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viernes, 26 de noviembre de 2021

De una conferencia de Alcides Bergamota. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.

Alcides Bergamota se yergue y apoyando los puños sobre la mesa de conferenciantes proclama:

Voy sobre la marcha a hacer un apunte sobre la procacidad sexual en verano. Murmullos en la sala. Tranquilos, será breve e instructivo. Debemos clasificarla en dos categorías distintas: la que consiste en un diálogo entre hombres y aquella que consiste en que ese diálogo –las mismas cochinadas- tenga lugar en presencia, además, de mujeres. Ya saben, lo que antes se conocía como el bello sexo o el sexo débil, utilizando expresiones que son hoy antiguallas, cacharrería vieja que no quieren ya ni los chamarileros. La segunda categoría es la delicada, la que puede complicarles o alegrarles el verano, según se mire, que hoy los temas de la honrilla son muy distintos también y hay mucho cornudo consentidor, que acepta corona de hueso con tal de que le dejen echar la siesta sin follones. Así está la raza señores, así. Digo que puede complicar el verano porque la chanza verdulenta, la procacidad sexual con el calor y el alcohol se convierten rápidamente, con toda su ordinaria crudeza, con toda su jerga de arriero, en la primera y más básica forma de cortejo contemporáneo. Él dice basteces, ella le ríe las groserías, y de ahí a hacer la croqueta sobre la arena, un paso. Quedan advertidos los oyentes. Claro que aquí en Nava, más que arena de la playa tendrá que ser la alfalfa de un pajar, y claro con las alergias y los picores el riesgo disminuye mucho. Insisto, para quien considere el asunto de la libre cópula veraniega como un riesgo. Y si nos piden que nos pronunciemos, nosotros somos partidarios de morder con fuerza en el bollo, que quieren que les diga.



sábado, 16 de mayo de 2020

El jardín de lo cerezos.

Ilustración de G. Torices.
Colección particular.

Hemos visto esta tarde, atrevámonos a decirlo, un gran clásico, que nos remite a un cine con mayúsculas, el de que aquellos grandes directores y actores como Errol Flynn, Gary Cooper, John Wayne, Charles Boyer, Charles Laughton, Robert Mirchum, James Stewart, Joseph Cotten, Alec Guiness, George Sanders, Ava Gardner, Anne Baxter, Olivia de Haviland, Joanne Fontaine, Bette Davis, Lauren Bacall, y un larguísimo etcétera que incluye por supuesto a Neville y Conchita Montes, a Saura o Erice, a Jean-Pierre Melville, a un cierto Tavernier, a Jean Gabin, Jean Rochefort, Philippe Noiret, a Totó, Vittorio de Sica, Gassman, Monicelli, Rossellini y de nuevo un larguísimo etcétera. Una época del cine que probablemente ya no volverá. A su lado, las series, tan en boga hoy, con sus infinitas temporadas, son un triste sucedáneo, representan una cierta miseria moral y estética, un símbolo de la regresión colectiva en la que, en tantísimos aspectos, nuestra sociedad está inmersa. Se ha hecho costumbre vivir en la mediocridad, tragando lo primero que nos sirvan. Se supone natural vivir instalados en un escalón más bajo que el anterior y, al poco tiempo, tras un nuevo retroceso y el descenso de un par de peldaños más, nos acostumbramos de nuevo, sin sentirlo apenas, a la nueva recaída. Sin memoria apenas de lo anterior. Como si vivir inmersos en un fango que poco a poco nos va tragando fuera lo natural. Digo fango y no arenas movedizas. Porque el que se ve atrapado repentinamente en unas arenas movedizas, muere al debatirse por intentar salir de ellas. Cada movimiento de resistencia le hunde un poco más. Pero al menos se resiste, muere peleando. Mientras que hoy, el fango nos traga ante el contento y la pasividad general. Y no me refiero a la política, que no es más que lo más aparente de algo mucho más profundo. Como si la casa entera estuviera derrumbándose ante la indiferencia general. Si fuéramos conscientes de lo que sucede, al menos trataríamos de refugiarnos en el último salón, para tomar un último café con el mejor juego de porcelana y la mejor cubertería, mientras la maleza termina de invadir, en un avance silencioso e inexorable, el resto de la casa convertida en escombros. Pero ni siquiera queda ese reflejo. Vivimos como si la casa siguiera entera, pero dónde antes colgaban los bodegones familiares, algunos pintados por los propios abuelos, hoy se admiran con contento los cromos impresos en un gran almacén que los han sustituido, los libros viejos se llevan al contenedor de papel, porque no caben, es que no tengo tiempo, sabes, y del pasado se hace, no una gran almoneda a la que nadie acudiría, sino sonriente y satisfecha tabula rasa, mientras se reenvían estupideces por el teléfono móvil, se calculan calorías y se prepara la siguiente maratón.
El Gran Bergamota se detuvo, cerrando la carpetilla en la que había traído las notas para la charla. Se hizo un gran silencio. Luego empezó a subir el murmullo habitual y se oyeron las primeras protestas. ¿Pero esto no era un cine club? ¡La película no la ha comentado, vaya robo! ¡Pues yo sigo setenta series a la vez y no veo que tienen de malo, a mí me gustan! ¡Este tío es un cenizo! Doroteo, por lo bajini le susurró a Tato un ¡ya estamos como siempre! - resignado. Voló el primer objeto mientras se oía el crujir de la primera butaca desgajada a tirones del suelo. ¡Payasos! – gritaba Bergamota mientras Tato y Doroteo le arrastraban hacia la puerta de atrás dónde les esperaba el coche con el motor encendido. Los murmullos ya eran un griterío feroz -¡nadie se ríe de nosotros!- cuando el coche arrancó a escape para perderse por la pequeña carretera comarcal. ¡Ni una más, ni una conferencia más Alcides! - reñía Doroteo al que habían manchado la chaqueta de tweed con una hortaliza podrida- te desahogas en casa y todos tan contentos. 
Dibujo de G. Torices.
Colección particular. 



