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domingo, 9 de septiembre de 2012

Continúa, o el angelito en los toros.


“La tauromaquia era mi delicia. Una tarde, en una corrida, ovacionó el público a un torero y le arrojaban al redondel, según costumbre, sombreros y cigarros. Yo que estaba en el palco de la Diputación con mi padre me quité mi gorra de marinero y mi padre lo notó y le dijo a otros señores: - Este demonio de niño va a tirar la gorra. – Y dirigiéndose a mí me amenazó diciéndome: - ¡Como la tires, verás! Pero yo no pude contenerme y la tiré. También hice que me comprase una petaca y cigarros puros para los toreros, todo eso cuando tenía seis o siete años y conocí a “Cara-Ancha”, que vivía cerca de casa y me cogía del brazo cuando iba a visitarlo, y a “Gallito”.
Javier de Winthuysen
Memorias de un señorito sevillano

lunes, 3 de septiembre de 2012

CRÓNICAS DE DOROTEO

Recordamos al amable lector, si es que hay algún incauto, que el lenguaje de Doroteo es grueso y sin pulimento, sus conceptos son ásperos y rugosos, raspan, están sin desbastar. En ocasiones puede ser soez, a veces zafio. En cambio es claro y directo, sin melindres ni mariconadas…ya estamos. Ustedes verán.

Doroteo no se rasca sólo la panza antes de empezar a escribir. Lo hace a medio cocer, bien empapado. El oporto envejece en barricas de carvalho, como dicen nuestros vecinos portugueses, y Doroteo lo hace empapado en vino de oporto, y también del marco de Jeréz, y también con la ayuda y el consuelo de algunos destilados del vino, para los que no conoce fronteras: el aguardente velha portuguesa, el coñaque y el armañaque de nuestros vecinos de arriba, los brandies españoles, del sur, del centro, del este. No trabaja los licores de fruta centroeuropeos, demasiado azucarados, si no hay posibilidad de tirarse luego por la ventana del castillo sobre tres metros de nieve.

Paseaba Doroteo el otro día con el amigo Pulardo, a buen ritmo pese a todas las protuberancias. Las familias iban quedando atrás a medida que la cuesta entre los pinos se iba haciendo más recia, el aire más fino, la vista más amplia. Casi trotaban sin resuello, por mantener la honrilla, cuando por fin llegaron, al final del repecho, a terreno llano. El paseo de los frailes, mil veces andado por los del Monasterio cuya cúpula inmensa presidía el espléndido paisaje, invitaba a la confesión a media voz, como susurrada, mientras se calmaba la respiración. A lo lejos, Pelolechuga entretenía a las señoras como siempre.

- Yo voy de tabaco hasta las trancas. Un exceso, creo que la situación exige moderación durante una temporada. ¡¡Bendito contrabando!!
- Veo que no te moderas, Doroteo, nada en exceso, recuerda el viejo aforismo clásico, que eres un bala.
- Y conócete a ti mismo, no te jode, seguro que tú te conoces bien de tanto meneártela… Lo que no se puede es empezar una confesión cigarrera y que le salgan a uno con moralina… Desembucha de una vez, ¡Coño Pulardo!

Se detuvo la conversación por un momento. La brisa mecía las ramas de los pinos y llegaba el oleaje serrano, muy levemente, con una leve sonoridad como de cristal, anunciadora temprana del próximo cambio de estación. Caminaban por la senda desierta, parándose de vez en cuando para mirar atrás, y comprobar que les seguían a distancia pero a ritmo constante todos los demás. Parlanchina, la dueña, departía con don Juan Calabazas, mientras la enana Maribárbola caminaba serena con sus andares de bolo en equilibrio. Onofre Balilla seguía entreteniendo a las señoras, gesticulante y meloso, intentando pillar cacho después de una verano en barbecho, sin catar nada decente.

- Bueno, bueno, calma, pues los ahorros prácticamente enteros…
- ¡¡El bote!!
Cincuenta puros en un mes… pero es por culpa de la montaña y por la playa que al mesetario le trastornan, le incitan a todo, a la falta de moderación, Doroteo hijo.
- Pues como te decía, ¡Yo tengo en forma de habano hasta el nabo!
- Pues será una mierda puro, una perla o algo así, jiji… ¡Me lo has puesto a huevo Danilo!
- Ya estamos con lo de siempre, pues no señor, doble corona, pero no voy a entrar en detalles.

Habían apresurado el paso y ganado altura. El paisaje invitaba al silencio y callaron por un momento contemplando toda aquella extensión, dominada de nuevo por la inmensa cúpula del Monasterio, por detrás la planicie, el pantano, los encinares, el secarral de las estribaciones de la sierra y al fondo la ciudad señalada por las cuatro torres, como el tenedor pinchado en la tortilla, tortilla al aire, sin mampara.

Pulardo fue quien primero abrió el pico cuando ya descendían resbalando por la arenilla, sobre las chinas y los cantos deslizándose sobre la tierra seca, y dura. A lo lejos Maribárbola era una tachuela rodante, la aplastaría alguna de las vacas que pastaban por el camino.

- Hay que moderarse porque el buen habano gasta mucha energía – Doroteo asentía reservón a la prudentes razones del taimado amigo de los cincuenta puros- y si al día siguiente hay que trabajar, pues estas tieso.
- Hombre no siempre, depende del día. Si fumas con agua no pasa nada. Lo malo es el alcohol, Pulardo hombre que siempre bailas al son que más te conviene, después de fumados los cincuenta.
- Lo malo es que por la mañana estás tieso, luego llega la hora de comer, sales de la hura, das una vuelta a la manzana, lees una sentencia del Supremo y ya te vas despejando, y por la tarde la cosa mejora y llegas a casa, y claro, después de cenar cae otro y mejor y más grande, un nabo de mandingo y…
- ¡No empecemos con los nabos! – protestó Dorotero dando un respingo.
- Ya me entiendes, te animas, lo más grande que tengas en la tabaquera y si puede ser un Bolívar pues ya empal… Bueno lo dejo ahí.

Doroteo como siempre, esperaba turno para meter cuña, buscando una salida honrosa al embrollo de la moderación.

