sábado, 2 de mayo de 2015

Tarde de toros.

El Amigo Pulardo ha soñado. Ha soñado que su mujer le recriminaba su inclinación al alcohol, un consumo excesivo, una cerveza y luego dos vinos, y dale, y luego la copilla con el cigarro. Cuando abrumado ha despertado por fin, ha caído enseguida en la cuenta de que es soltero. Esto le ha aliviado un poco. Pero ha hecho, pese a ello, firme propósito de no pasar del dedal de brandy habitual. Esto nos lo contaba hoy de camino a la plaza y comentaba Alcides Bergamota  que se trata de un caso único de hombre con mujer virtual. Muy de estos tiempos por otra parte. Tato se reía por lo bajini mientras Doroteo buscaba caramelitos pequeños, en forma de perla, en el bolsillo de la chaqueta, con aire ensimismado. El Amigo Pulardo al llegar a la plaza saludaba y daba apretones de mano. Es el peaje que tiene el ir con el Amigo Pulardo a los toros. Pero tiene otras cosas buenas, como por ejemplo haber asistido a una extraordinaria tarde toros, de esas que nos dejan exhaustos, que recordaremos durante años, que revelan toda la grandeza de la Fiesta pero también su dureza, el terrible drama que representa, su anacronismo. Cuando uno de los diestros entraba a matar, oímos un susurro que venía de nuestra derecha: vamos, vamos, mata a la muerte ya. Se le escapaba a un espectador calvorota y desdentado que se bebía con los ojos todo lo que sucedía en el ruedo. Y es que el parte de las heridas sufridas por Angel Teruel (verdadero motivo de que nos acercáramos a la plaza hoy) y de López Simón es espeluznante, varias trayectorias, veinte centímetros, les ahorramos el resto y deseamos una pronta recuperación a los dos toreros. Milagroso parece que el segundo toreara a su segundo toro – y de qué forma- antes de pasar a la enfermería. Le habían hecho un torniquete en el muslo derecho, al sacarle de entre los pies del toro que le prendió en la suerte suprema. Lo sucedido con Angel Teruel es para el buen aficionado desolador, porque lo que pudo enseñarnos entraba por los ojos provocando un principio de honda emoción, truncada por la cogida: la forma de andar, esa manera de ir al toro, de doblarse en los primeros compases y una serie que prometía mucho. De repente, sin extraños, sin apenas violencia, el toro le coge de manera terrible. Creemos que fue en un lance en que el torero dejó al toro suelto, lejos de la muleta, la cara alta, sin mando, sin sumisión y se fue a por él, sin más, a falta de otra cosa, de otro señuelo, tal vez, precisamente, a falta de muleta. Fueron unos segundos de distracción. Angel Teruel toreó en el 2014 sólo dos veces. Este es algo difícil de entender. Morenito de Aranda, después de su primer toro, tuvo que matar al que hirió a Teruel y más tarde al quinto y al sexto, pues López Simón mato a su segundo en cuarto lugar, seguramente para poder hacerlo, pues ya estaba herido. ¡Qué gesto! Y que pundonor en los tres matadores, que magnífico Morenito de Aranda ya sólo en el ruedo. Quiso como Simón, torear y hacerlo de verdad, colocado, en el viaje del toro, cargando la suerte, logrando series de verdadera belleza y hondura, rematadas con esos pases de trinchera de una sobriedad y belleza que no nos cansaremos de ponderar. Un triunfo sin duda merecido ante una plaza medio llena. Y no decimos medio vacía, porque la tarde de toros fue tan extraordinaria que la plaza parecía haberse llenado hasta la bandera. ¿Y los toros? nos dirán. Se habrá adivinado por lo que contamos que hubo toros, que hubo ganado de verdad, con fuerza, con pies, corrida bien presentada y de preciosa estampa, salvo tal vez el primero más gordo. Ganadería Montealto, encaste Juan Pedro Domecq, sorprendentes en su juego por eso mismo. Ganado con pies que hacía hilo a los banderilleros y que puso en aprieto a las cuadrillas. Más tarde noble en la muleta, repitiendo con codicia, salvo, tal vez, el último, negro bragado y más reservón que los hermanos colorados con ojo de perdiz y castaños. Vimos buenos pares de David Adalid y estuvo extraordinario Jose Carlos Aranda, pequeño, enjuto, poniendo banderillas, llevándose al toro con una larga que arrancó los aplausos al público. Del espectáculo de los tendidos hablaremos otro día, que también tiene su aquél. Hablaremos de los chinos, del polvorilla del tendido alto que se movió por toda la plaza, del hombre de los refrescos y hasta de unos botines flamencos, de aúpa. En fin, por tener tuvimos hasta tertulia a la salida de la plaza. Otras reseñas saldrán, escritas por personas más enteradas, a ellas les remitimos para un análisis de más enjudia, de estas impresiones que acabamos de dar.

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