martes, 29 de octubre de 2013

VICTIMAS DEL TERRORISMO.

Nueva crónica sobre el TEDH

Coartada.
(De coartar).
1. f. Argumento de inculpabilidad de un reo por hallarse en el momento del crimen en otro lugar.
2. f. Pretexto, disculpa.

Una nueva y última crónica, que querría ser breve, más si cabe que la anterior y que la que nos dio hace unos días Sanglier, pero que nos saldrá larga. La escribimos al hilo de que ayer por la mañana una pequeña delegación del cepogordismo militante acudió a hacer acto de presencia en los alrededores de la plaza de Colón, para apoyar a las víctimas del terrorismo. Acudimos blandiendo una inmensa bandera española, comprada hace años para estas ocasiones.  La compraron Doroteo o Tato o tal vez Pomarada. No pensamos que pudiera ser necesario volver a sacarla gobernado el partido popular.

Hemos parado un momento para encender una pipa. Y con ella recapacitamos. Ya sabíamos que Mariano Rajoy traicionaría. Lo supimos cuando se deshizo siniestramente del partido popular vasco, cuando echó a Maria San Gil, a quien había llevado del brazo poco tiempo antes, gobernando Rodríguez en la penúltima manifestación convocada entonces en apoyo de las víctimas.

Mariano, nuestro Judas contemporáneo, nuestro Fernando VII de la Transición, el mediocre y vil Mariano ya había traicionado antes de que le auparan al poder, con mayoría absoluta, para enderezar los entuertos del gobierno ZP. Ya entonces había hecho su nido la traición en el negro y mediocre corazón del registrador de la propiedad, para quien el programa electoral de su partido no ha sido nunca sino papel mojado.

Pero volvamos a la manifestación. Ya en la carretera la presencia de otros coches con la bandera de España nos reconforta un poco, no vamos solos. Y en la calle hay en efecto multitud de gente. Mucha gente. Hay sin embargo un ambiente de cierto silencio, de cierta frialdad, hay en realidad un ambiente de derrota. Se nota en el acto, más breve y menos intenso que otras veces, se nota entre el público que intuye o tal vez sabe que la soledad de toda esta gente concentrada en la plaza y sus alrededores es en realidad mucha. Y se nota en las palabras y los discursos de las víctimas. Echamos de menos la claridad y contundencia de José Alcaraz y de Teresa Jiménez Becerril. María Ángeles Pedraza, la presidente de la AVT, llena de valor y buena voluntad, repite sin embargo el discurso de la última vez, de cuando Zapatero, como si acongojada –engañada o pactada- no se atreviera en realidad a abordar la situación presente, la terrible realidad, la terrible soledad. Así que nos despacha con una alusión general a la clase política, ni una mención o apenas a la negociación, ni una llamada a las urnas y sobre todo con un gran silencio, un gran vacío, con una enorme oquedad que preside la concentración, la que tenía que haberse rellenado pronunciando el nombre del principal responsable Mariano Rajoy. Porque cuando se protestaba contra Rodríguez las esperanzas podían estar puestas en una oposición dispuesta a corregir el rumbo, a enfrentarse al terrorismo como lo había hecho Aznar (reconozcámosle al menos ese mérito al expresidente, ausente por cierto ayer), con las armas del estado de derecho, con absoluta y radical contundencia dentro de la legalidad, sin terrorismo de estado ni negociación con los asesinos, sendas ambas siempre iniciadas y preferidas por el socialismo español. No hará falta que repitamos lo que pensamos del socialismo español. Esta vez no, esta vez no hay nadie a quien apelar, los dos partidos mayoritarios están juntos en la entrega a la ETA, con la coartada de una sentencia preparada que les viene como anillo al dedo, como tapadera blindada de encargo. Y las víctimas y lo que representan molestan, son lo que queda de una conciencia que hay que acallar. Son el espejo en que mirarse, lo que pudimos ser y a lo que estamos renunciando. Toreadas las víctimas por la política, apartado José Alcaraz que decía a voces las verdades que no se quieren oír, nos queda el discurso descafeinado, lleno de rodeos y circunloquios de María Ángeles Pedraza, que parece una persona engañada o con mala conciencia, pronunciando un discurso en el que no cree del todo, que sabe ha sido arreglado para eludir las cuestiones principales. Estamos de repente en un teatro de marionetas, se ha perdido el hilo entre lo que se dice y lo que está sucediendo. Sólo las víctimas, los asesinados, siguen ahí, sin, perdón, comprensión, beneficios, políticas ni hojas de ruta, pero esta vez han enmudecido.

