lunes, 16 de diciembre de 2019

Traducciones.

« Heureux qui comme Ulysse a fait un beau voyage », de Joachim du Bellay, traducción al español de Rafael Sánchez Mazas.



Primero el poema original, en francés.


Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage,

Ou comme cestui là qui conquit la toison,

Et puis est retourné, plein d’usage et raison,

Vivre entre ses parents le reste de son age !
 

Quand reverray-je, helas, de mon petit village

Fumer la cheminée, et en quelle saison

Reverray-je le clos de ma pauvre maison,

Qui m’est une province, et beaucoup d’avantage ?
 

Plus me plaist le sejour qu’ont basty mes ayeux,

Que des palais Romains le front audacieux ;

Plus que le marbre dur me plaist l’ardoise fine,

 
Plus mon Loyre Gaulois, que le Tibre Latin,

Plus mon petit Lyré, que le mont Palatin,

Et plus que l’air marin la douceur Angevine.


Ahora la traducción al español de Rafael Sánchez Mazas, recogida en el libro Sonetos de un verano antiguo y otros poemas.

 
Feliz quien como Ulises viaja con buena suerte

o conquista los áureos vellones de Jasón

y después, a la vuelta, con madura razón,

dichoso en casa espera que le llegue la muerte.

 
Aldea de mis padres: ¿Cuándo volveré a verte,

con tus humos azules? ¿en qué clara estación

volveré a ver el huerto de mi pobre mansión,

que vale para mí como el reino más fuerte?

 
Más me placen los muros alzados por los míos

que los templos de Roma, soberanos y fríos;

más que mármoles duros quiero pizarra fina.



Más mi Loira francés, que el gran Tíber latino,

más mi monte Lyré, que el monte Palatino

y más que olas del mar, mi canción angevina.















viernes, 13 de diciembre de 2019

La presidenta. En alemán Der Präsident.

Preliminar cigarrero y desenfadado. Monólogo interior del protagonista. Verdaderamente la pipita cerda es para enredar, para tener contacto con una madera noble y trabajada, con la calidez del brezo que va cambiado de temperatura al absorber el calor del fumeque. Incluso cuando tira magníficamente, cuando espera los gestos del dueño sin apagarse, y el tabaco arde constante y con parsimonia, sin sustos ni ajetreos, aun así el gran fumeque, el humo supremo, es el habano.

Esta mañana, cuando lo estaba limpiando y sacudía las cenizas por la ventana se me ha escapado de las manos. Sí, un descuido, un gesto torpe, y ha salido detrás de las ligeras cenizas que casi remontaban el aire, el enorme y pesado cenicero que las contenía hace un momento. Como decía, no un cenicero cualquiera. Un cenicero grueso, macizo, de los que ya apenas se ven con esto de que se fuma menos y en las casas de los maridos apocados mandan implacables sus gordas esposas. No necesariamente gordas físicamente, gordas y gruesas –como el cenicero- de mentalidad.



 

¡Hay que ver con que fuerza, con qué velocidad caía desde el tercer piso, con que aplastante seguridad descendía macizo haciendo trizas el aire! Y de repente, ahí abajo, como un nomo de cuento surgiendo de las profundidades, como un topo cegato saliendo de su cueva, ¡la presidenta de la comunidad! Se me había olvidado que todos los días a la misma hora pasa rodando en sistemático paseo. No tenía que haber limpiado el cenicero a la hora en que pasa la gorda, quiero decir en realidad que no tenía que haber limpiado coincidiendo con el paseo de la señora presidenta, Der Präsident. Yo en el tercero, ella abajo, con sus pasitos cortos, yo viendo las cenizas volar y luego ¡esas manos torpes que nada sujetan con firmeza salvo el buen habano! ¡Pero qué mal me cae la tía! ¡Qué voces le pega al pobre Raimundo que aunque pequeñajo y poca cosa no es mala gente! ¡El cenicero iba a dar en el blanco! ¡Caía centrado, atómico! Una maza del neolítico hubiera hecho menos daño, ¡cómo se iba a poner todo!

 

El impacto fue terrible, como una explosión. Lo extraño fue el silencio que siguió. Yo había cerrado los ojos implorando a los Cielos, en un arranque de sensatez, que nos ahorraran la visión de la presidenta despanzurrada, descalabrada. El impacto y luego, el silencio. Y en seguida los gritos, cuando ya iba encajando las piezas. Hay silencio porque esta tiesa y no puede dar alaridos. Pero no. ¡Gritos! No entendía nada. ¡Me han querido matar! ¡Es un atentado criminal! ¡Salvajes! Era ella, los bramidos eran inconfundibles. Ya me había separado de la venta con un rápido paso atrás. Silencioso, inmóvil, casi sin respirar, oía a la gorda gritar. Tan cercanas parecían las voces como si súbitamente convertida en globo o dirigible se hubiera elevado hasta el tercero para chillarme en la oreja. Mi furor contra ella redoblaba: ¿No caería ahora fulminada por un soponcio demoledor, sin manchas ni despojos?
El cenicero que era de cristal macizo se había hecho añicos y nunca pudo saberse quien había sido el criminal lanzador.

martes, 19 de noviembre de 2019

Hay personas. De los diarios de A. B.


Hay personas que tienen otra edad, que siempre son mayores, o que siguen en otra época, en la que por formas, voz, aires y gestos, permanecen. Aunque el tiempo a que se remiten haya pasado. Una de ellas, cuya voz viril y maneras sencillas parecen salidas de la noche de los tiempos, me llama hijo al hablar conmigo y se pregunta qué vamos a hacer con esta vida.






miércoles, 13 de noviembre de 2019

No vamos a entrar al capote político.