- A lo mejor tienes razón, te metes en la espiral de humo y acabas un día de bruces sobre la alfombra del salón, con los brazos en cruz y el hilillo de baba, hasta que te despiertas y consigues arrastrarte a la cama –dijo mirando a lo lejos antes de meterse por la calle a la que habían vuelto dejando el paseo de los frailes. Ya había gente, gentecilla, gentucilla, atuendos, pintas, poses, traumas, un par de familias, una loca corriendo con cascos en las orejas y como Dios la trajo al mundo, o casi, perros, muchos perros. Lo más digno, un galgo curvilíneo y cimbreante.
- Hombre, tampoco es eso - contestó Pantuflo un tanto dolido por su fácil triunfo.
Exagero un poco, pero viene a ser lo mismo- continúo el Doro-, pero la otra cara es el poder de concentración, el habano es un gran concentrador. ¡Qué momentos de lectura solitaria dónde nada existe más allá de las páginas del libro y del anillo de humo que rodea al lector! El humo azulón que lo envuelve viene a ser el soplo del dragón traído por Merlín desde el ciclo artúrico, duplica las fuerzas, dispara la lucidez, todo se hace claro y por momentos se adentra uno físicamente en lo que lee. En fin. Nada en exceso, no vaya a ser que un día se cierre el libro y nos quedemos dentro, atrapados por Bárbola, la hija de la panadera que nos obligará a hacer las bellaquerías detrás de la puerta, hasta el fin de los tiempos.

miércoles, 13 de junio de 2012

UN MAL FUMEQUE.


Para esa famosa historia española del cigarro puro, en proyecto, que sería réplica y alternativa a esos libros que consiguen la gesta de escribir sobre habanos sin mentar a España, citando casi en exclusiva a personajes y fumadores anglosajones, este pasaje extraordinario del extraordinario Galdós.
Describe con su genialidad sencilla, como disimulada, los efectos terribles de fumar en ayunas un mal puro. Decimos que en ayunas, aunque al principio del texto se habla de que el protagonista ha comido. Es un decir. La descripción del puro es terrorífica (… el color verdoso de la retorcida yerba, toda llena de ráfagas negras y de costurones y cicatrices…), la de sus efectos hasta el desmayo no lo es menos. En fin, alabar a estas alturas a Galdós es un poco de Perogrullo. Quizá no lo sea recomendar su lectura, porque cada página es un descubrimiento. Del doctor Centeno, desconocíamos hasta hace poco incluso su existencia, y ha sido toda una sorpresa.
Aquí va el texto:
Después de comer como los señores, piensa mi hombre que fumarse ricamente un puro es cosa también muy conforme con el señorío. ¡Lástima no tener fósforos de velita para echar al viento la llama y encender, a estilo de caballero, en el hueco de la mano! El héroe coge el cigarro, lo examina sonriendo, le da vueltas, observa la rígida consistencia de las venas de su capa, admira su dureza, el color verdoso de la retorcida yerba, toda llena de ráfagas negras y de costurones y cicatrices como piel de veterano. Parece, por partes, un pedazo de cobre oxidado, y por partes longaniza hecha con distintas sustancias y despojos vegetales. ¡Y cómo pesa! El héroe lo balancea en la mano. Es soberbia pieza de a tres... ¡Fuego!
Un papelillo entero de misto se consume en la empresa incendiaria; pero al fin el héroe tiene el gusto de ver quemada y humeante la cola del monstruo. Este se defiende con ferocidad de las quijadas, que remedan los fuelles de Vulcano. Lucha desesperada, horrible, titánica. El fuego, penetrando por los huecos de la apretada tripa, abre largas minas y galerías, por donde el aire se escapa con imponentes bufidos. Otras partes del monstruo, carbonizadas lentamente, se retuercen, se esparrancan, se dividen en cortecillas foliáceas. Durísima vena negra se defiende de la combustión y asoma fiera por entre tantas cenizas y lavas... Pero el intrépido fumador no se acobarda y sus quijadas sudan, pero no se rinden. ¡Plaf! Allá te va una nube parda, asfixiante, cargada de mortíferos gases. Al insecto que coge me le deja en el sitio. Síguele otra que el héroe despide hacia el cielo como la humareda de un volcán; otra que manda con fuerza hacia el Este. El ocaso, el cierzo son infestados después. ¡Con qué viril orgullo mira el valiente las espirales que se retuercen en el aire limpio! Luego le cautiva y embelesa el fondo de país suburbano que se extiende ante su vista, el cual comprende el Hospital, la Estación, fábricas y talleres remotos y por fin los áridos oteros de los términos de Getafe y Leganés. No lejos de las últimas construcciones se nota algo que brilla a trechos entre los pelados chopos, como pedazos de un espejillo que se acaba de romper en las manos de cualquier ninfa ribereña. Es el río que debe su celebridad a su pequeñez, y su existencia a una lágrima que derramó sin duda San Isidro al saber que estos arenales iban a ser Corte y cabeza de las Españas. El héroe mira todo con alegría, y después escupe.
Contempla la mole del Hospital. ¡Vaya que es grandote! La Estación se ve como un gran juguete de trenes de los que hay en los bazares para uso de los niños ricos. Los polvorosos muelles parece que no tienen término. Las negras máquinas maniobran sin cesar, trayendo y llevando largos rosarios de coches verdes con números dorados. Sale un tren. ¿A dónde irá? Puede que a la Rusia o al mesmo Santander... ¡Qué tié que ver esto con la estación de Villamojada! Allá va echando demonios por aquella encañada... Sin ponderancia, esto parece la gloria eterna. ¡Válgate Dios, Madrid! ¡Qué risa!... Al héroe lo entra una risa franca y ruidosa, y después vuelve a escupir.
¿Pues y la casona grande que está allí arriba con aquella rueda de colunas?... ¡Ah!, ya, ya lo sabe. Paquito el ciego se lo ha dicho. Ya se va destruyendo. ¡Sabe más cosas...! En aquella casa se ponen los que cuentan las estrellas y desaminan el sol para saber esto de los días que corren y si hay truenos y agua por arriba... Paquito lo ha dicho también que tienen aquellos señores unas antiparras tan grandes como cañones, con las cuales... Otra salivita.
¿Pero qué pasa? ¿Los orbes se desquician y ruedan sin concierto? El Hospital empieza a tambalearse, y por fin da graciosas volteretas poniendo las tejas en el suelo y echando al aire los cimientos descalzos. La Estación y sus máquinas se echan a volar, y el río salpica sus charcos por el cielo. Este se cae como un telón al que se le rompen las cuerdas, y el Observatorio se le pone por montera a nuestro sabio fumador, que siente malestar indecible, dolor agudísimo en las sienes, náuseas, desvanecimiento, repugnancia... El monstruo, vencedor y no quemado por entero, cae de sus manos; quiere el otro dominarse, lucha con su mal, se levanta, da vueltas, cae atontado, pierde el color, el conocimiento, y rueda al fin como cuerpo muerto por rápida pendiente como de tres varas, hasta dar en un hoyo.
Benito Pérez Galdós
El doctor Centeno

lunes, 16 de abril de 2012

Petit Robusto.


