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jueves, 12 de septiembre de 2013

EXORCISMO

Dos diálogos entre don Manolito y don Estrafalraio.

1. Exorcismo

En el primero, don Estra congestionado empieza a soltar exabruptos contra España, cada vez mayores. Son los habituales. Síntomas del virus que le habita, de la intoxicación que todavía muchos padecen en España, aunque las vacunas son cada vez más eficaces. Esta terrible enfermedad empezó a incubarse en el 98, pero se convirtió en pandemia realmente con la transición española a la democracia. Incubada sobre todo por la incuria intelectual de la izquierda española, hace presa con pasmosa facilidad sobre el resto de la sociedad muy mal dotada de anticuerpos. Ataca a la capacidad de raciocinio, de comprender textos, de analizar resistiéndose a los tópicos, hace vulnerable en grado sumo a las leyendas, a las generalizaciones y sobre todo acaba incapacitando para la reflexión y el esfuerzo intelectual, pues los sustituye por dos o tres ideas fijas que el enfermo repite como un mantra, y alrededor de las que articula todo su discurso. Discurso que desde hace años es siempre el mismo, un falso diagnóstico para un imposible arbitrismo que requeriría modificar el pasado, y que conduce por tanto a la resignación, al derrotismo, a la frustración y al odio. Odio que puede llegar a ser verdaderamente irracional. En las fases de mayor agudeza, sin reconocerlo, el enfermo llega a disfrutar casi sexualmente con las calamidades que puedan azotar a España pues se interpretan como una confirmación de la enfermiza tesis.

Don Estrafalario fue picado en tiempos por la mosca progre. Don Manolito no se sorprende de lo que ocurre. Alcides Bergamota le tiene avisado. Habla de recaída y reprocha a don Estrafalario que se haya saltado el régimen y haya vuelto a las andadas. Ante un exabrupto mayor le interroga, seguro de que hay gato encerrado, agente externo: Stalin, no el padrecito, sino una conocida de apodo Stalin. Al verse descubierto, el ataque de don Estra sube de tono.

En la biblioteca de la casa que comparten en verano los dos amigos. Fuman tomando café, tranquila sobremesa. Libro, periódicos, algo de charla.

-            Buen tabaco este ¿no le parece don Estrafalario?
-            Desde luego, extranjero seguro…
-            Hombre… ¿Qué frase es esa? Sí, resulta que es de marca inglesa. La pipa ya se sabe. Pero piense que el mejor tabaco del mundo, el tabaco cubano no deja de ser una obra de España, una más.
-            No empiece con sus trucos, España está acabada. Es más, ¡yo afirmo que en España no cabe un tonto más!

Al pronunciar la última frase don Estrafalario parecía que se ahogaba, como al borde del colapso por un ataque de rabia salvaje y repentina. Don Manolito no perdía la calma.

-            Vaya. ¿Qué le pasa a usted hoy? ¿Ya empezamos otra vez? - preguntó don Manolito con voz tranquila.
-            Empiezo lo que me da la gana, sólo faltaba que entre tanto tonto no pudiera uno desahogarse... Sólo ha valido la segunda república, esos cuatro años dorados donde todo cupo…
-            Claro, claro, en el 31 nacieron Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, crecieron deprisita y todo lo hicieron en esos cuatro años, del pañal al pantalón corto, del pantalón largo a la tesis doctoral… En fin. Por lo menos dice usted todavía España…
-            ¡En este país todo vale, todo es igual, yo lo llamo o no lo llamo!
-            Pero hombre don Estrafalario que se va a ahogar usted… Un poco de calma.
-            ¡Cómo quiere que me calme! No hay más que ruina, pelotas, enchufados y arribistas, en este país no se valora el talento, no triunfan más que los tramposos…
-            Ya está bien hombre – dijo don Manolito incorporándose un poco y empezando a preocuparse.

