viernes, 2 de agosto de 2019
miércoles, 31 de julio de 2019
Chinos que son japos. De los diarios de Alcides Bergamota el Grande (época de Hierro). Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.
Uno se pasa la vida en proyectos y muchos no pasan nunca de la idea vaga. Y también tomando notas y apuntes y pegando recuerdos –entradas, papelitos, dibujos, postales- en diversos cuadernitos, desordenados y confusos que poco valdrán y nadie querrá en unos años. Pero así somos. Tal vez pensamos que al pegar, rellenar, pintar y apuntar, lo que hacemos es atrapar.
¡Cuentos chinos! nos dice Tato. Cuentos chinos es lo que le cuentan a la gente para formatearla… en sesiones de formación claro. No ya de espíritu nacional, doctrina católica, o clase de historia. Son sesiones para la digestión de cursis palabras inglesas: cuchin (en inglés “couching”); embrasin dibersiti (embracing diversity); mainfulnes (mindfuldness), inspairin líder (inspiring leader); jodin the marraning (to… ¡Esa no existe oiga!).
Se han dado cuenta –los que piensan tanto- de que el trabajador occidental por cuenta ajena, una vez liquidado el cristianismo, inexistente la comunidad y vaciado el individuo de cualquier anhelo y sentido vital, puede resultar pesado de tratar. Y puede no rendir adecuadamente. Para que no pase de la furia a la depresión, para que no pase de machacar al prójimo a salir corriendo, para volver a darle equilibrio y un lugar antes las cosas y el mundo, hay que volver a darle un poco de estructura, pero sin pasarse. Sobre todo darle mucho YO.
Rendirá más si tiene algo de vida personal, si da los buenos días por
la mañana, si aprende a organizarse, a ser respetuoso para trabajar en grupo
(¿Mirando a Cuenca? ¡Cállese hombre!), si es capaz de apreciar al prójimo, tal
vez no como a sí mismo, pero si lo suficiente para evitar el inmediato punta
pie. Pero sobre todo ganará eficacia si cree profundamente en si mismo y se
convence de que rebuscando en su interior encontrará respuestas y recursos para
todo lo que se proponga. La pluma de Dumbo, entiende usted. Trascendencia no
gracias. Así que se le enseñan técnicas de relajación, para que aprenda a
escuchar, para que mejore percepción y concentración, para que aprenda a comer
despacio, a escucharse y a escuchar. Pero para que tampoco nos pasemos con el
religar se le anima a competir, a rendir, a ser el mejor, a triunfar (¡triunfe
leñe!) con la expresión inglesa tu plei
in lig guan (to play in league one).
A este individuo que está un poco más que hueco, se le rellena ahora con técnicas para mejorar el rendimiento profesional en entornos dónde debe colaborar con otras personas. Se le recuerda que las personas merecen respeto, que hay que interactuar unos con otros, que se puede preguntar. Pero no vemos imposible que se le pueda rellenar más adelante, en la siguiente generación, cuanto mayor vaya siendo la distancia con la extinta Europa cristiana, con técnicas de combate y aniquilamiento del prójimo o de si mismo, con técnicas de aceptación y adaptación a todos los horrores contemporáneos, a todo aquello que se le ocurra a la jerarquía económica, política y mediática que suministra regularmente los argumentos para estos cuentos chinos.
lunes, 29 de julio de 2019
Responso de San Antonio (de los diarios de A. B. E.).
Se
mencionó durante la conversación el responso de San Antonio de Padua. Lo leímos
en voz alta después de cenar. Los señores fumábamos un cigarro; a poca
distancia tronaba la música tachundera de una embajada, recibiendo no sabemos
si a vips –como se dice ahora- o a masas plebeyas. El contraste entre la
estruendosa música y el hermoso y sencillo responso era evidente. Este es el
texto:
Si
buscas milagros, mira,
Muerte
y error desterrados,
Miseria
y demonios huidos,
Leprosos
y enfermos sanos.
El
mar sosiega su ira,
Redimense encarcelados;
Redimense encarcelados;
Miembros
y bienes perdidos
Recobran
mozos y ancianos.
El
peligro se retira,
Los
pobres van remediados;
Cuéntenlo
los socorridos,
Díganlo
los paduanos.
El
mar sosiega su ira,
Redimense
encarcelados;
Miembros
y bienes perdidos
Recobran
mozos y ancianos.
