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viernes, 31 de mayo de 2013

LONDRES SE ESTÁ QUEDANDO SIN GORRIONES, UNA BREVE REFLEXIÓN SOBRE MEDIO URBANO Y NATURALEZA

Por muchas razones que serían largas de detallar, el cepogordista es un amigo de las aves y entre estas del gorrión que nos acompaña en nuestro vivir diario aportando esa imprescindible nota de belleza natural sin la cual no se podría habitar en ninguna aglomeración humana.

El gorrión común es un individuo simpático y hacendoso que habita en sana vecindad con el hombre y soporta con estoicismo gorrionil las intromisiones de sus congéneres alados. El gorrión es un filósofo doméstico que ha aprendido a vivir sin molestar y que prefiere un pasar tranquilo y ordenado a la gloria efímera del cantor canario o del insoportablemente cursi pavo real. De su prodigiosa capacidad sexual no podemos revelar nada que no hayan explicado ya Plinio y Don Lotario, grandes observadores del gorrión.

De la Gran Bretaña nos llegan malas noticias que afectan a nuestro querido amigo.

En los últimos veinticinco años el Gran Londres ha perdido el 68% de su población de gorriones domésticos (house sparrow como es denominado en Gran Bretaña). 

Nuestro entrañable amigo ha desaparecido por completo de muchas áreas de la ciudad con la consiguiente preocupación de ornitólogos, conservacionistas y ciudadanos de a pié a los que no se les escapa la gravedad del hecho.

Al que los ingleses denominan house sparrow no es otro que nuestro gorrión común (Passer Domesticus) el ave más extendida del mundo, cuya vida está estrechamente ligada al habitat humano, hasta el punto de ir desapareciendo de los pueblos a medida que éstos quedan abandonados.

La clave del problema parece estar en que los gorriones londinenses son incapaces de encontrar la cantidad suficiente de insectos para alimentar a sus polluelos y asegurar la continuidad de la especie.

La Real Sociedad Para la Protección de las Aves (RSPB en inglés) ha emprendido una campaña denominada London House Sparrow Parks Project que tiene por objetivo combatir las causas del problema y concienciar a los usuarios de los parques de Londres y a la ciudadanía en general acerca de la importancia de la fauna urbana. Para aquellos lectores cepogordistas interesados en conocer esta iniciativa en mayor detalle adjunto al pié de estas líneas la dirección de internet dónde pueden saciar su curiosidad.

La crisis del gorrión londinense sirve como llamada de atención al mundo urbano en el que habita gran parte de la población mundial.

En una época dónde la ecología ha tomado una importancia merecida y en ocasiones sobredimensionada parece innecesario hacer ningún tipo de llamamiento, ahora bien, uno piensa que es precisamente por esa sobreabundancia de información por lo que a menudo el público en general no repara en estos "detalles" de cierta importancia.

A mi juicio que un ave que es un indudable marcador de la vida humana desaparezca de un lugar concreto no dice mucho en favor de ese habitat.

Me barrunto que algo pasa en Londres, ciudad llena de parques, y que se debe fundamentalmente a cómo está desarrollando el hombre su habitat o más bien cómo no lo está desarrollando.  

House sparrow - adult male
A menudo pienso que los defensores de la ultramodernidad son gente poco humanizada y este tipo de reacciones de la naturaleza me confirma en mis ideas. El hombre habita un mundo que es un medio natural interrelacionado. Si bien las comodidades de la civilización urbana han permitido el crecimiento de la población en lugares de escasa aptitud para el desarrollo no parece razonable construir un mundo en el que el hombre no pueda convivir con la naturaleza en un grado de mínima convivencia.

Se insiste a menudo en la imagen del niño urbanita que bebe leche y come huevos pero que jamás vio una vaca ni a una gallina picotear junto a sus polluelos. Las excursiones campestres y las granjas escuela son remedios modernos para paliar la falta de contacto con el medio natural. Lo importante, a mi juicio, no es mantener esa relación superflua con el mundo natural al que se acude como quién asiste a un espectáculo, sino en explicar a pequeños y mayores que la convivencia con el medio natural (animales y plantas) es una exigencia del "ser hombre" y que la humanidad no cabe en un medio enteramente artificial.

Iniciativas aparentemente simples y tildadas en algunos casos hasta de "ñoñas" como cultivar un huerto urbano, tener una tomatera en casa, alimentar a las aves o colocar una caja-nido en el balcón, son la mejor forma de procurar la intereacción del hombre con la naturaleza en el medio urbano y enseñar a las generaciones futuras a valorar el medio en el que vivimos y procurar su mantenimiento y desarrollo.

Hacemos votos para que los esfuerzos de la RSPB den los frutos apetecidos y que en pocos años los londinenses y visitantes puedan disfrutar de la entrañable compañía de sus gorriones.

Sanglier.





sábado, 18 de mayo de 2013

PAJARERÍA II

Los pájaros.


Los pájaros son el orden más moderno de las aves. Las aves cantoras son un subgrupo de los pájaros, perteneciendo todos los pájaros europeos al suborden de las aves cantoras. El ave cantora mayor, oriunda de Europa es el cuervo. No pueden cantar pero en cautividad aprenden a decir palabras (como algunos maridos). El cuervo es el más grande de los córvidos. Viven unidos en parejas de por vida en un mismo territorio muy amplio que nunca abandonan. Podemos decir que el cuervo puedo incluso llegar a representar cierto ideal de vida sedentaria, cultivando laboriosa y sabiamente el huerto. Esto sorprenderá a quien no esté familiarizado con este pájaro, ni con sus ancestrales y sabias costumbres, como la de las largas tertulias al atardecer, todos en fila sobre la gruesa rama de un árbol viejo. Tal vez quien más ha sabido de cuervos en España haya sido Alvaro Cunqueiro. Su obra está sembrado de historias en los que está presente el negro pájaro y el mismo escribió que “Estas historias de cuervos que hablan, o de gente que reaparece, viniendo de los cercados del otro mundo, en forma de cuervo, debí haberlas reunido en un amplio capítulo, pero van sembradas por este libro de retratos, aquí y allá”.