Podía tratarse de una recaída. Don Estra proseguía excitadísimo:

-            No tenemos más tradición que la barbarie, la incultura, la envidia y el cainismo, este país es una ruina; ruinas y polvo acumulados por una sucesión de fracasos sin fin…
-            Don Estrafalario, que se me están hinchando las narices. No voy a entrar a discutir. ¡Se ha saltado usted las prescripciones médicas, el régimen, la dieta! Así no hay forma.

Don Estrafalario hace un gesto rápido para esconder algo, un periódico que enrollado tenía sobre la mesa auxiliar a la izquierda de su butaca.

-          ¿Pero vamos a ver, que esconde usted? A ver a ver. ¿¡El País!? ¡Pero si lo tiene usted rigurosamente prohibido hasta que le den el alta!
-          El País es el único foco de cultura que hay en Esp… en este país, un polo de progreso y modernidad.
-          ¿Cómo? ¿Progreso, modernidad? ¿Quién le ha conseguido el periódico, a quien ha estado viendo?
-          ¡A nadie! En este país no hay cultura, en este país no hay belleza, ni letras, ni jardines, ni árboles, ¡¡PÁRAMO, PÁRAMO!! ¡Si no hubiera echado a los judíos! Lo único bueno en este país son los judíos, después nada… agh

Girándose hacia atrás, don Manolito habla por encima del respaldo de su butaca, hacia la cocina:

-            Antonia, esté al tanto que algo pasa, una recaída gorda, no se vaya hasta que yo avise.

Mientras tanto, don Estrafalario sigue accionando enrojecido, las palabras cada vez salen más confusas:

-            Ruina y páramo, la culpa la envidia, no se ha reconocido a los grandes hombres, en este país, ya lo decía Costa, biblioteca y despensa, en este país no se lee…Aggghhhglglgl!

Antes de acudir a remedios mayores y para determinar la intensidad de la intoxicación don Manolito acude a los ejercicios conductistas prescritos como parte de la rehabilitación. Levantando la voz se tira al ruedo:

-            ¡¡Calle y conteste!! Conteste don Estra, conteste, ¿Cuál es el mejor retrato de la historia de la pintura?
-            No, no aghh
-            Si, si, conteste, repita conmigo: el de Jovellanos que pintó Goya, repita!!
-            -No, si… -espumarajos -… si el de Jovellanos que pintó Goya…agghh!- varios espasmos sacuden a don Estrafalario, se le contrae la mandíbula, la piel se le pone verde y tirante.

Don Manolito cree poder atajar la crisis.

-            Y ahora, póngase firme, flexione, un, don, un dos, y repita conmigo mientras hace el ejercicio, “Jovellanos no traicionó, Jovellanos no renegó, Jovellanos no leía El País”, un, dos, un dos.
-            Si, si, Jovellanos no traicionó, Jovellanos no renegó…agghgh- nuevo espasmo sacude a don estrafalario que pone los ojos en blanco- ¡¡No, no, este país es una país de pancistas, de gañanes, no hemos aportado al mundo más que inquisición y exterminio de indios!!!

Don Manolito tiene que hacer un esfuerzo para serenarse y obligar a don Estrafalario a permanecer sentado. La cosa parece más seria que un simple ataque, estamos a punto de asistir a una verdadera recaída.

-            ¡¡Confiese Estrafalario, confiese!! ¿¿A quien ha visto usted, con quien ha estado, quien le ha suministrado la droga: ese periódico?? – don Manolito calla un momento, se le encienden los ojos- ¡Ya lo sé! ¡Con esa lagarta que le acecha, con esa predicadora del progresismo y el odio a España, con esa envenenadora! ¿Verdad?

La súbita calma de don Estrafalario y la sonrisa que se le pone en la cara le acaban de delatar. Se trata efectivamente de Stalin, no del padrecito, sino de Paqui la Roja, apodada Stalin, devoradora de titulares de El País, gran demagoga, especializada en la falacia lógica y en adoctrinar captando a sus víctimas por medio de su atractivo sexual. Don Manolito la identifica como la progre que ataca llevando los pitones sin correaje.

