lunes, 13 de noviembre de 2023

De los dietarios de Alcides Bergamota. Apuntes desde un tren.

El tren va a toda velocidad, y el paisaje desfila como una película, cambiando constantemente. Ahora una llanura sembrada de álamos se detiene ante las altas paredes de un cortado que nosotros atravesamos por un túnel. Queda atrás la imagen y surge ahora, a la salida del túnel un páramo ocre, irregular, delimitado a lo lejos por la línea oscura que forman los montes que se levantan hasta dónde la vista alcanza, bajo un cielo luminoso, azul, hermosísimo, punteado de nubes, aquí y allá. Apenas empieza a anochecer. El páramo se suaviza, la aspereza ocre deja paso a una llanura que verdea, lo que intensifica la luz. Un tractor, un pueblo adosado a un cerro. Por la mente, como el paisaje ante la ventana, desfilan cien cosas. 

Antes de deshacerme de los cacharros, fisgo noticias, redes sociales, grupos, todo alrededor de lo sucedido ayer. Luego correos de trabajo, cabezada, paisaje, un ojo se va a la película que proyectan en el tren, muda puesto que ya no llevo auriculares. Barcelona es una ciudad bonita, antipática por todo lo que la rodea antes de llegar. Pero agradable y acogedora al llegar a ella, como si la realidad de andar por una de sus calles en un día de sol y temperatura suave nos alejara de noticias, actualidad, política, nacionalismo. Como si todo eso formara una especie de atmosfera que atravesamos y dejamos atrás al aterrizar en la realidad. Paseo desde la estación hasta la oficina, por la avenida de Sants, sobre todo, hasta Pintor Tapiró. Me hace gracia lo que veo, me hace gracia que nos quieran convencer de que aquello no es España o que es especial: bares, panaderías, bares, estancos, nuevamente bares, tiendas de zapatos con zapatillas de pueblo, gente fumando, catalán, español, una bonita luz, el sol calentando un parque presidido por la estatua de algún personaje de la mitología, con pelo hirsuto y mirada de fauno. Algunas páginas del libro de Bensoussan sobre la memoria y el exterminio judío. Llanura y cielo, nada más. 



sábado, 11 de noviembre de 2023

Una lectura.

Termino, por fin, el libro de J. Le Carré Una pequeña ciudad en Alemania (A small town in Germany). No me vuelve loco. Muchas páginas para algo que al final no es nada del otro mundo. Una lectura para aislarse de las cosas que están pasando. Con algún pasaje interesante y ese Reino Unido tan socialmente estratificado y codificado. Esa parte es siempre interesante y asombrosa. 

Pág. 156: “Karfeld es aislacionista, chovinista, pacifista y revanchista. Y quiere la alianza comercial con Rusia. Es progresista, lo cual atrae a los alemanes viejos, y es reaccionario, lo cual atrae a los alemanes jóvenes. Aquí, los jóvenes son de los más puritano que quepa imaginar. Quieren quedar purificados del pecado de la prosperidad; quieren arcos y flechas y quieren a Barbarroja.”

Pág. 290: “E incluso sabría interpretar alguna que otra pieza. Al menos, siempre me digo que algún día llegaré a tocar el clavicordio. Tomaré lecciones, o me compraré un libro. Pero, en el fondo, no me interesa porque he aprendido a vivir a medio formar, al igual que la mayoría.”


martes, 18 de julio de 2023

Poligonada, poligonerismo, poligonerías, poligó.

 

Volviendo de tomar café en el polígono me cruzo con dos furgonetas. La primera forma ya parte del nuevo orden transnacional: es blanca, tirando a cochambrosa y la conduce un chino con gafas de sol, un chino estiloso, moderno, con corte de pelo de película oriental, droga y artes marciales. En uno de los laterales de la enorme caja de carga lleva una pintada en inglés que dice “bad bitch”. Nada menos, hasta las groserías en inglés. La segunda es más nuestra, más castiza. Del mismo estilo, blanca también pero más cuidada, lleva el rótulo “Chatarrería el Rubio”. La conduce un paisano entrado en años, algo fuerte, como dirían en mi pueblo, vestido con camiseta negra y acalorado. Va con el aire acondicionado que consiste en llevar la ventanilla bajada. Nos miramos al pasar, sin indiferencia.

Mesilla.


 

domingo, 16 de julio de 2023

Comentarios a un cuadro implícito (no sé si captan el sentido homenaje y guiño).

