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sábado, 1 de junio de 2013

UNA DEL ESCRIBA

UNA PELICULA ESPAÑOLA Y UN ESPECTACULO ALEMAN

En la noche del sábado 24 de mayo el Escriba cedió a la debilidad moral de  contemplar durante un rato, hasta el momento en que, más asqueado que escandalizado, apagó el televisor, una película española titulada, para que a nadie le quepan dudas sobre el asunto, “Desde que amanece ya apetece”.  El Escriba no recuerda  haber visto en su larga existencia una cosa más zafia, soez, grosera, semipornografica y, para más inri, carente de gracia, que ese engendro, cuyo paso por taquilla, si es que realmente pasó, le parece al Escriba tan incierto como cierta hubo de ser la subvención recibida a costa del contribuyente.

Al  Escriba no le sorprendió la bastez de Loles León, porque de esa bastez ha hecho esta mujer su seña de identidad, ni tampoco le causó sorpresa Gabino Diego haciendo de panoli, porque nunca le ha visto interpretar un personaje que no lo sea, pero en cambio le produjo gran consternación la patética imagen de un Arturo Fernandez degradado a cruel y avejentada caricatura de sí mismo.  Nunca creyó el Escriba que Arturo Fernández fuese tanto como el David Niven o el Cary Grant español, pero hasta esa malhadada noche le tenía por un buen actor de comedia, en su invariable registro de galán maduro, irresistible seductor de jovencitas, muy gracioso intérprete de los ingeniosos autores (extranjeros) que dominan el arte de rozar los límites sin pisar la raya del mal gusto.  Verle ahora, pongo por ejemplo, exhibiéndose con un mínimo taparrabos  -de negro y oro-  rellenado a toda prisa para aparentar volumen ante una vecina gafosita y severa, y profiriendo una palabrota tras otra, le resultó al Escriba una experiencia muy penosa.

El habitual tertuliano de segunda fila (el mismo de siempre u otro por el estilo) le pregunta al Escriba por qué, si la película es tan despreciable, “miserable”, puntualizó el Caballero de Gandía,  se ocupa en comentarla. Hay, al menos tres razones para ello:

Primera: El productor del bodrio es Enrique Cerezo, tenido por el más importante y poderoso personaje del cine español, y presidente nada menos que del Atlético de Madrid. En calidad de tal confraternizó en la final de la Copa del Rey, en el palco del Santiago Bernabéu, con Su Majestad, felizmente reincorporado al  trabajo en tan señalada ocasión, y con ministros del Gobierno y otros conspicuos representantes del poder político y económico.  Todos ellos encantados de codearse con el personaje.

Segunda: El bodrio no fue ofrecido, como sería lógico pensar, por La Sexta o por Telecinco, sino por la Primera Cadena de Televisión Española.  Como si dijésemos nuestra BBC.

Y Tercera  (y no menos importante): El engendro se emitió inmediatamente después de la final de la Liga de Campeones entre el Bayern de Munich y el Borussía de Dormund. Un gran partido de futbol, jugado de poder a poder, con un impresionante derroche físico de todos los jugadores y pleno de deportividad y nobleza. Ni codazos, ni patadas en la cara ni revolcones de dolor fingido. Esta vez, un juego de caballeros jugado por caballeros y no por nuestros multimillonarios rufianes.  Al final ganó el Bayern, pero el Escriba opina que quien de verdad se llevó la copa a casa fue Alemania, con Doña Angela Merkel presidiendo.  Y, comparando una cosa con la otra,  el Escriba se sintió tan desalentado que ni siquiera la copita ritual de fondillón pudo rescatarle de su abatimiento.

miércoles, 15 de mayo de 2013

EL ESCRIBA CONTINUA.

