Por su frente plana, inmensa, como un
acantilado blanco, es más semejante al cachalote que a la ballena. La panza
redonda y dura, sobre la que se tensan, en un esfuerzo terrible de resistencia,
las costuras de la camisa, recuerda a una enorme bola de billar, dura, redonda,
con el aire pulido del marfil que le presta la gastada tela de la camisa
blanca. Si quitáramos la camisa, aparecería esa misma panza, pero dotada de
carne y de carnes, que no es lo mismo, voluminosa y elástica. También, a ratos
y lugares, fláccida, blanca, blanda, azul, peluda, pesada, grávida, real. Desaparecería
el pulimento, una vez en pelota. No queremos verlo dice Maleni que viene de su
clase de acqua-gym, enfundada en su traje sin costuras. ¡¡No queremos verlo!! A
esos gordos habría que hacerles algo, prohibirles algo, empujarles, no sé,
¡hacer algo contra ellos!
Sin
embargo el diagnóstico de la infame Maleni es erróneo, pues no hay más gordura
que la panza, como si Cachalote se hubiera tragado un melón, o una sandía más
bien, redonda, inmensa, blindada. El resto de la estructura es esquemática,
trazada con líneas delgadas y secas, duras. El cráneo anguloso a partir del
acantilado, la nariz larga; la boca es un trazo oscuro, como un corte
atravesado. Los miembros secos, organizados sobre articulaciones nudosas, las
manos sarmentosas. Al moverse, toda la estructura cruje y avanza a trompicones,
como un navío en la tormenta.