viernes, 25 de octubre de 2019

Cachalote.

Por su frente plana, inmensa, como un acantilado blanco, es más semejante al cachalote que a la ballena. La panza redonda y dura, sobre la que se tensan, en un esfuerzo terrible de resistencia, las costuras de la camisa, recuerda a una enorme bola de billar, dura, redonda, con el aire pulido del marfil que le presta la gastada tela de la camisa blanca. Si quitáramos la camisa, aparecería esa misma panza, pero dotada de carne y de carnes, que no es lo mismo, voluminosa y elástica. También, a ratos y lugares, fláccida, blanca, blanda, azul, peluda, pesada, grávida, real. Desaparecería el pulimento, una vez en pelota. No queremos verlo dice Maleni que viene de su clase de acqua-gym, enfundada en su traje sin costuras. ¡¡No queremos verlo!! A esos gordos habría que hacerles algo, prohibirles algo, empujarles, no sé, ¡hacer algo contra ellos!

Sin embargo el diagnóstico de la infame Maleni es erróneo, pues no hay más gordura que la panza, como si Cachalote se hubiera tragado un melón, o una sandía más bien, redonda, inmensa, blindada. El resto de la estructura es esquemática, trazada con líneas delgadas y secas, duras. El cráneo anguloso a partir del acantilado, la nariz larga; la boca es un trazo oscuro, como un corte atravesado. Los miembros secos, organizados sobre articulaciones nudosas, las manos sarmentosas. Al moverse, toda la estructura cruje y avanza a trompicones, como un navío en la tormenta.

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