al viento el largo cabello suelto, mientras toca la guitarra como quien blande un arma para el combate…
Los Estados Unidos siguen a vueltas con todo esto, el racismo y la violencia insertos en la raíz de su nacimiento como nación, y de paso la redención de esa culpa nos la hacen pagar a todos con el alumbramiento puritano de lo políticamente correcto y las discriminaciones positivas que son eso, una prolongación del racismo y la violencia. ¡Dichoso el dominico Montesinos que ya en la Hispaniola nos evitó a los españoles este terrible camino de expiación…!
Para el Heraldo de Nava, A. Bergamota.


Los calores.

¡Que calor…! exclamó Tato al llegar. Vengo de una comisaría de policía de presentar una denuncia. Calor, calor y calor. En el pasillo principal de la Fundación, nuevamente, pájaro y pájara timándose con descaro. Se notaba que bajo una conversación insulsa de míseros cotilleos, latían las irrefrenables pulsiones de la naturaleza, la llamada a la polinización, ¡la gallina y el pavo real! Sin embargo, escéptico, Doroteo comentaba: ¿Pero que pavo ni que nada? ¡¿Pero tú has visto la pluma del pájaro?! Esta chica, la pobre es que no se entera. Maricón perdido y ella poniendo ojitos de ¡soy tuya Fermín!