-            No me diga más, así que ha estado aquí Stalin otra vez, Paqui la Roja que lo torea a usted como a un borrico en celo, con sus artes de lujuriosa burguesa emputecida, esa hija de familia descarriada vendedora de la gran empanadilla ideológica, restos de nihilismo, islam, buenismo, destrucción, totalitarismo y folleteo, todo envuelto en ropajes de modernidad y avanzadilla...
-            ¡¡No hay más que fachas, señoritos y enchufados en este país de mierda!! ¡Y todos reprimidos! ¡¡Si reprimidos, castrados por la Iglesia y los curas que le voy a decir yo lo que son los curas en realidad…- por encima de la voz de don Estra suena la de don Manolito, ya alarmado:
-            Antonia, traiga corriendo las pastillas para el esperpento, que don Estra está en pleno ataque, las del bote grande de color Rojo.
-            ¡Fascista! ¡¡España no existe!! Es la opresora de sus regiones, España debe indemnizar a todas sus regiones por años de tiranía, por haber impuesto el español a sangre y fuego, por no tolerar la diferencia, por carecer de las perfecciones evidentes de nuestros vecinos, merece fracasar, quiero su fracaso, y así tendré razón, ¡¡aggghghghghghg!!
-            ¡¡Antonia rápido el mazo!!

En los estertores finales del ataque, don Estra traga a la fuerza las pastillas para el esperpento, bote rojo, antes de caer redondo, anestesiado por don Manolito que maneja el mazo con maestría, precisión y hasta dónde es posible, delicadeza.

Mientras don Estrafalario duerme ya tranquilo, don Manolito prosigue su lectura sin más. A ver si mañana madruga para ver aquella exposición, si no, no hay forma.

domingo, 8 de septiembre de 2013

OLIMPISMO


La verdad es que nos alegramos mucho, en el fondo, de que Madrid no haya sido elegida sede olímpica. Superficialmente puede escocer un poco ver lo mal que se desenvuelven nuestros políticos en estos tinglados internacionales, a los que acuden con ingenuidad (es decir desconociendo las reglas del juego y por tanto mal preparados) o mal asesorados respecto de la cuantía de los sobornos que es necesario emplear (tal vez dinero,  a lo mejor también prostitutas, efebos para esos viejales que deciden en el comité olímpico internacional, chantajes, grabaciones, etc.), es decir, nuevamente mal preparados.

Pero en el fondo nos alegramos mucho. En primer lugar y sobre todo, porque el pobre y sufrido contribuyente español se va a ahorrar la gigantesca inversión económica que hubiera supuesto acoger los juegos. Se habla, tirando por bajo y siendo conservadores, de al menos 1.500 millones de euros. Importe que normalmente la realidad se encarga de incrementar. Contrariamente a la campaña de apoyo al tinglado que asegura que los juegos traerían resultados económicos positivos, está comprobado que suelen ser ruinosos para la ciudad elegida. Dudamos mucho de que una horda de turistas en chancletas fuera a dejarse en un mes en Madrid una cantidad superior a la invertida, ni que se consiguiera el dinero necesario con los patrocinios de la empresa privada.

Los que se lamentan por lo que llaman derrota explican que recibir los juegos sería dar un impulso económico a la ciudad, turismo, ocupación hotelera, construcción. Pero no suelen referirse a quien paga la cuenta. Desde luego, pagarían la cuenta en su gran mayoría las administraciones públicas una mayoría, lo que significa que las pagaría el ciudadano de a pie. Usted y yo. El pringado. Un gasto un gasto suntuario más añadido al escandaloso despilfarro en que sigue consistiendo nuestra vida pública, dónde no existen ni las reformas ni la austeridad. Desde que dio comienzo la crisis se ha incrementado el gasto público, apenas se ha reducido la estructura de la administración, ha aumentado el número de funcionarios y para mantener todo este tinglado ha sido necesario aumentar los impuestos de forma drástica. El más terrible keynesianismo, la más feroz socialdemocracia, todo eso envuelto en las grandes mentiras. Que no son grandes mentiras españoles, sino europeas. Hoy decía la presidenta del Fondo Monetario Internacional que había que poner fin a las duras políticas de austeridad. No señor, lo que hay que hacer es extenderlas de una vez y aplicárselas por ejemplo a ella (300.000€ libres de impuestos).