DE BORBON Y DEL NOROESTE  (2): REVOLVING DOOR
La curiosa aportación del Caballero de Gandía en la última tertulia del Escriba (recordemos, el texto de Pérez Galdós sobre los políticos alfonsinos tan generosamente atendidos por el contratista Monsieur Dondon)  excitó el celo investigador del propio Titular el cual, rebuscando entre viejos papeles, halló el curioso documento que ahora, reproducido en lo que más interesa, ofrece a la grey cepogordista, y que no es otro que una póliza de seguros de incendios de la Compañía La Unión  y el Fénix Español, que aparece suscrita en el año 1910.
¿Cuál es la gracia?, preguntó un tertuliano de segunda fila.
La gracia está en el Consejo de Administración. En la columna de la izquierda figuran los consejeros franceses, entre ellos Gustavo Pereire, descendiente de Don Isaac, el fundador de la Compañía, apellido emblemático, símbolo de los negocios franceses en la España de la época;  y en la columna de la derecha los consejeros españoles. Cosa curiosa: Quitando a Don Luis Álvarez Estrada, que era lo que ahora llamamos un profesional, todos los demás pertenecían a la clase política, y no eran precisamente los últimos de la clase. El alumno menos brillante parece que fue el primer marqués de Goicorrotea, que como político no pasó de diputado al Congreso. El marqués de Santa María de Silvela (no confundir con el prócer Francisco Silvela) había sido diputado en nueve legislaturas y en 1903 llegó a vicepresidente del Congreso. Don Pío Gullón, además de senador vitalicio, fue ministro de la Gobernación y en tres ocasiones ministro de Estado.
No es de extrañar, prosiguió el Escriba tras una sabia pausa valorativa, que los franceses pusiesen de Presidente a Don Fernando León y Castillo, brillante diplomático que tras haber sido ministro de Gobernación con Sagasta en 1886 fue desde el año siguiente e intermitentemente hasta su muerte en 1918  (en Biarritz precisamente) nuestro embajador en París.  Lo verdaderamente notable es la presencia en el Consejo de Administración de dos pesos pesados de la política, dos primeros espadas como Don Manuel García Prieto (más tarde Marqués de Alhucemas) y Don Eduardo Dato Iradier, los cuales fueron en más de una ocasión presidentes del Consejo de Ministros. Por las fechas de la póliza Don Manuel era ministro de Fomento y en seguida ministro de Estado; y Don Eduardo Dato presidente de las Cortes.
Don Pablo Cañizares echó su cuarto a espadas aseverando que entonces no existía la Ley de Incompatibilidades, pero su intervención fue acogida, en el mejor de los casos, con frialdad.



 

domingo, 12 de mayo de 2013

UNA DEL ESCRIBA

DE BORBON Y DEL NOROESTE.

En la tertulia del Escriba se habla frecuentemente, con sumo escándalo y pesar, de los escándalos de corrupción que más que salpicar sumergen a nuestra clase política.  El Caballero de Gandía, hombre al fin y al cabo más mundano que sus contertulios, acostumbra a distanciarse discretamente de los aspavientos puritanos y un tantico farisaicos de sus amigos  (ahora resulta, dice el Caballero, que los corruptos, al igual que los muertos, son siempre “los otros”), y en apoyo de su escepticismo aristocrático se permitió el otro día ilustrar a los contertulios con un texto sacado de los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós, en el libro dedicado a Cánovas. Al Escriba le ha parecido oportuno ilustrar también a los esforzados lectores de Cepo Gordo, y lo transcribe a continuación:
“En los comienzos de 1880 hizo se más patente la invasión del positivismo en las almas de los afortunados políticos que entonces estaban en candelero. El sabio consejo de un estadista francés que dijo a sus contemporáneos enriqueceos,  que ningún hombre público agobiado por la pobreza puede hacer la felicidad de su Patria, fue tomado al pie de la letra por los que aquí pastoreaban el rebaño nacional. Monsieur Donon, a quien se adjudicó en concurso la terminación de las líneas férreas del Noroeste dio pruebas de ser hombre sagaz, y al propio tiempo muy agradecido. Al constituir su Consejo de Administración repartió las plazas de consejeros, dotadas espléndidamente entre lo más granado de la Situación conservadora, dando también su poquito de turrón a los liberales, y mucho más a la gente palatina.
Recuerdo ya las caras risueñas y complacidas que tenían en aquel tiempo todos los agraciados con los premios gordos de la lotería Dononiana. Recuerdo también que un conspicuo gacetillero hizo un chiste que ha quedado de repertorio. Disputaban varios amigos en el Salón de Conferencias del Congreso para determinar cuáles eran los segundos apellidos de las dos ramas borbónicas. Alguien dijo que todos llamábanse Borbón y Este, y nuestro gacetillero contestó en el acto que el Rey de España se llamaba don Alfonso de Borbón y del Noroeste”.
Para rematar la faena el Caballero de Gandía puso sobre la mesa otra botella de Fondillón que los contertulios dejaron casi totalmente exhausta, y entre unas cosas y otras todos los  contertulios regresaron a sus casas con mejor disposición de ánimo.