Llamar al quema morros petit robusto es como llamar a Jacoba Jacqueline… Lo vimos por primera vez en Valencia. Quiero decir con detenimiento, fijándonos en su diminuto y un poco ridículo tamaño. Pero no había tiempo para otra cosa antes del tren, así que después de un sencillo menú, servido en la terraza de un bar frente a la estación, encendimos el diminuto Hoyo de Monterrey. Contentos por fumar juntos un rato, con las tareas propias del viajante de comercio a la espalda, completadas todas ellas tiempo antes de la hora de comer. Había una gota de desconcierto por el tamaño del cigarro, pero sin mayores comentarios nos lanzamos a él. Adelfas, la luz encendida y suave del mediterráneo, y un airecillo cálido, pese a estar en pleno invierno, que enseguida se puso a jugar con las volutas de humo azulón que se perdían ligeras.

Cuando se levantaron las dos mujeronas de la mesa de al lado, dejaron que se nos revelara la más extraordinaria de las escenas: En la mesa siguiente, fumaban impactantes y majestuosos el punto y la i. El punto era un gordo maravilloso, de redondez cultivada y perfecta, todo a rayas. Fumaba con parsimonia oriental y absoluta delectación una magnífica y aromática pipa, con ojillo encendido y economía de gestos. Su acompañante daba caladas pausadas a un habano mediano, sin duda más digno que los nuestros. Pelo blanco, camisa del mismo color, de manga a la altura del codo, un jersey azul sobre los hombros. El intercambio recíproco de miradas cómplices fue instantáneo, si bien apenas imperceptible para quien no perteneciera a la cofradía de perseguidos que son hoy los fumadores. Y ligero codazo de Tato, susurrando por lo bajini algo así como “no te pierdas a esos dos señores extraordinarios”. ¡Que majestad en el fumar, que plena consciencia de estar en esos momentos viviendo con plenitud, sacando de la vida todo lo bueno que ofrece y regala por poco que se sepa aceptar! No sabemos que pensarían ellos de nosotros, con las corbatas de mezclilla, de gran almacén, los trajes algo gastados, y los muestrarios al pie de la mesa. Alcides discutiendo en silencio con el Petit Robusto y una punta del bigote y Tato Fox, seráfico y socarrón a un tiempo, detrás de las gafas modernas, abandonada en un alarde de modernidad la montura de pasta. Apurando un café recio al que hubo que ahogar en azúcar, pagamos la cuenta y nos levantamos en dirección a la estación. Había que pasar delante de la mesa de los que ya eran, sin conocernos, nuestros amigos, y espontáneamente se entabló una breve conversación. Y porque no decirlo, fue un momento entrañable en su sencillez, en su alarde de comedimiento y de buenas maneras. Un comentario sobre la pipa y los habanos, sobre la hermosura de día, el origen y destino de los viajantes, unas alabanzas a Valencia, algunos detalles sobre los dos lugareños, ya retirados de la vida profesional, pero tan en el mundo como para disfrutar juntos de esa comida sencilla con sobremesa de tertulia y fumeque. El más delgado va de vez en cuando a Madrid para viajar desde allí a Chicago dónde vive una de sus hijas a la que visita de vez en cuando. Intercambio de mejores deseos para la tarde y el viaje. Al poco rato los viajantes cabeceaban mecidos por el tren rumbo a Madrid, en un vagón dónde, para meditación y recreo de la escena vivida poco antes, se había hecho un sorprendente silencio.

miércoles, 28 de marzo de 2012

jueves, 8 de marzo de 2012

TABACO


El tabaco habano es un concentrador. En la sociedad de la interrupción, definida de esta manera por el Sr. Carr en su ensayo sobre Internet, el tabaco nos mantiene quietos durante una hora, o durante dos horas, dependiendo de la calidad y tamaño del tabaco seleccionado. Durante esas dos horas, la compañía tiene necesariamente que ser sosegada, no caben incomodidades ni agitaciones, y la preferida suele ser la del libro de papel, si es necesario con un lápiz encajado en la oreja, para las anotaciones. No hay enlaces dónde pinchar, no saltan las pantallas, no se clica ni se arrastra, no hay zumbidos ni destellos, sólo el humo azulón que sube formando volutas para perderse fuera del arco de luz que la lámpara de luz delimitada. El humo y el arco de luz forman por tanto una doble protección para el lector afortunadamente desconectado. Los vaivenes del fumar – acercar el cigarro al cenicero, arrancar la anilla, tal vez volver a encender, observar el color y la forma de las volutas de humo, permitirán levantar un momento los ojos de la lectura, y dejar que la mente vague un poco por lo leído, lo masque y le de unas vueltas, para seguir al momento el viaje por las páginas.

Las consejas de Doroteo


Conviene precisar que no es lo mismo el puro apretado que el puro que no tira. El primero se puede fumar, lo único que pasa es que al torcedor se le ha ido un poco la mano y le ha puesto más empeño del necesario. En cambio el segundo, el cigarro que no tira, es otra cosa. Doroteo, que es quien me comenta esto que ahora dejo aquí apuntado, lo llama el cigarro paradójico. Porque el tiro del cigarro, que es elemento esencial para el buen fumar, se define como la resistencia a la succión. Es precisamente el cigarro que mucho resiste, el que no se puede fumar. Es cigarro con mala baba, que marca la calavera y hace enrojecer al fumador. No hay que perder un momento con él. A la calle, se tira entero a las llamas de la chimenea, sin piedad, y se enciende otro, aparentando como que no ha pasado nada. En cambio, al puro apretado sólo hay que mimarlo, prestarle atención, dedicarse a él con un poco mas de paciencia y habilidad, más lentamente. Y entonces se deja fumar. Aquí Doroteo mete, en lugar de eso tan correcto de “se deja fumar”, aquello del elefante y la hormiga…Pero en fin, no sabemos si es comparación apropiada, salvo por lo de la paciencia, y no hemos querido transcribirla de manera exacta, con toda su crudeza. Ya hablaremos de Doroteo otro día.

