El monstruoso café servido en el bar Casa Papo del
casino local, por el sádico camarero. Mira impasible mientras las víctimas
beben el mejunje y, día a día, lo empeora gradualmente.
Con la edad la necesidad de hablar es cada vez menor
y lo que más nos atrae es el simple y sencillo afecto. Es posible que al darse
cuenta de la superficialidad que en todo reina y de la ignorancia que triunfa,
uno tenga el pudor de callar y quiera al menos reducir la propia. Lo que parece
un brote de sabiduría es en realidad algo doble pues viene a ser justificación
de (…). ¡Oiga no termina las cosas!
Reunión. Una cabeza de romano, pelo blanco, peinado
hacia delante, frente despejada, nariz recta. Dos cabezas levíticas. Una de
apóstol, de retrato de Ribera, tonsura, negrura, tamaño, ángulos acusados. La
otra de prestamista bien comido, nariz tirando hacia abajo, aguda, al encuentro
de la barbilla tirando hacia arriba.
Circo, uno recuerda que le gustaba a Ramón... Se
debate entre optar por la expresión el horrible mundo de las familias y el
entrañable -tal vez el meritorio- mundo de las familias. Si pensamos que la
familia es la que se encarga de educar, sujetar y encauzar a la bestia parda
que es el Hombre, habrá que optar por la segunda expresión y reconocer que la
familia, enloquecedora y gritona es también entrañable y meritoria, en cualquier
caso, imprescindible, la única manera.
Desaparecidos el concepto y la mera idea de chica decente,
la civilización se hunde.
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