miércoles, 27 de febrero de 2019

Conferencias y motines de Alcides Bergamota. Episodio suelto.



Así concluía la larga conferencia dictada por el eximio polígrafo y ya estaban en plena batalla campal, arrancando sillones.

Una cita anterior ya había calentado los ánimos, la de José Mor de Fuentes refiriéndose a la Administración en fecha tan temprana como 1833: “(…) pero con tal de que tengamos muchas secretarías y oficinas, con secciones y subdivisiones, y sueldazos bestiales con alamares y relumbrones, poquísimo importa que expire la labranza entera. Está demostrado que todas las plumadas imaginables de todas las oficinas del universo, ni producirán una espiga, una aceituna o un racimo, ni plantearán jamás un telar o un ramo de industria. Pero vamos adelante… y ¡viva el delirio![1]” Había sentado como un tiro a los miembros de la asociación de opositores a un empleo público, la AOEP, que había fletado un autobús para acudir a la conferencia pensando que se trataría algún asunto aprovechable para el temario. En lugar de eso les habían llamado parásitos y desecho de tienta. Cosa extraordinaria, el conferenciante había logrado que los acochinados y descastados opositores se enfurecieran.

El joputismo aludido en la conferencia daba rienda suelta a su odio y con un berrinche de mil pares de narices se lanzaba al ataque dispuesto a linchar al conferenciante. Se había celebrado el acto en el salón de actos de la casa de cultura de Navalcojón, barriada de la capital provinciana, antaño distante de pocas leguas de la plaza del mercado y hoy unida a la vieja ciudad por ensanches y arrabales. Se habían formado primero con desmontes y pequeñas naves, más que industriales cobijadoras de oficios insignificantes, talleres y pequeñas fábricas, almacenes, depósitos, garitos y cubiles de mala reputación. Más tarde fueron sustituidos por un urbanismo aséptico de limpios inmuebles, amplias avenidas flanqueadas por hileras de afilados plátanos plantados como palillos en resecos alcorques, con carriles para bicicleta, supermercados, cajeros automáticos, varios gimnasios, un montón de gilipollas corriendo por la calle (¡oiga no insulte!), unos cuantos bares, varios establecimientos para tatuar las carnes de los vecinos y garitos y cubiles de mala reputación.



