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domingo, 27 de noviembre de 2016

Excursión I.


Para evocar el paseo por tierras del Duero de hace unos días, por la Tordesillas vallisoletana, por la Toro zamorana, haría falta contar, por ejemplo, con don Alvaro Cunqueiro, que buen conocedor de aquellas tierras lo haría a las mil maravillas, y sabría tejer la más fina de las telas literarias, con urdimbre hecha de la evocación de todo aquél mundo visitado. En Tordesillas la curva del Duero, los álamos de la ribera y, después de cruzado el puente, la vieja ciudad y enseguida, ¡las Claras! Si quiere usted dárselas de entendido local diga tan sólo ¡las Claras!, para referirse al Real Monasterio de Santa Clara, clausura de monjas clarisas que hoy es propiedad de Patrimonio Nacional. Viven en él todavía las Clarisas. La visita es deslumbrante. Desde sus terrazas se domina una vista sobre el río llena de sosiego. El río que lleva siglos pasando, forma amplísima y como gentil curva por Tordesillas, y se hace delante del monasterio más lento y recogido. El rio, las riberas, la vega. Por allí la Virgen de la Peña, dónde el pinar y la encina andan mezclados todavía, por allá el puente medieval de diez altísimos ojos, por dónde durante siglos ha bajado el Toro de la Vega, camino de la arena y del pinar. San Antolín, Santa María, Santiago, la plaza mayor, la casa del tratado, palacios, plazas, huellas todavía muy vivas de la MVY ILVSTRE, ANTIGVA, CORONADA, LEAL Y NOBILÍSIMA ciudad de Tordesillas que desde hace años viene sufriendo el más atroz y miserable acoso que se pueda imaginar, con motivo del torneo del Toro de la Vega. Si fuera necesario demostrar hasta qué punto nuestra época se ha hecho profundamente intolerante y falsa, haciendo plenamente suya la puritana hipocresía anglosajona, bastaría referirse al acoso y persecución sufrido por Tordesillas, a la forma en que se ha ofendido, perseguido, insultado y humillado a sus vecinos y con ellos a tantas otras personas, aficionados a los toros, conocedores y defensores del torneo o simplemente amigos de la vieja ciudad, aficionados a los festejos populares o a un mundo distinto al que nos quieren imponer por la fuerza animalistas radicales, violentos buenistas y medios de comunicación, de una vacío y falta de sustancia simplemente insoportables.

Pero si de la mano de don Álvaro quisiéramos volver al pasado, que es también nuestro presente en la medida en que puede servirle de fundamento, evocaríamos a los alarifes mudéjares traídos por Pedro el Cruel (o el justiciero, según) para levantar el originario palacio. Y como no mencionar a la deslumbrante María de Padilla, cuyo nombre por si sólo es motivo de ensoñación, inseparable del desdichado y terrible rey Pedro. La colección de pintura del Monasterio es riquísima. A través de las tablas flamencas llegaremos a los Reyes Católicos, a la reina Juana y al Tratado famoso en el que los monarcas ibéricos hicieron del mundo repartimiento. Desde aquellas alturas caemos en la Tordesillas de hoy perseguida por los sayones e hipócritas, por gentuza innombrable de la que se hacen eco y a la que corean unos medios de un nivel ínfimo, ante la indiferencia general. En otros tiempos, un motín con cien palos bien repartidos habría puesto las cosas en su sitio. Una nueva Fuenteovejuna. ¡Ganas no han faltado! ¡Que hubieran dejado que los mozos de Tordesillas se las entendieran con la horda taladrada antitaurina y se seguiría celebrando el torneo! Pero no, ahí ha estado la policía, para proteger precisamente a los agresores, a los que insultaban y escupían a la gente del pueblo, a los facinerosos de crestas de color y taladros en narices que en una curiosa y temible inversión de valores, son ahora a los que hay que proteger y a los que finalmente el Partido Popular de Castilla y León ha hecho caso. No pudieron con el Toro Vega ni el Papa ni Felipe II, tampoco lo logró el Generalísimo, en fecha más reciente. Han tenido que ser estos tiempos tan fatuos y mediocres, de los que esta historia es un símbolo, los que impongan la tiránica voluntad de unos (minoría o mayoría, tanto da) a un pueblo en el que la discusión no estaba ni siquiera planteada.

Plaza Mayor de Tordesillas.

Rincón


El Río


 El Duero desde Las Claras...


Portón de entrada, empedrado, parra.

El Toro.