Recapitulemos en tres pasos, para no perdernos:

1.   Nunca la clase política ha estado a la altura, nunca ha tenido principios ni una idea clara sobre lo que un estado de derecho en una democracia liberal significa y como debe funcionar. Como no tiene principios, porque no tiene formación, y se rige en general por una vaga ideología progresista y los complejos derivados de su incultura, comete errores por una parte y por otro no tiene excesivo interés en luchar por una determinada sociedad. Falta de convicciones profundas, nunca ha sido firme de verdad frente al asesinato, salvo en los pocos años de Aznar. Careciendo de principios no tuvo músculo para hacer las reformas legislativas de inmediato, para luchar contra un terrorismo que muchos en España miraron durante mucho tiempo con benevolencia o comprensión, a veces como parte de una supuesta lucha antifranquista, otras como un fenómeno local, de ahí que los demás no pudieran comprenderlo, finalmente con la indulgencia con la que durante todos estos años se ha mirado a todo lo marxista y de izquierdas, por muy dañino que fuera. Con la víctima patas arriba, lo importante era preocuparse por los derechos y garantías del asesino, porque había que dar siempre y en todo caso una lección de democracia mal entendida. Siempre más papistas que el Papa, pero en un solo sentido. Y la sociedad española comulgó en general con esos sentimientos, decimos en general, hasta el asesinato de Miguel Angel Blanco y el secuestro de Ortega Lara. Se produjo entonces un giro en una parte grande de la sociedad española, que aún permanece.

2.   Frente a la inacción de la clase política, siempre medrosa e infame, y ante el escándalo de las excarcelaciones, la doctrina Parot. Simplemente un cambio de criterio jurisprudencial en la forma de interpretar la ejecución de las penas. La doctrina Parot no es una ley, recordémoslo. No se han aplicado en España leyes de forma retroactiva ni vulnerado por los tribunales principios básicos del derecho penal. Cierto es que lo mejor, la solución verdadera, sólida e inatacable hubiera sido una prontísima reforma del código penal y de la legislación vinculada, para imponer el cumplimiento íntegro de las penas. Pero durante años, eso de cumplir la condena no era progresista. Llegados a la parte jurídica del asunto, lo más importante es no perderse, ni tampoco distraerse. Insistamos una vez más, pese a todo lo que se dice en los medios, pese a los que de nuevo se dan golpes en el pecho diciendo que hay que respetar las sentencias (ésta sentencia de un tribunal internacional sin jurisdicción en España sí, pero las del Tribunal Supremo, sobre por ejemplo la inmersión lingüística en Cataluña, no…) y nos quieren dar lecciones de democracia, insistamos en que no debemos perdernos en tecnicismos jurídicos, por una parte, pero mucho menos zanjar la cuestión asumiendo que no hay más remedio que acatar y ejecutar esta sentencia, por la otra. Veamos rápidamente:

a.     La sentencia del TEDH está cogida con pinzas, es discutible, y la doctrina Parot más que defendible. La forma de ejecutar la pena no modifica ni amplia la pena, sólo atañe a la forma de contabilizar la redención de días por el preso, no hay por tanto retroactividad y ésta se establece únicamente por el artificio jurídico consistente en considerar el TEDH que la ejecución y la sentencia forman un todo único, lo que no ha sido la doctrina de ese tribunal en otros casos. Según parece la sentencia es, dentro de la jurisprudencia de este tribunal, excepcional y had hoc. Es decir, no sentará un precedente para otros casos en otros países.
b.     La sentencia hubiera sido otra con otro magistrado español en el Tribunal. Hubiera bastado que el Gobierno español recusara al señor López Guerra, propuesto por el Gobierno de Rodriguez Zapatero del que había formado parte como secretario de estado de justicia y que por tanto había sido parte interesada en el proceso de negociación con el terrorismo.
c.      Incluso aceptando la sentencia, podría el Gobierno, legalmente decidir no cumplirla, retrasar su cumplimiento, pedir aclaraciones de sentencia sobre su alcance y forma de cumplimiento, etc. Nadie ha movido un dedo y la prisa en actuar a su amparo, de forma atropellada y jurídicamente cuestionable, ha sido verdaderamente asombrosa y escandalosa. Recordemos que todo esto se produce poco tiempo después de la sentencia en el caso Faisán. Recordemos que en otros casos la justicia es lenta hasta llegar a la indefensión.

