lunes, 17 de octubre de 2011

Cuarto Número Año II número 4.



El cuarto número



Ha terminado el verano. Se ha marchado la estación calurosa, el ferragosto de los italianos, la canícula esteparia, las carreteras enturbiadas por el vapor de la calina en las horas centrales del día. Y con el verano han terminado las vacaciones y el marco de lo cotidiano vuelve a ser el de siempre, lejos del arrullo del mar, la brisa marina, el canto del grillo o el olor del tomillar, según le haya tocado a cada cual.
Hemos querido abrir la editorial de CEPO con una fotografía. Es excepcional, pues no creemos en ese concepto feo y grosero, según el cual, una imagen vale más que mil palabras. Vaya memez. Al menos eso piensa el que esto redacta por encargo de sus compañeros, mientras ellos están como el de la foto, pero sin lago me parece. La imagen viene a cuento por varias razones, todas las que uno sea capaz de inventar, pero principalmente porque ayuda a expresar, con su apariencia de pintura, como nos coge septiembre: meditabundos, tapados, agazapados, envueltos, huraños, escondidos. Y también pensativos. Además el retratado era fumador de puros, los descubrió durante una estancia en Cuba y no dejó de fumar habanos el resto de su vida. Pensamos que hubiera sonreído benevolente ante estas hojillas cigarreras, y tal vez nos hubiera invitado a pasar un rato con él, envueltos en volutas de humo azul.
El cuarto número sale pese a todo, entre septiembre y octubre, cuando lo habíamos pensado para julio. Pero julio ya se sabe, los agobios son tantos: mes lento y empalagoso, mes rápido y agotador, afanes por la preparación de unas vacaciones cada vez más cortas, familias reconvertidas en agencias de colocación, lentitudes, burocracias, acelerones, lanzamiento de hortalizas podridas y gatos muertos, ¡que viene mi tía Enriqueta!, cenamos con los padres, al tío Paco le ha salido un callo, reunión en el colegio, recogidas de niños, despedidas, viajes a Tasmania, compromiso con Abelarda, antigua amiga perdida de vista (la encontramos avejentada y descocada), trabajo hasta arriba, trabajo hasta abajo, dificultad de las distancias, ciudad imposible, achaques de cada uno, picor de cogote... Total, que el papelajo se quedó en el tintero, incluso con alguna colaboración ya lista.
Julio fue mes de Mark Twain y se pensó que la cosa girara alrededor de ese señor, que de haber sabido de nuestras intenciones nos hubiera pateado cierta parte, por la vagancia de aprovechar una efeméride como pretexto. ¿Por qué no la de Conan Doyle, de ese mismo mes, no recordamos si de aniversario, de nacimiento, muerte o extracción de la primera muela? El Sr. Twain tiene razón en su enfado y nos horroriza pensar que por un momento pudimos pensar en seguir la horrible inspiración del calendario. Esto no significa que Twain esté ausente. Verán los que con esta gacetilla se atrevan unas líneas que se refieren a él. Mark Twain fue un gran fumador de puros. Puede que incluso fuera más correcto decir un terrible fumador de puros. Le dedicaremos un día la sección de fumadores ilustres, pues para este número tenemos una sorpresa. Nuestro primer colaborador externo, valiente y atrevido, nos ha enviado un artículo que cumple la doble función de dar vida a ese apartado e introducir por primera vez unas líneas sobre arquitectura en la gacetilla. Por lo demás, cada uno ha hecho lo que ha podido para salir por un momento del mundo propio, y eso es ya de agradecer.

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