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martes, 8 de marzo de 2022

Don Álvaro y la cocina y alguna cosa más.

Cunqueiro sobre la cocina: “… conviene decir que ha sido en la cocina donde el hombre –el civilizado, el que viene desde Platón hasta Proust, para quedarse solo con dos P; el que construyó las catedrales, fundó las universidades, hizo las Cruzadas e inventó el soneto- puso más imaginación, mucha más que en el amor o que en la guerra”. Del mismo: “Ahora me doy cuenta de que la cocina es, sobre todo, un placer intelectual”. Y de nuevo: “Encuentro mutilado y corto el libro de ficción cuyos protagonistas no comen ni beben. (…) Un maestro en esto fue Balzac, que sabía dibujar un personaje por sus comidas o por sus vinos”. Y finalmente, otra vez de don Álvaro: “…si me hallase a las tantas de la noche en la redacción de un periódico y su director solicitase de mí un artículo de la máxima actualidad, sin vacilar lo escribiría sobre las peregrinaciones a Compostela.”

Citado por Miguel González Somovilla, en la edición de la antología de artículos periodísticos publicada por la Biblioteca Castro.

martes, 27 de noviembre de 2018

Jacobus miles Christi (del Heraldo de Nava).


(Entre paréntesis: yo estoy contra el moro; mis abuelos de todas las ramas van hartos de probar que no tenían ni gota de sangre de moro, para poder servir a la Católica Monarquía con la espada y el navío, en el Santo Oficio y en la Orden, con el rojo lagarto en el pecho. Eso que anda de moda de los lazos de sangre y de espíritu con el moro, a mí no me toca en nada. Más de la mitad de la contextura hispánica, social e intelectual, residió durante siglos en no tener nada que ver con el moro, en darle, aún muerto, gran lanzada, y en cogiéndole vivo, Fe católica, tocino y vino tinto. Aún lo dicen por tierras que fueron frontera, y en las Américas de nuestros galaicos linajes militares: “Te he de dar Fe católica y tocino”. Así, pues, revuélquese entre las patas del caballo jacobeo el moro enturbantado.)
Alvaro Cunqueiro,
Por el camino de las peregrinaciones.
Alba Editorial, 2004, primera edición.
Citado del artículo Peregrinos a la mesa (1957).
- Y con perdón, claro.
- ¡Desde luego para mí un bálsamo, oiga!
- ¡Que me dice!
- ¡Lo que oye!
- Y al que no le guste, se le aplica la susodicha receta. Pues eso.