[1] Citado por Azorín en su libro Lecturas españolas, publicado por Espasa Calpe, 1998, colección Austral Summa.

martes, 17 de julio de 2018

TIPOS CIRCULISTAS. Una conferencia de Alcides Bergamota. Parte III (y última).

Vivíamos calladamente esperando a que el mediodía nos dorara el destino.
Pedro Mourlane, El discurso de las armas y las letras.


[Proseguía el conferenciante con el ambiente caldeado, refiriéndose a las manos del personaje.]

Sí, lo sabemos, también lo hemos visto, y desde el primer momento: ¡Un grueso anillo! Algunos han querido utilizar este detalle para desprestigiar a Hipólito Arcadievitch. Pero todo es inútil. Sabemos que el anillo es otro recuerdo de la mar. Sólo lo llevan con esa gracia sencilla y discreta, casi escondido, aquellos que desafiando la mar en calma y bajo un calor enloquecedor han cruzado el Ecuador, y más adelante, aterrados, azotados por un mar desatado en la más horrible de las tormentas han doblado el cabo de Hornos. ¡Es el anillo de los caborneros! ¡Y todavía hay quien ha querido ver en este modelo para la juventud, en este Hércules contemporáneo, a un vendedor de baratijas, a un tendero adornado! [Vuelven agitación y murmuraciones ¿Qué tienen de malo los tenderos? vocifera un gordo con aire de patán mientras agita amenazante un puño cerrado descomunal]
Junto al anillo, una alianza. En el anular de la mano derecha. Esa mirada un algo apagada, un tanto cansina, como sostenida por una dosis de paciencia, casi sobredosis, ¿tendrá algo que ver con alguno de los misterios de la vida conyugal? ¿Es acaso la contraria de Hipólito quien le apunta inflexible con otra cámara, obligándole a posar? ¿Es acaso ella quien le ha prohibido encender ese pitillo inerte que se apoya sobre el labio inferior, un algo así como grueso y sensual? [Las representantes de las asociaciones universitarias Feminismo de Hierro, Tiorras Orgullosas, y Asociación de Capadoras, todas muy feas, van a lanzarse a la arena cuando el conferenciante hábilmente da una larga cambiada].
Dejemos que cada uno se conteste a tantos y tan apremiantes interrogantes y vamos nosotros llegando al final de esta charla con dos detalles de la mayor relevancia estética, sobre todo para nuestra juventud desorientada. Debemos elogiar en primer lugar el contorno elegante, la silueta firme pero discreta de una panza magnífica. [Indignación de los Estudiante progresistas para la salud; de la Asociación de vigoréxicos sin complejos y del representante de Cuerpofit, la famosa pastilla puedelotodo que fabrica una multinacional, más conocida por su pienso para mascotas que por los fármacos con los que ya está diversificando su actividad]. Su misma existencia denota la buena alimentación y crianza del personaje, y esto es importante en tiempos de absurdas modas, de repelentes delgadeces faltas de toda personalidad y sentido. Y en el caso de nuestro personaje el resultado no es excesivo, no es brutal, no hay triporra, barrigón, odre ni pellejo. Todo sigue siendo comedido y ejemplar. [Por un momento las protestas no dejan proseguir, pero se calman de nuevo, distraídos los asistentes por ciertos golpes y empujones que se producen al fondo].