Gloria
al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo
El
mar sosiega su ira,
Redimense
encarcelados;
Miembros
y bienes perdidos
Recobran
mozos y ancianos.
Ruega
a Cristo por nosotros, Antonio glorioso y santo,
Para
que dignos así
De
sus promesas seamos. Amen.
¿Y
que es un responso? Lo define el diccionario de la Real Academia como “responsorio que, separado del rezo, se dice
por los difuntos”, definiéndose a su vez responsorio como “en el rezo, serie de preces y versículos que
se dicen después de las lecciones en los maitines y después de las capítulas de
otras horas”. Es decir, formaría parte de la Liturgia de las Horas u Oficio
Divino, un antiguo libro de oración de lo que un día fue la Cristiandad.
domingo, 21 de julio de 2019
Museo de pinturas. La tercera del Heraldo de Nava, por Genaro García Mingo.
Don
García de Medici todo lo preside desde su pequeño marco en la inmensa sala.
Nada turba desde hace siglos la rosada carnación de sus mofletes soberbios, los
bucles rubios de refinado infante. Es hijo de la hermosa Leonor de Toledo. Leonor,
que vino a la Italia, a la Florencia de los Medici y dio al duque la numerosa
descendencia que este ansiaba, y pudo sujetar el voluble humor de su consorte, introvertido
y colérico. Leonor de Toledo, hija de don Pedro, Virrey de Nápoles. La
sonoridad de su nombre evoca por si sola las más altas cumbre de nuestra
historia. El refinamiento de su porte aristocrático, inmortalizado por uno de
sus pintores, el Bronzino, nos impresiona. Mantiene a conveniente distancia a
quien se acerca atraído por su belleza.
En
nada nos extrañan, por tanto, el porte, la mirada, los bucles de don García. Si
animamos un poco el hierático retrato cortesano, veremos que don García tiene un
aire con un punto cómico, don García de Medici, niño de tres años, pequeño
adulto por esa vestimenta de corte, encarnadas sedas, cuello bordado de perlas,
rico collar. Es algo consentido, tal vez gruñón a ratos, como delata el ligero
mohín de su boca regordeta, pero también risueño y despierto. La flor del
azahar de su mano derecha recuerda su pureza infantil. Lo que no le impide
mirar severamente a quien se para a contemplarle. Su refinada presencia es un
recordatorio sencillo de que no todas las cosas son como nos las quieren pintar.
Le mira un señor con el pelo pintando de verde y vestido con una camiseta de
baloncesto. Resiste poco tiempo la mirada
de don García. Luego se acercan unas chicas muy mal vestidas las pobres,
una flacucha, la otra desparramada, su único adorno son los cascos que les ha
prestado el museo, pues la poca belleza que pudieran tener de nacimiento bien
disimulada la llevan, si es que existió alguna vez. La mirada de don García se
hace más severa. ¡Quien las ha dejado pasar vestidas de esta guisa! ¡Ellas se
ríen con impertinente descaro del noble infante!
La
presencia de don García parece recordarnos que si somos iguales a los ojos de
Dios, y deberíamos serlo ante las leyes –cosa que va siendo dudosa- ahí se
acaban los emparejamientos, porque para lo demás, la cuna, la educación, el
pulimiento, las maneras y la sensibilidad, más a menudo separan que igualan, en
un mundo en el que ya son raros los que aspiran a lo mejor, a elevarse, y
multitud los que se afanan en arrastrar a los demás al fango en el que les
complace revolcarse. ¿Oiga pero usted quien se cree que es? ¡Ya ha saltado el
primero!
Pasaron
los años y la malaria se llevó a don García, como se llevó a otros mortales,
sin hacer distinciones. Lo que ni quita ni pone a lo anterior, simplemente lo
confirma.
- ¿Qué
quieren ustedes? nos dice don García de Medici. Es la pura realidad.En San Miguel. De los cuadernos de Alcides Bergamota. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo, para la Voz de Nava.
En
San Miguel, frescos que veo de lejos, la gente que circula por toda la Iglesia
impide acercarse más. En el órgano, un medallón en el que aparece una mujer
tocando, mujer antigua, vestida en azules, pelo recogido, mangas amplias,
cerradas sobre las muñecas. Parece tocar, pero en silencio, sin que su gesto inmóvil provoque la menor nota de música, mientras la
vida de la Mallorca turística se agita a sus pies. En este calor sofocante, en
esta ciudad encarnación del Mediterráneo -de una belleza en su parte vieja serena
y clásica, palacios, iglesias, plazas- tomada al asalto por hordas de turistas
armados de videos, móviles, cámaras, la Iglesia sigue impertérrita impartiendo
los Sacramentos y proclamando el Evangelio. Pese a todos los avatares que se
quieran evocar. En San Miguel, bautizo colectivo, pese a todo, pese al calor
del estío, los turistas, la bohemia, las masas.
