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domingo, 16 de marzo de 2014

COMENTARIOS A UN ARTÍCULO SOBRE LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA

Muchos pensamos que Cepogordo está entrando en una fase, además de decadente, eso siempre, excesivamente comedida, amable, sosegada, cediendo la palabra sin interrumpir, buscando equilibrios, justas medidas y otras porquerías. Esto es grave y debe cambiar. Es preciso sacar de nuevo el palo, el gigantesco garrote ibérico, el torcedor y la capadora de puercos. ¡¡Hay tanto trabajo!!

Un ejemplo del tono melifluo al que nos referimos con preocupación es el siguiente comentario a un artículo sobre educación. Como el artículo no es bueno, no lo reproducimos. Y esto queda como un escolio a un texto implícito, a la manera de Gómez Dávila, pero sin su nivel, y como el caracol, dejando un reguero baboso.

COMENTARIO: Siempre son interesantes las reflexiones sobre la educación en España y más aún sobre la educación en general, como las incluidas en su post. Enhorabuena. Sólo algunas observaciones:

Destaca usted “la importancia crucial de que España alcance, cuando menos, una estabilidad del sistema educativo”. En realidad esa estabilidad ya existe. Es la impuesta por la LOGSE, con diferentes nombres hasta la reciente Ley Wert, y es la que volverá cuando vuelva la izquierda al poder (asumiendo que el partido actualmente en el poder no es un partido de izquierdas, que es mucho asumir…). Es la ley de los Marchesi y Rubalcaba, la adaptación a España de la “comprehensive school”, para imponer por la fuerza la igualdad, rompiendo las piernas que haga falta para que todos midamos lo mismo. No es más (ni menos) que ingeniería social de extrema izquierda disfrazada de democracia, buenismo y amor al pueblo. La misma mentalidad y la misma acción que modificaron el acceso a las cátedras universitarias (para rebajar la dificultad por supuesto). Me apresuro enseguida a pedir perdón por tener que hablar utilizando términos como “izquierda” y tener que lanzarme enseguida a la arena política. Pero la responsabilidad por el desastre educativo en España tiene nombres y apellidos, responde a una ideología concreta (es progresismo puro) y es el resultado de una acción consciente y voluntaria que se resume en igualdad para los demás mientras mis hijos acuden a centros privados elitistas y completan sus estudios en el extranjero. Y esto con independencia de que la mancha igualitaria haya podido alcanzar a esos centros y al resto de la sociedad civil en mayor o menor medida. Es famosa la lista de los colegios a los que han acudido los hijos de los ministros del PSOE promotores y defensores de la política de educación de ese partido. Exactamente como en el caso de los promotores de la inmersión lingüística en Cataluña cuyos hijos acuden al liceo alemán o a colegios ingleses. Mientras no se diga alto y claro todo esto, mientras no se explique que existe una mentalidad y una política educativa igualitaria que implican la destrucción de las clases medias (y por lo tanto del país), podremos lanzarnos en grandes disquisiciones sobre la educación pero no atajaremos el problema ni lo enfocaremos, seguiremos escurriendo el bulto, como se viene haciendo desde has décadas. Es una batalla ideológica sostenida en España por una izquierda soberbia y cerril, que llamará fascista a todo aquél que pida un poco de esfuerzo, constancia, y premio a los mejores resultados. Es más, confundimos a la gente que acaba pensando que todo es un problema de estabilidad de las leyes, cuando no es así. La mentalidad LOGSE ha sido una auténtica apisonadora social e intelectual: todos los derechos y ningún deber. Me atrevería a asegurar que si repasamos la historia legislativa de otros países de nuestro entorno, aparecerá un número similar de normas, pero con un contenido distinto.

Por otra parte, pensar que pueda surgir alguna solución de la actual Unión Europea, que tanto se ha decantado hacia el estatismo y la burocracia, a mí me parece de una gran ingenuidad. Las soluciones pueden partir de dos áreas: en todo caso de la sociedad civil y de los padres, que son los que deben procurar educación además de instrucción (lo explica muy bien en su artículo) y además, (i) bien de que los grandes partidos se pongan de acuerdo sobre una educación fundada en principios radicalmente distintos a los actuales (imposible con el rancio sectarismo progre buenista que impera en la izquierda española, con los separatismos y con una derecha que es intelectualmente inexistente) o (ii) bien de una sociedad civil que se decida a coger el toro por los cuernos si le dejan hacerlo la colonización de lo privado por lo público y el estatismo galopante, y si tiene todavía fuerza para ello por no haberse contagiado de la mentalidad aludida y por los obstáculos a que alude en sus respuestas. Esto nos llevaría a las sugerencias del Sr. Oquendo tan acertado como siempre, aunque agua y aceite no se mezclen por lo menos que haya algo de aceite, luego veremos la forma de que se extienda.

Y por último, me sorprende en un artículo tan sugestivo la presencia de un juicio de valor como éste: “El marasmo normativo-educativo no es sino prueba del desafecto o del mal inclinado afecto del pueblo español hacia la educación en su sentido más profundo”. Tenemos que hacer todos, la sociedad civil que somos, un enorme esfuerzo por deshacernos de una vez de estos tópicos tan esterilizadores y tan poco fundados, deshacernos de la leyenda negra (tanto como de la dorada) y afrontar los problemas del presente sin flagelaciones que carecen de fundamento. Los actuales problemas de la educación en España son problemas de nuestro régimen político, nada tienen que ver inclinaciones o rasgos de un carácter nacional que como repetidamente han demostrado Julián Marías o Julio Caro Baroja no es otra cosas que un mito, agradable como tema de conversación a la hora del café, pero nada más.  Enhorabuena de nuevo por su artículo.