Y finalmente los bigotes. ¡Qué podemos decir! ¡Nos quedamos mudos de la emoción! Nos sube un sentimiento ligero y amable por la garganta y se hace lagrimilla al llegar a los ojos entornados con los que contemplamos extasiados este detalle extraordinario, fruto de un trabajo cotidiano, paciente y laborioso. [Se oyen un grito, y unas palabras confusas]. ¡No! ¡No son bigotes de morsa ni bigotes de facha! ¡Quién se atreve a decir algo semejante! Hipólito Arcadievitch perdió un par idéntico a los de la foto después de una pequeña fiestecilla que terminó tarde y en la que el licor circuló con abundancia. Pero no vayamos a pensar en ninguna embriaguez, ni en escenas desagradables. Hipólito había trabajado mucho y se quedó dormido cuando estaba a punto de llegar a casa, al doblar la esquina. 
Andrei Petrov, presumiblemente.
Colección particular
Ya se veía el portal. Su amigo Andrei Petrov –volvían juntos pues eran vecinos- resbaló sobre la nieve y parece que le hizo tropezar. No hay nada de eso que aseguran las malas lenguas, que iban abrazados para sostenerse mutuamente y cantando cancioncillas ligeras. Habladurías. Lo cierto es que en pleno mes de enero moscovita, los bigotes se congelaron rápidamente y el chiquillo que avisó del percance al portero del inmueble se dio antes el gusto de la inocente travesura infantil: los quebró de sendas tobas. Desde entonces Hipólito Arcadievitch vuelve siempre a casa en coche de caballos.

Cuando le preguntan si no le convendría una temporada de régimen de verduras, contesta alegre que hace tiempo que ya se somete a él, pues fuma después de cada comida un gran cigarro del mejor tabaco de la Habana (cortesía de Serapio García, que aconsejado por Hipólito se repuso de sus melancolías buscando un clima más templado, yendo hacia el oeste, siempre al oeste, y acabó estableciéndose en la entonces provincia española de Cuba). Hasta aquí esta pequeña charla, para tratar de pulir a esta chusma… [No pudo proseguir porque al grito de ¡Imperialista! se lanzaron a por él].
                                  Alcides Bergamota

(Las acotaciones son de C. de L. según testimonios de numerosos asistentes pacientemente recogidos).

 

Coda. Por Calvino de Liposthey.
Ya advertimos al lector de la inocencia y candidez de cuanto antecede, sin que por ello neguemos el valor de una historia que sucedió aproximadamente tal y como se cuenta. El texto corresponde a una época de su autor a la que ya nos hemos referido. En cualquier caso podemos imaginar ya los reproches:

¿Pero qué mundo es ese que retrata? No existen ya esas poses ni esos progres.

Al contrario, al contrario, lo gracioso, o lo triste, según se mire, es que no sólo sigue existiendo ese ambiente sino que ha rebrotado con fuerza inexplicable y han vuelto las odas a Stalin y al gulag. Parece mentira la cerrazón del personal, pero es así. La batalla campal todavía no está plenamente instalada como hecho cotidiano, aunque las hay, pero mucho nos tememos que si las cosas no cambian mucho volverá, porque mucha gente hasta ahora pasiva, aislada y calada en su poltrona ya no puede más y se está organizando para resistir. Hay por tanto esperanza.

Son los sueños de un alcohólico.
Esto no sabemos si pretende ser un comentario crítico o un halago, la verdad. A menudo, para lidiar o para olvidar a la piara una copilla puede venir bien. Es verdad que en aquella época Bergamota se pasaba tal vez un poco. Pero cambió de la noche a la mañana en cuanto Toñi La Roja le dio la patada. Sucedió al día siguiente de este escándalo por el que Toñi tuvo que pagar una fortuna en indemnizaciones a ayuntamiento y organizadores.

Late una pulsión fascista en esa violencia que parece tan apetecida, tan deseada, tal vez la sublimación de represiones de orden sexual.

Ya tenemos al argentino con las cochinadas. Oiga mire, el conferenciante dedica un rato a comentar una foto ante un auditorio de salvajes, se calienta un poco, les dice cuatro cosas y le atacan… No hay más.

Mentalidad de señorito sin desbastar, primitiva y reduccionista.
¡Hombre! ¡Por favor no sea tan duro y despiadado!
 
