Este es el horrible y cómico titular que vemos hoy en televisión:
Marvin, el cómplice del descuartizador de
Pioz, sale de la cárcel. La tele está siempre encendida en el bar del
poligó.
Aunque el fondo de la historia es siniestro, la
comicidad proviene de los nombres propios que son contrarios, antagónicos,
opuestos, incompatibles. Uno del inglés, Marvin (que no es lo mismo que Mariví,
no). El otro castizo: Pioz.
Marvin Pioz podría ser el personaje de una novela,
lleno de complejos por ser hijo de Tomás Pioz Cantero y de Yanet Isis Garsía Vásques,
una naca de metro cincuenta, de pata corta y gruesa, de trenza por la cintura,
que toda la vida tuvo a su marido en un puño, ¡lo pisotié al hijueputa! Y lo
hizo simplemente por una afición al mando en plaza, por un ánimo tiránico, por
las ganas de moler y majar al prójimo, siguiendo un impulso irrefrenable
surgido de la noche de los tiempos, de las profundidades del Incario. Para el
niño se propuso Tomás como el papá, o José, para poder llamarle Pepe, lo de Pepe
Pioz gustaba, ¡tan eufónico! José se llamaba el abuelo materno y Marcela la
abuela materna. José Garsía Capac y Marcelo de Todos los Santos Vásques
Yunacai. Pero la fiera, Yanet Isis, la naca, la ñata, la chata, impuso Marvin.
Ahí es nada: Marvin Pioz. Hay que joderse pensó Tomás Pioz Cantero, pero no
dijo nada. Desde que escapó, Marvin estaba ya estudiando la carrera, Tomás Pioz
estuvo errante, con la memoria confundida, angustiado por los temores. No se
pudo hacer nada por el hasta que fue acogido por la Fundación Tato para Varones Desahuciados. Es un caso difícil, sueña
que una enorme trenza de pelo oscuro, arrastrándose como una boa constrictor se
lo quiere Sampar, así con S. Se despierta dando alaridos, pero cuando le sedan
con fuertes calmantes se encuentra un poco mejor. De acuerdo con Tato al que
entrevistamos, no se trata de un caso desesperado, ha visto cosas peores. La
causa es evidente, el tratamiento no tiene misterio.