Mostrando entradas con la etiqueta El tiempo que hace. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El tiempo que hace. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de noviembre de 2025

De los dietarios de A. Bergamota El Grande. Altas consideraciones literarias.

Arthur Schnitzler, se oye una voz comentar: Por favor, es insoportable, no más de estos, no lo podemos soportar.



¡Como llovía ayer, a cántaros! El agua caía constante, grave, gruesas gotas rebotando sobre el suelo. Resguardado en un soportal la miraba caer y caer, y por detrás de la gruesa cortina de agua, los álamos con las hojas de un verde encendido, y el horizonte despejándose a lo lejos. Por un momento, a no ser por los matices de la luz y que todavía era de día, parecía que habíamos vuelto al invierno. ¡El invierno! Con su silencio, su penumbra y la sensación de que no hay que hacer nada todavía, de que se descansa de todo, y de que por delante quedan horas y horas de chimenea y lectura. Pero la lluvia levantaba el olor de la primavera, un frescor que sólo es de este tiempo, un vigor que sólo esperaba la humedad para dispararse. 


lunes, 1 de febrero de 2021

De los cuadernos de A. Bergamota Elgrande: un apunte de marzo de 2017.

Ayer a la hora de comer, tormenta de nieve.
Hemos pasado de un fin de semana bajo el sol, jugando al tenis con sombrero de paja y sacando ropa de verano, al invierno más crudo de nuevo. Desde ayer, temperaturas alrededor de los dos grados. Al salir de trabajar había dejado de nevar como cuando escampa y de camino a casa podía contemplarse el más extraordinario cielo, envuelto en la luz pura y limpia lavada por el frío, inmensas nubes y una profundidad que lo magnificaba todo. Esta mañana agua nieve y el cielo de nuevo por los suelos.

jueves, 25 de abril de 2019

Oiga, ¡es que usted sólo habla del tiempo! ¿Y que quiere que le diga?


¡Como llovía ayer, a cántaros! El agua caía constante, grave, gruesas gotas rebotando sobre el suelo. Resguardado en un soportal la miraba caer y caer, y por detrás de la gruesa cortina de agua, los álamos con las hojas de un verde encendido, y el horizonte despejándose a la lejos. Por un momento, a no ser por los matices de la luz y que todavía era de día, parecía que habíamos vuelto al invierno. ¡El invierno! Con su silencio, su penumbra y la sensación de que no hay que hacer nada todavía, de que se descansa de todo, y de que por delante quedan horas y horas de chimenea y lectura. Pero la lluvia levantaba el olor de la primavera, un frescor que sólo es de este tiempo, un vigor que sólo esperaba la humedad para dispararse.