Agosto del 2008
miércoles, 17 de julio de 2019
A los toros con don Luis (segunda vez).
En
ese mundo extraordinario, en esa escuela de la sensibilidad, que son los
escritos sobre toros, colocamos a don Luis en el grupo de los elegidos, en el
grupo de los que al plasmar en el papel sus impresiones de una tarde de toros, en
el campo o en la plaza, trascienden del género al que se dedican. Pongamos a
don Luis junto con Gregorio Corrochano, con Pepe Alameda, con Díaz-Cañabate, y
no alarguemos más la lista aunque nos dejemos fuera a muchos, que es de don
Luis de quien queremos hablar. El tono sereno, la mirada aguda y precisa,
envuelta en cierta bonhomía que no se toma en serio, la capacidad de
observación, el gusto por la anécdota sabrosa, para amenizar la lectura tras un
pasaje de más sesuda disertación o de un largo recorrido por las complicadas
genealogías de la cabaña brava, el profundo conocimiento del campo y de sus
gentes, del ganado bravo y de su cría, de la plaza en toda su extensión, desde
las elegancias de los palcos hasta las interioridades de los corrales, el
profundo conocimiento también, y no es el menor de ellos, de España, de su
historia y de su ser.
![]() |
Portada de Los Cuentos del Viejo Mayoral. |
Pues a través, por ejemplo, del retrato que hace de trece
ganaderos románticos, nos lleva de la mano por una España de siglo XIX alejada
de la espuma política por la que estamos acostumbrados a transitar,
adentrándonos en la intrahistoria, en la manera de vivir, en todo aquello que
pese a los avatares políticos seguía en pie, viviendo y funcionando ¡y de qué
manera, con que personalidad y con qué autenticidad! Y todo esto nos los
muestra Fernandez Salcedo con un sabor y un arte de contar espléndidos, apoyado
en una forma de ver y entender el mundo que trasciende en cada página y que
viene a ser la síntesis, la plasmación en el papel de la mirada sobre las cosas
de lo que antes se llamaba, un caballero.
Pero
volvamos, a través de Fernández Salcedo, por un momento, al reciente San
Isidro.
Para
empezar la lectura de don Luis lo que proporciona al lector es perspectiv en
eso de ver toros: “(…) pero a pesar de
los pesares, el Morenillo fue ovacionado, porque entonces el público se fijaba
en la clase de toro que el espada tenía delante. Dijo un cronista de la época: «Nunca vimos un toro más imposible de lidiar,
siempre defendiéndose, cortando el terreno en sus viajes, se arrancaba a todo
el que se le aproximaba, se tapaba y no había medio de hacerle humillar, ni aun
teniendo la muleta en el suelo…» (¿Qué pasaría hoy si saliera un galán de esa
categoría?)”. Es fácil contestar a la pregunta. Hemos visto cierto público
mansurrón y descastado entusiasmarse con la eternas faenas automáticas al toro
automático, ese que va a al señuelo como los galgos a la liebre mecánica, y no
entender las dificultades planteadas por toros de verdad, pitando a las
cuadrillas, o afirmar su aburrimiento antes las diferencias de comportamiento o
la lidia de un toro manso que tan a prueba pone a todos los intervinientes.

“(…) y el Tato fue a menos en su labor, pues quedó bien en el segundo;
regular, en el tercero y en el cuarto, y no pasó de mediano en los dos últimos.
El toro Pimiento, retinto, le hirió al entrar a
matar dándole un fuerte varetazo. Como es sabido, este espada salía muchas
veces apurado de la suerte suprema, porque hacía muy alto el cruce y no vaciaba
bien. Razón por la cual pensó en la conveniencia de ponerse una especia de coraza
debajo de la camisa, lo que no llevó a efecto por temor a las vayas del público guasón.”
