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martes, 13 de noviembre de 2018

Philip Roth - Los sueltos del Heraldo de Nava. Texto de Genaro García Mingo Emperador.


Hace unos días me enseñaba un libro de la vieja biblioteca. Vieja, pero que por la curiosidad del lector iba rejuveneciendo por días, a medida que avanzaba su exploración. Se descubría un autor. Se encontraban los libros de otro, citado en un manual de historia de reciente publicación, se iba espigando en aquel inmenso tapiz que recubría toda una pared, verdadero mosaico de piezas móviles. En la portada o anteportada del libro figuraba con letra menuda y limpia un comentario del propietario anterior. Venía a ser una breve observación sobre la naturaleza poco edificante del personaje protagonista del libro. Un hombre de la transición entre los siglos XVIII y XIX. De alguna manera, el comportamiento del protagonista y de su entorno le había sobrecogido moralmente y dejaba breve nota de ello.
 
¿Qué hubiera dicho aquél lector de las dos novelillas que acabamos de soltar apresuradamente, como si contaminar pudiera su contacto físico? El autor es de sobra conocido y varias personas nos habían hablado de él. Un autor por otra parte siempre presente en prensa y noticias. Muy premiado en su país de origen, los Estados Unidos, traducido a múltiples idiomas, mundialmente conocido. Se trata de Philip Roth, que como tal vez sepan murió en el mes de mayo pasado. No habíamos leído nada de él y nos atrevimos con dos obras más bien breves. La humillación (The Humbling), que escribió en 2009 y El lamento de Portnoy (Portnoy's Complaint) publicado en 1969 y que le dio la fama. Tal vez sea ese el mérito del autor, lo temprano de una escritura de transgresión tantas veces repetida desde entonces y, tan asimilada por el cine y la literatura, que al leer teníamos una impresión de déja vue tan fuerte que se nos caía de las manos. Una nueva transgresión, un escalón más, hacia abajo por supuesto. Leída cuarenta años después de su publicación, Portnoy's Complaint es un texto que ha envejecido mal en su histérica suciedad. Incluso muy mal. Será un mojón en los manuales de historia de la literatura, o de la historia de su decadencia. Si hay rasgos de humor, de un humor que podríamos llamar judío, basado en resaltar los absurdos o las excentricidades de la propia condición, como cuando el niño pregunta a su madre: ¿Nosotros creemos en el invierno? refiriéndose claro a los judíos y a su posición excéntrica respecto al común norteamericano de la época. Algún rasgo de humor, y una completa ausencia de belleza. Hemos tenido la impresión de que era como intentar una escritura a la Céline, pero despojándola de todo lo grande y hermoso que tiene el Viaje al final de la noche, dejando la parte brutalmente descarnada y cruda. Dijo al parecer un rabino de los Estados Unidos que la escritura de Roth venía a ser una llamada o incluso una justificación del antisemitismo. ¿Nos atreveremos a decir que no le faltaba razón? En fin impresiones.
 
En cuanto a La humillación, el primer humillado es el lector que no se merece tan triste cúmulo de sordidez. Aquí ya ni siquiera ha llegado el humor yiddish, sustituido por furiosas lesbianas, y todas las crudezas que puedan ustedes imaginar. ¿Es un retrato acertado del mundo? ¿Es ese el fin de la literatura, retratar del mundo, si es que tiene que tener un fin, un propósito? O se trata simplemente de escribir lo que uno ve. Sin duda, escribió lo que veía. ¿Pero no es entonces una visión limitada, de una desoladora pobreza? La cuestión es entonces ¿por qué leerlo? ¿Por qué estos libros se han vendido a millones? Cualquier página de Gutierrez Solana con su recrearse en las miserias del mundo tiene algo que la salva, algo que no tiene todas las páginas de estos dos libros juntas. Son el retrato de un mundo sin Dios, completamente entregado a sí mismo, sin limitación alguna, retrato a estas alturas mil veces pintado. Tiene estructura, sólo faltaba, y hasta cita de Chejov para encajar un suicidio, que no podía faltar. Me dicen que a este Roth, que en paz descanse, hay que darle otra oportunidad, la tercera. Nos parecen muchas.