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viernes, 25 de enero de 2019

Performance

- ¡Oiga! ¿Qué lleva usted ahí?
- ¿Yo? ¿Dónde?
- En el abrigo, deténgase por favor, dijo el guardia de seguridad.

Se acordó entonces, sólo entonces, de la compra de por la mañana. Ya no daban bolsas en las tiendas y como había pagado la cuenta acomodó la compra como pudo, repartida entre los otros paquetes que ya llevaba consigo. Lo único que no cupo lo metió en el bolsillo derecho del abrigo, dónde encajó silencioso, como anillo al dedo. Después de pasar por casa a dejar los paquetes se fue directo al museo. Hacía días que quería acercarse a ver aquellos cuadros. Tanta conmemoración y estaban casi todos allí, a tiro de piedra. Y entonces el guardia le había pedido, con un exceso de vehemencia tal vez, que se detuviera y vaciara el contenido de sus bolsillos. Recordó entonces la compra. Y mientras lo hacía sacó del bolsillo derecho una bandeja de chistorra fresca, roja, reluciente. El guardia le miraba y miraba la chistorra no sabiendo que decir.
- Oiga con eso no se puede pasar, me parece a mi.
- No, si ya lo entiendo.


El corrillo de curiosos que se había formado alrededor se deshizo comentando la jugada de las chistorras. Por la tarde un periódico digital titulaba: “Detenido activista cultural cuando preparaba performance protesta con chistorra cruda.

miércoles, 8 de febrero de 2017

LOS CIGARROS PREMIUM Y EL HEDONISMO POSTMODERNO

Decir que el mundo del cigarro (el cigarro puro, se entiende) ha vivido una evolución paralela a la de la sociedad que lo consume suena a perogrullada pero no lo es, o no del todo como trataremos de exponer en las líneas que siguen.

El cigarro se consume en el ancho mundo desde hace más de 500 años. España fue, ha sido y es la tierra del cigarro. Cuba, nuestra hermana y antigua provincia española es el lugar al que Dios regaló las más fértiles tierras y las mas exquisitas condiciones para la producción de las labores tabaqueras. 

Los vaivenes de la Historia y los accidentes políticos, familiares y económicos fueron expandiendo la industria a través del orbe hispano; Canarias, Filipinas, Santo Domingo, Nicaragua...todas tierras de exquisitos tabacos y hábiles torcedores unidos por el sello hispano del amor al tabaco.

Andando los siglos se nos fueron uniendo holandeses, daneses, suizos, norteamericanos y hoy el mundo cuenta con productos elaborados en muy diversos rincones y confeccionados con muy variadas calidades de tabaco.

De todo este gran mundo del humo azul, lo que más ha variado son los usos y costumbres que han hecho del cigarro un artículo de lujo que nunca antes fue, no al menos en España dónde han fumado cigarros desde al arriero al duque, pasando por el comerciante, el portero de finca urbana y el rey.

Por muchos siglos el cigarro no fue signo de distinción económica alguna. Eso era "fuera" en los países donde un cigarro era un excentricidad, un producto vinculado al económicamente poderoso, y aún así este matiz hay que concederlo con excepciones. A parte de España, en muchos otros lugares del mundo como Inglaterra, Estados Unidos, Holanda o los puertos comerciales de Asia, el cigarro se consumía por doquier y sin distinción de clases. 

Hoy día, tras varias décadas de persecución científica y sistemática al "vicio de fumar", el cigarro está proscrito de la vida pública y en muchos casos de la privada. 

Me dirá algún lector que eso está muy bien ya que fumar es un vicio sucio y pernicioso para la salud. En la cuestión de la salud no hay mucho que discutir, si bien se pueden citar muchos otros vicios e imposiciones de la vida actual que son,con mucho, mas anti-higiénicos y dañinos que el fumarse un cigarro.

En esta segunda década del siglo XXI el cigarro transita hacia su encumbramiento como producto "premium" (luego hablaremos de ese anglicismo espantoso) que ha de ser disfrutado en un entorno privado y oculto y mediando una liturgia recargada y pedante.

El incremento del precio de los cigarros se debe esencialmente a razones no directamente relacionadas con el cultivo del tabaco y la producción.

La fiscalidad confiscatoria y el monopolio de la distribución en manos de grupos que aplican generosos márgenes ha hecho que adquirir un cigarro decente hoy día se vaya convirtiendo en un gasto casi suntuario.

Hace bien poco las labores de la Habana (por no hablar de las demás) eran lo suficientemente económicas cómo para que un honrado trabajador se pudiera fumar un puro después de comer "echando la partida", sentado en la grada del estadio de fútbol, del frontón o en la plaza de toros.