viernes, 22 de marzo de 2013

VIVA ESPAÑA

EL VIVA ESPAÑA ES UN GRITO DECADENTE

[Nota de la redacción. Nos llega este suelto del Escriba. Nunca sabrá cómo se lo agradecemos. Como estamos como estamos le hemos pedido que se anime con una pequeña glosa complementaria, que el texto lo merece, que esperamos recibir pronto]
Varela:  A tus órdenes, mi General.
Franco:  ¿Cómo estas, Valerita?  Te  llamaba por el asunto de Bilbao, pues por mi información las cosas no sucedieron exactamente  tal  como me ha informado el Ministro de la Gobernación y el Director General de Seguridad porque realmente aquello fue una cosa política … porque es que, como se produjeron los hechos de Begoña hay discrepancia ya que se trataba de un acto perfectamente lícito en sí, pero del que se quiso aprovechar cierta secta, para provocar con sus gritos subversivos y con unos carteles que llevaban que decían  “Viva España”, “Viva el Ejército”, “Viva el Rey”, “Muerte a los traidores”
Varela: Yo esos carteles no los vi, mi General
F:  Pero los carteles existían y también los gritos subversivos con intención de provocar.
V:  Yo no oí más gritos que los de “Viva España”, “Viva el ejército”, “Viva el Rey” y alguno de “Viva Franco”
F:  ¿Luego se dieron gritos subversivos para provocar?
V:  Si el grito de “Viva España” y “Viva el Rey” los consideras subversivos, si se dieron, y muchos. Pero ninguno de los dos gritos los considero subversivos … discrepo de tu opinión (con energía):  No existe ninguna prohibición legal que los condene.  Además es el grito con el que murió aquella gente y tú mismo tienes  autorizado un himno que empieza  “Por Dios, por la Patria y el Rey”.
F:  Eso es otra cosa y no tiene nada que ver con esto para que los considere subversivos.
V:  Entonces el “Viva España” es subversivo.
F: No, el  “Viva España”, no.
V:  (Rápido)  No, mi General,  pero  lo doy yo sólo siempre, porque tu has dejado de darlo.
F:  Porque doy  el  “Arriba España”, pero no existe incompatibilidad entre estos dos gritos, sólo que  él “Arriba” es un grito más dinámico, un grito que nos envidian los extranjeros, mientras que  el Viva España es un grito decadente.
V: Un grito por el que murió toda esta gente que te salvó  a ti y a España y con el que se inició este Movimiento.
F: Si, pero un grito con el que se perdieron muchos millares de kilómetros para España y nuestro Imperio.
V:  Ni tú ni yo los perdimos, sino que, por el contrario, al grito de “Vivas España” hemos hecho  cuánto hemos podido para darle gloria.
F: Si, pero los perdieron nuestros padres y nuestros abuelos
V: Pues si hay que prohibirlo ten el  valor de dar una orden y crea la figura del delito.

(Fragmento de la conversación telefónica que sostuvieron el General Franco, Jefe del Estado y el General Enrique Varela, Ministro del Ejército, el día 24 agosto 1942 en relación con los sucesos acaecidos el día 15 del mismo mes a la salida de una misa solemne en la basílica de Begoña en Bilbao; tal como se transcribe en el libro “La larga marcha hacia la monarquía” de Laureano López Rodó, Editorial Noguer 1977, páginas 503 y siguientes).
Por la transcripción:  EL  ESCRIBA

domingo, 16 de diciembre de 2012

REYES SODOMITAS (una entrada del Escriba)

El Escriba y sus contertulios don Pablo Cañizares  y el Caballero de Gandía se muestran celosos y resentidos ante la irresistible ascensión de Alcides Bergamota, quien con sus pujos de intelectual provinciano está desbancando incluso la primacía de gentes menos refinadas como Doroteo y Tato. El Encargado, a quien el Escriba ha dejado traslucir su malestar por la privanza de Alcides, le ha contestado que menos quejarse y más trabajar, y ante tal admonición los contertulios se han puesto las pilas, ganosos de que sus cosas merezcan el honor de ser publicadas en Cepo Gordo.
Ayer mismo el Caballero de Gandía se presentó en la tertulia con un ejemplar del  tan esperado libro “Reyes Sodomitas”, subtitulado  "Monarcas y favoritos en las cortes del  Renacimiento y Barroco", y para ir abriendo boca leyó a sus amigos el índice de la obra, que para satisfacción del curioso lector resumimos:

La homosexualidad en su contexto histórico. El pecado nefando o contra natura: un vicio impronunciable.-  Los castigos.- Amores entre caballeros.- Papa Julio III. El mono del Papa.-  Enrique III de Valois. El príncipe de Sodoma.-  Jacobo I de Inglaterra. El tonto más sabio de la cristiandad.-  Luis XIII de Francia, El Casto. El rey de "los mosqueteros".-Felipe de Orleáns, más conocido como Monsieur.- Cristina de Suecia. La reina libertina.-  Guillermo III de Inglaterra. Un monarca honesto.-  Federico III el Grande. El rey ilustrado.
Y para postre,  El Panorama ibérico. Felipe II un rey anti sodomita, en el cual figuran apartados como Don Carlos y Don Sebastián, dos personajes enigmáticos con similar y trágico final.-  El caso de Antonio Pérez: de flamante secretario del rey a reo de muerte por hereje y sodomita.-  Sodomía en la corte del Rey Prudente. Los casos del conde de Ribagorda y del Gran Maestre de Montesa.
Tanto el Escriba como Don Pablo Cañizares mostraron su extrañeza por la inclusión en esa lista de una mujer cual la reina Cristina de Suecia, a lo que el Caballero de Gandía replico con palabras del Autor,  que dentro de su compleja y azarosa, su orientación sexual sería un rasgo distintivo más en su enigmática ambigüedad que tanto le gustaba cultivar.  Cristina  -concluye el autor- tuvo cuatro pasiones importantes en su vida, de las cuales sólo una, la que le dedicó a Ebba Sparre, era de sexo femenino, las otras tres, la de Magnus de la Gardie,  Antonio Pimentel y el cardenal Azzolino, fueron masculinas, con lo que podríamos deducir que, en todo caso, Cristina de Suecia tuvo que ser más bien bisexual que homosexual, coincidiendo con él perfil de libertina en el que gustó de probarlo todo, también en el sexo.
Esta aclaración tranquilizó mucho a los contertulios, a quienes sobre todo enorgulleció la honrosa mención de Don Antonio Pimentel, Embajador de España.