No se trata por tanto de un problema jurídico. No se trata por tanto de la iniquidad o de los errores cometidos por un tribunal extranjero. Se trata de nuevo y siempre de la política y de la casta política española. Para toda la parte jurídica y para la conclusión a la que desde hace mucho hemos llegado casi todos (no hay que ser ningún lince) remito al magnífico artículo de los hermanos Luis y Daniel Portero publicado ayer día 26 de octubre en el periódico ABC.

3.   No se trata por tanto, principalmente, de una cuestión jurídica. No nos perdamos, no dejemos que nos pierdan con el humo de los tecnicismos jurídicos, pues en este caso, como en muchos otros, el derecho, la ley, los tribunales son un instrumento, una coartada, una tapadera al servicio de ese plan tan siniestro y de tan profundo calado que es el pacto, secreto y por fuera del ordenamiento jurídico, entre el estado español y los asesinos de ETA. ¿Por qué ese pacto incomprensible en principio para toda persona de bien? Pueden invocarse varias explicaciones, que no razones. Se nos ocurren las siguientes:

a.    Nuestra clase política, postmoderna relativista, tiene poca formación (aunque pueda tenerla técnica en algunos casos), distingue a duras penas entre el bien y el mal, no tiene un concepto claro de lo que libertad significa, ninguna tradición en su defensa –ninguna- y desconoce los mecanismos básicos que deben caracterizar a un sistema democrático liberal (por estar centrado en la libertad), basado en un estado de derecho; o los conoce pero los evita conscientemente, puesto que esos principios son los que pondrían coto a sus abusos y a su ejercicio del poder de forma muy poco limitada.
b.   Indudablemente la falta de tradición democrática en España pesa mucho. Hace que se puedan decir cosas como que Montesquieu ha muerto sin que nadie mueva un dedo y hacer las que todos sabemos. Precisamente, las víctimas del terrorismo se habían convertido en la conciencia y la voz de la vida pública española. Las víctimas recordaban de forma incesante lo que se podía y no se podía hacer; lo que era justo y lo que era injusto; las que distinguían entre la verdad y la mentira, las que explican lo que es y cómo debe funcionar, un estado de derecho.
c.    La falta de principios, la falta de tradición democrática, el no querer poner freno alguno a su poder y por lo tanto a un régimen de partidocracia que les conviene a todos, aunque arruine a España, permite también concluir que la falta de amor a España, la falta de patriotismo, la falta de apego a la tradición y a la historia de España por parte de la clase política es otro factor importante para entender lo que sucede. El discurso progre derrotista, falso, maniqueo, reduccionista y ninguneador sobre España, su historia y su pueblo ha sido plenamente interiorizado por toda la clase política tanto por su incultura como porque se trata de un discurso cómodo que lo justifica todo. Y en primer lugar la actuación de la clase política. Entiéndase, si este país no tiene remedio, si en este país no cabe un tonto más, pues mire usted, es inútil, la gente es boba, no hay nada que hacer y la chapuza que yo haga, mire usted, bien hecha está, porque además, a un país lleno de tontos yo no le tengo ningún respeto, lo llevo como el rabadán a las ovejas. Lo grave es que muchos ciudadanos tienen también asumido ese discurso, sólo que a ellos, gente de a pie, no les sirve para nada. Afortunadamente, contra esta forma de entender España hay ya muchas reacciones. Y de nuevo, las victimas del terrorismo se caracterizan por su falta de complejos, por su sincero y sencillo amor a España que proclaman en voz alta. Fueron los primeros en terminar sus actos con la Marcha Real (Foro de Ermua con Mikel Buesa) y los que estuvimos allí todavía recordamos la emoción de oír sonar el himno completo, incluida la parte lenta, en la Puerta de Alcalá. Ayer nos pusieron la versión abreviada, lo que resultó bastante simbólico. Al menos nos ahorraron la canción de Shakira que nos endilgó el PP al final de la manifestación que hubo en tiempos de ZP.
d.   Paradójicamente, creemos que el no haber padecido España durante el franquismo un régimen de represión verdaderamente totalitario tiene importancia también en el sentido de que se valora poco en España la libertad. Quienes se han visto completamente privados de ella, no sólo en el ámbito público sino en el privado, saben lo que vale, lo que cuesta conseguirla y la importancia que tiene defenderla. Una firma multinacional tuvo que retirar del mercado polaco una gran partida de camisetas que llevaban impresas la efigie el Che Guevara, por el escándalo que provocó entre los polacos. Un caso así parece impensable en España. Recuérdense los insultos a Soljenitsyne cuando su viaje en 1976.