Hoy día, ese honrado trabajador tiene que dejar de fumar o comprarse un puro mediocre al doble o triple de precio.

¿Han desaparecido las labores buenas? No señores,siguen existiendo (algunas ya no son lo que eran) pero ahora han ingresado en las listas de los productos "premium" y sus precios se han multiplicado exponencialmente.

El adjetivo "premium" es una forma hortera de referirse a un producto de calidad superior y consumo exclusivo cuyo uso esta hoy tan extendido que en todos los rubros hay algo "premium". 

Desde la locura económica mundial que acompañó la llegada del nuevo milenio, se expandió por el mundo una fiebre del lujo que se ha ido alimentando sin parar. Hoy día el comercio del lujo es una economía de proporciones fenomenales.

Paralelo al crecimiento del hedonismo generalizado, las marcas de artículos de lujo fueron ideando un "concepto" para separar a los consumidores con gran capacidad de gasto del resto y de ahí surgió el famoso "premium" que ahora todo lo invade.

El éxito ha sido tan grande que hoy tenemos champanes premium, aguas de colonia premium, vinos premium, pelotas de golf premium y hasta seres vivos premium.

El consumidor de ese catálogo se compone de tres grandes grupos de entusiastas y uno de víctimas. 
Entre los entusiastas tenemos el hiper rico al que el precio se la trae al pairo, el acaudalado que mira poco la factura, y el imitador que quiere pasar por lo que no es. 

El grupo de las víctimas lo forman aquellos que vienen del viejo mundo y que bebían champan antes de ser premium o brandy antes de ser premium o consideraban que una caja de Montecristo era el elemento normal que acompañaba a la bandeja del café las tardes de los sábados después de comer.

El consumidor "premium" une a su recién adquirido estatus y al consumo del producto en sí la práctica de una liturgia que va evolucionando conforme los señores que venden las marcas van imponiendo más "costumbres" y creando más ritos. 

Es la falsa religión del hedonismo que incorpora más y más elementos adquiridos a precio de oro y cuyos ritos deben conocerse al dedillo si no quiere uno ser considerado un horrible paleto.

La cultura "premium" está enraizada en la postmodernidad y ,por tanto,  se debe practicar preferentemente en privado, detrás de los muros, dentro de los reservados, en los clubs exclusivos y los salones "que no existen" dónde se hacen todas las cosas que luego se prohíben a la masa que no es premium.

El resultado del triunfo de los postulados sociales de la izquierda radical y del hedonismo militante han convertido al cigarro en un artículo sospechoso y en ciertos ámbitos escandaloso.

Si un fulano se enciende un cigarro y se pasea por el centro de una gran ciudad española (no hablemos de las otras capitales europeas porque entraríamos en causas criminales) atraerá un buen número de miradas de odio y asco. Si además va vestido con un traje (de confección y barato es suficiente, no piensen que hace falta un tres piezas de sastre) corbata y un abrigo, entonces puede que incluso escuche velados insultos y gruñidos ofensivos. 

Ahora bien, si un actor un ídolo musical o famoso de cualquier ralea aparece en un medio diciendo que el/ella fuma puros "premium" y que es miembro de un club de fumadores y recomienda "maridajes" entonces recibirá la admiración y la veneración de la masa consumidora.

Así va caminando el cigarro empujado por unos y por otros al mundo "premium". 

El abogado que antaño se enciendía un chisme esperando al tren en Venta de Baños mientras  departía con el factor que se acababa de ventilar una faria, ahora se va con unos amigos a un club de fumadores el sábado por la tarde a una sesión de "maridaje" donde un simio entrenado en algún tugurio siniestro les atiza veinte euros por un puro mediocre y otros veinte por una copa de brandy "premium".

A eso lo llaman "evento" y hay que agendarlo, y compartir la fecha por el móvil y pedir permiso a la señora para que no se ofenda ni moleste, que no le deja fumar en casa, y eso si al salir de casa su niña de ocho años no le dice que va a morirse porque su profe les ha dicho que el tabaco es muy malo-muy malo pero que la eutanasia está muy bien...

Este es el mundo de hoy, un mundo de memos dirigido por una pandilla de golfos y animado por una cuadrilla de gentes con serios problemas mentales.

Siempre quedará el reducto de la normalidad, la catacumba do mora la gente que no quiere (pueda o no) ser "premium" y que se conforma con conseguir labores no demasiado caras, licores que no hagan mucha publicidad y sobre todo disfrutar de gente que no tenga miedo de llamar a las cosas por su nombre.