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jueves, 25 de junio de 2020

Borrador para un pastiche homenaje. De los archivos de A. Bergamota.


- Costa, no fumes.
- Pero mujer, que cosas dices, ya sabes que me debo a la ciencia.

Constantin Arcadievich Panzarov deposita un beso cariñoso sobre la sonrosada mejilla de su hermosa mujercita, botecito perfumado, pimpollito reventón, rechoncho y hermoso blinis, y la envuelve en un cálido abrazo en el que parece que ella desaparece por un momento, agitando los piececillos por un momento en el aire. Se le cae una chinela que se calza veloz cuando Costa la deposita de nuevo suavemente en el suelo. Natacha Vasileva le mira con arrobo mientras Constantin se dirige hacia su despacho, su guarida, su retiro científico. El calor de la noche es sofocante, feroz.
Abre la caja de habanos y elige uno. Todos son grandes.
Se dirige a la magna obra Historia de la Santa Madre Rusia desde la fundación hasta la edad contemporánea. Sin titubear retira el tomo quince, que sale ligero de la estantería. Está hueco. Contiene una magnífica botella de brandy. Vaya, está más que mediada, con este calor se evapora el alcohol, que calamidad.
Sentado en la butaca el cuello duro le aprieta y siente que cuece como un huevo en agua hirviendo.

En realidad el cigarro se lo estaba fumando a él, pues Costa se sentía desfallecer a cada nueva calada. Eran regalo de Tereso Infante Mogroviejo, primer secretario de embajada, con cara de lobo.
***