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jueves, 9 de marzo de 2017

Vivir en Nava

Para que vamos a negarlo, vivir en Nava de Goliardos es una fuente constante de estímulos. Hace días que las mimosas han florecido anunciando la primavera. Pero sólo hoy han comenzado a soltar el embriagador perfume de sus flores, que atrae y marea a una tiempo, llenando las narices del paseante que instintivamente se despoja del abrigo y lo lleva bajo el brazo. Mimosas o tal vez la variedad de acacias que tanto se les parecen. Habría que contar los peristilos de las flores y oiga, no está uno para mancharse los dedos esta tarde. La mimosa no es otra que el aromo de las canciones de Atahualpa, las cantadas por Cafrune ya saben: …unos aromos en flor… La mimosa resulta que es australiana. Quien lo iba a decir. Los durillos parece que van más despacio, asoman las flores, pero todavía de un color pardo, esperamos a verlas blancas dentro de poco. Quiso Lentini Spotti invitarnos a una infusión de flores de durillo, pero no picamos. El durillo tiene como todas las plantas muchos nombres, un poco a la manera de Nava de Goliardos que es a veces Puebla de lo mismo. Nos gusta que pueda llamarse laurentina, o laurentino (¡que adecuado para los tiempos que corren!), durazno, laurel salvaje, laurel de los poetas. Hay otros nombre que nos gustan menos asi que no los mentamos. Pues yo tuve una perra que se llamaba Laurentina mire usted. Calle hombre, no siga por ese camino.

Como Mimosa y Durillo se conoce también a cierta parejita de Nava, que es escandalosa y se enciende con la primavera, a la sombra del durillo, al olor de los aromos en flor.

Pregunta Tato si ya es tiempo de declarar inaugurada la temporada oficial de musleo contemporáneo. La conclusión es que todavía es pronto, un poco de paciencia. Tiene que haber días grandiosos, no hay que exaltarse tan pronto, al primer atisbo, al primer gesto. Todo a su tiempo.