![]() |
El toro toro. Ejemplar de José Escolar, San Isidro 2019 |
Más
adelante, siempre en su libro Trece ganaderos románticos, nos encontramos con
la reseña del comportamiento de la corrida de Cuadri vista… hace unas semanas
en Madrid:
“Los seis toros, de bonita lámina y
excelente trapío, finos y bien encornados, cuajados y de respeto, no
correspondieron, en manera alguna, a
la gran expectación que habían despertado. Pero esto no quiere decir que fueran
rematadamente malos sino muy vulgarotes. Pelearon en el primer tercio con
tendencia a la huida (…).”
![]() |
Puyazo de 1890. |
Y
finalmente vemos como ya hace tiempo se producía lo que hoy es habitual,
exageradamente habitual, el abuso del número de pases durante la faena de
muleta. Abuso permitido por otro abuso, que es la presencia constante en los
carteles de lo que hace tiempo describimos como el “toro automático”, es decir
el toro enseñado a ir a un señuelo, falto de la mínima casta, tontuno. Veamos
lo que nos cuenta de Angel Pastor en la página 140 del mismo libro:
"Ángel Pastor abusó de la franela, pues dio nada
menos que cuatro pases naturales, quince con la derecha, cinco por alto y dos
cambiados, como preparación para un pinchazo. A continuación vinieron ocho con
la derecha y tres altos, finalizando la faena con una estocada contraria.”
Sumando, nos salen treinta y siete pases. ¿Qué diría nuestro autor en estos
tiempos en que por sistema se nos somete a, por lo menos, los cuarenta que traen
de casa todos los matadores, para dárselos, todos, al mismo toro...?
![]() |
Un toro de Martínez. |
Para
el Heraldo de Nava, Genaro García Mingo, plumilla.
Tarde de toros. De los cuadernos de Alcides Bergamota Elgrande. Cortesía de Calvino de Liposthey, biógrafo.
Tarde de toros. Aquí estamos de
nuevo. El invierno es un recuerdo. El abrigo de paño de lana ya cuelga hasta el
año que viene en el armario ropero. Le hemos cosido un botón. Percha de madera
con la forma de los hombros, grises espiguillas, se balancea un poco al
colgarlo, hasta quedar inmóvil rodeado de bastones, cajas de sombreros y de
guantes, botas altas, zapatos con hormas de madera de cedro. Todo queda en
silencio al cerrar la puerta. Y en este día, aniversario de la proclamación de
la segunda república de tan infausta memoria, el aire es abrasador y el público
de los tendidos, cubatero y zafio, nos parece más municipal y espeso que nunca.
Eso le pasa por agarrao…
Calle
hombre. Pero esto son los toros. Ruedo y tendidos, tendidos y ruedo. El
espectáculo es a la vez uno y doble, y no sigamos por ahí. Saltan a la vista
los tres gordos. Tres gracias masculinas, modernos por el atuendo apretado y
sintético, clásicos por el volumen y la desbordante carnalidad, panzas sujetas
sobre las rodillas. Se disculpan por apretar al personal, usted perdone
caballero es que estamos algo fuertes, y bromeando dicen que la próxima vez comprarán
dos o tres entradas más, para estar más anchos. Se cruzan en el aire las
volutas azules de los primeros habanos de la temporada con los pájaros -¿vencejos,
gorriones?- que salen disparados desde un lugar inexistente hacia los medios,
como catapultados por los espectadores. Mientras el Aficionado (si, con
mayúscula) no pierde detalle de la lidia de Chacón a sus dos toros, o de las
tres tandas de Robleño a su segundo, del tercio de varas que protagoniza el
sexto empleándose bien, a mi izquierda comenta el vecino que esto es una
zarzuela en directo. El ganado está como en el fiel de la balanza, sabe usted,
nos tiene en ascuas, con cada toro que pisa la arena no sabemos si caerá del
lado de la casta y la fuerza o de la flojedad y bobería. Y no puede faltar la
tiorra. No es la única mujer claro. Hay muchas y de toda condición. Pero ella,
la tiorra, se hace notar por sus aspavientos, su descaro, su condición revenida
y aviesa, sus ademanes desvergonzados, su aspecto feroz y brutal.
Confidencialmente, y mirando hacia ella de reojo, me dice el mismo vecino: ahí
tiene usted arrobas de martirio e infelicidad para el incauto que caiga bajo su
imperio. ¡Antes tirarse al ruedo con Miuras que ahorcarse de esa manera! Impresionados
por la sentencia que nos deja helados y pensativos, hacemos por perder de vista
a la energúmena. ¡Luego hay gente que se aburre en los toros! ¡Gente pa tó!
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