domingo, 28 de febrero de 2021

Bernanos. De los cuadernos de A. Bergamota, cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.

Toda la tarde con Doroteo repasando el jardín y esa inmensa huerta, tomando nota de los desperfectos de Filomena. Hay unos cuantos. No ha sido un nublado, no. Y Tato a la hora de comer nos ha dado un poco la brasa con que, si la tía esa está buenísima, que algo hay que hacer. Le miramos Doroteo un poco sobresaltados. Le dimos un giro a la conversación pensando los dos que tal vez tuviera que internarle unos días en su propio sanatorio. Está cansado no hay duda. He terminado hace un rato el libro Journal d’un curé de campagne, de George Bernanos. Hace días que quería apuntar algunas impresiones. La primera de ellas es que estoy seguro de haberlo leído una primera vez. Esta sería por tanto la segunda lectura. Pero esto me parece inexplicable. ¿Qué pude entender de la primera lectura? No debí probablemente entender nada. Pero quien sabe. Es todo menos un libro fácil. Todavía estoy bajo la impresión. Justo en estos días en que la muerte de P. está omnipresente. Recordaba la parte de la condesa, las visitas del sacerdote a la gran casa de campo (el chateau francés) y el desenlace inesperado, que es uno de los momentos importantes del libro, si es que alguna de las páginas puede colocarse por encima de las demás, lo que bien mirado no parece posible. El libro es un bloque, de una altura y densidad que apabullan un poco.  Es un libro sobrecogedor, denso, ya lo he dicho, espeso, a veces pringoso, como ese suelo de arcilla que sólo seca en verano y esa lluvia de gotas gruesas, casi aceitosas que tan bien se describen. Parece que la humedad rezuma de sus páginas, que vamos a tener que secarnos las manos que sujetan el libro. Otras veces son la miseria, el desamparo las que se hacen presentes de una manera desconcertante. Un libro desasosegante, leído desde nuestra pequeña y cómoda poltrona. Pero también leído teniendo presente nuestra propia vida en perspectiva y nuestra muerte por delante, tal vez ahí mismo. Si. Y no hay en ello – en la muerte, en la vida que concluye cuando lo hace- ninguna injusticia, nada que reclamar. Lo expliqua bien el pobre sacerdote cuyo diario leemos, al sentirse enfermo, casi moribundo : « Même sur la Croix, accomplissant dans l’angoisse la perfection de sa Sainte Humanité, Notre-Seigneur ne s’affirme pas victime de l’injustice : Non sciunt quod facient ». Es un texto largo, doloroso y de una gran belleza. Nos hace pasar por tanto dolor, tantos personajes rendidos, castigados por una vida implacable con ellos, sumisos y cargados de una bondad que parece casi la de un animal inocente. Y están también, en grado feroz, la maldad, el orgullo, el egoísmo, la obstinación y la perseverancia en el mal de que somo capaces, que habitan en lo cotidiano como una mancha casi indeleble. Y este sacerdote, párroco pueblerino, de un ínfimo origen social, de pobre salud, fruto de una estirpe en la que se han transmitido de padre a hijo los frutos de la miseria encarnados hasta en una genética adulterada por generaciones de mala alimentación, de alcoholismo, este pobre sacerdote, que tanto duda de sí mismo, está sin embargo en gracia de Dios y lee en los demás, en las almas de los demás. Casi sin darse cuenta, a veces a su pesar, de una forma que puede hasta desconcertarle pues, por su torpeza, timidez y pobre aliño se cree incapaz de dirigirse al prójimo de manera conveniente, cuanto menos como sacerdote y director espiritual. Y sin embargo… Se dicen ante él, cosas que se han callado durante años, cosas que no se han dicho ni a uno mismo.  Junto a él, un desfile de personajes entre los que destaca por su fortaleza, su prudencia, su bondad, el cura de Torcy que se hará de alguna manera cargo, en la medida de lo posible, al menos como una presencia amiga, de su compañero más joven. Y creo que hasta aquí estas apuntaciones sueltas. Il est plus facile que l’on croit de se haïr. La grâce est de s’oublier. Mais si tour orgueil était mort en nous, la grâce des grâces serait de s’aimer humblement soi-même, comme n’importe lequel des membres souffrants de Jésus-Christ.

martes, 16 de febrero de 2021

De los cuadernos de A. Bergamota ELgrande. Un apunte de febrero. Cortesía de Calvino de Liposthey.