viernes, 24 de febrero de 2012

TECNOLOGÍA

El cepogordista no sabe. No sabe y se le dispara el dedo. Quiero decir que es más ducho en otras cuestiones que en la pericia tecnológica. Elige con acierto un habano, sabe buscar el momento para fumarlo y celebrarlo, incluso si hace falta, para fumar tranquilo sabe esconderse con habilidad. Ha fumado tranquilamente escondido detrás de un biombo de cinco cuerpos, silencioso e inmóvil durante dos horas mientras el mundo gritaba y se agitaba a su alrededor. Contrastaban el rabiar y el patear de unos y otros, con la silenciosa ascensión de las volutas azulonas, y la paz del fumador. Un compañero cepogordista tiene en su casa de campo un antiguo arcón de buena madera de nogal, un arca de esas de vender el buen paño, en la que asegura cabe tumbado. Que el arca existe es cierto pues la hemos visto, y que se cabe dentro tumbado también. Lo que no podemos asegurar es la segunda parte de la historia, según la cual, nuestro amigo se ha tumbado a veces en ella… para fumar en paz. Con habano, botella de brandy y la oreja puesta a los movimientos de alrededor. Este cepogordista es un tanto espía y amigo de secretos ajenos. Como el arca está en una vieja casona que visita sobre todo en invierno, diremos que es amigo de escudriñar, sobre todo, en los secretos del viejo perro de caza que dormita en el calor de la chimenea y los aúlla en sueños, y de los que pueda guardar algún fantasma despistado que todavía ronda por ahí, purgando el pecado de su excesivo apego en vida a aquellos muros y a aquellas tierras. Pero lo más importante. Habéis acertado, el arca tiene dos pequeños orificios por los que el humo sale a los salones y los perfuma de nuevo, mezclándose con el olor indescriptible de las antiguas maderas y de las viejas tapicerías, con el olor del tiempo detenido, que con el humo avanza un par de pasos, al ritmo lento del habano. En cuanto a lo de fumar tumbado en el arca con la tapa puesta, nunca hemos querido sondar más de la cuenta a nuestro amigo, ni rebuscar en su árbol genealógico en busca de una rama centroeuropea… ¡Como nos gusta marear la perdiz, discurrir a lo chino, en amplios círculos, no ir al grano, salirse del camino real…! Estábamos diciendo que la pericia para el fumeque nos falta para la tecnología. Pues si.

miércoles, 18 de enero de 2012

TODO TIEMPO PASADO


Respecto de la foto de un poco más abajo y del título de la entrada que se refería a una España mejor, queremos hacer una aclaración para que cesen ya los ataques y las agresiones de que estamos siendo objeto por parte de la horrenda muchedumbre que vigila con saña todo lo que en este modesto rollo se anota… No queríamos decir que todo tiempo pasado fuera mejor, no caemos en simplezas como esa, sabemos que de todo hay y no negamos que en algunas cuestiones se ha avanzado y hasta mucho. Sólo nos referíamos a que detrás de la sonrisa maravillosa de don Alvaro, de la terciada y más escondida de don José y de las gafas de don Gonzalo se encuentra tres obras literarias como tres castillos que son un regalo para quien sepa y pueda leerlas. Y preferimos esos tres monumentos literarios, con los que hemos pasado horas de verdadero gozo, sintiéndonos habitantes del mismo país, a las obras que nos ofrecen ahora, las de periodistas y divulgadores con poquito que decir. Les ahorramos nombres. No nos ataquen más, no, que no todo tiempo pasado fue mejor, lo sabemos.

(por cierto que los tres tienen aspecto limpio y nos gustan la pulcritud, el corte de los pantalones, la chaqueta de punto amplia, las americanas más ceñidas, la corbata sin mayor importancia, los cigarros en la mano, la ausencia de ropajes semideportivos, de telas supersónicas y licras de colores chillones).

lunes, 16 de enero de 2012

DIVAGACIÓN

El cepogordista ha encanecido, algo, la mirada se le ha vuelto más aguda, algunos días la expresión es vaga, contemplativa, como si las cosas tuvieran menos importancia, como si todo fuera… otra cosa. No sabe del todo. El cepogordista, acompañado por sus fieles cigarros, la marca y el cepo que fuma apenas fallan, se ha cargado de algunos años y de repente, de tarde en tarde, se pone a pensar y mira como a lo lejos. Le ha llegado la edad en que, como al escritor, le gustaría durante un tiempo echarse el morral al hombro y andar por los caminos durante un par de semanas, un par de meses tal vez, por los caminos de aquí, por España. Echando un caldo de vez en cuando, compartiendo el tabaco, encendiendo hasta una farias ensabanada, fumando sentado, apoyado en un mojón, en la cuneta de una carretera comarcal sin tráfico.

El cepogordista no debe dejarse atrapar por la actualidad, aunque también él tiene sentimientos, y hasta una cabeza que funciona, y se enfada, se entristece ante el panorama, se siente impotente y mudo, como maniatado, y le gusta de vez en cuando dar unas voces… por escrito, eso sí, porque no es hombre de acción, lo retiene una gruesa cadena, y lo rechaza un cuerpo social que lo tiene, a él, por anticuerpo. Pero decíamos eso, que el cepogordista sabe que no debe además, sufrir el castigo de verse absorbido siempre, por una actualidad pública que le mira con indiferencia, que se desarrolla desdeñosa de espaldas a él. Al menos no siempre. Por eso el cepogordista recuerda que el mundo es otro, que la vida es hermosa y que Dios está en todas las cosas y es al hacerlo cuando se ensimisma y su mirada se pierde vagando sobre las cosas, pero observándolas con qué amor y detalle, como queriendo retenerlas, recrear su belleza para siempre. Y se acuerda sonriendo del poeta Péguy, recordando aquello de que Homero tiene más vida que nuestro periódico de la víspera…  Imagina luego al poeta con su uniforme de oficial todavía decimonónico, al poeta que cantó a Juana, la bella lorenesa, el misterio de la caridad de Juana, cayendo en combate, en el verano de los campos de Francia, de sol húmedo y hierba tupida, densos, grasos, suaves.  Las ideas se le han soltado y ya está de charla con don Alvaro, que detrás de sus gruesas gafas, con traje gris, corbata, un aire entre grave y tímido, de sonrisa retenida, mira y evoca al mirar: el mar, la campiña lucense, el camino, los amores del trovador, las cantigas del Rey sabio...

