viernes, 9 de agosto de 2013

Apuntes veraniegos

Ya tenemos al cepogordismo entregado al veraneo, al relajo, al descanso o la agitación, según los casos. 

Nos llegan rumores de que Alcides, Doroteo y Tato se han ido juntos unos días a la playa. No sabemos bien dónde se encuentran, espero que la afilada pluma de nuestros queridos amigos nos saque de dudas. Hasta ahora todo son rumores. Algunos apuntan hacia un hotelito del Sardinero, otros los sitúan en una casona asturiana invitados por una prima de Pomarada y los hay que se aventuran a sugerir una villita en Ondarreta e incluso un hotel particular en Biarritz alquilados gracias a la munificencia de Tato que es un industrial de posibles ¡¡que locura!!

El resto de la tropa nos hemos desperdigado por las cuatro esquinas del mapa mudo de esta locura colectiva que es el mundo moderno. 

Armados de un tomete y ataviados con camisa de polo, pantalón de algodón y alpargata nos internamos por las veredas sombreadas y tratamos de buscar refugio bajo la sombra del tilo, el avellano y el crecido magnolio cuajado de olorosas flores. Hemos tomado la precaución de llevarnos una corona fina de Rafel González Marquez, un pequeño Punch, quizá un Bolivar belicoso fino. Tomamos asiento bajo el magnolio. Desde lo alto nos llega el sol tamizado por la densa verdura del árbol centenario. Dejamos el tomo sobre la hierba el tiempo justo que toma encender el cigarro. El humo azul asciende, las volutas se pierden entre las ramas tapizadas de musgo, abrimos Las Confesiones de un Italiano y comenzamos a leer. Ante nuestros ojos desfilan los personajes dibujados con maestría por Ippolito Nievo, avanzamos por la vida de Carlo Altoviti y nos maravillamos ante la dualidad Carlo-Pisana, la llegada de un nuevo orden, la desaparición de un mundo anclado en un pasado glorioso, la llegada de una forma distinta a la que Pisana, mujer modernamente atractiva y dolorosamente compleja sirve como símbolo. 

Pasan las horas, concluido un capítulo comprobamos la hora, hay que regresar a la casa a comer, después habrá tiempo para un rato de descanso que nos permitirá regresar a las aventuras de Carlo y Pisana. 

Bajamos cavilando acerca de las miserias del corazón. El día es magnífico pero la belleza de la naturaleza y la efusión de la lectura nos hace sentir un amago de tristeza. Tomamos un camino diferente para regresar hacia el pueblo, al torcer la esquina la carretera se estrecha entre los cañaverales formando una suerte de tubo verde coronado de plata y oro. 

Al descender la última cuesta, a nuestros pies se abre la vegetación dejando a la vista la traza amplia del caserío enmarcado entre el mar y la silueta lejana de la iglesia. 

Junto a una fuente una joven descalza se lava un pie con gestos delicados. Sólo alcanzamos a adivinar una figura esbelta, un pelo de bronce recogido en un sencillo moño, unos brazos largos de piel dorada, pero adivinamos una sonrisa alegre, unos ojos verdes, profundos con un toque de gris brumoso...seguimos caminando sin detenernos ante la escena hipnótica como sin nos fuéramos alejando de un sueño, de una promesa. Pensamos, recitamos, sentimos con Nabokov:

Tristeza, y misterio, y placer,
como una remota oración...
El alma todavía necesita errar.
Pero, y si tú fueras mi destino...

Sanglier.


1 comentario:

SI QUIERE ECHAR SU CUARTO A ESPADAS, YA SABE AQUÍ. CONVIENE QUE MIENTRAS ESCRIBA ESTÉ USTED FUMANDO, CIGARRO O INCLUSO PIPA.