Pero es que además nos invade una gran sensación de repugnancia ante todo el bochornoso espectáculo. Nos repugna ver a Madrid representada por esa señora Botella, que ¡menudo buey!, como decían ayer en una corrida de pueblo de la pobrecilla que paseaba por el ruedo el cartel con la reseña de cada toro. Esta señora repintada que parece una cocinera de fonda de arrieros enriquecida, sin una idea, sin una creencia, más que el convencimiento de la propia valía. Menudo espectáculo, mezcla de polichinela y Annie Manzanas, la vieja de la película de Frank Capra.

Nos repugna hasta la ahorcada ver que escribe en el ABC el antiguo periodista de la cadena SER Paco González, una de las personas más bastas de la creación, un boca buzón reyezuelo del infecto mundo del comentarista deportivo, llegado al viejo periódico vía la COPE dónde aterrizó con todo el equipo de la SER cuando la cadena de los obispos se deshizo de Jiménez Losantos. Gran jugada de los obispos. Así está la España teóricamente de derechas, tan desfondada como el partido que debía representarla, entregado al socialismo, la partidocracia, la mediocridad y el trinque. Nos repugna ver que el periódico de Corrochano, de Pemán, de Diaz-Cañabate, de Julio Camba, incluso de Martín Ferrand, que en paz descanse, pueda dar espacio a semejante botarate. Otro que se toma en serio – medio país va en pelota pero no tenemos niño que señale, como en el cuento- y que se permite escribir que “ha tenido la suerte de conocer varias sedes de juegos olímpicos  y esas ciudades pasan a ser capitales abiertas al mundo, modernas, envidiables y envidiadas. Eso es lo que perdimos ayer.” ¿Merece la pena que comentemos el exabrupto, por cierto guiado por el rasero de la envidia? Parece que Madrid no existía hasta la fecha y que a Boca Buzón no le suena el Museo del Prado, por ejemplo. Tópicos y basteces. Tato añade además que se hace de todo en la modernidad y los modernos…

Pero es que si nos repugnan las lamentaciones, no queremos imaginar lo que hubieran sido los triunfalismos… La fotografía de los nipones celebrando el suyo, su triunfo (por cierto todos muy feos y mal vestidos, en eso como Paco González, las cosas como son) es realmente, además de fea, repugnante. Casi llegamos a la náusea. Uno prefiere mil veces la tan poco moderna y sí mucho más natural y serena contención de nuestros antepasados, el sosegaos de Felipe II, el aire que se respira en la Rendición de Breda de Velázquez. Preferimos incluso, fuera de España, mil veces, al inmutable victoriano pronunciando el “¿Doctor Livingstone supongo?” o vistiendo un traje oscuro con corbata de lazo para cenar en medio de la sabana, fumando en pipa buen tabaco contra los mosquitos.

Finalmente, ya puestos en repugnancia, diremos que nos repugna el olimpismo moderno, el espíritu olímpico, vendido, prostituido, profesionalizado, patrocinado, dopado, negociado, transmitido y retransmitido, la gusanera de sus organizadores, los oscuros vejestorios que manejan el tinglado, las pantallas gigantes, las masas de memos y el olor a podrido que se respira en comités, delegaciones, politicuchos y resto del tinglado.

Así que estamos encantados de que todo esto se aleje de Madrid por unos años y de que no nos endosen una cuenta más. Dicho queda.

