martes, 4 de agosto de 2020

La oportunidad.


-    Comprendo perfectamente todas las razones de supervivencia que usted alega y todo lo relacionado con su numerosa familia y su infinita prole, sin embargo, me complace enormemente poder confirmarle que está usted profundamente despedido.

-      ¿Profundamente despedido? ¿Pero qué dice?

-            ¡Lo que oye!

- ¿Pero cómo puedo estar profundamente despedido?

-            Porque lo digo yo.

-            Miserable.

-  No siga cavando, que se cierra puertas. Además, ya sabe cuál es el mantra de la nueva gestión: Este despido que le deja en la calle, más pobre que una rata, es para usted, una oportunidad. Que la disfrute.

-            Se va a enterar, pedazo de …

-            ¡Seguridad, seguridad!




lunes, 3 de agosto de 2020

El discurso del Rey y don Pariolo.

Cuando se estrenó la película inglesa El discurso del Rey, fueron muchos los cursis que mirando desde lo más alto con condescendencia a los demás,  explicaron que el titulo original en inglés, The speach of the King, bien podría haberse traducido por el habla del Rey y que en la traducción española se perdía el sutil juego de palabras discretamente alusivo a la tartamudez del monarca británico. Don Pariolo de España fue uno de los que –una vez enterado de la explicación leída en un periódico- se puso a mirar enseguida por encima del hombro a los demás, convencido de que su inglés era inmejorable y de que había sido él, en el fondo, uno de los que había contribuido a ilustrar a sus mentecatos compatriotas. Y es que en España hoy sabemos mucho inglés. Don Pariolo de España fue noventayochista finisecular tras haber leído poco y mal, entendiendo menos, un algo de Baroja, el Idearium de Ganivet, otro poco de Azorín, un pellizco de Unamuno. De ahí pasó naturalmente a la cosa progre pop y un tanto melenuda, con la escoba de barrer y nuevos ánimos de renovación. A todas horas repetía, henchido y pomposo, engallado y ufano, la expresión en este país, aplicada a troche y moche, a todas las cosas. A fuerza de usar la muletilla adornada con todos los complementos posibles (en este país no se piensa, no hay cultura, no cabe un tonto más, es imposible, etc.), completo desconocedor de que su manía había sido ya explicada y ridiculizada por Larra hace cien años, las facultades mentales de don Pariolo de España, sin llegar a perderse, fueron quedando anquilosadas, tiesas para todo lo que fuera la reflexión histórica, política, social, análisis de la actualidad, puesto que todo se debía al fatal determinismo recogido en el veredicto inapelable en que consistían esas pocas palabras: en este país.