e.    Consecuencia de los cuatro puntos anteriores es la tentación muy generalizada en la clase política de resolver las cosas mediante atajos por fuera del Estado de Derecho, es decir, sin contar con los gobernados. De ahí el GAL y de ahí la negociación. Esto llevaría a preguntarnos por la naturaleza de nuestro sistema político, por su pobre calidad y por lo de verdad realizado durante la Transición, pero nos apartaría más todavía de la manifestación de ayer.
f.     Aunque sea reiterar lo dicho, tiene importancia en todo esto tanto la naturaleza del socialismo español, de raíces totalitarias (recuérdese la supresión en 1985 de la división de poderes), como la falta de vigor, los complejos y la incapacidad de dar la famosa batalla de las ideas de la llamada derecha. En la actualidad, lo que parece es que tal derecha ha sido definitivamente sustituida por un aparato burocrático de funcionarios sin una sola idea propia. ¡Hasta el punto de que han hecho suyas las de Zapatero!
g.    La suma de los factores anteriores conduce a que la clase política (así como muchos españoles hartos) enfoquen la lucha contra el terrorismo con un pésimo conocimiento del problema vasco (o catalán), de su origen, de sus características, de sus actores, consecuencias y posibles soluciones. Se produce la total ausencia de un contra-discurso, puesto que para construirlo se necesita creer en algo y fundamentarlo sin complejos. De esta forma las estupideces de los nacionalistas regionales quedan sin contestar y se les ceden terrenos como la educación, de manera que la pasividad hace que lo que era un problema político en gran medida artificial cobre ya cuerpo cierto a medida que pasan generaciones educadas en la mentira y el totalitarismo sin apenas oposición desde la administración española. Y ya no es sólo una región, siguen otras, hasta que se produzca la implosión. Es un poco como correr sobre una cinta frente a un precipicio, cuando la cinta se pare seguiremos avanzando y caeremos al vacío. Cuando todas las regiones reivindiquen contra todas las demás y contra sí mismas, el todo habrá dejado de existir.
h.   La clase política española considera por tanto que determinadas regiones de España, en las que permite que no se aplique el ordenamiento jurídico en su totalidad, pertenecen en exclusiva a grupos violentos minoritarios que imponen su voluntad mediante la coacción extrema, con o sin armas, ante la pasividad de la autoridad, desde hace ya muchos años. Lógicamente, la ausencia del ordenamiento jurídico hace que las regiones caigan en manos de quien lo sustituye en la práctica.
i.     Las características de la clase política y su aceptación de que las regiones pertenecen a la minoría que las reclama por la fuerza, conducen a reconocer como interlocutor válido y legítimo a la ETA –en el peor de los casos, pero en otros casos a partidos que comparten fines y métodos sin haber llegado todavía al terrorismo pero valiéndose de su existencia-, legitimando el asesinato como forma de hacer política. Frente a libertad y estado de derecho, la doctrina de que el fin justifica los medios. Si el fin es la paz, podemos llegar a ella rindiéndonos ante quien empuña la pistola, a cualquier precio. La sentencia del TEDH permite seguir cumpliendo con la ETA echando la culpa a otro. Son tantas las ganas de rendirse, de cumplir con el pacto sellado con los asesinos, que se está dispuesto a soltar violadores y pederastas si eso contribuye a disimular o camuflar la operación.
j.     ¿Pero es que la paz no lo justifica todo? Mucha gente se hace esa pregunta. Al fin y al cabo ya no hay atentados, ya no hay muertos, por lo tanto bienvenido sea lo que se haya hecho. A esta conclusión llega nuestra clase política en su mayoría y una parte de la sociedad española. Aunque causa sonrojo y vergüenza ajena tener que argumentar contra esta conclusión, parece que es necesario. En primer lugar, que no haya asesinatos no significa que no continúe la actividad criminal: las amenazas, la coacción, el chantaje, la ausencia de libertad, la marginación y expulsión de los que no sean afines a la tribu. Quien conozca lo que sucede en esas regiones lo sabe, quien sepa lo que se siente al tener que votar en un lugar pequeño, dónde no hay cabinas y dónde el detentador de la violencia y de la capacidad de coacción –que ya no es el Estado- es parte interesada en esas elecciones lo saben. Y esto sucede en las provincias vascas, pero también en otras regiones de España, dónde ciudadanos aislados tienen que enfrentarse solos a los poderes públicos, a la maquinaria administrativa, por ejemplo en todo el asunto de la inmersión lingüística en Cataluña. Enfrentarse o marcharse. Esto viene a ser la paz de la Unión Soviética de Stalin, la paz de la Alemania nazi, dónde efectivamente no pasaba nada si uno estaba en el sitio adecuado y sin moverse de él, mientras se perseguía a los enemigos del régimen. España tiene hoy muchos miles de judíos perseguidos con la aquiescencia de nuestros poderes públicos. Para esta paz no hacía falta tanto camino, si lo que queríamos era paz a cualquier precio, podíamos habernos quedado con la paz autoritaria de Franco, por ejemplo, muchos menos cruenta que la de los regímenes totalitarios.

