miércoles, 17 de octubre de 2012

SERVIDUMBRE Y LIBERTAD, A PROPÓSITO DE LA PARTICIPACIÓN EN LA VIDA POLÍTICA

Con toda humildad tomo la pluma (digital, pero pluma al fin y al cabo) para comentar la reciente aportación de nuestro amigo Doroteo.

El asunto de la participación política o mejor dicho de la participación en la vida pública se ha convertido en un asunto clásico. 

En España el proceso de degradación se inauguró con la Constitución de 1978. Antes de la Guerra Civil, la participación social en la vida pública era mucho más sencilla y por ende superior en cantidad y calidad. Profesionales, intelectuales, comerciantes y demás ralea humana con inquietud más o menos sana y vocación de  servicio al bien común se lanzaban a la formación de toda suerte de círculos, partidos y movimientos. Muchos eran insignificantes y murieron casi antes de nacer pero ninguno que tuviera algo que decir quedaba acallado por la masa gris del poder.

Durante la época de Franco todo aquel bullicio participativo cesó tras la decisión de orientar la política a través de un movimiento único. La participación entonces se canalizó por las vías que el régimen había trazado como deseables y algunas otras vías que el ingenio patrio supo excavar por entre los entresijos del sistema.

En aquella época una legión de buenas gentes y otras más de arribistas y trepadores se fueron introduciendo en el sistema que paulatinamente dejó de lado a un importante número de españoles independientes que dedicaron su tiempo a otros menesteres. Se perdió la sana costumbre de la participación en la cosa pública fuera de los cauces de la carrera funcionarial, el sindicalismo o la integración en cualquiera de las muchas fórmulas en las que el régimen se desperdigaba por lo ancho y largo de la tierra hispana.

Cuando tras un proceso fallido y nefasto (perdóneme el lector la simplificación y brevedad, siempre en aras de la eficacia del mensaje en este medio) de la transición y la constitución de 1978 llegó el nuevo sistema de partidos, la participación no recuperó el brío de los años treinta, sino que se produjo un doble fenómeno sumamente interesante. Por un lado, una gran parte de los elementos que habían conformado la realidad social del movimiento desaparecieron o se travistieron en nuevos focos de medro (casi todos se encuadraron en fórmulas de izquierda pura o en fórmulas de izquierda disfrazadas bajo el manto clerical). Por otro lado los partidos políticos hegemónicos se fueron convirtiendo en núcleos de poder puro estrictamente ordenados y que evitaban por todos los medios el acceso y progreso de ningún ciudadano que no estuviera dispuesto a acatar con fidelidad mesiánica las consignas deseables en cada momento.

La participación pública con visos de tener impacto real en el devenir de la realidad política se reducía al mínimo.

El pacto de la transición que encumbraba a los partidos hacia un nuevo cenit oligárquico incluía la acomodación de los medios de comunicación y difusión a las apetencias de los partidos y sus entornos. Algo que, dicho sea de paso, se hizo sin que los grandes y medianos grupos presentaran una batalla excesiva, salvo excepciones, por mantener su radical independencia.

Por si fuera poco, la inflación de costes, iba haciendo cada vez más difícil el hacer publico el mensaje, ésta fue y ha sido la clave que ha apartado a numerosos proyectos del éxito, la falta de presupuesto y el silencio de los medios.

Llegados a la España de 2012, la participación política efectiva del ciudadano es, en la práctica, insignificante. Fuera de los partidos constituido, curiosamente ninguno del arco parlamentario es absolutamente nuevo a excepción de UPyD, que también tiene su "truco" ya que ha alistado a numerosos elementos que provenían de otras experiencias y por tanto ya contaban con ciertas conexiones previas.

Hoy día la figura del político profesional (que se orienta profesionalmente hacia la política y se dedica exclusivamente a seguir las consignas de un partido viviendo a costa del erario público) se ha erigido en un modelo asumido y deseado. Recibe críticas si, pero al día de hoy mantiene su situación de privilegio y sigue decidiendo nuestro futuro con total impunidad.

La participación política por otras vías tales como asociaciones, ateneos, congregaciones etc... se ha revelado como absolutamente ineficaz en tanto que el tono o el mensaje no sigan al pié de la letra las consignas de lo políticamente correcto.

Un buen ejemplo es el caso de fenómenos cómo Hazte Oir ó Foro de la Familia, cuya labor, si bien loable, ha tenido un impacto político real casi nulo. El partido que en apariencia debía de haber servido de canalización material de sus demandas no les hace ni pito caso y para el resto no son sino enemigos declarados o sujetos incómodos.

¿Cabe concluir que todo intento de participación debe ser rechazado? ¿Cabe deducir de lo arriba dicho que no hay esperanza para la participación de ciudadanos libres en los asuntos de la nación?

No es así. Yo si creo que hay que intentar participar, ahora bien, siendo plenamente conscientes que la vía política tradicional es inviable salvo que uno cuente con varias decenas de millones de euros.

Nos ha tocado vivir una época gris en la que el español medio (y podríamos decir el europeo y americano medios) se han acostumbrado a vivir en un medio social que rechaza la libertad individual y aboga por la renuncia al libre albedrío.

La participación política a través de los partidos instituidos se me antoja una quimera. Salvo que uno esté dispuesto a perder sus principios y se entregue al cambalache del consenso (cuanto gusta el consenso).

Yo abogo por la difusión, con los medios de energía y economía que cada uno tenga, de los conocimientos, principios y valores que realmente hacen las revoluciones y cambian la sociedad.

La regeneración de España, si alguien piensa en que España necesita regenerarse, no vendrá de una urna ni de una asamblea ciudadana. Partirá de gentes que quieran ser libres y vivir libres y esa decisión requiere de formación, de ideas, de usar el cerebro y las manos.

Encadenarse al yugo del sistema sólo puede generar frustración.

Elevar la voz contra la mentira, contar la Historia entera y asumirla como ha sido, poner en cuestión todo lo cuestionable y predicar, si predicar, que hay otras formas, otras vías, otras opciones, son para mí la única forma posible de participación.

Respeto y respetaré a los que buscan el camino del sistema, hay que tener energía y disposición de ánimo de las que yo carezco, aplaudiré a todo el que trate de hacer el bien, sea cual sea su sigla o su credo, pues el bien es un valor absoluto.

Sanglier.


7 comentarios:

  1. AL QUE LE PICA AJOS COME...

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  2. Buena justificación, estarás tan contento, guay. Los politicos os estamos pelando como a un pollo muerto. Visca Terra Lliure. Nos debéis una pasta. Un pastizal y tu vas a pagar desde tu poltrona.

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  3. MIRABAUD

    "Fidelidad mesiánica". En el verbo torrencial del admirado Samglier se ha colado un adjetivo impropio.

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    1. Hay que ser muy frívolo, muy pedante y muy gipollas para andar pesando y midiendo los adjetivos de un artículo verdaderamente profético cuando la patria está en peligro.

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  4. nos acabamos de pimplar un pont l'eveque .

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    1. Otro que tal baila. Cuando vengan los que tienen que venir te vas a meter el pont l'eveque por el mismísimo.

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  5. Viendo los temas y el tono de los últimos artículos del gran Sanglier me malicio que su asunto con Margueritte no acabó del todo bien.

    Nos debe una explicación

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