Finalmente, algún lector atento tal vez se pregunte por el grupo del fondo, el de los bastones. Nada más sencillo. Venían, claro está, a fastidiar un poco, presentándose vestidos de manera elegante y sencilla. Incluso de manera clásica y hasta anticuada si se quiere, ahora que los padres de familia van a Misa en pantaloncitos cortos llenos de bolsillos a los lados. Querían provocar con el contraste. No hizo falta. Al lanzarse la horda a linchar al conferenciante, los dos personajes de corbata de lazo hicieron una señal previamente convenida, olvidando problema locomotor alguno. En un momento habían formado una verdadera escuadra que a bastonazos abrió un pasillo hasta el estrado del salón de actos. Rescataron al Gran Bergamota que estaba a punto de sucumbir, y lo sacaron de allí. Habrán adivinado que los jefes del elegante grupo no eran sino Tato y Doroteo. De esta manera conocieron al gran polígrafo.
Hasta aquí.



lunes, 14 de mayo de 2018

TIPOS CIRCULISTAS. Una conferencia de Alcides Bergamota. Parte II.



El conferenciante, pese a las protestas, prosigue con la charleta y comenta la fotografía proyectada en tamaño gigantesco.

Diremos en primer lugar que desconocemos su nombre. El pie de la fotografía original sólo indica “Hombre con aparato de fotos. Principio de los años 1910. Esto y no decir nada es lo mismo, puesto que es evidente. Nunca pensamos que se tratara de la prima Angélica, ni que llevara en la mano un bocadillo de pimientos. Y en cuanto a la fecha, no esperen encontrarse con Hipólito Arcadievitch este verano si se asoman a alguna playa europea. Sin duda se llama así, Hipólito, hijo de Arcadio. Acabamos de caer en la cuenta. [Algunas risillas].
Lo primero que debemos refutar es eso de los ojillos malignos que revelarían una personalidad retorcida y complicada. En absoluto. Hipólito Arcadievitch es un estudioso del género humano, un poco misántropo, y por eso tiene una mirada a la vez aguda y algo desconfiada. No quiere que nadie perturbe su descanso estival con una conversación llena de pretensiones, o con un croar insustancial. Parlanchina, la dueña, dice cosas banales… Ya saben. Sólo admite la compañía de quien quiera observar con él los reflejos de la luz sobre el agua, o de quien sepa llevarle a algún rincón dónde contemplar el mar con más calma y mayor silencio todavía, y tal vez impresionar una placa. Es posible que a Hipólito le duela un poco la cabeza. Resulta que está también en Yalta, alojado en el mismo balneario, su primo León, León Dimitrievitch, y con él ha venido Serapio García, un amigo español de viaje por Rusia, que viene a tomar las aguas para curar unas dolencias melancólicas. Ayer se acostaron tarde, la cena fue opípara, varias botellas de un excelente borgoña y una de un buen brandy manchego, obsequio de la familia de Serapio, productores de Tomelloso que le hacen seguir el licor allí a dónde va. Pura cuestión medicinal. Esto quizá pueda explicar el ojillo entornado. Eso y un poco, sólo un poco, de prevención y mal humor, que son importantes para disfrutar plena y alegremente todas las maravillas que la vida ofrece. [Aunque prevalece el silencio se ha oído claramente la palabra carca y ha volado un primer objeto no identificado, aunque se apuesta por la pieza de fruta mordida. Pero como no ha dado en el blanco la charleta prosigue. Se oye un oiga por favor, compórtese].
Hemos evocado la prestancia física de Hipólito y aludido algo a los rasgos principales de su carácter, deshaciendo el malentendido que pudieran provocar los ojillos hundidos, la actitud lánguida, la forma de sujetar la máquina fotográfica, un tanto inerte, como si la foto estuviera ya hecha y le pesara un poco ser ahora el retratado.

 Todo se explica por una gran vida interior, y un poco de cansancio por la machaconería progresista que ya existía en su época, y al ajetreo de la cena de confraternización internacional de la víspera. Además, es obvio que Hipólito Arcadievitch echa de menos el mar. Pensamos que ha podido navegar no hace mucho y que tal vez siga en activo. De hecho es posible que la fotografía esté tomada sobre la cubierta de un barco, sobre la que Hipólito parece estar firme y sólidamente anclado. La impresión nos la transmite sin duda su corpulencia física. Tiene pie grande y calza magníficos zapatos abotinados.

