Volviendo
de tomar café en el polígono me cruzo con dos furgonetas. La primera forma ya
parte del nuevo orden transnacional: es blanca, tirando a cochambrosa y la
conduce un chino con gafas de sol, un chino estiloso, moderno, con corte de
pelo de película oriental, droga y artes marciales. En uno de los laterales de la
enorme caja de carga lleva una pintada en inglés que dice “bad bitch”. Nada
menos, hasta las groserías en inglés. La segunda es más nuestra, más castiza.
Del mismo estilo, blanca también pero más cuidada, lleva el rótulo “Chatarrería
el Rubio”. La conduce un paisano entrado en años, algo fuerte, como dirían en
mi pueblo, vestido con camiseta negra y acalorado. Va con el aire acondicionado
que consiste en llevar la ventanilla bajada. Nos miramos al pasar, sin indiferencia.