¡Después de esto, cualquiera se atreve¡
“Un hijo de lo primero que sirve es de malicia para llevar la cuenta de pasadas satisfacciones en que fue engendrado”.-  Gabriel Miró, “Nuestro Padre San Daniel”

martes, 13 de noviembre de 2012

MAS LEÑA AL FUEGO

ABDERRAMAN III, SAN PELAYO Y PIO BAROJA.

Al hilo de lo que se trató en su última tertulia, apacible y grata como todas, con Don Pablo Quiñones y el Caballero de Gandía, el Escriba se ha esforzado en proclamar a los cuatro vientos que a él y a sus amigos el asunto del homosexualismo les trae completamente sin cuidado. Sin perjuicio de ello, añade el Escriba, nadie puede ignorarlo puesto que ha estado y sigue estando presente en todos los tiempos y en todas las culturas, de modo que a poco que rasque uno se lo encuentra donde menos lo espera.

Sin ir más lejos, dice el Escriba a sus contertulios, el domingo pasado estuvo oyendo misa en la parroquia de San Pelayo, en el pueblo vallisoletano de Olivares, en el corazón de la Ribera del Duero, D.O., que alberga uno de los retablos más espectaculares de los existentes en Castilla y León, “cumbre del renacimiento pictórico español”, según reza el folleto turístico que el Escriba exhibió sin rubor en apoyo de su tesis.  La figura central del retablo es la del propio San Pelayo, niño gallego cuya peripecia vital vino a consistir, a grandes rasgos, en que, habiendo sido hecho prisionero en la campaña de Abderramán III sobre Galicia y residiendo por ello en Córdoba, el propio Califa se encaprichó con él y le requirió de amores, esto es, como ahora se diría, tener sexo con él, a cambio de grandes riquezas y honores.  Pelayo, que contaba poco más de trece años, rechazó semejantes proposiciones y fue brutalmente torturado, descuartizado con tenazas y sus restos arrojados al río Guadalquivir, en el año 925.  “Nada peor, dijo el Caballero de Gandía, que un amante despechado”.

Don Pablo Quiñones afirmó solemnemente que él nunca hubiera imaginado una cosa así del gran caudillo musulmán y que es necesario extremar el rigor en el análisis de las fuentes historiográficas. En este orden de cosas, prosiguió el jurista, espero tener dentro de pocos días un libro que sin duda aclarará muchos puntos oscuros. Se llama “Los reyes sodomitas”, editorial Antínoo, y a pesar de este título algo demasiado crudo, tengo entendido que se trata de un estudio serio y riguroso, de corte académico. Por lo pronto concluyó Don Pablo, su autor es una verdadera autoridad en la materia.

Convinieron los tres amigos en que sería prudente dejar esta cuestión en reposo (ninguno de ellos se atrevió a decir stand by) hasta haber leído el libro, y en tanto el Caballero de Gandía descorchaba su botella de fondillón (la misma de la tertulia anterior) el Escriba puso término a la sesión con una cita de Baroja que a todos les pareció muy apropiada: “Entre la juventud literaria del tiempo no vi mas que malas intenciones: la envidia y la tristeza del pequeño éxito ajeno, la acusación de plagio, la acusación de homosexualismo”.

Saboreadas esta frase y las copitas del delicioso vino dulce, los tres amigos se despidieron con grandes demostraciones de virilidad.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Una de actualidad

LA TERTULIA DEL ESCRIBA.  A PROPOSITO DEL MATRIMONIO HOMOSEXUAL.