viernes, 6 de septiembre de 2013

MISTRAL

CARTA DESDE PARÍS

Don Manolito y don Estrafalario

-  Vivir en presencia de Nuestro Señor don Manolito, ¿se da usted cuenta? A mí me parece que me hago pequeño y me entran ganas como de esconderme. Luego comprendo que no es necesario, que él nos mira a lo mejor sin juzgarnos, en todo caso dispuesto al perdón al menor signo de contrición por nuestra parte.
-  Caramba don Estrafalario, le veo a usted meditativo y trascendente. ¿Es hermosa la Misa verdad? Perdone que no sepa expresarlo mejor. Sentir que está ahí, y participar, y además entrar en la historia, en una celebración en la que se hacen contemporáneos antes nuestro Señor todos aquellos que en estos dos mil años se han arrodillado como lo hacemos notros. Tocaban el otro día en la parroquia cantatas de Juan Sebastián Bach, y nos despidió el sacerdote con palabras de Santa Teresa. La Nicolasa, que está estudiando y que es muy bruta, incluso ella, estaba impresionada. Si además tuviera fe…

Discurría la tarde con tranquilidad, la luz volvía a ser más acerada, como descansando ella también del calor con la llegada de las primeras noches verdaderamente frescas, libre de bochorno y transpiración. Paseaban los dos viejos tranquilos por el sendero, a la sombra de los álamos, pipeando con parsimonia. Don Manolito con pipa inglesa y mixtura escocesa, don Estrafalario con pipa de Niza y tabaco inglés, despotricando un poco, del pipeo…Oiga, dónde esté un habano no jeringue… Zancada amplia a ritmo pausado pero constante y pisada silenciosa, pues todavía calzaban alpargata azul marino el primero y blanca su amigo.

-  ¿Y usted desde cuando es católico don Manolito?
-  Hombre, pues vaya pregunta don Estrafalario, pues como usted, desde siempre. Por tradición en el sentido primero y más noble de la palabra, por entrega del tesoro recibido de mis mayores. Bautizado a instancia de mis padres, de su mano a Misa y por ellos la primera comunión y la confirmación, en el colegio. En los veranos mi abuela iba por supuesto todos los domingos, siempre preparada, a la misa hora, nunca tarde, nunca con desgana; y mis tías, sentadas en el jardín, esperando a oír las campanadas que tocaban a Misa para salir por la puerta hacia la plaza. ¡Que han tocado terceras! Collares de perlas, labio pintado, agua de colonia. Que quiere usted.

Y don Manolito en ese momento imitaba el toque de las campanas con la voz: tan-tan, tan-tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan…

-  Ya veo, ya, como yo, don Manolito como yo. Todos al Templo en masa, paseando, charlando, vestidos para la ocasión, repeinados los niños. Y ver cuando uno era pequeño a todos esos señores tan solemnes, de sombrero, bigotazos, pipa y pantalón largo, arrodillándose con recogimiento. Para un niño ver a esos gigantes que tanto imponían inclinarse de esa manera era sobrecogedor.
-  Pero luego llega un día en que los demás no son ya suficientes, se pasa la página de los eternos veranos y tiene que dar el paso uno mismo. Uno mismo sin ayuda ya, sin amparo. Decir el Yo creo.
-  Si el Credo lo decimos en primera persona. Eso es fundamental. El día que uno se da cuenta de eso, parece que crece por fin y todo aquello que ha visto, que le han entregado se coloca, se ordena, va cobrando sentido. Lo comentaba el otro día con uno de esos jovencitos, antes de que se fueran de viaje – decía don Estrafalario con una sonrisa y el ojo que se iluminaba recordando a la juventud.

Se habían sentado en un banco del paseo, atacando las pipas y volviendo a encender. Don Manolito se mene, y dejando la pipa cuidadosamente a un lado, sacó del bolsillo de la chaqueta un sobre con franqueo del extranjero.

-  ¡Mentando a los jovencitos! Parece que me lee usted el pensamiento. Ya le dije don Estrafalario que aunque se marcharan de viaje escribirían. Y no es la primera que recibo.
-  Ya, ya, si tiene usted razón, mire, mire, a mí me ha llegado una postalita del Folies Bergeres.
-  Pero bueno, don Estra, a su edad. De todas formas son unos carcas… ¡Si eso es una antigüedad!
-   ¿Pero que dice usted? Será una antigüedad, pero con unos pibones que dan vértigo don Manolito, que se lo digo yo que se ha renovado mucho, que…
-   Bueno, bueno, ahora le leo la carta don Estra, no se caliente, que le sale el esperpento, justo cuando estamos consiguiendo enderezarnos un poco, como se nota que al fin y al cabo, por mucho que quiera el piernas que nos escribe no dejamos de ser criaturas de Valle.