Resulta asombroso lo difícil que resulta a mucha gente darse cuenta de las consecuencias de esta deriva, de entregar libertad y estado de derecho a unos asesinos (que hasta hace poco estaban vencidos) a cambio de una paz gobernada en mucho regiones por ellos mismos. La situación padecida por unos pocos tal vez se generalice y a lo mejor entonces se quiera reaccionar si no es tarde. Pongamos un ejemplo por si no se nos entiende: un vecino de Gerona o de Guetaria, gobernada por un partido nacionalista totalitario tiene una casa con un jardín. Este vecino ha protestado por el contenido de varias ordenanzas municipales, porque la ciudad está sucia y porque le han subido ya tres veces los impuestos. Ha reunido a varios vecinos para iniciar un movimiento de protesta. A consecuencia de esto, le empiezan a tirar todas las noches la basura en el jardín, recibe amenazas y finalmente el ayuntamiento decide expropiar una parte del jardín para hacerlo público y crear allí un parque con un monumento al fundador del partido. ¿Ese vecino a quien acudirá? El estado central no existe ya, la policía es local y del partido único, los vecinos se asustan y no quieren saber nada, los jueces, si no han sido sustituidos por comisarios políticos, también son nombrados entre los vecinos, tienen familia allí y están controlados por el partido nacionalista. A ese vecino sólo le queda marcharse. Y a la región, arruinarse. Esta es la paz por la que está trabajando nuestro Gobierno, la que favorecen Mariano Rajoy y su partido, continuadores de Rodríguez Zapatero y peores que él por traidores a la causa que defendieron y a las víctimas del terrorismo que simbolizan en España la libertad y el estado de derecho.

Las víctimas del terrorismo han sido el más firme y sólido baluarte del Estado de Derecho y la libertad en España, han sido la voz de nuestra conciencia, nos han hecho ver el camino adecuado, nos han ayudado a distinguir la justicia de la iniquidad, el bien del mal, son lo que España podría ser. Ayer, esa conciencia que hasta ahora velaba por nosotros, por boca de María Ángeles Pedraza enmudeció. Ese silencio es tal vez la mayor infamia cometida por Mariano Rajoy y su partido, tres de cuyos representantes se atrevieron a aparecer ayer por la plaza de Colón, sabiendo como sabían, que también el discurso de las víctimas estaba ya cocinado.

Por la noche, don Miguel, en Misa de siete de la tarde, nos invitaba de nuevo a rezar con él por las víctimas del terrorismo, y lo comentaba diciendo que era especialmente necesario por lo humilladas que estaban por lo ocurrido. Yo pensaba al unirme a la petición que humillada está España y que tenemos ante nosotros un futuro incierto, si como parece habrá dentro de poco, como vaticinaba Francisco José Alcaraz, eurodiputados de la ETA. Habló don Miguel en su homilía del perdón. Nosotros estamos dispuestos a perdonar al Judas de la Transición, a Mariano Rajoy el traidor a España. Lo haremos encantados y sin reticencias si rectifica y corrige el rumbo.

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