Iba el cepogordista a hablar de actualidad, para dejar puesta la excepción a todo lo dicho, pero otro rato será, que se acuerda ahora, no sabe por qué, de Francisco de Aldana dando la vida en Alcazarquivir y piensa cuanto le hubiera gustado conocer al cortesano, al poeta, al hermano de su hermano Cosme, al soldado que de sí mismo dijo aquello de “sayo de hierro acá yo estoy vistiendo,/ cota de acero, arnés, yelmo luciente,/ que un claro espejo al sol voy pareciendo.” Como decía aquél hombre alto de bigote y chistera, la próxima semana hablaremos de… ya veremos de qué. 



miércoles, 28 de diciembre de 2011

El Tercer Número continua.



Así se fumo Tato la última compra (o febrerillo loco, de todo un poco)

Tato fuma. A Tato le gusta fumar. ¡Como fuma Tato! Tato es un provocador. Trata el hombre de serlo a su manera, en este tiempo en que sólo produce asombro el hombre honrado, el gesto cortés. Tato trabaja algo. Tato despotrica, pero sabe que cualquier tiempo pasado no fue mejor. Tato quiere ser simple y no meter aquí ni a Proust ni a los bollos de Proust. Pero vamos al asunto. Como por el mes de julio, Tato fue con sus amiguitos a comprar cigarros. Unos habanos como de cuento de hadas, de porche y mecedora, de linos y jipijapa. Tato es práctico, no sueña con cosas imposibles. Con estas cuatro líneas, algo de humo, cuatro libros, algo de licor, tres paseos, una siesta, Tato vive el presente y los mundos que se le antojan. ¡Tato es la pera! Tato es discreto, guarda los secretos de su corazón y no los expone a las miradas de la gachupia. Los habanos, los habanos de las Indias españolas, los humos azules de Pla. Tato fuma leyendo o de tertulia, así que cuando fuma no hace tonterías. Es cosa seria, Tato crece fumando. ¡Regaladle cigarros! ¡Cajas y cajas de cedro español, crudo o barnizado, de a diez, de a ocho de a veinticinco! ¡Fomentad la lectura! ¡Fomentad las instituciones españolas! Así que fueron los amigos y apoquinaron. Tato se enfada: la mitad del precio palatontalaministra. En los días siguientes a la compra Tato, metódico, cuadriculado, con manías de anciano solterón fue tomando algunas notas. Luego lo dejó. Tato es inconstante, voluble, cansino, amigo de metas inalcanzables, vive en perpetuo incumplimiento. ¡Que calor pasó al fumar! Recordad que era julio. Se derretía el mundo, nos acosaban los agitadores de la cuestión climatológica, la gente enseñaba los pies, chancla de goma, espanto indecible.

14 de julio.- Fonseca cosacos (en adelante “Fonseca”): con brandy español Casajuana 100 años. Tato cree que fumó leyendo Cepo Gordo, ese panfleto. Pero lo recuerda como entre brumas, nieblas espesas. Precioso cigarro, capa nervuda y aterciopelada, buen sujetar, no le pondremos pegas.

15 de julio.- Más calor todavía. Rey del Mundo Coronas de Luxe (en adelante “Rey del Mundo”), un poco de ron con lima es apropiado para la estación. Lenta, larga y deliciosa lectura de Alvaro Cunqueiro que nos hace olvidar el “Luxe” tan feo y chillón. ¿No es una contradicción hallar la maravillosa primera parte (Rey del Mundo), para estropearla con la segunda (de Luxe). Ya lo dice el dicho. El cigarro se deja fumar sin resistencia y es aromático. La noche estrellada, estrellas y más estrellas a medida que el tiempo pasa y se mezclan Merlín y Familia, el aroma del cigarro, el Pasajero en Galicia, Casajuana y lo demás.

17 de julio.- Tato sigue leyendo y sigue haciendo calor. Ramón Allones Specially Selected (pronúnciese selezted y en adelante “Ramón Allones”). Que molesto es eso de que quieran enseñarnos inglés nuestros administradores. Esta vez cine, la Púrpura y el Negro. Pero Tato se distrae: el cigarro es más fuerte, al final como un puñetazo, fantástico. Quedaba algo de lo de Tomelloso y no se hicieron ascos.

18 de julio.- Rey del Mundo, en un sarao de disfraces. Si señores, Tato pasó por el aro y volvió a los orígenes: faja, trabuco, polainas, pañuelo en la cabeza y cigarro en boca. Tato es tímido y el humo azulón le acompaña y reconforta, a la vez que lo esconde un poco. Tato, pese al disfraz de trabucaire, es personaje relamido y delicado que no gusta de brusquedades. Tato hubiera querido vestir de maestre de campo del Tercio Viejo de Lombardía y recorrer en sueños el camino de los españoles, con don Luis de Haro, con el conde de Fuentes o el marqués de Leganés, con Sancho de Londoño, con Alba y Gaspar de Robles, o a las órdenes del Cardenal Infante, bajo las aspas coloradas de la cruz de San Andrés.

20 de julio.- Bolívar Petit Corona (en adelante un “Simón”). A Tato como que le gusta fumarse un Simón de vez en cuando. Cigarro de verdad, de los meros meros, humo historiado, un fumar reflexivo, una cosa seria. Simón nos evoca al personaje, un algo triste, español que sembró el odio para separarnos, que no supo ver que habría la caja de Pandora y los truenos feroces del desengaño, para acabar en aquello de que “gobernar en América es como arar en el mar”. ¿Y que fue de Teresa del Toro con quien casó en la Iglesia de San José, cerca de dónde más tarde se abrió nuestra madrileña Gran Vía? Su homónimo torcido, el Simón verdaderamente importante de nuestra historia, que grato y sincero es, fuerte y de una pieza y por eso exigente. Lo fumó Tato esta vez acompañado por dos mujeres, aquella cuyo nombre oculta sigiloso, y Juana Austen, de todos conocida. Si, el cine también casa con el humo. Y digamos que fue necesario el mejor cigarro para vencer la renuencia a sentarse sin tener a Ford delante.