[Carta con el membrete de A. Bergamota y el lema “Quebrar el monolito”]

Señor D. Manolito
Casona Fruela
Campo Góticos
Julio 2013
Querido don Manolito,

Cual nuevo Fadrique Mendes sólo le pongo el mes en el que escribo. Eso sí, temo que el resto de la carta no esté a la altura del gran Eça. Llegamos ayer a Paris y estuvimos paseando como fieras por esta ciudad hierática y espléndida. Le mandamos a don Estrafalario una postal del Folies; decente no se preocupe. Ya la verá usted. No crea que hayamos perdido demasiado tiempo con esas cosas. De dónde venimos deslumbrados es de Provenza. La vieja provincia romana se conserva espléndida. Del paseo por aquellas tierras resulta natural la evocación de un pasado en el que mucho tuvo que ver nuestra corona de Aragón, cuyas armas pueden todavía verse por allí.

Volviendo a tiempos más próximos al nuestro, y siempre con ese ánimo de enfocar con serena normalidad nuestra propia historia, la de España, el paseo por la Provença permite rastrear la existencia de otra Francia, distinta a la centralista oficial con la que nos comparamos en España. Me dice Tato que diga que lo que llaman Europa (dejándonos fuera) es con lo que nos comparan los gilipollas y los eunucos mentales. Tato es un salvaje y a mí esas expresiones me parecen excesivas, pero que no diga que no le transmito lo que el llama el matiz –si es que de un matiz se trata-. Siguiendo con la idea, una Francia defensora de lo local, de las libertades regionales, defensora hasta de una forma de estado federal, apiñada alrededor del provenzal. No hay como investigar un poco. Menudas sorpresas. Ya sabe, quebrar el monolito. Del provenzal no se bien que puede quedar, yo creo que hoy poco, me parece: el nombre de las calles.

Estuvimos ayer en la casa museo del poeta Mistral, don Federico, que es en realidad la última casa en la que vivió en Maillane, su pueblo natal. Ya ve usted, nacer y morir en el mismo pueblo, en un rincón de una provincia, después de haber creado una obra literaria inmensa, creado en un idioma en gran medida recuperado por el mismo y el grupo de amigos con el que fundo el Felibrige, recibido el premio nobel, en fin. Doroteo estaba en la gloria, se puede usted imaginar, dedicado como está a aquella casona espléndida que es la suya.

Las memorias del poeta Mistral son uno de los textos más hermosos que uno pueda leer… en francés. Sí, porque aunque lo escribió en provenzal yo le confieso que lo conozco únicamente por una espléndida traducción al francés, acompañada de preciosas ilustraciones. Yo he tenido la suerte de llegar a este libro por uno de esos encuentros fortuitos que nos regala de vez en cuando la existencia, comprándolo un poco por casualidad en la librería de la abadía de Senanques, atraído por el nombre del autor y la belleza de la portada. Ya se lo prestaré a usted, que sé por experiencia que devuelve los libros.

Para que se haga usted una idea de todo esto, y que la comparta con don Estrafalario, hemos pensado que lo mejor era transcribir el texto que verá a continuación, obra de otro autor cuyo nombre me callo por el momento, y sin más comentarios. Pero no sin antes informarles a los dos de que Mistral publicó en tiempos una revista que llevaba por título, Aiòli[1]. Si don Manolito, si, no estamos solos. Me imagino que don Estrafalario tan amigo del ajo se habrá emocionado.

Aquí va el texto, sólo un pequeño botón de muestra para que se haga una idea (a la izquierda en francés - con un par de muestras a su vez del texto provenzal-, a la derecha mi traducción al español) no sin antes hacerles llegar el más efusivo de los abrazos y los recuerdos de Doroteo y Tato que firman conmigo (por cierto, no dejen de escribir una nota a Pomarada, postrado como está por un nuevo ataque de gota), Alcides.

