sábado, 28 de junio de 2014

El CAMPEONATO MUNDIAL y la Gran República (una cosa burda).

Contaremos la historia de Tonto del Culo García, que acabó siendo púgil campeón del mundo de pesos pesados por el entrenamiento constante recibido desde pequeñito. Lo haremos mientras comemos una deliciosa amalgama de sardina reventada en fritura canalla, a la infamia. Paradojas de la vida y de la legislación. ¿Quién iba a decir que la reforma progresista de las normas reguladoras del Registro Civil iba a tener una influencia tan determinante para que España tuviera por fin un campeón mundial de los pesos pesados? Recordarán que antes de su definitiva desaparición, antes de la implantación definitiva de nuestra gloriosa República Comunal Igualitaria (¡¡Larga vida al Gran Nivelador!!), el Registro Civil coartaba la libertad de los ciudadanos y sus reglas de funcionamiento estaban cargadas de veneno fascista con derivaciones machistas, tufo católico, y un fundamento de creencias y jerarquías verdaderamente insufribles e inexplicables. Un solo ejemplo bastará para hacerse una idea del horror en el que se vivía. Escojamos el artículo 54 de la ley de 1957 (la prehistoria, vamos) en su redacción original:

Artículo cincuenta y cuatro.

En la inscripción se expresará el nombre que se dé al nacido, que debe ser, en su caso, el que se imponga en el bautismo. Tratándose de españoles, los nombres deberán consignarse en castellano.

Quedan prohibidos los nombres extravagantes, impropios de personas, irreverentes o subversivos, así como la conversión en nombre de los apellidos o pseudónimos. También se prohíbe la imposición al nacido del nombre de un hermano, a no ser que hubiere fallecido, o cualquier otro que haga confusa la identificación.”

¿Es necesario comentar algo así? Eran las cavernas, el cuaternario, el yugo de la obligación y los prejuicios, la represión del YO. Una ofensa en cada palabra, una permanente agresión a nuestros derechos y a la igualdad. Un choque en cada letra con la doctrina jopútica que ha inspirado nuestro glorioso movimiento hoy universal e irrebatible, una vez implantado para dos mil años tras el Gran Referéndum.

Afortunadamente, la ola de imparable progresismo que por fin se llevó por delante aquella época miserable, hasta desembocar en la proclamación de nuestra República Comunal Igualitaria (antes “Este País”, antes “España”), barrió tanta miseria. La llegada de la democracia, con la Transición, aquel periodo turbio en un principio, pero que contenía todos los elementos disolventes y corrosivos que por fin nos han liberado, fue el inicio de un camino que puso fin a tanto oprobio, a tanta represión, a tanta ignominia.

Ya que hacemos un poco de historia, debemos agradecer sobre todo la contribución del partido que oficialmente decía representar a la llamada derecha (de cuando existían partidos y la burguesa pluralidad, anteriores a la Gran Igualación), el PP, verdadera quinta columna, auténtico caballo de Troya de la Gran Doctrina Igualadora progresista de la que hoy disfrutamos. Gracias a él se sometieron masas enteras de población reaccionaria, sin resistencia alguna, casi sin enterarse. Suyo fue el mérito de la reforma del año dos mil. ¿Se acuerdan?: “A petición del interesado o de su representante legal, el encargado del Registro sustituirá el nombre propio de aquél por su equivalente onomástico en cualquiera de las lenguas españolas.” Con esto se abrió la caja de los truenos y se inauguró la era del gran galimatías. Con la vuelta de Babel y la gloriosa Jerigonza se allanó el camino para el Gran Fárrago y la proclamación de nuestra República. Claro que no sólo fue Babel, no quitemos mérito a la Gran Prostituta Babilónica, al triunfo de Mamón, a la inoculación de la Ansiedad Global y a la propagación de la Duda Disolvente. Pero nos desviamos de la anécdota que nos apetecía contar.[1] Que rica la amalgama de sardinas a la infamia.

Britney Sue Ellen García Johnes fue la madre de nuestro campeón. Una ciudadana ejemplar de nuestra Gran República Igualadora. Nacida en los tiempos oscuros como María Antonia García Martinez, hija de Braulio y Juana, pudo liberarse del yugo y actualizar su nombre, liberándose por fin de la carga psico-genética familiar. Una ciudadana ejemplar que ha sabido vivir sin ninguna referencia, sin ningún ejemplo, por si misma, como le ha dado la gana, partiendo desde cero o incluso en negativo (dicen algunos pelotas). Fue ganadora del certamen Lo que me sale de los ovarios, condecorada con la Orden Masa y la Medalla del ¿Por qué no? Hoy imparte las asignaturas de Todo es muy Complicado y Nada es Cierto en la Universidad Relativa del Estado. Ha engendrado varias veces, eligiendo llevar a término únicamente a Pomelo, Lenín y a nuestro campeón, el pequeñín.

El pequeñín nació antes de la quema del Registro Civil pero, afortunadamente para el deporte de la República, por entonces ya eran libres las inscripciones. Pomelo y Nectarina –una vecina- se habían peleado otra vez y nuestra ciudadana estaba de mal humor ese día. Así que al registrar al niño le puso Tonto del Culo (nombre 1) Te Pincho el Ojo (nombre 2). Ya sé que es obvio lo de nombre 1 y nombre 2, pero es que los más jóvenes no sabrán que en los tiempos del oprobio existían nombres de pila y apellidos, verdaderas cadenas para el ser humano.

Puesto que durante la infancia de nuestro protagonista la República acababa de proclamarse, todavía subsistían muchas de las antiguas supersticiones, conceptos como insulto, grosería, feo, bueno, malo, y todas las tonterías que ustedes puedan imaginar y de las que hemos liberado por fin a la Gran Masa Fiscal. Así que podrán intuir la vida del niño en aquellos tiempos heroicos. Sí, hijo de una luchadora llamada a ocupar más adelante los más altos cargos educativos de la Gran República, una auténtica pionera de la Gran Doctrina, pero por entonces todavía de una doctrina que no se había hecho universal y suscitaba alguna oposición, adicional a las supersticiones en el trato cotidiano. Se pueden imaginar la terrible escena en el colegio (todavía existían en una forma que hoy nos resulta desconocida con la que afortunadamente acabó la implantación del Microchip Igualador versión 2.98):

-          ¿Cómo te llamas?
-          Tonto del Culo.
-          ¿QUÉ?
-          Tonto del Culo Te Pincho el Ojo…
-          ¡¡Te vas a enterar…!!

La naturaleza ayudó un poco porque Sue Ellen estaba lo que se dice cachas y se inseminó con material de un deportista de moda por entonces (tal vez fuera futbolista, no recordamos), con lo cual el nene Tonto del Culo salió forzudo y más bien lerdo, poco amigo de reflexiones o de hacerse excesivas preguntas, es decir todo un republicano igualitario sin rastro de las antiguas taras. Al segundo tortazo aprendió a mover los pies y ya en primaria era más proclive a dar que a recibir, y claro, con un entrenamiento así, lo demás se deduce con facilidad. Una alfombra roja hasta el campeonato mundial. Cosas de la antigua represión civil.


[1] Vean, vean como se insultaba a la gente: Artículo ciento uno. Las personas consideradas pobres gozarán de gratuidad absoluta en los servicios del Registro Civil. Por tanto, no puede exigírseles exacción por la tramitación de expedientes, honorarios médicos, precio del Libro de Familia o por certificaciones, las cuales se expedirán en papel de oficio.

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