Uno días después (no muchos).- Ramón Allones. Gustó mucho el plan y se repitió. Esta vez con la Abadía de Northanger. La inglesa, ardiente defensora de los buenos modales y de las convenciones sociales de su tiempo, de que las cosas acaben como deben ser, casa bien con el cigarro que arde sabiamente, por utilizar el verso de Mallarmé. Tato fumó con una jarra de agua (y un vaso). La presencia de las buenas influencias se notó ese día.

21 de julio.- ¡Un Fonseca que no tira! No puede transcribirse lo que pensó el Tato del cigarro y de quien lo torció. Hubo que concentrarse plenamente en Mansfield Park. Ya Juana cansa un poquito, los gorritos de seda, los remilgos, todo entre flores y castillos… Pero no seamos injustos, que no pague ella los platos rotos. Esta vez la escritora ha sido más constante en su arte que el veguero (al que no le guste la comparanza como dicen en el solar familiar, que se de una vuelta). Reconozcámosle a Juana Austen el arte de crear algo hermoso, un relato en el que la belleza serena es posible.

22 de julio.- Simón y Jünger. No hay palabras. Y si las hubiera no son para estos apuntes. Tato confunde y entremezcla los tiempos narrativos, siembra la confusión.

¡Me dejaba los San Cristóbal de la Habana! Pues también acompañé a Jünger con ellos, con ron un día, con agua otro, y así, fumando y leyendo, fueron pasando el verano y los calores. Se fueron los días como el humo del cigarro de La Habana. Le hace gracia a Tato recordarlo ahora que el invierno no se acaba. Como me decía hoy un tío con abrigo gris, febrerillo loco, de todo un poco.

Tato

“No me queda un cigarro, hay que convocar a los amigos porque no nos vemos nada. ¡Que ciudad! ¡Que país!” murmura Tato rebullendo en el butacón para mejorar la postura, que la tarde es larga, manta de cuadros sobre las rodillas, gorro de lana, a pie de chimenea, chupando calor cual gato perezoso, mientras fuera llueve a cántaros.



martes, 27 de diciembre de 2011

EL TERCER NÚMERO: Fernando VII y la estadísitica circulista.


Fernando VII y la estadística circulista.

Yo comprendo que al que no fume y no le interese el tabaco esto se le caiga de las manos. Lo digo porque, al que fume, le importará menos: irá chupando del cigarro y los ojos pasaran distraídos sobre estas líneas y sus estadísticas.

No hay cosa que me moleste más que un libro sobre tabaco en el que o bien no se hable de España, o bien se la mencione como de pasada, a manera de perdonavidas. Y es relativamente frecuente. Y es una de esas cosas que hay que desterrar para siempre. España es el tabaco, y sin España el tabaco, tal y como lo conocemos hoy, es inexplicable.

La historia de España, y también su situación actual se han asomado a los contenidos de Cepo, pero sólo de refilón. Salvo un artículo del Presidente (¡¡Viva el Presidente!!), nadie ha entrado todavía al trapo. Tampoco lo haremos ahora. Quedará la cosa en una evocación tangencial, como de pasada.

Fernando VII no tiene buena fama y se le ha considerado un mal rey, tal vez el peor, salvo que otro le pueda hacer bueno todavía. Dios quiera que no. Le tocó una época especialmente difícil, la de la transición del antiguo régimen hacia la modernidad, el constitucionalismo y el sistema del estado de derecho liberal, con el lastre terrible de la francesada, verdadera catástrofe que corto en seco los mejores impulsos de nuestro siglo XVIII. Pero hasta del Narizotas se puede sacar algo bueno. Por ejemplo, la decisión de convertir el edificio del actual Prado, destinado a observatorio, en museo de pinturas o la decisión de liberalizar la producción de tabaco, poniendo fin al monopolio de la Real Factoría de Tabacos de la Habana y a su estanco, otorgando la libertad de cultivo, fabricación y venta de tabaco “tanto en la Península e islas adyacentes como en las provincias ultramarinas”. Se podrá discutir si lo hizo de buena gana a no.

De una lectura veraniega de Pío Baroja procede esta evocación del rey, que nos interesa en particular porque contiene una referencia a su afición por el tabaco habano:

Aunque no tenía más de treinta y dos años, estaba grueso y calvo, su cara morena, su grande y arqueada nariz, que casi se le juntaba con la barbilla, saliente y también arqueada, en sentido contrario, daban a esta fisonomía una expresión muy desagradable. Los ojos grandes y negros, disimulaban algo la poca nobleza de sus facciones.
Encima de la mesa había un montón de papeles, una carpeta, una escribanía y varios cigarros habanos amontonados”.

Sigue un reenvío a los apéndices del libro y a una nota que transcribe el siguiente pasaje de las Memorias de Alcalá Galiano: “Había en la Habana una fábrica de cigarros que surtía al Rey. Fumaba treinta o cuarenta al día. Todas las mañanas mandaba colocar una caja en la antecámara para la gente del servicio”.

Llegados a este punto queremos aclarar que no fumamos ni en un mes lo que el Rey en un día. Es más, probablemente fumemos menos que pudiera hacerlo el servicio de Su Majestad. Y seguramente hacemos bien, por salud y por dineros. Resulta que el cigarro habano va camino de convertirse en un lujo al alcance de pocos, si las cosas siguen así. Veamos: habanos, un servidor, desde los 18 años ha podido comprarlos y fumarlos en España sin grandes cuestiones ni cargos de conciencia. Recuerdo haber comprado Montecristo en pequeños estancos de pueblo, dónde no resultaba extraño pedirlos ni que los sirvieran. El contraste con la Faria habitual de entonces era muy grande, pero más de sabor y fortaleza que de precio. Era más caro claro, era un cierto capricho, pero ni mucho menos se tiraba la casa por la ventana. Recuerdo en París la cara que me puso un estanquero cuando le pedí un Romeo y Julieta, con algo así como veintidós años. Peor debió de ser la que se me puso a mi cuando me toco pagarlo. Acababa de adentrarme sin saberlo en el mundo del más absoluto lujo. Lo que en España era accesible dentro de un orden, en Francia cobraba dimensiones de satrapía asiática. No en vano el tabaco era en España algo habitual desde el siglo XVI y Cuba una provincia española hasta su triste separación. Pues se ve que nuestros amigos progres, que tan mal nos conocen y tanto reniegan de lo que ignoran, quieren hacer del habano un producto de lujo, a la francesa, liquidando de paso una tradición más. Veremos a ver que pasa. A continuación unos ejemplos, queden con la fría estadística a modo de despedida.
T.
Cuadro Estadístico.