Lo que más me llama la atención es como en ese inmenso y severo edificio, dónde hasta el león parece diminuto y casi insignificante, el pintor consigue que el rincón dónde trabaja el santo transmita sensación de paz y recogimiento, con ayuda de la madera de la tarima y del techo que presta su calidez al ambiente de ese rincón, en contraste con la piedra fría del resto y de la chimenea gigantesca y apagada.

¿Qué decir de Carpaccio? La respetuosa y sutil comicidad de la escena no es lo menos destacable desde luego, con ese Santo un tanto orondo y tal vez algo guasón, el ojillo encendido y como una sonrisa contenida, apenas esbozada tras la espesa y extraordinaria barba blanca.

Supongo que mi aproximación es muy superficial, pero esto es lo que me sugiere a bote pronto.

Un cita.

“La gente sin esperanza no sólo no escribe novelas, sino, lo que es más importante, no las lee. No examinan detenidamente nada, porque les falta el valor. El camino de la desesperación es negarse a tener cualquier tipo de experiencia, y la novela, por supuesto, es una forma de tener experiencia. La señora que sólo leía libros que la edificaran estaba siguiendo un camino seguro, pero también un camino sin esperanza. Ella nunca sabrá si se ha edificado o no. Pero si leyera alguna vez por error una buena novela, sabría muy bien que le está pasando algo». Flannery O’Connor

jueves, 13 de julio de 2023

Un apunte del dietario de A.B. Cortesía de Calvino de Liposthey.

Empecé ayer un episodio nacional, Los cien mil hijos de San Luis, reanudando con las aventuras de Salvador Monsalud, la hermosa Genara, Pipaón y compañía. Galdós me gusta, me sigue gustando y más me gusta cuanto más pasa el tiempo y más lo leo. Ya se ve que le gusta, ya. Es como leer algo familiar, nuestro, vivo, sensación que viene del idioma que utiliza, de cómo redacta, como escribe, como mira, lo españolísima que es su obra. En fin.

Me llega, que se pone a la cola, la segunda parte de Una danza para la música del tiempo, de Anthony Powell. Son las novelas aglutinadas bajo el título Verano. El ciclo anterior me gustó mucho. El primer párrafo de este, que leo a hurtadillas al recibir el libro, me entusiasma. Es verdad que aquí vamos a un universo traducido. Pero Javier Calzada parece un excelente traductor, lo fue desde luego por lo que al primer volumen se refiere. Pasear, leer, charlar, dibujar, mirar, dar gracias a Dios.

jueves, 18 de mayo de 2023

Los Maños en las Ventas.

Ayer novillos bien presentados, realmente una corrida de toros, de juego variado e interesante, con casta, de comportamientos cambiantes según se les hacían las cosas, mirones, no se les escapaba un movimiento del callejón, alguno difícil. Frente a ellos, prácticamente nada. Novilleros con la
mono faena, porque ya no hay únicamente mono encaste -lo de ayer era excepcional- sino mono faena. Ponían la postura y esperaban a que pasara el toro, pero con los Santa Coloma de los Maños, aquello no funcionaba. De ahí los revolcones, las coladas con capote y muleta, los sustos, los capotes por el suelo. Además, todos ellos mataron pésimamente. Chicos que salen de escuelas de torear y ni siquiera se colocan correctamente. Sinfonía de estocadas traseras que son verdaderas puñaladas.

lunes, 24 de abril de 2023

Un apunte sobre Una danza para la música del tiempo, de A. Powell. Extraído de los dietarios de A. Bergamota.