En una de sus habituales, reposadas tertulias con sus amigos Don Pablo Quiñones y el Caballero de Gandía, en la que se leyó y releyó minuciosamente la última Crónica de Doroteo, el Escriba puso de manifiesto su sorpresa y una cierta consternación ante ciertos comentarios de ese gran hombre a la carta que le ha enviado Alcides Bergamota desde su retiro provinciano. El señor Bergamota da a entender su disgusto ante la reciente sentencia del Tribunal Constitucional que admite el matrimonio homosexual y por ello Doroteo moteja a su corresponsal de conservador  -confiriendo implícitamente a  este adjetivo un significado peyorativo-  y sospecha que Alcides es víctima de la edad y de un exceso de paseos y meditaciones.

La postura de Doroteo le parece al Escriba ambigua y vacilante y recuerda que una fisura en el muro, si no se repara a tiempo, puede convertirse en una grieta que se agrande día a día hasta la ruina de todo el edificio. Al Caballero de Gandía, por obvias razones históricas y geográficas y dada su condición terrateniente y patricia en ese municipio, le ha impresionado el vaticinio de la morisma apareciendo sobre esas mismas ruinas.  Por su parte Don Pablo Quiñones, que a lo largo de su dilatada carrera profesional ha ganado aproximadamente el mismo número de pleitos que ha perdido, opina que el nombre que se le de a la unión  -matrimonio o no matrimonio-  es lo de menos si el contenido de derechos y obligaciones viene a ser el mismo. Desde hace años en las leyes españolas vienen atribuyéndose el mismo estado jurídico a las personas que conviven  “con independencia de su orientación sexual”.  Esta omnipresente coletilla le parece a Don Pablo una de las frases emblemáticas de nuestra democracia, tanto o mas que aquella  “Compañeros del Metal  ¿Me se oye?”,  que consagró el olvidado Ramón Pi.  

Algo mas repuesto de su impresión, el Caballero de Gandía se esforzó en tranquilizar a sus contertulios, y en tranquilizarse ante todo a si mismo, con  el argumento de que la mariconería no es el peor de los males que pueden aquejar a una sociedad ni el mas poderoso para debilitarla.  Puso por caso a grandes personajes como Alejandro Magno, César Augusto   -“el marido de todas las mujeres de Roma y la mujer de todos los maridos”, apuntó el Escriba muy a su pesar-  y el propio Lawrence de Arabía, sin olvidar las milicias griegas y, según se dice, las juventudes nazis.  Mayores grietas y derrumbes causan a las naciones las diferencias de clase, la inseguridad jurídica y la corrupción.

En este punto el Escriba se tomó la libertad de decirle al Caballero que le parecía muy justa su preocupación por la corrupción, siendo el Caballero como es un preclaro prócer del País Valenciano. El Caballero de Gandía, hombre de mundo, hizo como que no lo oía y a falta de toda clase de tabacos invitó a sus amigos a un sorbito de fondillón.

CEPOGORDO DECLINA TODA RESPONSABILIDAD Y TODO LO DEMAS.

El señorito Javier Marías ha rechazado un premio de 20.000 € concedido por el Ministerio de Educación y Cultura y ha convocado una rueda de prensa para explicar las razones de su decisión. Al Escriba esas razones –independencia respecto de los poderes públicos, gobierne quien gobierne, etc. etc.-  le han parecido muy sensatas y hasta plausibles.  El problema está, dice el Escriba, en que el premio lo ha concedido un gobierno del Partido Popular,  y todo el mundo sabe que el señorito Marías no es precisamente neutral y equidistante en sus preferencias políticas, antes al contrario sus colaboraciones semanales, en El Pais of course, son a menudo verdaderos panfletos contra ese partido. Por ello no es de extrañar que en esa misma rueda de prensa el señorito acabase por enseñar la patita con aquello del gobierno franquista y las habituales lamentaciones por los recortes a la Cultura, etc. etc.  El manual del buen progre. 

Pero vayamos a lo que realmente importa.  Esta mañana una joven asidua al parnasillo cepogordista le ha preguntado al Escriba si estaba de acuerdo con ella en que Javier Marías es un verdadero gilipollas. Al viejo Escriba se le han saltado las lagrimas porque  a su mente ha venido nítido y vivido el recuerdo la conversación de la que tuvo el honor de ser testigo hará no menos de ocho o diez años, una lluviosa mañana en el interior de un bar cutre y oscuro en la localidad toledana del Real de San Vicente. Al admirado jurista, académico, catedrático, y también gran montañero  (lo que explica la circunstancia del lugar)  a quien para disimular llamaremos E., su señora, no menos grande en la montaña, a la que con el mismo fin llamaremos A., le espetó sin venir  a cuento:

-  E, dice Fulano  (y aquí el apellido de otro reputado académico) que Javier Marías es un gilipollas.  ¿A ti que te parece?

Y el interpelado, entre molesto ante tamaña indiscreción y complacido por la oportunidad que su esposa le brindaba, contestó:

-  Fulano tiene toda la razón.