martes, 9 de mayo de 2017

El as del bombardino

Jacinto Oloroso, es una buena persona, se lo digo yo. Un tipo que con ese nombre va por la vida tan tranquilo, pues que quieren que les diga, demuestra tener una personalidad a prueba de bomba, o mejor dicho y por ser más precisos, de bombardino. Si señores, lo que oyen, Jacinto Oloroso toca el bombardino, y muy bien. Para muestra, les diré que en una ocasión debutó en plaza de primera; el teatro Romea y lo hizo con "La Lira" de Carcaixent, casi nada, ahí queda eso. Pues bien,  habiendo precisado que Jacinto es buena gente y maestro en el noble arte del bombardino, dejen que les siga contando y no empiecen a calentarse con eso de que el texto es largo, la niña quiere ir al baño ("pide pipí" como dicen las mamas cursis) y el abuelo se ha puesto a jugar con su móvil y va a descubrir sus descargas de youtube con todas las pelis de empuje y demás bellaquerías a las que se entregan durante la sobremesa de las comidas familiares (de sus suegros, vamos). Hoy he pasado por el café a media mañana, cosa rara, y me he encontrado con Jacinto departiendo amigablemente con un señor con cara de ser de Lugo. Ha resultado ser un boticario de Orense y como pueden comprender, tras las presentaciones me he abstenido de decirle nada de su cara de Lucense (que la tiene, y mucho). Como no hay tertulia de dos sin tres ni fuente de torreznos suficientemente grande para el apetito de Alipio Velas, me han invitado a tomar café con ellos y para hacer la cosa más reposadamente nos hemos trasladado a una mesa al fondo del salón, una mesa de esas que yo llamo literarias porque eran las preferidas de los escritores y dramaturgos que iban al café para componer sus obras bajo el amparo de esos camareros (especie extinta) que sabían defender la privacidad del cliente sin necesidad de recurrir a carteles ni reglamentos sancionados por la autoridad. El boticario, de nombre Laxo Outeiriño nos cuenta que ha venido a Madrid a mover unos papeles que tiene parados en algún obscuro negociado de los que aún perduran pese a la transferencia autonómica. Outeiriño se queja y Oloroso le consuela, yo doy pequeños sorbos al café hirviendo y pienso en el ciclo reproductivo de la Upupa epops (vulgo abubilla) asunto que me entretiene más que la martingala administrativa del boticario con cara de lucense. Yo a lo mío. A la cucuta castellana los navarros la denominan a veces gallico de San Martín. Pasan buenos diez minutos de instancias y recursos, de pandrives (así los llama el boticario) y de expedientes de revisión y yo comienzo a sentir una necesidad irrefrenable de asar a patadas las espinillas del tal Outeiriño. Estoy a punto del ataque de apoplejía cuando aparece el camarero con una fuente de Miguelitos de la Roda, fino detalle del propietario para con su amigo Jacinto, que amén de buena persona y dotado músico es un laminero sibarita, un heraldo del milhojas, un catedrático del pionono, un doctor máximo del bizcocho borracho y un propagandista perpetuo y apasionado de cuantas creaciones pasteleras se elaboran en las cuatro esquinas de España. Con la aparición de tan acertada golosina manchega se pone fin a la interminable y cadenciosa relación administrativa de Outeiriño. Jacinto, entre miguelito va y buche de cafe con leche viene, adopta ese aire entre filosófico y distraído tan habitual en los músicos cuando interpretan una pieza difícil. Outeiriño pese a sus protestas de hiperglucemia y alusiones a Rosiña (pobre mujer) engulle con ímpetu de galeote  y yo, que he pedido un segundo café, me dedico a juguetear con la cucharilla mientras silbo La Cucaracha por lo bajini y pongo cara de organillero.  Terminado el dulce, mis contertulios se disponen a reanudar su pleito y yo que no soy un hispano medio y no aguanto bien las cosas de la burocracia me pongo a observar al personal que de desparrama por los veladores y la barra. En tiempos de Alipio Velas, tratante de ganado y colegial menor de San Bartolo de Cesteira, el café a media mañana era un templo silencioso con aromas a grano tostado y aguardiante viejo apenas poblado por dos gacetilleros viejos, un notario jubilado que leía el ABC y dos señoras de Zamora que venían a Madrid a ver a un pariente y hacían tiempo comiendo churros. En aquellos tiempos el humo azul del cigarro se enganchaba entre los brazos de las lámparas y ascendía hasta quedar prendido del artesonado como las  nubes que ciman las cumbres de Somosierra. Ahora el café a media mañana está habitado por una fauna diversa y de tono un poco triste. Cada uno con su aparatito electrónico correspondiente, remueven el café, sorben la infusión o el colacao y se ignoran con fruición muy moderna. La excepción son Pablo Tinajas y su sobrino Fulgencio que son fieles al As y al Aplausos y aprovechan su rato de asueto para comentar las glorias del balompié y las miserias del escalafón. Entre escusas y protestas de estima eterna y aprecio infinito Outeriño se retira. Jacinto que como ha quedado dicho es buena persona lo acompaña hasta la puerta. A su regreso Jacinto me pone al día. El bueno de Outeriño es primo de su mujer. Me quedo de piedra. Tras veinte años de conocer a Jacinto me entero de que amén de buena persona y genio del bombardino, Jacinto Oloroso es un hombre casado y por si fuera poco con una lucense (ya sabía yo...) de la misma patria chica que el inmortal Cunqueiro. El nexo de Jacinto con Mondoñedo por vía marital me sugiere mil y una ideas, el asunto amerita un relato breve, un bosquejo quizá algo borroso, incluso precipitado pero no por ello exento de pasión y gracia. Por un instante tengo la tentación de dejar el café y sentarme un rato en un banco bajo los floridos castaños a meditar y tratar de conectar las imágenes que bullen en mi maltrecho cerebro. Jacinto interrumpe mis meditaciones hablándome de su reciente excursión pajarera. Siguiendo las palabras del as del bombardino me traslado por unos instantes a la laguna de Gallocanta y me parece estar viendo las bandadas de chillonas grullas elevarse sobre el espejo de agua en mitad de la llanura, creo  distinguir el alborozo pajaril en mis oídos hasta que me doy cuenta de que se trata de mi teléfono móvil que debe llevar un rato sonando escondido en lo más profundo de un bolsillo. La realidad me llama, un cliente ha llamado molesto por los retrasos, una señora protesta airada reclamando, literalmente, un trato vip... dejo a Jacinto en el café entretenido en sus cosas, Jacinto es un tipo extraordinario, buena persona, as del bombardino, ornitólogo aficionado y sobre todo un tío listo, vive de su modesta mercería ajeno a los vaivenes de la modernidad. Saber vivir así y estar casado con una mindoniense de pura cepa son pruebas suficientes de que a Jacinto Oloroso hay que tomárselo muy en serio. No lo duden, hablamos de un tipo excepcional, de una buena persona.

sábado, 18 de mayo de 2013

PAJARERÍA II

Los pájaros.