Termino el segundo volumen de Una danza para la música del tiempo: Verano. Comprende tres novelas que son En casa de Lady Molly (1957); El restaurante chino Casanova (1960) y Los bondadosos (The kindly ones), de 1962. Sin duda tiene Anthony Powell talento y la obra como fresco tiene mérito, belleza, y se lee con interés, particularmente la evocación de la infancia, de niños, adultos, servicio, campo. Son agudos también y logrados los personajes, su caracterización, sus retratos y el entramado de relaciones. La narración es ágil con momentos realmente excelentes de acierto en la descripción psicológica y acierto al plasmarla en el texto. Un ejemplo sería el diálogo entre Nicholas Jenkins y Lady Warminster en la primera novela , realmente magnífico[1]. Llama mucho la atención la casi total ausencia de vida religiosa. Acaba resultando asombroso, también, el constante baile de relaciones sentimentales y la promiscuidad entre unos y otros. La ausencia de trascendencia quita consistencia a la narración y puede llegar a hacerla por momentos trivial. No resiste por ello la comparación con el Retorno a Brideshead de Waugh. Se salva el tomo por la belleza formal y por la mirada curiosa del protagonista sobre el mundo. Lejos de ser una marioneta, logra mirar a su alrededor y dejar constancia de lo que ve, dando un acertado retrato de un tiempo y un lugar. Su tiempo y lugar quizá fueran simplemente así. Subyace en la narración un tono poético, muy ligero, a veces apenas insinuado, propio de quien mira hacia atrás sin ira y sin ánimo de ajustar cuentas. Este es el elemento que sin duda salva a este volumen de la trivialidad que a veces se insinúa y de la sordidez moral con que viven varios de los personajes protagonistas. Habría que añadir a ello la presencia de un muy sutil sentido del humor -no sé si es el tan mentado humor británico o pura excentricidad, o humor montado sobre la excentricidad-, como cuando la madre del protagonista al referirse al estado de ánimo de una doncella de la casa dice: “(…) Pensé que no tenía buen aspecto. Yo ya sabía que era una consumada malade imaginaire, pero, después de todo, había visto un fantasma y no estaba demasiado bien de los nervios. La verdad es que no es justo obligar a los sirvientes a dormir en una habitación hechizada, aunque yo tenga que hacerlo también. Pero… ¿en que otro cuarto podíamos ponerla? No podía sentirse más asustada que yo algunas veces. (…)[2]”. Toda la descripción de Albert que se da al comenzar el capítulo tercero de Los bondadosos va en ese sentido, mezcla de precisión, agudeza, gracia y serena objetividad -tal vez sea la serena objetividad de la mirada del narrador lo que da el tono a todo el libro- no exenta de humor: “Ahora había sentado las bases para convertirse con el tiempo en un hombre gordo, con los privilegios profesionales y la nada desdeñable posición en la vida que suelen corresponder a los gordos. Mantenía aún su crónico cansancio de espíritu, con una ironía brutal en su descarnada visión de las cosas.” De las tres, tal vez la mejor sea la primera, En casa de Lady Molly, si exceptuamos -o le añadimos- la evocación de la infancia que es la parte esencial del tercer libro, Los bondadosos. Pero, puesto que se trata de un fresco, de una amplia panorámica, no la cortemos por la mitad. Empecemos por el volumen anterior, Primavera.


 



[1] En casa de Lady Molly, página 184.

[2] Los bondadosos (The kindly ones), 1962, página 460 de la edición de Anagrama.


lunes, 10 de abril de 2023

BURRICIE. Un apunte de A. B.

Cuando de un tema no se sabe nada, se sale del paso -cuando se considera necesario por orgullo o vergüenza, por temor a decir “no sé nada del asunto- con un comentario conexo, enmascarador. Pero luego, más tarde, si el interés es verdadero, se podría investigar, buscar, informarse, formarse. Sin embargo, pasará un mes, volverá el asunto en la conversación más mundana, y saltará de nuevo, el mismo comentario, soltado con el mismo aire de fundada opinión sobre un asunto, sobre el que es de buen tono pronunciarse. Y así, seguiremos como dando las mismas vueltas alrededor de la misma noria, como un jumento de largas orejas. Así somos.

miércoles, 22 de marzo de 2023

De los dietarios de A. Bergamota.

¿Es cruel calificar a un autor de querido memo o de insustancial glosador o de infecto rascador de papel?

Hoy el día parecía tan claro y luminoso como en pleno verano, pero el frío le daba un aire estático, helador, odioso. No, no, no soy uno de esos días azules de la infancia, no. 

De un Armiño en Chernopol: 

“Cuando en años posteriores recordábamos nuestra infancia, lo que habíamos conservado de ella, el recuerdo doloroso de su riqueza y su dignidad, se nos antojaba una herencia conseguida con lisonjas y engaños. Se corresponde tan poco con lo que hemos llegado a ser, que a veces nos sentíamos inducidos a considerarla de verdad aquella “existencia literaria” sobre la que el señor Tarangolian había creído conveniente advertirnos.”



jueves, 16 de marzo de 2023

Las series. De los cuadernos de Alcides Bergamota. Apunte.

