Mostrando entradas con la etiqueta Isaac Babel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Isaac Babel. Mostrar todas las entradas

jueves, 24 de marzo de 2022

Caballería roja. Genaro García Mingo, para el Heraldo de Nava.

Lectura de Caballería roja, de Isaac Babel. Uno de esos libros que están en casa y que estaba convencido de haber leído sin que me hubiera impresionado. Un error. Ni el primer cuento. Debió de llegar a casa y pillarme luego una temporada de esas en que todo se revuelve y trastoca. No estaba ni siquiera en el estante de sus compatriotas, pero el otro día haciendo orden lo encontré y lo coloqué en su sitio. Hay libros que parece que nos llaman desde los anaqueles. Este es un caso. Le dedicaron uno de los programas[1] que escucho en el coche cuando circulo por ahí y al llegar a casa lo empecé y con él estoy. Uno de los entrevistados lo había analizado con minuciosidad y conocía, además, la biografía de Babel al dedillo, señalando episodios y referencias de cierta turbiedad. Esto ponía de los nervios a los otros dos contertulios, tan admiradores del texto que no podían aceptar claroscuros en la vida del autor que, puesto que era tan excelente escritor, no podía ser sino una víctima del estalinismo. El otro insistía en sus dudas, daba detalles, que ponían a los otros de uñas. Y no lo hacía a la manera de hoy, por condena retroactiva ni corrección política, sino por afán de exactitud, de verdad, de conocimiento del personaje (si bien puede discutirse -como desde siempre se hace a la manera de Proust y Sainte-Beuve- si eso es importante o no para valorar la obra). Una de las cosas que dijo me pareció evidente, obvia, aunque a los otros les escandalizaba. Vino a decir más o menos que Babel se alistó en la caballería roja para escribir, porque necesitaba sangre. Dicho de otra manera, había visto cosas tan fuertes, tan terribles, que necesitada mantener el nivel de tensión, de horror para suscitar la escritura, como para mantener la pulsión de escribir. Los otros se horrorizaban y sin embargo resulta obvio que es perfectamente posible, aunque sea terrible. La presencia del judío como víctima es sobrecogedora y terrorífica, despreciados, insultados, degollados, tanto por bolcheviques como por polacos. De que manera contrastan los espléndidos paisajes tan magníficamente evocados, la veneración de los cosacos por sus caballos, con la más completa miseria, la violencia y el más absoluto desprecio por la vida humana. Todo el libro es un gran sable ensangrentado agitándose y golpeando sin cesar entre espléndidas llanuras, puestas de sol, trigales y pueblos reducidos a cenizas.



[1] Alain Finkielkraut s'entretenait avec le regretté Pierre Pachet, écrivain et essayiste, et Adrien le Bihan, écrivain, traducteur, à propos de la vie et de l'œuvre d'Isaac Babel (1894-1940)