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lunes, 6 de agosto de 2012

IVAN TURGUENEV

A veces lo vemos escrito como Turgueniev. En fin, como el nombre es ruso, la cosa es entenderse, digo yo. Sería un poco pedantón ponerse a explicar aquí quien es, aunque si hubiéramos leído lo que sobre él escribió doña Emilia Pardo Bazán, a lo mejor merecería la pena reseñarlo, trazar un perfil del gran escritor de aspecto bondadoso, dicho sea con la mayor admiración y respeto. Buen ojo tenía la Emilia. Parece que por su carácter tranquilo y se ganaba a menudo la furia del prójimo. ¡Qué cosas! La vida es un asombro permanente y descontrolado, ingobernable. El parapeto de sacos terreros y el winchester a mano tienen a veces todo el sentido, aunque no puede uno amilanarse, hay que seguir adelante, por todo el medio de la calle principal, pese a todo.

Aquí un retrato de don Iván.



Es el autor de Padres e hijos, fantástico diván para el entramado familiar. Aunque no es sólo eso, afortunadamente. Es además un retrato, tal vez de los primeros, del nihilismo contemporáneo, tan extendido ya. ¿Cómo vivir sin creer en nada? ¿Cómo vivir sin aceptar y querer, sin disfrutar los pequeños regalos de lo cotidiano, y sin recogerse de vez en cuando, alejados de la ira?

Terminamos hoy la lectura de El sueño eterno, buena traducción al español del título original en inglés The Big Sleep, que sin que sepa de precedente hasta lo supera. Tan adaptado, copiado, incluso machacado por el cine, pero la novelita resiste, tiene carácter y no se puede terminar sin brindar con un güisqui por Philip Marlowe, el impasible detective, que guarda detrás de su dureza marmórea, un corazón que sigue funcionando, desde su profundísimo escondite, como funciona el de Maigret. El Sam Spade de Hammet es más terrible, casi del otro lado, más negro. Tal vez Hammet tenga más fuerza, más garra escribiendo, aunque les conocemos poco a los dos.

Nuestro güisqui fue apenas un dedo, y rebajado con agua, no somos muy aficionados a esa bebida de detective solitario. El cigarro de rigor, pequeño, como rebajado también, y es que ni tenemos gabardina en el armario, ni sombrero en el perchero, ni pistola en la guantera. Tal vez un día… Con esto de la vida nunca se sabe. De todas formas el Pacífico y California nos queda muy lejos.

Cualquier película del Oeste (no todas las de vaqueros los son) tiene sus sorpresas. La chica ayuda al sheriff, diciéndole que a veces es bueno conocer a una “improper lady”. El contesta que gracias pero que de todas formas quiere pagar lo que debe. Ella le dice que ya lo ha hecho:
-          ¿Cómo?
-          Hace mucho que un hombre no se quitaba el sombrero al saludarme… contesta ella.

Cosas de cuando se llevaba sombrero, incluso en el lejano y salvaje Oeste.

El otro Marlow, creo que sin la letra e, el gran Marlow de la novela moderna es el personaje de Conrad. Otro día. Hay por ahí un poeta también con el mismo apellido. 

Pues eso, que hace calorcillo, vamos a dormir con el rifle apoyado sobre la mesilla de noche, por si nos ataca nocturna la prima de riesgo (chiste fácil pero actual, reconozcámoslo…).

Tato