domingo, 21 de abril de 2013

LOS MUÑECOS (de un libro de José Gutiérrez Solana)

Muñecos con un parche negro en un ojo y con una venda en la cabeza con sangre pintada. En este barracón hay un cartel que dice:

Tirad a los muñecos.
(…)

La gente que se apiña en la cerca de la barraca, pide hacer blanco, y por diez céntimos les dan una decena de bolas de trapo y tiran con fuerza a los fantoches, dándoles un pelotazo en la cara o en el pecho, cayendo de espaldas, con una sacudida violenta, doblados por la cintura.

Algunos tiran con saña a los personajes que tienen más rabia. Hay gran predilección por tirar a los monigotes de Maura, La Cierva, Romanones, Weyler, etc.

Al dar a Maura en la barriga, cae, llevando también de paso a un fraile que está a su lado. Otro dice: “Voy a tirar al obispo de Jaca, a ver si le escacharro la nariz.” Y tira con gran rabia, mientras que el monigote da con fuerza un golpe con la cabeza y se le salta un cacho de cráneo, viéndosele el cartón de los sesos. Otro señala con la bola de trapo a Polavieja, que tiene un ojo tapado por un parche negro. “Voy a ver si le salto el otro ojo.” Y tira con más coraje que nunca; pero, en vez de dar a la vieja da en la calabaza del padre Nozaleda, separándosela del tronco, por la que empieza a salir serrín y trapos. El cuerpo panzudo da una voltereta con estruendo. El tonto, limpiándose la baba con el pañuelo, dando alaridos de contento, murmura: ¡Hum, hum! ¡Oño, oño!...

Y el que ha hecho en tan poco tiempo tan buenos y certeros disparos, grita, satisfecho, viendo todos los muñecos caídos y maltrechos: “¡Leñe, os reventé!

(…)

Hay también un aparato de alambre, que da vueltas constantemente, con unos huevos pintados de encarnado o de negro, y a cada momento caen desechos por los disparos, siendo renovados por otros nuevos.

El hombre que ha tirado, grita:

-          Esto es lo que hace falta en España: barrer y renovar.
-          ¿Qué dice, hombre? Está usted loco. Primero ha insultado a los muñecos y ahora se mete con los huevos.
-          Nada, amigo, nada, que voy a dejarle en paz con su tinglado de farsantes. En España las verdades amargan.

(…)

La gente sigue tirando a los muñecos; los golfos tiran con las bolas, cagándose en todos ellos; y ahora cae uno, ahora cae otro, y vuelven a levantarse, y vuelven a caer.

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