Entenderán ustedes que ante tal argumento de autoridad el Escriba no tiene nada mas que decir.

jueves, 18 de octubre de 2012

UNA DEL ESCRIBA

LOS LIBROS CON LOS QUE EL ESCRIBA NO PUDO MAS


Desoyendo los sabios consejos de quienes opinan que nadie debe sentirse obligado a leer hasta el final un libro que no le satisface, el escriba, niño de la lejana posguerra, ha tenido siempre por norma apurar hasta las heces el cáliz literario que en cada caso le tocó beber, y cumplir íntegramente la penitencia que merecía por su propia culpa in eligendo.  Cierto es que en mas de una ocasión optó por suspender indefinidamente la lectura en espera de momentos mas propicios, que, como él mismo sospechaba, nunca llegaron.  Pero han sido muy contadas las veces en que el escriba decidió que no valía la pena, o no era capaz, de soportar ni una línea más.

Uno de los libros que el escriba abandonó a media lectura, irritado y asqueado, fue el engendro de Ken Follet  llamado “Los Pilares de la Tierra”, insufrible culebrón de obispos malos y curas buenos  (medievales progres avant la lettre), cuyo aplastante éxito en todo el mundo demuestra que en todas partes cuecen habas  (aunque en España sea a carretadas, por completar el refrán).  Ken Follet sigue escribiendo best-sellers e incrementando su mal ganada fortuna, pero desde luego no a costa del mermado bolsillo del escriba

Otro de esos libros de los que nuestro hombre decidió liberarse, en una fase temprana del embarazo, fue el no menor engendro intitulado “Un asesinato piadoso”, fruto de la fértil pluma de Don José María Guelbenzu. Este señor busca hacerse rico  -no sabemos si lo ha conseguido-  escribiendo novelas de género policiaco cuya protagonista es una jueza de instrucción llamada Mariana de Marco, no recuerdo si soltera o divorciada, pero en cualquier caso legalmente libre a los efectos que no es necesario exponer. Cuenta el escriba que el bodrio comenzó a atragantársele ya en la página 39 en el momento en que  “Marina pasó a la cabina del retrete”. Si hemos de creer a Guelbenzu, “Se bajó el pantalón y las bragas hasta las rodillas, tomó asiento y orinó pensativamente […]  Luego cuando terminó, cortó de manera mecánica un trozo de papel higiénico, lo doblo, lo limpió y se vistió de nuevo”  (de lo que resulta que lo que Doña Marina limpió, no sabe bien cómo, fue el papel higiénico y no lo que todos estamos pensando; así como que la ilustre Señoría se vistió sin antes haberse desnudado).  Poco después el escriba volvió a sobresaltarse al comprobar que el señor Guelbenzu,  “colaborador habitual de las secciones de Opinión y Libros del diario El Pais” y factotum del suplemento Babelia, no tenía reparo en escribir que cierto personaje  “solía frecuentar” no se qué establecimiento. Con todo, el escriba habría superado estos contratiempos de no ser porque el relato le pareció tan alicorto como pedantesco (sin duda, marca de la casa) y carente de interés.

Del abandono de estos y otros subproductos del género novelesco el escriba se siente orgulloso.  No así de otro, que nuestro buen hombre atribuye, pesaroso, a sus propias limitaciones. Nos referimos a  “La montaña mágica”, de Tomas Mann.  El escriba se aferra al fácil símil que le brinda el título de la novela para confesar que pedaleó esforzadamente durante muchos capítulos pero llegó un momento en que las fuerzas no le respondieron. Él mismo reconoce que es una lástima porque en algún lugar  -no, desde luego, en Babelia-  ha leído que La montaña mágica es una de las tres novelas cumbres del siglo XX, de imprescindible lectura.  Las otras dos son …

Al llegar a este punto el escriba dibuja un gesto de ingenua malicia, que no sabemos muy bien si es tan sólo un modo de decir mañana mas, o una incitación a los improbables pero necesariamente selectos lectores de Cepo Gordo.

SC

lunes, 23 de abril de 2012

El ESCRIBA


UNA INVENCIBLE PASION  NAUTICA


Una buena mañana del año de gracia de 1962 el Escriba -ya por entonces enteco y desmirriado pero todavía no tan renqueante y menesteroso como se nos presenta ahora-, asistía junto con otros noventa o cien compañeros invariablemente provistos de chaqueta y corbata y menos de una docena de compañeras ataviadas con sumo recato, a la clase de Derecho del Trabajo que impartía, en tonos grises, el catedrático titular de la asignatura, Don Gaspar Bayón Chacón.

