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viernes, 31 de agosto de 2018

Literato: ¡mata quinto!

Hablando de Cela con un conocido que se las da de literato e interesado por la cultura, aunque en materia de lecturas parece un poco pinta monas, me comenta que Cela no le interesa demasiado. Hasta ahí bien, es lógico seleccionar y normal que a cada uno le atraigan cosas distintas. Sin embargo añade un comentario más. Un comentario torpe que pronuncia destilando suficiencia. Viene a decir que eso de la España negra, que es un poco siniestro y al fin y al cabo menor, limitado, antiguo, tarado; que el progreso lo ha dejado ya muy caduco. Al decir esto viene a confesar que no ha leído a don Camilo. O que lo ha leído poco y mal. Ayer abrimos un tomo de don Camilo al azar y caímos en medio de una galería de personajes. El texto que pintaba a un maestro de escuela es de una belleza, de un lirismo contenido, con su punto socarrón, y su asidero en una realidad que se puede palpar, verdaderamente admirables. Hay además, en ese breve retrato, una reflexión sobre la creación y la escritura sencilla y hermosa. Por supuesto que hay en su obra altibajos, textos menores o poco conseguidos, pero también muy notables logros, mucha belleza y una gran personalidad. No nos parece poco. Volveremos sobre el asunto ridículo de la España negra, pero otro día.
Para el Heraldo de Nava,
A. Bergamota Elgrande

domingo, 10 de julio de 2016

Don Camilo y el arboreto de Luis Ceballos.


Cepo gordo es muy devoto de don Camilo. El olvidado don Camilo. Le consagra estos días la biblioteca nacional una bonita exposición. Don Camilo es como España áspero y genial. No es para paladares insípidos, para quien no guste de decir las cosas, ni para las medias tintas. Y don Camilo es compañía para cualquier momento, por ejemplo para el paseo que hemos dado esta mañana, evocando todo el tiempo, y por motivos diversos, la memoria de Luis Ceballos, ingeniero forestal, mientras ascendíamos animosos y acalorados hasta su arboreto.

La salida, pasadas las nueve.

El Monasterio, abandonado ya el camino de la Horizontal.

Helechos.

La floresta.

Olmo de los Llanillos (Ulmus Laevis, 30 metros de altura, 3,15 metros de perímetro).

El pico de Abantos.



Las cumbres sin tinieblas.

El monasterio (O monasteiro, para que nuestro lector gallego no se sienta raro).


Zarzas en flor.

***












sábado, 13 de diciembre de 2014

DON CAMILO

La razón por la que la obra Cela ha desaparecido de la faz de la tierra es un misterio. A nosotros nos parece un gran escritor y hemos pasado momentos extraordinarios con sus cuentos, con los Apuntes carpetovetónicos, con el Viaje a la Alcarria y sus andares por Castilla la Vieja, con La colmena, con Pabellón de reposo y Mazurca para dos muertos… El bonito crimen del carabinero, El retablo de don Cristobita, y cuantas historias más. Y además, Papeles de Son Armadans. El que no sepa lo que es que busque un poco y se llevará una sorpresa. Pero parece que todo esto no cuenta, como si el personaje que construyó en vida hubiera quemado al morir la obra del escritor. ¡Qué cosas!

Nunca nos cansamos de recomendar las entrevistas de Joaquín Soler Serrano en el programa A fondo, de la TVE en blanco y negro. Son extraordinarias. Hay una con Cela que merece la pena. Se puede ver, de gratis como suele decirse, en el iutuve ese.