Las series van como tostando el cerebro, tienen un efecto anestesiador, contrario al de la lectura que es estimulador. El problema o dificultad de la lectura es la capacidad de responder a los estímulos que provoca, sería necesaria una segunda vida.

viernes, 3 de febrero de 2023

LECTURA DE INFANCIA - una nota de los dietarios de A. Bergamota.

S
i pienso en cuales fueron las lecturas de mi infancia pienso en primer lugar en Blanquito y Toro y en una versión muy infantil de El conejo Pedro y el señor Malas Pulgas. Corresponden a la primerísima infancia creo. El primero es de Robert Vavra con ilustraciones de John Fulton. Conservo los dos. Enseguida llegó Tintín y a la vez libros de historia adaptados a la edad, sobre todo franceses, regalo de mis padres, de uno de mis tíos periodista o de mi abuela. Están todos por casa y son una estupenda divulgación hexagonal. Por la misma época pasaba las páginas de la enorme edición de Salvat de la historia de España del marqués de Lozoya, para ver sus ilustraciones leyendo los comentarios que las acompañaban.

Recuerdo luego libros que en realidad he leído o vuelto a leer con los niños, cuando eran pequeños, como si para mi de una segunda infancia se tratara: El viento en los sauces, Peter Pan, Winnie de Puh, Jardin de versos para niños de Stevenson, David Balfour y la Isla del Tesoro, también de Stevenson, Un capitán de quince años de Verne, varias antologías de cuentos, tanto tradicionales españoles y de otros países como los clásicos de Grimm, la antología de Nathaniel Thorthon, Los cuentos de la selva de Horacio Quiroga, etc.

Volviendo a mi propia infancia recuerdo también, por supuesto, la colección de Joyas Literarias, en versión comic o en versión comic y texto, de Bruguera; El capitán Trueno; el Jabato; Mortadelo y Filemón, el comic franco belga, Black & Mortimer, Asterix, Lucky Luck, etc. También fue importante una colección francesa de cuentos y leyendas que andaba por casa de mi abuela y que recuerdo haber leído con entusiasmo, sobre todo Cuentos y leyendas de Roma y unas primeras versiones de la Iliada y la Odisea. Las leyendas de Bécquer llegaron un poco después, durante los veranos en el campo. Contando con extraordinario arte El monte de las ánimas, una prima mayor nos hacía pasar verdadero miedo. 

Con menos edad, con muy pocos años seguramente, recuerdo haber leído o haber sido el atento oidor de dos grandes antologías de cuentos escritos en francés y extraordinariamente ilustrados, narrados por mi madre en francés con gran paciencia y mucho talento. La primera de cuentos rusos, con la bruja Baba Yaga, el Zar Saltán, el caballo de fuego y un sinfín de personajes. La segunda y tal vez la de mayor peso en los recuerdos, era de cuentos de hadas. No se donde andará el libro. Lo identifico por el nombre de un personaje no olvidado desde entonces, como grabado a fuego en la memoria, Gourmandinet. No recuerdo haber sido especialmente goloso, pero debió de impresionarme aquel personaje hartándose de pasteles pese a los severos castigos que se le administraban. He investigado hace poco y resulta que Gourmandinet es un personaje de la condesa de Ségur, que aparece en el cuento Histoire de Blondine, de Bonne-Biche et de Beau-Minon.

Creo que no existe una traducción exacta al español de la gula reservada al dulce, que es lo que en su sentido negativo significa “gourmandise”. Existe goloso y también glotonería, pero no golosinería, aunque fácilmente se entenderá la traducción de Gourmandinet como Golosino o similar. Existe el verbo golosinear, que es “andar comiendo o buscando golosinas”. Se pintaba a Gourmandinet como a persona de mérito, pero estropeada por su afán de zampar dulces, por su hábito de golosinear a todas horas. Tampoco existe en francés una traducción adecuada para gula, que se traduce por gourmandise precisamente, pudiendo sonar a goloso, sin más, sin la connotación pecaminosa que supondría comer con desmesura, exceso, ansiedad, descontrol zampante.

¿Como traducir el pasaje siguiente?:

« Je t’aime bien, Gourmandinet, mais je n’aime pas à te voir si gourmand. Je t’en prie, corrige-toi de ce vilain défaut, qui fait horreur à tout le monde. »

Gourmandinet lui baisait la main et lui promettait de se corriger ; mais il continuait à voler des gâteaux à la cuisine, des bonbons à l’office, et souvent il était fouetté pour sa désobéissance et sa gourmandise.