En la primera fila del aula se sentaba un joven de algo más edad que la mayoría de sus compañeros, de muy buena estatura, rubio el cabello ligeramente rizoso, ojos azules, y en su conjunto casi ofensivamente aristocrático. La llegada, ya avanzado el curso, de aquel apuesto mozo había producido un enorme revuelo en la facultad de Derecho de la Universidad Complutense.  Grupos muy numerosos de individuos conocidos con el nombre de “carlistas”  y otros igualmente nutridos de los denominados “falangistas”  (especies hoy en peligro de inminente extinción), colmaban el amplio vestíbulo de la facultad y la galería que lo rodea en la planta superior y recibieron  al recién llegado con banderas, pancartas y estruendosos gritos de hostilidad que su destinatario acogió, todo hay que decirlo, con admirable serenidad y entereza.

En aquella clase se produjo un hecho notable que entonces pasó casi desapercibido pero que el Escriba no puede por menos de evocar ahora, con menos nostalgia que oportunismo. Recuerda el Escriba que en cierto momento el catedrático comenzó a dar muestras de un creciente nerviosismo. Vacilaba e interrumpía su exposición con pausas prolongadas que extrañaban y desazonaban a sus alumnos. Parecía esperar, de alguien, un gesto liberador, que sin  embargo ese alguien no se dignó emitir. Al fin el profesor, con voz alterada por la ira, declaró que la clase había terminado;  y todos los alumnos abandonaron el aula, la mayoría de ellos sin  saber ni entender la razón de tan extraño comportamiento.

El motivo no tardó en saberse:  El joven alto, rubio y de ojos azules, sentado en la primera fila del aula  -como correspondía al Alto Destinado al que había sido llamado-  se había puesto a jugar a los barcos  -agua, tocado, hundido- con  su compañero de pupitre;  abstraído, se deduce, por el disfrute de la afición náutica arraigada en la Dinastía, hasta el punto de no reparar en el sofoco del profesor ni, menos aun, en las exigencias del propio decoro.

Ahora, a toro pasado y cuando las cosas han llegado a un punto de difícil arreglo, al Escriba se le ocurre preguntar qué habría pasado, que estaría pasando ahora en este atribulado país, si en aquella mañana de la primavera de 1962 el digno profesor Bayón Chacón hubiese superado  su comprensible temor reverencial, y expulsado de la clase, con el debido respeto, a ese ilustre alumno, a él y a su adversario naval, pero sólo a ellos dos y no al centenar de compañeros que no tenían porque pagar las culpas de quien ya en tan temprana ocasión demostró ser un frívolo irresponsable. El Escriba considera que de aquellos polvos vinieron estos lodos, porque siete años después aquel apuesto joven fue nombrado Sucesor en la Jefatura del Estado a título de Rey, y otros seis años mas tarde Rey de España.

Sin perjuicio de todo lo cual el Escriba, siempre juicioso, reconoce la necesidad de algunas importantes matizaciones.

miércoles, 11 de abril de 2012

LA SEGUNDA DEL ESCRIBA


HOY HACE  SETENTA Y OCHO AÑOS: LA CRISIS DEL VITUPERIO  (1)

Esta mañana el encargado del parnasillo cepogordero ha advertido en el Escriba signos de emoción y desasosiego no completamente justificados, a su entender, por el frío y las privaciones que en dicho lugar está padeciendo.  A los solícitos requerimientos del mozo el Escriba contestó que tal día como hoy, 11 de abril de 1934, su tío abuelo Ramón Alvarez Valdés, en su intervención en el Parlamento defendiendo el proyecto de Ley de Amnistía que él mismo había redactado, cometió un pequeño “desliz” que por lo pronto le costó su carrera política y andando el tiempo le costaría la vida.

Don Ramón Alvarez Valdés, amigo íntimo y correligionario político de Don Melquíades Alvarez, miembro por lo tanto del pequeño Partido Reformista (asturiano)  fue nombrado ministro de Justicia en el gobierno que Don Alejandro Lerroux formó en diciembre de 1933 tras la victoria de la derecha, y sobre todo de la CEDA del señor Gil Robles, en las elecciones del mes de noviembre anterior. Lerroux se había comprometido con Gil Robles a promulgar una ley de amnistía que favoreciese principalmente a los militares y civiles que habían secundo al general Sanjurjo en el fallido golpe del 10 de agosto de 1932, y a Don Ramón Alvarez Valdés, como ministro de Justicia le cayó encima el encargo de preparar y defender esa ley. Se proponía con ella el gobierno "contribuir a la pacificación de los espíritus” y saldar  -si bien esto no se decía- la deuda contraída con los grupos de derechas, como premio a su generoso apoyo. La amnistía alcanzaba "a todos los sentenciados y procesados no rebeldes por hechos anteriores al 3 diciembre 1933", con lo cual se excluía del beneficio a los procesados por su intervención en la revuelta anarco-sindicalista de diciembre de dicho año.