Advertencias:
Primera.- La información que a continuación aparece puede herir la sensibilidad del lector. Advertido queda, el Círculo declina toda responsabilidad.
Segunda.- Las vitolas sobre las que se ha realizado la muestra se han elegido al azar. Son de tamaño intermedio. Con las grandes ni nos hemos atrevido.
Tercera.- No son representativas de lo que fuma el Círculo, que es mucho más modesto y económico. No empiece la gente a echar cuentas. Además, últimamente estamos ya dudando si volver a tiempos de la juventud (Faria) o empezar a fumar abanos (sin hache).
Cuarta.- Nos preguntamos: ¿podría el monarca convidarnos a tabaco y así hacer una demagogia con alguna utilidad?


Mayo 2004
Febrero 2010
Incremento de precio.
Bolívar Petit Corona [Mareva, cepo42, long 129]

Caja de 25: 88,75 €
1 cigarro: 3,55 €
caja de 25: 128,75 €
1 cigarro: 5,15 €
Subida de 40€ (45%). Casi ná.
Sancho Panza Molinos
[Cervantes, cepo 42, long 165]

caja de 25: 125€
1 cigarro: 5€
caja de 25: 173,75€
1 cigarro: 6,95€
Subida de 48,75€ (39%). Temblando estamos.
Hoyo de Monterrey, Epicure nº1
[Corona Gorda, cepo 46, long 143]
caja de 25: 182,5€
1 cigarro: 7,3€
caja de 25: 243,75€
1 cigarro: 9,75€
Subida de 61,25€ (33,56%). Sudores fríos.
Punch Punch
[Corona Gorda, cepo 46, long 143]
caja de 25: 171,25€
1 cigarro: 6,85€
caja de 25: 230€
1 cigarro: 9,20€
Subida de 58,75€ (34,30%). Acogotaos...


Bibliografía selecta.



·         Anales del Círculo del Humo Azul. Compendio histórico estadístico. Una joya pendiente de publicación.

·         Ceferino Cifuentes Cayo “Cefe”: Torcedores y Torceduras, tribulaciones conyugales de un fumador de habanos. Editorial El Colmado, La Habana, 1896.

·         Celestin Dupin Lavé: Mallarmé et la giclure de tabac. Roman. Editorial Instant Parfum. Paris, Francia.

·         Reynaldo González. El Bello Habano. Editorial Ikusager.

·         Varios Autores. Fumar en el Descansillo. Manual de Autoayuda para Fumadores. Editorial Marceliano 1993.

·         H. T. S. Hupman. Freud los Fumaba. Habanos en el Diván. Succión Editores.

EL TERCER NÚMERO

Vamos a ir colgando, las cosillas del tercer número que salió hace tiempo ya. Empezamos con el editorial.


El tercer Número

“(…) probablemente es por eso por lo que los holandeses son muy afectos a este juego, como lo son al tabaco, de cuyo influjo sedante, aunque él nunca fumó, Johnson tenía muy alta opinión
James Boswell
Vida de Samuel Johnson

            Volvemos en este número a traer para darnos brillo al doctor Johnson. El sabrá perdonar nuestro atrevimiento. Pensamos que puede que hasta sonría al ver como nos atrevemos con una gacetilla al estilo de aquellas que el mismo editó por su cuenta, o en las que participó casi anónimamente, firmando con una inicial, pero delatado por su extraordinario talento. Es en esta parte dónde nos reconocemos mucho más humildes y rogamos indulgencia al lector de este modesto divertimento, sin mayores pretensiones.
            Y llegamos a lo nuestro. Si hay una cosa gratificante en este día a día nuestro, no siempre colorido, es esto de echarse cuatro líneas para Cepo Gordo. Como ya es tradicional, empezamos por festejar la continuidad de Cepo. Seguimos vivos, el cepogordismo avanza y no se detiene. Y por lo visto y lo que en estas páginas podrá leerse, seguimos y fumamos, mal que le pese a los responsables de nuestros impuestos especiales.
Habíamos pensado encabezar estas líneas editoriales con una cita bíblica para hablar de España, pero nos hemos moderado. Conservamos la cabeza fría todavía, y además, teniéndola llena de humo, poco se puede esperar… Pese a ello el tema de España se hace presente en este número, aunque de forma indirecta. El viaje aparece de nuevo. Tenemos la crónica del realizado a una república hermana, el análisis crítico del viaje moderno a manera de desahogo (del crítico) y hasta el viaje interior, por tierras de España. Hay algo de toros, de nuevo, alguna reseña literaria, y hasta una primera entrevista dónde el lector interesado encontrará una referencia al origen freudiano de estas páginas. El sagaz reportero exprime al entrevistado como a una aceituna. Por cierto, no nos ha abandonado la cocina, dos recetas: un postre y una ensalada barroca. Tal vez al hilo de la cocina se haya abierto paso tímida y meritoriamente, por primera vez, la lírica en forma de versos. Los pioneros abriendo camino, con el valor de siempre. Algunas secciones se van haciendo fijas, ya lo verán los suscriptores que tengan los números anteriores, si no se les cita en cierta crónica, no existen para el Mundo...
Finalmente, aunque voluntariamente estamos fuera de la red, no por ello renegamos de ella, ni dejamos de reconocernos personajes digitales. Contamos en este número con las primeras reseñas y referencias de contenidos alojados en el mundo sin papel.
Para terminar volvemos un momento a Samuel Johnson, que Cepo Gordo no da puntada sin hilo. Era de salud frágil y no fumaba. ¿Pero no es su actitud ante el tabaco un ejemplo de tolerancia? Le preguntaba una vez una dama como había podido definir cuartilla, referido a la anatomía equina, como “la rodilla de un caballo”, y respondió al punto: “Por ignorancia, señora; por pura ignorancia.” Pues eso. No se aplicarán la lección los trotapáramos que nos gobiernan.
CepoGordo, marzo del 2010.

martes, 6 de diciembre de 2011

CEPO y el humo azul


CEPO más cosas del segundo número.