Cuero, cordones, una horma airosa y precisa que sugiere se hayan hecho a la medida de la esbeltez del pinrel de Hipólito, seguramente de modelo romano. [Se proyecta un detalle de la fotografía. Rechifla en la zona sentada llena de chancletas y zapatillas gastadas de un color desagradable que denota su larga vida; aplausos desde la zona de bastones con ¡viva Arcadio conio!]
De la pierna es difícil decir nada. ¿Delgada canilla o poderosa herramienta de buen caminante? Se ocultan las piernas debajo de un par de pantalones de rayas irreprochables, de un corte sencillo que cae magníficamente sobre el empeine. Blazer oscuro, seguramente azul marino, chaleco claro, abotonado, corbata de algodón y esa gorra de patrón de yate, de marino, de almirante…Nada está fuera de lugar. [Silbidos ante la exhibición de dandismo apolíneo, nuevos aplausos, un verdadero duelo. El conferenciante levanta la voz, gesticula, llega a gritar.] ¿Sería posible que no hubiera navegado nunca en realidad? ¿Esa gorra tan importante podría ser el símbolo de un anhelo frustrado? ¿O se trata por el contrario del recuerdo más visible y querido de infinitas singladuras? Lo cierto es que la mano es recia, dedos gruesos y nudosos como raíces, manos de hombre que ha trabajado con ellas. [La expresión “manos de hombre” dispara las consabidas protestas e insultos: machista, supremacista, misógino y el inevitable joputa]
- Lo he oído, si, lo he oído, y me alegra saber que tan fina expresión tiene quien la use en esta sala, pues como es sabido desde que fuimos al colegio, ¡el que lo dice lo es! ¡Así que compruebo que el joputismo en masa asiste a esta charleta! [gritos lanzamiento de objetos, aplausos, se cruzan los ¡facha cabrón! y los ¡muera la chusma! Con nuevos aspavientos y poniéndose pie con la botella de brandy en la mano Bergamota consigue imponer nuevamente cierto silencio, quizá por temor a que la botella se use como quebradiza porra]. Continuará.

jueves, 3 de mayo de 2018

Tipos circulistas. Una conferencia de Alcides Bergamota. Parte I.


TIPOS CIRCULISTAS
[Sobre la pantalla del auditorio se proyecta la cita siguiente:
“Los que hoy vivimos no tenemos a quien imitar sino a quien sufrir”

Diego de Torres Villaroel
Visión y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte.]


He aceptado dar esta pequeña charla en el marco de estas jornadas deleznables con el firme propósito de contribuir poner remedio a la verdad que expresa la cita que la encabeza, aunque nada firme dura. [La dicción no es del todo precisa, pero se le entiende con claridad]. No le falta razón a don Diego de Torres y si sólo se sufriera por la falta de ejemplaridad pública, contentos estaríamos, pero es que además somos acosados de forma casi cotidiana por un sinfín de mentecatos, en forma de personas físicas, personas jurídicas e instituciones administrativas, a menudo combinadas entre sí y avanzando con estrategia coordinada [Se levantan entre los asistentes los primeros murmullos, por el momento denotan perplejidad. Se ha oído claramente un ¿Pero que dice este tío?]. Y estamos solos. La sátira española ha ido desapareciendo para dejar paso a una cosa a la que hay que referirse con la palabreja “buenismo” [El conferenciante escupe a un lado por la comisura de los labios y se pasa la manga del traje por los labios ¿o deberíamos decir los morros? Se oyen varias interjecciones y gestos de desaprobación, la primera fila ha dado un respingo]. Esto del buenismo que ha colonizado los medios de comunicación de masas y la mente de las masas es una cosa cretina, acrítica, roma y pringosa. [Crece la agitación, el personal se yergue para prestar mayor atención. El conferenciante hipa]. Don Diego de Torres es el autor del libro “Sacudimiento de mentecatos habidos y por haber”, con el que el la gente decente del siglo XVIII pudo sentirse reconfortada. Pero ha pasado el tiempo, y hoy el nuevo índice de libros prohibidos funciona a pleno rendimiento, extendiéndose a las ideas. Dan el tono las tontiministras, las culibajas de cuota, zerapias, feotas, odiosas. Así que el saldo es negativo por el momento. Pero no hay que dejarse arrastrar por la ola de necedad, ni desanimarse, achicamos agua con energía y proponemos remedios. [La agitación es completa. Se ha oído un “¡decente lo será tu padre!”. Un lacayo de la fundación ha salido corriendo del auditoría para dar aviso al ayuntamiento de lo sucede. El conferenciante agita los brazos en alto para hacer callar a la gente y parece que la ola queda por un rato contenida].