Termino ayer el pequeño libro de relatos de Lampedusa, el autor del Gatopardo, que compré hace unos días. No sabe uno con que quedarse: si con lo que son relatos en si, por ejemplo, el extraordinario titulado La sirena, o con los recuerdos de infancia que abren el pequeño volumen, dónde aparecen personajes, lugares, recuerdos y sensaciones que luego desarrollará en la famosa novela. Un pequeño libro verdaderamente notable. Tal vez los recuerdos, que nos llevan en amoroso paseo por aquellas casas sicilianas, por salones y jardines, son en su evocadora sencillez de un mundo desaparecido (el eterno tema, es cierto) verdaderamente conmovedores. Lampedusa escribe, por ejemplo, con toda naturalidad y sencillez: “La preferida era Santa Margherita, en la que pasábamos largos meses, incluso en invierno. Era una de las casas de campo más bellas que jamás he visto. (…) Situada en el centro del pueblo, precisamente frente a la sombreada plaza, se extendía en una superficie inmensa y contaba, entre grandes y pequeñas, con trescientas habitaciones. Daba la impresión de ser una especia de conjunto cerrado y autosuficiente, una especie de Vaticano, digamos, que abarcaba salones de recepción, salas de estar, aposentos para treinta huéspedes, cuartos para la servidumbre, tres patios inmensos, cabellerizas y locales para guardar los coches, teatro e iglesia privados, un enorme y bellísimo jardín y un gran huerto.” Nada más y nada menos.





viernes, 5 de febrero de 2021

El HUEVO. Historias de J. Nippon. Colecionadas por Genaro Garcia Mingo.

Un vecino de J. Nippon es un maniático del ruido según me cuenta. Protestó un día por música alta a las diez de la mañana, llamó a la policía el tío. Desde entonces, me dice J., le pongo la música a toda, para que se j… Y no música clásica no, technohouse, de esa, de la ruidosa. Así son las cosas. Luego vienen más historias de vecinos: los de arriba que tiran migas de pan que caen sobre la ropa tendida. En venganza yo les tiré una jarra de agua que cayó en la residencia. No me queda claro que es la residencia, al parecer es propiedad de los de arriba, de los de las migas. A la próxima les tiro vino, yo no hago prisioneros, acción reacción. Y si hay que ir a juicio se va. Y esto ocurre, no con el vecino del ruido, sino con los de arriba, un matrimonio. Tienen una residencia y se quieren apropiar de todos los pisos de la casa. Así son las cosas. Mire, la próxima vez que me tire migas, yo le tiro un huevo. Pero duro, de los que duelen.




miércoles, 3 de febrero de 2021

Don Epitafio. Narraciones de Nava, cortesía de Calvino de Liposthey.

La vieja criada, que lleva centurias habitando el palacio de Doroteo en Nava de Goliardos anuncia visita. Es pálida, casi translucida, pelo cano y sus andares no dejan huella ni ruido, sólo mueven el aire.

-       Señorito, que ha venido don Epitafio… ¿Le digo que pase?

-       ¡Aaaaggghh! ¡La morte, la morte vine aquí! -grita el amigo Pulardo en italiano con voz aterrada- ¡Huyamos, huyamos antes de que la parca nos agarre por dónde más duele!


Interviene Doroteo pidiendo calma sosiego, que todavía no se ha servido el café:


-       Pero amigo Pulardo, un poco de calma, ¿Qué ha sido de sus facultades intelectuales? Es Epifanio, el panadero del pueblo que los sábados tiene a bien acercarnos el pan y unos bollitos rellenos de crema que hornea para el desayuno, un poco de calma, tómese el café que ya viene Wilfreda a servirlo.

 

La silenciosa aparición de Wilfreda, la centenaria y alba criada cuyos pasos no se oyen ni se sienten, no acaba de tranquilizar al amigo Pulardo, que visita por primera vez Nava (o Puebla) de Goliardos, y se mueve con torpeza lejos de la plaza de toros y su gentío y sus murmullos. Se encuentra torpe por las calles empedradas, no teniendo que dar brincos por los tendidos, almohadilla en mano.




martes, 2 de febrero de 2021

Incierta gloria. I. Genaro García Mingo para el Heraldo de Nava.

Terminamos el sábado Incierta gloria, de Joan Sales. Inexplicable ciertamente que, a un libro de esa categoría, tan magnífico, se le adhieran como prólogo las banalidades de Juan Goytisolo sobre sus heroicidades contra el franquismo. El prólogo, aunque insignificante, es como un parásito de la novela. Pero lo cierto es que si desde el punto de vista editorial y de como está España da que pensar la intromisión de esas páginas como antesala de la novela, esta es tan magnífica que nada se recuerda de la bilis encapsulada del primer texto. 

lunes, 1 de febrero de 2021

Moderno.

Lo absurdo de la crítica de arte cuando únicamente se orienta a alabar a un artista diciendo que es moderno. Cuando oímos decir a alguien que fulano es muy moderno, bajamos la testa y le embestimos arreándole un cabezazo. 
De los cuadernos de A. Bergamota

De los cuadernos de A. Bergamota Elgrande: un apunte de marzo de 2017.

Ayer a la hora de comer, tormenta de nieve.
Hemos pasado de un fin de semana bajo el sol, jugando al tenis con sombrero de paja y sacando ropa de verano, al invierno más crudo de nuevo. Desde ayer, temperaturas alrededor de los dos grados. Al salir de trabajar había dejado de nevar como cuando escampa y de camino a casa podía contemplarse el más extraordinario cielo, envuelto en la luz pura y limpia lavada por el frío, inmensas nubes y una profundidad que lo magnificaba todo. Esta mañana agua nieve y el cielo de nuevo por los suelos.