Extracto de la declaración de los Felibres

Monsieur le Président,
Messieurs les Félibres,

Ce n’est pas pour un toast que je me lève. Puisque le grand poète du Midi libertaire est monté à Paris, les jeunes félibres au nom de qui de parle, veulent saisir cette occasion de dire clairement ce qu’ils ont sur le cœur et dans la pensée.

Voilà longtemps, monsieur le président et messieurs les félibres, que les jeunes gens murissent les idées que vous avez semées, et voilà longtemps aussi qu’ils souhaitaient impatiemment de réaliser ces idées.

Depuis trente-sept ans le Félibrige existe (Despièi trento-sèt an lou felibrige eisisto…). Depuis trente-sept ans on fait la Sainte-Estelle. Depuis trente-sept ans on boit la dernière bouteille de vin de Châteauneuf-des-Papes, on chante des chansons de guerre et, dans des poèmes qui ne mourront pas, on appelle au combat toutes les énergies de la terre d’Oc.
Nous avons donc entendue l’appel et maintenant nous allons dire, non pas comme autrefois devant des auditoires des frères et des réunions des lettrés, mais dans les assemblées politiques et devant tout le peuple du Midi et du Nord, les réformes que nous voulons. Nous en avons assez de nous taire sur nos intentions fédéralistes, que les centralisateurs parisiens en profite pour nous jeter leurs méchantes accusations de séparatisme.

Enfantillage et ignorance ! (Enfantoulige e nescisge !) Nous levons les épaules et nous passons.
(…)
Señor Presidente,
Señores Felibres,

No es para brindar por lo que me levanto. Puesto que el gran poeta del Mediodía libertario ha subido a Paris, los jóvenes felibres en nombre de quienes hablo, quieren aprovechar esta ocasión para decir claramente lo que tiene en el corazón y en mente.
Hace ya mucho, señor presidente y señores felibres, que los jóvenes maduran las ideas que ustedes sembraron y, hace mucho también que desean con impaciencia realizar esas ideas.


Desde hace treinta y siete años el Felibrige existe. Desde hace treinta y siete años hacemos la Santa-Estela. Desde hace treinta y siete años bebemos la última botella del vino Châteauneuf-des-Papes, cantamos canciones de guerra y, en poemas que no morirán jamás, llamamos al combate a todas las energías de la tierra de Oc.

Hemos por tanto oído la llamada y ahora vamos a decir, no como antaño delante de auditorios de hermanos y de reuniones de gente letrada, sino en las asambleas políticas y delante de todo el pueblo del Mediodía y del Norte, las reformas que queremos. Estamos hartos de callar nuestras intenciones federalistas, de que los centralizadores parisinos aprovechen para lanzarnos sus malvadas acusaciones de separatismo.


¡Chiquilladas e ignorancia! Nosotros levantamos los hombros y pasamos.

(…)


-  Ya ve usted que cosas extraordinarias, don Estrafalario. En una Francia.
-  Y que lo diga usted, don Manolito, y que lo diga usted.
-  La vida es una caja de sorpresas. Fíjese en nosotros, nos creó don Ramón, esperpénticos y enloquecidos, y aquí nos tiene, serenos, en amigable y erudita charla, faro de la juventud, espejo de caballería. A ver si seguimos así, aunque algún ramalazo tendrá que salir, digo yo.
-   Mientras no nos meta mano un progre…
-   Calle, hombre, no miente la bicha, no me dé usted esos sustos y alcánceme la tabaquera que preparo otra pipa.
-   Y ya que estamos ¿y si nos acercamos a casa para acompañar el fumeque con alguna lagrimilla de destilado del vino, don Manolito?



[1] Rigurosamente cierto.

sábado, 31 de agosto de 2013

Verraco de Muñogalindo.