El modesto propósito de esta charla, y de las que seguirán a la vista del interés que parece que suscita, no es más que presentar a la juventud despistada modelos ejemplares a los que poder asirse en momentos de zozobra. Personajes virtuosos, rectos, de integridad evidente, a veces limitada a un campo en el que su excelencia resulta obvia. A veces, como en el caso del personaje que presentamos hoy, nos limitaremos a proponer un sencillo ejemplo de prestancia física, de cuidado estético, de noble porte, que pueda servir de remedio para jóvenes descarriados (de esos que enseñan a la par el calzoncillo y la hucha de los ahorros) o desaliñados provectos (de los que seducidos por el horror contemporáneo piensan que ha llegado el momento de abandonar la corbata). [Nuevo rebrote de indignación y primeros silbidos, pero por encima de los silbidos se oyen fuertes aplausos. El fondo de la sala se ha llenado de gente de lo más atildada. Todos llevan corbatas estrictamente anudadas, trajes bien cortados, alguna chaqueta de tweed, pelo corto peinado a raya la mayoría, sombrero otros. Se ve incluso un inexplicable abrigo loden - de color verde como se sabe-. Aunque la mayoría son bastante jóvenes, todos parecen aquejados de algún problema locomotor pues cada uno de ellos, sin excepción, agarra con fuerza un grueso bastón nudoso].

[El conferenciante prosigue.]

 Una galería de personajes, en fin, que delimiten ese tipo humano, físico, estético, incluso espiritual, que admiramos, con el que nos sentimos sanamente identificados y un poco más acompañados en el cotidiano batallar con la piara social. [Nuevamente gritos y silbidos tapados por los aplausos que llegan desde el fondo de la sala y hacen volver la cabeza a las juventudes progresistas. Desde que ha empezado la conferencia saltan como grillos sobre sus asientos.]

[Se proyecta la siguiente fotografía que el conferenciante pasa a comentar de manera prolija].

Las cualidades de nuestro tipo ejemplar de hoy son evidentes. No necesitan comentario, son obvias, muchas y magníficas y saltan a la vista. Sin embargo, nos piden un esfuerzo justificativo de la elección, unas líneas. Piensa quien les habla que el despiste es mucho, mayúsculo. Muchos podrían quedar con la mandíbula descolgada contemplando la fotografía sin entender nada, con el hilillo de babeja a punto. Evitemos semejante estampa y situación tan embarazosa. Expliquemos por qué nuestro amigo, ya lo es un poco, merece figurar en esa galería de tipos escogidos en lugar preeminente. Vamos allá. [Desconcertado el auditorio por la fotografía se ha hecho el silencio, pero se masca la tensión. Se han unido al grupo del fondo dos personajes también atildados, ambos con corbata de lazo, lo que irrita especialmente a la juventud progresista e incluso a la que no lo es. Su problema locomotor debe ser, por la edad, más grave, porque sus bastones son verdaderamente gigantescos.] Continuará.

viernes, 20 de abril de 2018

Tipos Circulistas: una conferencia de Alcides Bergamota. Introducción.


Nuevamente debemos agradecer a la paciencia y tenacidad de Calvino de Liposthey el haber rescatado esta conferencia de las primeras con que se dio a conocer el gran polígrafo. Seamos indulgentes con el texto que adolece de los defectos propios de la juventud y de las circunstancias en que se escribió. Dejemos que Calvino de Liposthey nos ponga en antecedentes.