Proponemos la traducción siguiente :

Te aprecio, Gourmandinet, pero no me gusta verte tan goloso [la palabra goloso parece natural aquí, más que glotón o codicioso]. Te ruego corrijas tan feo defecto, que a todos horroriza.

Gourmandinet le besó la mano y prometió enmendarse; pero siguió robando pasteles en la cocina y dulces en la despensa, y a menudo fue azotado por su desobediencia y glotonería [mejor que gula y que avaricia o codicia.]

Y traducir parece fácil.




martes, 31 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo III. ¡Hija mamá! La vida es una.

Un gordo con voz de pito visita a su madre ingresada. No para de hablar por teléfono y se ve que la madre pregunta varias veces o le llama interrumpiendo. Se oye bastante alto.

- ¡Hija mamá, que estoy hablando con mi amiga Paloma!

Desde dónde estoy no puedo verle. La voz me suena a marica de buena familia. Voz aflautada de gordo amanerado, pero sin más. Picado por la curiosidad me levanto a por agua y de paso a verle. 

Lo que veo es a un tío bestia en pantalón corto y camiseta, todo en colores negros. Pero el hombre hace la visita, se preocupa, parece cariñoso con la anciana madre.


Mi vecino trabaja por teléfono. Estamos separados por una cortina, pero se le oye dar toda clase de explicaciones. Hay un punto de angustia por el contratiempo profesional que supone estar ingresado en urgencias. Y sin embargo la vida no admite esas divisiones, la vida es una. Enfrente, el paciente dolorido resulta que es médico. Al descubrirlo, el tono es otro. Dos enfermeros se enguantan con cara de pocos amigos, largos guantes de color morado que dan miedo. 

A la hora de comer se oye una voz que, bastante alto y con un deje casi de desesperación, reclama un poco de sal. Espontáneamente, los que podemos hacerlo nos reímos, sin maldad, conmovidos por una petición tan inocente. Ahora mi vecino duerme profundamente, abrazado a su almohada, como con pasión. Han quedado aparcadas las urgencias profesionales.

Un poco de agua, pide un enfermo a una señora oronda y sonriente que recoge las bandejas de la comida.

Tiene que pedirlo a las enfermeras – contesta ella- si no, yo con mucho gusto se lo daría.

Lo dice con un acento que parece cubano, con un español tan limpio, y con una dulzura amable que son en sí un bálsamo.



lunes, 30 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo II.

El murmullo es constante, un run-run que no cesa, por debajo o por encima, se distinguen a veces frases entrecortadas, voces, conversaciones completas, llamadas, quejidos, preguntas, se oyen términos médicos, alguna carrera. Hay amabilidad y cierta cordialidad pese a que el hospital está al parecer saturado. 

Se oye gritar:

- ¡Jose, Jose! Es una voz femenina que sabe alzarse sin violencia. 

- Jose, soy la doctora, abra los ojos…

Jose debe ser muy mayor y le incorporan para examinarle. 

Ahora una discusión entre una enfermera y una paciente, paciente que además de estar enferma es muy pesada la pobre. Llegan casi a dar voces. Aunque este rincón dónde me han puesto ahora es mucho más tranquilo, se oye casi todo. 




viernes, 27 de enero de 2023

Las cosas del cuerpo I.

Así que el nene se pone exigente.

¡Oiga a mi marido no le llame nene!

- Lo digo por lo de querer birlarnos la mantequilla, a su edad.


En la sala saturada de enfermos, la distribución de la merienda había provocado tensiones inevitables.

- Yo si insiste le doy mi mantequilla, pero si es diabético no debería.

¡Pero si no es diabético! ¡Traiga!

Como le veo tan grueso.

- Encima faltando.

- ¿Cómo que encima? Si el que le he dado la mantequilla he sido yo. Pero que cara. ¿No sé la irá a comer usted?

- Pues claro que sí, el bocata es para mí que soy la sufrida acompañante. Si este no come ni alpiste.

- Pero bueno, un poco de respeto.

- Usted a callar.

La llegada una enfermera pone orden. La luz es chillona, el movimiento de celadores, camillas, sillas de rueda, médicos y enfermeras es constante. A veces marea.

- Corazón, tomate la agüita – le dicen a Julián, todo un señor, quien, por la edad y la pinta, incluso en pijama, es más de los tiempos del usted.