El espantoso y obsesivo peso de la actualidad, toda hecha de partículas digitales. Se sueña con un lugar retirado, tal vez con una biblioteca silenciosa, dentro de una gran casa. Las paredes están forradas de libros, la chimenea encendida, dos butacones de lectura cómodos, mesas bajas. Hasta se puede fumar un habano. Por la ventana, al levantar la cabeza del libro, se ve la tarde gris. El inmenso silencio es un presagio de nieve. Algunos copos sueltos. Una corneja cruza el paisaje dando brincos por el suelo. Las ramas desnudas de un árbol inmenso se estremecen por la ligera brisa, aunque parece que lo hacen de frío. Pasar allí unos días. Pasear.





viernes, 25 de octubre de 2019

Cachalote.

Por su frente plana, inmensa, como un acantilado blanco, es más semejante al cachalote que a la ballena. La panza redonda y dura, sobre la que se tensan, en un esfuerzo terrible de resistencia, las costuras de la camisa, recuerda a una enorme bola de billar, dura, redonda, con el aire pulido del marfil que le presta la gastada tela de la camisa blanca. Si quitáramos la camisa, aparecería esa misma panza, pero dotada de carne y de carnes, que no es lo mismo, voluminosa y elástica. También, a ratos y lugares, fláccida, blanca, blanda, azul, peluda, pesada, grávida, real. Desaparecería el pulimento, una vez en pelota. No queremos verlo dice Maleni que viene de su clase de acqua-gym, enfundada en su traje sin costuras. ¡¡No queremos verlo!! A esos gordos habría que hacerles algo, prohibirles algo, empujarles, no sé, ¡hacer algo contra ellos!

Sin embargo el diagnóstico de la infame Maleni es erróneo, pues no hay más gordura que la panza, como si Cachalote se hubiera tragado un melón, o una sandía más bien, redonda, inmensa, blindada. El resto de la estructura es esquemática, trazada con líneas delgadas y secas, duras. El cráneo anguloso a partir del acantilado, la nariz larga; la boca es un trazo oscuro, como un corte atravesado. Los miembros secos, organizados sobre articulaciones nudosas, las manos sarmentosas. Al moverse, toda la estructura cruje y avanza a trompicones, como un navío en la tormenta.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Comentario a un comentario.


Nota: sobreabundan los análisis políticos y jurídicos en los medios y las redes, dónde  podrán ustedes saciar su sed de  novedades informativas e interpretaciones originales que nosotros no podremos darles. Esto no impide que de vez en cuanto reproduzcamos aquí alguno de los inocentes comentarios que en forma de cartas  al director o similar envían Doroteo, Genaro  García  Mingo o el Gran Bergamota, tanto al  Heraldo como a la Voz de Nava. Sobre todo al segundo, más inclinado a beber los vientos del momento. Un ejemplo de esta inocente y anticuada costumbre es el texto siguiente, publicado en la Voz de Nava. En el Genaro García Mingo, plumífero con ínfulas, expresa su desacuerdo con un  comentario  elogioso a la sentencia. La Sentencia por antonomasia.

Sr.  Director,
Algunas cosas me llaman la atención: En el comentario parece que subyace cierto temor a que se nos pueda considerar no homologables a otros países europeos, como si hubiera que demostrar una y otra vez lo adecuado, garantista y estupendo que es nuestro sistema jurídico. Miramos demasiado hacia fuera y damos un valor a todas luces excesivo a los demás países de nuestro entorno. A mi modo de ver, esta falta de confianza radical en nosotros mismos, es uno de los factores, uno de los muchos, que llevan años impidiendo una redacción adecuada y contundente a lo que ocurre en Cataluña, en las provincias vascas y en el sistema de las autonomías en general. Somos tan estupendos que nos negamos a ver que ocurren cosas anormales y excepcionales, no vaya a ser que se emborrone el cuadro que nos hemos pintado y es tan bonito. O todo funciona tan mal que mejor no hablar de ello. Sería deseable encontrar el punto de equilibrio.
Por el contrario, el punto de equilibrio no me parece argumento válido para defender la sentencia. Que disguste a unos y a otros no la hace mejor ni peor. Pensaba que la vara de medir debían ser la Justicia y la Verdad, no la opinión pública.

Me sorprende también lo de calificar a los independistas de partidarios de una democracia iliberal. Parece un extraño circunloquio para no decir totalitario, tribal, etc. Tenemos ante nosotros desde hace años un asalto totalitario que no sabemos cómo parar, no por falta de medios sino por falta de convicciones.

Y por último, saliéndome ya lo entiendo, del ámbito del comentario de la sentencia, la violencia lleva presente en Cataluña, muchos, muchísimos años -empezando porque no se cumplen allí las sentencias del TS- y con esta sentencia poco remedio se pone. Cuando veamos salir a la calle en un año a los condenados el mensaje estará claro: puedes organizar la de San Quintín con los medios de la administración, contra el sistema constitucional y tampoco es para tanto, adelante pues. Y no se nos diga que es el resultado del sistema que nos hemos dado cuando instructor, fiscalía y abogado del estado coincidían en la calificación, antes de la sustitución de este último a instancias del Gobierno. Mientras tanto el ciudadano de a pie, a callar. El estado de derecho en España lleva años tambaleándose y las dos últimas sentencias del TS son dos golpes más, y muy fuertes. En fin.