 

domingo, 23 de junio de 2013

CONFERENCIA EN JUNIO

Conferencia en junio. Una gorda polaca les enternece porque es gorda y ama a los Estados Unidos y ama más aún a la empresa, a la corporación. Es gorda y sonríe como una gran magdalena rellena de chocolate, es un gran muffin como se dice ahora. Todos sonreímos. Pero antes de seguir criticando o describiendo con la ojeriza que provocan el cansancio y las formaciones cerradas, pensemos un poco de dónde venimos todos. Antes de que llegaran estos sonrientes y bélicos norteamericanos, con sus principios, su inocencia y su organización, todos cosechando patatas, en el mejor de los casos, y ahora hablando inglés. Termina la gordita. Gran aplauso. Ya nos hemos ablandado y ya la queremos un poco, la formación cerrada hace su efecto y ya no es la gorda sin más, le hemos cogido afecto, tierna gordita, gorrionciote. Pero no sólo porque enternece, sino porque es una fiera eficaz, y cosecha más gavillas de trabajo que otras cinco personas juntas, es una apisonadora laboral, dicho sea sin segundas y sin faltar. Sube al estrado un enano cabezón con apellido insoportablemente italiano y un careto de norteamericano que apenas se puede resistir: estructura cuadrada, cráneo al descubierto pelado a máquina, quijada, pómulos salientes, hoyuelos por todos lados boca mascadora. Más adelante le sigue un tal Ajgndhmidfgghghr, un indio de la India que ha dejado las sectas y el acerado kriss y acepta por unos días cenar pasta y ensaladas en lugar de ojos de carnero y cerebro de mandril viejo al curry. Y aquí estamos los dos, hermanados por el Gran Hermano para el que todos trabajamos y al que todos queremos entrañablemente.

Como puede verse, el cronista, que diría el gran don Camilo, está un poco hasta las narices de la cháchara internacional, de la corporación, de la jerga, de sus recomendaciones, de sus amenazas y de su cariño. Pero el cronista, como don Desiderio Papús Garriga[i], necesita llenar la despensa a fin de mes. Así es la vida, y suerte que tiene el cronista, que por lo tanto se ha pasado la semana sonriendo y dando conversación, doblando el espinazo ceremonioso, como si recogiera patatas, y dando las gracias en tres idiomas y en el lenguaje de los signos, y a Dios el primero.


[i] “Don Desiderio Papús Garriga, cabeza visible de familia numerosa, se había pasado la existencia tratándole de buscar una raíz científica al hecho — sucesivo e inexplicable — de llegar todos los meses a fin de mes.” El Hacendista. Nuevo Retablo de don Cristobita. Camilo José Cela. Editorial Destino.

jueves, 20 de junio de 2013

DON CAMILO (la vida es una paradoja).


VIAJE

El viajero lo es a pesar suyo las más de las veces. Queremos decir que si de él dependiera el viaje lo haría por España, y si fuera posible en largas etapas a pie. Como hizo don Camilo, como hicieron don Pío y algunos más que se patearon España mirándolo todo, como principal actividad cotidiana. El viajero anda literalmente por las nubes trepado en un avión y cuando entorna los ojos se recrea en la solana que hacía resplandecer la plaza de toros el sábado por la tarde y si los cierra un poco más acaba llegando a los pinares agostados, implacables de calor, mecidos por la chicharra (la cigarra de la fábula entiéndanme), en perpetua fiesta durante el estío, y el zumbar de los tábanos. Y el murmullo de la brisa entre los árboles le llevará al mar, al mar azul, verde, abierto, levantisco, helado y luminoso, con su pajarería y sus barcos y sus cantores y aventuras.

-¡Qué cosas Ramonchu!
- ¿Y ese quién es? – pregunta Tato alarmado.
- No nadie, - contesta Doroteo- es que me hacen gracia la expresión y el nombre.
- Di que sí, tu a lo tuyo, y ya está.

No se ha olvidado el viajero de las vacunas que todo viaje lejano precisa. Así que lleva consigo El gallego y su cuadrilla, escrito por don Camilo, y también una cosilla de don Ramón Menéndez Pidal. Mientras por esos lares anda el viajero, la vecina de asiento, que afortunadamente es menuda y aseada y además no habla, lee un libro que se titula El amante japonés. El viajero es un cotilla. Y por serlo se alarma. El viajero que estaba tranquilo por la discreción de su vecina, con su descubrimiento se sobresalta un poco y discretamente se palpa los ojos para descartar cualquier rasgo oriental que pueda poner en peligro la paz del viaje. Y pasa el resto del vuelo un tanto encogido, mirando las nubes.