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jueves, 25 de septiembre de 2014

GORGONIO

Ya sabemos que la envidia es mucha. Por eso no ponemos aquí la fotografía de una patata de Tolocirio. Muchos no lo aguantarían. El otro día paramos en Tolocirio. Es un sitio dónde parar es extraordinario. No vamos a decirle porqué. Paré usted en Tolocirio si le pica la curiosidad. Metimos en el maletero un saco de patatas de veinticinco kilos, por un precio módico, que hasta fue un poco violento pagar tan poco, con lo acostumbrado que está uno a que le pongan banderillas de toda clase, a todas horas, menos de las negras. Muy bien.

Sobre uno de los sacos de patatas, un poco apartado en un rincón, podía leerse un pequeño cartel con la frase RESERVADO PARA GORGONIO. En estos tiempos en que el joputismo triunfa y se encuentra por doquier, la belleza de la frase, la poesía de esas tres palabras, la majestad del bodegón formado por ese sencillo saco de patatas con su cartel y su frase, tan soberbio nombre de pila (de pila sin duda) fueron un bálsamo para el ánimo, un momento de serenidad en la tribulación. El precio de la patata está por los suelos, me indican. Anda, como lo demás, contestamos, cargando con el saco. Ponga un papel que como son recogidas del campo sueltan mucha tierra. Desde hace unos días la carita de patata se nos ha acentuado. De sana patata. Las hemos tomado en tortilla, en ensalada, al horno, en puré, rellenas y el sábado si Dios quiere las haremos fritas. La patata de Tolocirio es extraordinaria para freír, mal que pese a los envidiosos y amargados, que son, como las patatas, legión.