Tal como lo cuenta Joaquín Arrarás, el ministro  -contestando a Don Indalecio Prieto-  exclamó: “Tracé la divisoria entre lo ocurrido el 10 agosto y el 10 diciembre; dos movimientos que rechazo, porque soy enemigo de toda violencia. Como para mí mereció todo vituperio el movimiento insurreccional del 15 diciembre 1930. Y la prueba de que no era necesario está en lo ocurrido en los comicios el 12 abril de 1931. Ese es el camino." En el acto estalló el escándalo. Un diputado gritó: "¡Qué fusilen en efigie a Galán y a García Hernández!"  (Nota: Una lápida en el salón de sesiones de las Cortes ostentaba los nombres de estos dos oficiales fusilados por haberse alzado contra la monarquía el 15 diciembre 1930). Un viento huracanado paso por los escaños socialistas y republicanos de izquierda. Prieto, sagaz, vio que el ministro, republicano neófito, había descuidado su guardia y se apresuró a encajarle tremendos golpes directos. Gesticulante, enronquecido, gritaba: "ya no hay confusión, señores diputados republicanos: el ministro de Justicia condena el movimiento republicano por el cual nació la República... ¡En la revolución de diciembre tomó parte incluso quien está hoy en las cumbres del estado!... ¡Viva la revolución del 15 diciembre!... ¡Viva Galán y García Hernández!".    Los correligionarios del líder le coreaban…

Comprendió el ministro de Justicia la delicada situación creada al Gobierno por haber expresado tan sin rebozo su criterio sobre la violencia y decidió sacrificarse en aras de la supervivencia gubernamental. En el Consejo de Ministros del 13 abril presentó su dimisión. Lerroux se reservó el momento de hacerla pública.

Llegado a este punto, el Escriba comprendió que estaba abusando de la impaciencia de su joven interlocutor y puso fin a su relato, no sin amenazar con volver en otra ocasión sobre el tema, que patentemente le interesaba.  Y como al Encargado no le desagradó la historia condujo al Escriba a su aposento y allí, al resguardo de miradas envidiosas, entregó al anciano la prometida onza de chocolate.

EL ESCRIBA.

EL ESCRIBA


No ha mucho que en el parnasillo donde se solazaba, improductiva y muelle, la tropilla cepogordera compareció, renqueante de su pierna derecha, un hidalgo de aspecto menesteroso, enjuto de carnes, el rostro surcado de arrugas y tan nevados el escaso cabello y la barba rala que por si solos declaraban una provecta senectud. El anciano posó largo rato una mirada ansiosa en la bien surtida olla que borboteaba en el centro de la estancia y acto seguido declaró resueltamente su deseo de de hablar con el encargado.

Sin demora se presentó ante él un mozo desgarbado, ante el cual el anciano, empujado por su mucha necesidad, se humilló a exponer sus méritos literarios.

Yo –expuso con orgullo- no soy tan estevado como Quevedo, ni tan manco como Cervantes, y conservo gracias a Dios mejor vista que Jorge Luis Borges. Dirigió una mirada furtiva, lasciva y dimisionaria, a una de las mozas que por allí trajinaban, y prosiguió:  Escribo mejor que Juan Luis Cebrián y no soy tan maricón como Antonio Gala. A lo que inmediatamente, temeroso de que tal negación le fuese computada como demérito, añadió no ser tan machote como Arturo Pérez Reverte.

Tampoco soy, prosiguió el anciano, tan vizcaíno como para ser secretario del rey, ni de cámara o consejo alguno. Y, de nuevo temeroso de que tal remoto origen fuese causa de expulsión, afirmó con astucia haberse criado en el mismo Valladolid.

Luego el anciano sacó de su bolsa cuatro o cinco libros resobados, que el mozo hojeó con muestras de aprobación, y declaró su convicción de que con copiar algunos párrafos de aquí y de allá, citando su procedencia tan sólo cuando esta fuese demasiado evidente, y completando lo que fuese menester con citas bajadas del internet, podría ir pergeñando algunas piezas apañadas con las que mantener entretenidos y fidelizados a los visitantes de la página.

A cambio de su colaboración el derrotado anciano no pedía otra cosa que alojamiento y dos comidas al día, con la golosina en cada una de ellas de una onza de chocolate sin azucares añadidos y un vaso de vino que no fuese de tetrabrik.  Como el mozo accediera a ello y le prometiera además, para en su día, una casaca de paño grueso para soportar los rigores del invierno y un par de botas que le sobrasen, el Escriba  -pues tal fue el sobrenombre que el mozo le propuso-  se sirvió un buen plato de la olla y dos vasos de vino y, tras besar la mano a su benefactor, se retiró a la covachuela que este le había asignado y después de rezar sus oraciones con mas voluntad que acierto se acostó en el angosto catre y no tardó en quedarse profundamente dormido.

Al curioso Lector corresponderá decidir si el Escriba se gana honradamente el alimento cotidiano y si llega incluso a ser merecedor de una casaca de paño grueso y las botas prometidas.