lunes, 12 de noviembre de 2012

Una de actualidad

LA TERTULIA DEL ESCRIBA.  A PROPOSITO DEL MATRIMONIO HOMOSEXUAL.

En una de sus habituales, reposadas tertulias con sus amigos Don Pablo Quiñones y el Caballero de Gandía, en la que se leyó y releyó minuciosamente la última Crónica de Doroteo, el Escriba puso de manifiesto su sorpresa y una cierta consternación ante ciertos comentarios de ese gran hombre a la carta que le ha enviado Alcides Bergamota desde su retiro provinciano. El señor Bergamota da a entender su disgusto ante la reciente sentencia del Tribunal Constitucional que admite el matrimonio homosexual y por ello Doroteo moteja a su corresponsal de conservador  -confiriendo implícitamente a  este adjetivo un significado peyorativo-  y sospecha que Alcides es víctima de la edad y de un exceso de paseos y meditaciones.

La postura de Doroteo le parece al Escriba ambigua y vacilante y recuerda que una fisura en el muro, si no se repara a tiempo, puede convertirse en una grieta que se agrande día a día hasta la ruina de todo el edificio. Al Caballero de Gandía, por obvias razones históricas y geográficas y dada su condición terrateniente y patricia en ese municipio, le ha impresionado el vaticinio de la morisma apareciendo sobre esas mismas ruinas.  Por su parte Don Pablo Quiñones, que a lo largo de su dilatada carrera profesional ha ganado aproximadamente el mismo número de pleitos que ha perdido, opina que el nombre que se le de a la unión  -matrimonio o no matrimonio-  es lo de menos si el contenido de derechos y obligaciones viene a ser el mismo. Desde hace años en las leyes españolas vienen atribuyéndose el mismo estado jurídico a las personas que conviven  “con independencia de su orientación sexual”.  Esta omnipresente coletilla le parece a Don Pablo una de las frases emblemáticas de nuestra democracia, tanto o mas que aquella  “Compañeros del Metal  ¿Me se oye?”,  que consagró el olvidado Ramón Pi.  

Algo mas repuesto de su impresión, el Caballero de Gandía se esforzó en tranquilizar a sus contertulios, y en tranquilizarse ante todo a si mismo, con  el argumento de que la mariconería no es el peor de los males que pueden aquejar a una sociedad ni el mas poderoso para debilitarla.  Puso por caso a grandes personajes como Alejandro Magno, César Augusto   -“el marido de todas las mujeres de Roma y la mujer de todos los maridos”, apuntó el Escriba muy a su pesar-  y el propio Lawrence de Arabía, sin olvidar las milicias griegas y, según se dice, las juventudes nazis.  Mayores grietas y derrumbes causan a las naciones las diferencias de clase, la inseguridad jurídica y la corrupción.

En este punto el Escriba se tomó la libertad de decirle al Caballero que le parecía muy justa su preocupación por la corrupción, siendo el Caballero como es un preclaro prócer del País Valenciano. El Caballero de Gandía, hombre de mundo, hizo como que no lo oía y a falta de toda clase de tabacos invitó a sus amigos a un sorbito de fondillón.

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