Una conferencia de Alcides Bergamota El Grande: Tipos Circulistas.
Introducción, por Calvino de Liposthey, editor.
 
Se encontraba Alcides Bergamota en una época de tribulaciones personales, incluso, porque no decirlo, en plena zozobra. Separado de su mujer que había iniciado la consabida batalla legal, y completamente desorientado, había caído en las redes de Toñi la Roja. Conocen nuestros lectores más aficionados a la petite histoire los detalles de esta relación que ya se han evocado de manera pormenorizada en otros episodios de la biografía del gran polígrafo. Sólo recordaremos, para que se comprenda mejor lo sucedido con esta conferencia, que Toñi la Roja era lo que podríamos llamar un animal del sistema. Entiéndase esto a derechas (dicho sea sin segundas). Toñi la Roja era una auténtica experta en drenar hacia su bolsillo toda clase de subvenciones, ayudas y subsidios, ya fueran otorgados por administraciones locales, regionales o nacionales. Por aquel entonces no había dado todavía el salto internacional ni lanzado su proyecto de ONG. Por el momento su golpe más sonado había sido la restitución a su asociación cultural -fundada en 1985- de bienes incautados en el año cuarenta, al terminar la guerra civil. La jugada había sido maestra, pues incluía un inmueble completo en el corazón de una ciudad de provincias. Retorcía el derecho con pasmosa habilidad, sirviéndose de las normas como un tahúr de una baraja de cartas marcadas. Y movía hilos, cientos de hilos, descomunales madejas tejidas con ficciones jurídicas, testaferros, entidades de toda clase, fotografías comprometedoras y grabaciones sonrojantes. Al parecer, su físico escultural había tenido mucho que ver en su ascenso fulminante. Precursora de la batalla social, en la época en que andaba enredada con un Bergamota hundido, su asociación para la defensa de la mujer discriminada y la lucha por la paridad se había metido en la buchaca una jugosa subvención. Se les había confiado la organización de una jornada cultural para la juventud progresista que tendría lugar durante la semana de fiestas de aquella capital de provincias. Había que llenar la jornada y que mejor que pedirle a un Bergamota en horas bajas y pasado de copas una arenga para esa juventud moderna, desinhibida, rompedora, folladora y guay. Perdonen, pero es que la cosa se planteó en esos términos. Toñi le plantó en el salón de sesiones y se largó a otra cosa. Lo que podrán leer a continuación es el resultado. Los incidentes que siguieron a la sesión, verdadera algarada que se había ido fraguando mientras un Bergamota calentado con bastante brandy soltaba su irónica provocación, terminaron con la llegada de la policía que se encontró la casa de la cultura patas arriba, verdadero campo de batalla humeante dónde nada quedaba en pie: butacas arrancadas, cristales rotos, cortinas ardiendo. Además, robaron el proyector.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Conferencia de Alcides Bergamota el Grande (y motín). Parte I.

Tres noticias de un día cualquiera en los medios: el congreso aprueba la prohibición de cortar el rabo a los perros; cien estudiantes se encierran en los cuartos de baño de la facultard para reclamar que sean multigenero o algo así, los presentadores de un programa de radio cultural (grima nos da escribir la palabra) se refieren varias veces a Blancanieves como Snowhite, que se oye como esnoguaite… Gilipollez generalizada. Lógicamente, tarde o temprano habrá llanto y crujir de dientes si no vuelven la aguas de la tontuna, la memez y el joputismo al cauce de dónde no debieron nunca salir, bien contenidas por todos los instrumentos coercitivos, de represión, palo y tentetieso que sean necesarios para acotar esta chifladura colectiva. En primer lugar una educación férreamente elitista, dónde se premie al alumno responsable y trabajador con independencia de su origen social, una educación alejada de las zarpas ponzoñosas del Estado y de esta infame clase política que la ha destrozado en prácticamente toda Europa.

Así concluía la larga conferencia dictada por el eximio polígrafo y ya estaban en plena batalla campal, arrancando sillones.
(continuará...)