Los pájaros son el orden más moderno de las aves. Las aves cantoras son un subgrupo de los pájaros, perteneciendo todos los pájaros europeos al suborden de las aves cantoras. El ave cantora mayor, oriunda de Europa es el cuervo. No pueden cantar pero en cautividad aprenden a decir palabras (como algunos maridos). El cuervo es el más grande de los córvidos. Viven unidos en parejas de por vida en un mismo territorio muy amplio que nunca abandonan. Podemos decir que el cuervo puedo incluso llegar a representar cierto ideal de vida sedentaria, cultivando laboriosa y sabiamente el huerto. Esto sorprenderá a quien no esté familiarizado con este pájaro, ni con sus ancestrales y sabias costumbres, como la de las largas tertulias al atardecer, todos en fila sobre la gruesa rama de un árbol viejo. Tal vez quien más ha sabido de cuervos en España haya sido Alvaro Cunqueiro. Su obra está sembrado de historias en los que está presente el negro pájaro y el mismo escribió que “Estas historias de cuervos que hablan, o de gente que reaparece, viniendo de los cercados del otro mundo, en forma de cuervo, debí haberlas reunido en un amplio capítulo, pero van sembradas por este libro de retratos, aquí y allá”.

Los cuervos pueden llegar a centenarios, son capaces de aprender y van acumulando experiencias (al contrario que muchas personas). Su único enemigo, dejando a un lado las supersticiones del hombre, es el búho real. Horace Smith, Daniel Wesson, Samuel Colt, Abel “Shangai” Pierce y John Chisum tenían todos algo del cuervo. De la misma forma que Secundino Prieto, Neira de Pardomonte, Felipe de Lomba, Louro de Salceda y Licho de Vilamor.


Otros animales.
El tejón es nocturno, su hocico es especialmente adecuado para olfatear y hozar, móvil y musculoso. Utiliza a menudo la misma madriguera durante generaciones. Son auténticos laberintos subterráneos que pueden compartir con zorros, martas y garduñas. En invierno, como algunos amigos, reduce su actividad y duerme mucho. El tejón, el fiero, valiente e indolente tejón es nuestro animal favorito. Caprichoso y desconfiado camina por el bosque con aire lento y desganado. Pero puede de repente convertirse en uno de los más fieros luchadores que ha dado la naturaleza, no especialmente parca en materia de fieras. Perdiendo por completo el sentido de las proporciones, cegado por la voluntad de defender a toda costa su madriguera, el tejón enfurecido es capaz de enfrentarse incluso al oso grizzly, cuya fuerza y agresividad hacen de él uno de los mamíferos más temibles. Fue testigo de la pelea el trampero Sam Minard: “De repente el hombre del caballo sintió una sacudida de asombro. Lo que la bestia estaba invadiendo no era la madriguera de un perrillo, sino la guarida de un tejón, y el hombre no conocía a un luchador más letal. Creyó saber lo que había ocurrido; el tejón al que le brillaban los negros ojos de ira e indignación se había retirado al fondo de su madriguera subterránea y allí, gruñendo en la oscuridad había esperado. Al fin, hirviéndole la sangre de furia, se había abalanzado por el túnel y con unos dientes tan puntiagudos como agujas había mordido el hocico del oso.[1]

Ya hemos dicho que el tejón es amante de las comodidades domésticas y, pese a su carácter individualista y solitario gusta de vivir en viviendas comunitarias compartidas con otros tejones y mantenerlas durante generaciones. Es capaz por tanto de compartir la propiedad y de mantener proindivisos durante generaciones y generaciones, lo cual es asombroso y muy elogiable sin duda. Debe por tanto ser animal dotado a la vez de genio y paciencia.



[1] Vardis Fisher, El trampero. Editorial Valdemar. Colección Frontera. 2012.

miércoles, 18 de enero de 2012

Pontevedra en palabras de Alvaro Cunqueiro, reconfortantes ahora que el invierno aprieta.

Por veces me tienta atribuir ciertas ciudades a una estación del año; hay ciudades que son del dorado otoño, como un vino de Borgoña, y otras ciudades las doy al estío o al invierno. Pontevedra, como Florencia y el albariño de Arbo, sea por siempre para la primavera. Pero —¿por qué no hacer más sutil el calendario?—, para la primavera romántica. Para la primavera romántica de la deliciosa aguada de Pietro María Baldi. Nunca he visto más bella a Pontevedra, y me place imaginar que también la encontró hermosa Cosme III de Médicis en aquella mañana del marzo de 1669: cuánto más que el río Lérez tiene el color mismo de los ojos de las pálidas y frías princesas de Orleáns...
«Pontevedra», Faro de Vigo, 18 de noviembre de 1950.
En El pasajero en Galicia, p. 168.