Los cuervos pueden llegar a centenarios, son capaces de aprender y van acumulando experiencias (al contrario que muchas personas). Su único enemigo, dejando a un lado las supersticiones del hombre, es el búho real. Horace Smith, Daniel Wesson, Samuel Colt, Abel “Shangai” Pierce y John Chisum tenían todos algo del cuervo. De la misma forma que Secundino Prieto, Neira de Pardomonte, Felipe de Lomba, Louro de Salceda y Licho de Vilamor.


Otros animales.
El tejón es nocturno, su hocico es especialmente adecuado para olfatear y hozar, móvil y musculoso. Utiliza a menudo la misma madriguera durante generaciones. Son auténticos laberintos subterráneos que pueden compartir con zorros, martas y garduñas. En invierno, como algunos amigos, reduce su actividad y duerme mucho. El tejón, el fiero, valiente e indolente tejón es nuestro animal favorito. Caprichoso y desconfiado camina por el bosque con aire lento y desganado. Pero puede de repente convertirse en uno de los más fieros luchadores que ha dado la naturaleza, no especialmente parca en materia de fieras. Perdiendo por completo el sentido de las proporciones, cegado por la voluntad de defender a toda costa su madriguera, el tejón enfurecido es capaz de enfrentarse incluso al oso grizzly, cuya fuerza y agresividad hacen de él uno de los mamíferos más temibles. Fue testigo de la pelea el trampero Sam Minard: “De repente el hombre del caballo sintió una sacudida de asombro. Lo que la bestia estaba invadiendo no era la madriguera de un perrillo, sino la guarida de un tejón, y el hombre no conocía a un luchador más letal. Creyó saber lo que había ocurrido; el tejón al que le brillaban los negros ojos de ira e indignación se había retirado al fondo de su madriguera subterránea y allí, gruñendo en la oscuridad había esperado. Al fin, hirviéndole la sangre de furia, se había abalanzado por el túnel y con unos dientes tan puntiagudos como agujas había mordido el hocico del oso.[1]

Ya hemos dicho que el tejón es amante de las comodidades domésticas y, pese a su carácter individualista y solitario gusta de vivir en viviendas comunitarias compartidas con otros tejones y mantenerlas durante generaciones. Es capaz por tanto de compartir la propiedad y de mantener proindivisos durante generaciones y generaciones, lo cual es asombroso y muy elogiable sin duda. Debe por tanto ser animal dotado a la vez de genio y paciencia.



[1] Vardis Fisher, El trampero. Editorial Valdemar. Colección Frontera. 2012.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Pajarería.

El cepogordista ha tenido un mal sueño. Algo difícil de describir, una especie pesadilla de metamorfosis. Gracias al cielo nada parecido a lo sucedido a Gregorio Samsa. Se ha visto a si mismo elegantemente vestido y puesto ante una elegante mesa bien ataviada. El sueño era algo confuso, borroso.


A los búhos les gusta proferir gritos, como a muchas personas. Su voz es inconfundible. Sin embargo, y al contrario de lo que sucede con muchas personas, de acuerdo con el fino oído de sus congéneres esos gritos nunca son escandalosos. En cambio, como decíamos, tener el oído fino por estos lares es claramente un defecto, un dolor, que se padece con resignación en esos lugares, cafeterías, restaurantes, todo de cristal y mármol dónde el griterío se multiplica de forma tal que más de una vez el cepogordista ha caído desmayado sobre la mesa, lo que ha tenido por efecto un redoblar de gritos. Sin embargo el cepogordista no es partidario de bajar el tono, del ridículo susurro, de esperar turno para hablar y esas bobadas. Sólo hay que buscar locales bien preparados, bien acondicionados, dónde abunde el lujo decimonónico de cortinajes, alfombras, sedas que amortigüen el ruido tragándose las ondas, y dónde se pueda hablar alto, accionando frenético, sin que sufra el tímpano y sin reprimir el ánimo. Un lugar donde el cepogordista pueda ser búho.

Aquellos búhos que cada año se aparean de nuevo (no establezcan aquí ninguna asociación con el cepogordista: Alcides escaldado, Doroteo enfrascado en su casona solariega, Tato de frenesí semanal, cuando no diario), en la época de celo dejan oír su retahíla de reclamos mantenidos largamente, como algunos conocidos del cepogordista que reclaman y reclaman. Por el contrario, los ejemplares emparejados de por vida denotan con un insignificante derroche de voz la llegada del tiempo del apareamiento. A este respecto, un antiguo conocido de Alcides decía siempre que a el el gin tonic le sabía siempre mejor fuera de casa… Si, la misma ginebra, la misma tónica, la misma rodaja de limón, pero no es lo mismo. Fuera de casa sabe mejor.

Miscelánea o escrito de materias inconexas. Ya se ha dicho: cuanta gente tiene cara de autillo. El autillo es diminuto y destaca por su maestría en esconderse, habilidad que con su plumaje difuminado en tonos pardos y grises lo hacen prácticamente invisible. Vean cómo avanza cauteloso, es prudente y circunspecto. Hemos puesto a una avutarda y no a un autillo, que se las apañe cada uno como pueda.