A don Manolito y a don Estrafalario los tomamos prestados de don Ramón, del genial y admirado barbudo, pero para darles la vuelta como un calcetín, ya que los nuestros son sensatos, melancólicos y observadores. Y por sus costumbres merecerían, hoy, ser corridos a palos. Dan Manolito y don Estra, beben destilados del vino y fuman gigantescos habanos, contraviniendo todos los mandatos de la nueva inquisición de la salud, además ni corren ni trotan ni hacen jogin con unos cascos sobre las orejas, ni se toman el pulso ni se miden el nabo. ¡Vaya hombre! Pasean. Largos paseos de buena zancada, pero que nunca impida la conversación, largos paseos pensantes, en lo mejor de la tradición europea. Por todo esto, los horteras de bolera se ponen frenéticos, así que don Manolito y don Estrafalario son muy criticados. Pero les importa un pimiento y suelen hace la higa a quien les mira mal, lo que ocurre cada vez con mayor frecuencia, sobre todo desde que con la edad se han ido desinhibiendo. Pero es que, por si todo lo anterior no fuera bastante, hay más pecados. Muchos más, son dos personajes tan monstruosos que uno apenas se atreve a describirlos. Son católicos los dos, pero es que además son de los que van a Misa. ¡¡A Misa!! Son unos provocadores y practican con humilde regularidad, llueve a truene. Esto es piedra de escándalo para quienes a su alrededor se pasan el tiempo dando lecciones a la Iglesia y explicando cómo debería actuar. Además, cuando tienen ocasión suelen llevar con ellos, al templo, a los más jóvenes, sobrinos ahijados, hijos de amigos, etc. porque creen que las tradiciones existen y hay que transmitirlas y para que aprendan a arrodillarse y a no decir la gilipollez de que no se quién es muy moderno. Por estas razones han sido calificados de carcas, fachas, rancios, radicales, esquemáticos, absolutos, cegatos y hasta de fanáticos. Van los dos por la calle, encorvadillos y orondos, hablando alegres de sus cosas, llamando a casa para que no se inquieten las señoras y asegurar que el aperitivo será breve. Encienden una pipa. Una señora, una tiorra moderna que trota por la calle da un respingo al ver como sube el humo de sendas cazoletas, pone cara de asco y don Estra la llama bruja, sin cambiar su expresión bonachona. La bruja sale corriendo. Penca, dice don Manolito. Con don Manolito hay que tener cuidado porque con la edad se le va un poco la olla y en un par de ocasiones, ha derribado horteras por la calle, quinquis, como él les llama. Con un zancadilla, con el bastón. La última víctima fue un modernillo flaco y repeinado que le había empujado llamándole viejales. Gesto rápido y el sujetillo acabo haciendo la plancha sobre el charco más sucio de la avenida. Pero esto no es todo, que a veces se visten con pajarita oiga, que fuman en pipa. Pero por encima de todo, ¡Dios mío! son entusiastas de España y por esa razón de una sofisticación extraordinaria, de un refinamiento tal, don Manolito y don Estrafalario, que se han quedado un poquito solos los hombres.

Don Manolito y don Estrafalario han cenado juntos, en casa de don Manolito. Un aperitivo sencillo, una cerveza con unas rodajillas de chorizo de Piedrahíta y un poco de empanada de Muñogalindo. Luego se han sentado a cenar de verdad, atendidos por Jonatán, que desde hace unos meses sirve en casa de don Manolito al encontrarse ya completamente impedida la ancianísima Maritornes. No tanto que no pueda seguir viviendo en casa de don Manolito. A nadie se le ha ocurrido que pudiera ser de otra forma, y así la vieja vejestorio instruye a nuestro moderno y joven Jonatán que venido de allende los mares tiene que aprender las costumbres y manías de casa de don Manolito. Como Jonatán habla un español perfecto y es católico, el trabajo de Maritornes es más de formas que de fondo, salvo en los fogones, dónde la vieja es una maestra.

Cena sencilla para los dos compadres. Asado de ternera, también de Muñogalindo – hoy todo queda en Ávila- y vino de La Rioja, un cosecha de Gómez de Segura, de La Guardia, Álava. Servidos por Jonatán la cena transcurre con tranquilidad.

Fuman en los butacones enfrentados que dominan el salón azul, que es el fumadero de don Manolito.