CRONICA DE UNA GUARDIA

               Hace unos meses, en la última reunión lúdica del círculo, en un ambiente de sana camaradería e insana polución medioambiental, se encargaron las colaboraciones para el siguiente número del Cepo.
               Juraría, entre la nebulosa de mis recuerdos aumentada con la edad y el deterioro de mi neurona, que me asignaron la “Crónica de una guardia de extranjería”
               Salvedad: a toro y ron pasados, el tema me carece sumamente ameno e interesante para los lectores. Mi consejo: pasen directamente al siguiente artículo y archiven cuidadosamente el mío en la papelera.
               Hace ya tiempo que me dedico a estos asuntos de extranjeros –entre otras cosas para poder llevarme algo a la boca- y os puedo asegurar que en mis primeras guardias, el ojo estaba abierto y la mano, pluma en ristre, preparada a las siete de la mañana, esperando una llamada del Colegio de Abogados indicándome dónde tenía que acudir y “los clientes” que tenía que “defender”.
               Evidentemente, el tiempo pasa y las costumbres se relajan y las mías no van a ser menos.
               Después de estas breves líneas introductorias, sólo para rellenar papel, entraremos en materia.
               Hagan ustedes un ejercicio de imaginación mental, los que puedan, y sitúense en los primeros días de agosto de 2009, vacaciones, el despacho casi cerrado y el ilustre Letrado roncando a más y mejor en la cama junto a su legítima. Santa y sufrida ella.
               En determinada hora de la mañana, no se puede precisar, pero desde luego no eran las siete, llamada al canto. El Sr. Letrado se levanta como un resorte al toque de corneta y contesta.
               Mmmmm, diga. Don ………. le llamo del Colegio que está usted de guardia. Vaya por Dios, a ver cuénteme.
               Le voy a dar las seis asistencias juntas (el Letrado se espabila, hombre esto empieza bien, las seis juntas, no me van a tener el día corriendo por la provincia, digo Comunidad Autónoma), le toca Barajas (la cagamos) y las personas son……………………………
               ¿En Barajas donde? pregunta solícito el Letrado oliéndose la tostada; respuesta en la T4. Entonces el Letrado, ilustre donde los haya, se acuerda de la familia del empleado del Colegio, sus ascendientes y descendientes incluidos, hasta la cuarta generación.
               El Ilustre Letrado desayuna, se asea, se viste –inciso como no va a tener que ir al Juzgado, el atuendo es fresquito y deportivo-, recoge sus papeles, un libro, sale a la calle, compra el periódico, coge el Metro y se planta en la T4. Sin prisa.
               Una vez en ese edificio tan bonito pero tan inútil, pasa por Comisaría –agradables y monos los chicos, qué buen humor tienen esa mañana-, le dan al Letrado su permiso especial para transitar por las instalaciones reservadas del complejo, evita el chequeo corporal por la puerta reservada al personal autorizado aeroportuario; cola y manoseo que se evita ¡todavía hay clases!; empieza a recorrer pasillos, escaleras, baja a los sótanos y coge el tren que une la T4 con el “satélite”.
               Para el resto del personal no iniciado en estas lides. A los que no dejan pasar en la T4, los retienen en unas dependencias ubicadas en el “satélite”. Muy modernas, se inauguraron hace un año. Eso sí, se acabaron con retraso porque a causa del pepino de ETA en el aeropuerto, no había dinero para acabar estas obras y las paralizaron. ¿Les suena estos de algo? ¿La falta de numerario? (Acepción 3ª del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, limpia, fija y da esplendor).
               El Letrado, despejado, ilusionado y lleno de vigor y energía, se adentra por los pasillos del satélite, pasa los controles de pasaporte al revés, de dentro a afuera, se encuentra fuera del territorio del Reino de España (los de izquierdas que se jodan), y entra en las dependencias de la Brigada de Fronteras. Hora sobre las once treinta de la mañana de un jueves. La guardia empezó el día anterior a las 22 horas.
               Me presento. Buenas que soy el Letrado del Colegio. Muy bien pues espere por ahí que dentro de un rato empezamos.
               Efectivamente, a los tres cuartos de hora empezamos, tres mujeres guineanas, una uruguaya y otra de la cual no me acuerdo su nacionalidad.
               El interrogatorio de las tres guineanas es penoso, una de ellas, el dueño de una discoteca –con una lista de antecedentes en España que podía servir de borrador a Saramago para sus pestiños (que se j… el Tesorero)-, la había dejado preñada y la remitía para Valencia a abortar; otra madre de familia a intentar ganarse la vida para alimentar a su familia y al parásito del marido, etc.
Lo normal, ninguna reunía las condiciones para poder entrar, así que todo se resume en un mero formulismo teatral, donde los actores somos el poli malo, el abogado bueno y el retornado convenientemente pasado por la piedra sin distinción de sexos. Igualdad pura.
               La chica uruguaya tenía tela, aunque en ese momento no sabía cuanta, contó que venía invitada por su jefe a Palma de Mallorca como premio a su gestión laboral. Un poco difícil de creer.
               Una vez que les notifican el acuerdo de denegación de entrada y retorno, rellenar con ellas los papeles de justicia gratuita, etc.
               El Letrado les pone en lugar bien visible su sello. Nota del autor. Las normas del Colegio prescriben que les debes dar tu nombre, teléfono, dirección, número de fax, correo electrónico, el del Colegio. Vamos como si en lo profundo de Bolivia o de Guinea tuvieran esas facilidades.
               Les explica que para que les den la justicia gratuita tiene que remitir al Letrado o al Colegio de Abogados, copia completa de su pasaporte, certificado de empadronamiento en España y certificado de vida laboral expedido por la Tesorería General de la Seguridad Social. Los últimos dos documentos muy fáciles de conseguir en Bata. ¡Viva al Administración y la burocracia!
               (Perdones ustedes el desahogo)
               Total que el Letrado se ha mandado fabricar un sello con todos los datos necesarios y lo planta en los papeles de los pav@s. Es enorme, y los funcionarios policiales se quedan con la boca abierta, pero reconocen su utilidad y en el fondo les da envidia.
               No piensen mal los lectores, el sello se pone en los papeles, aunque a veces dan ganas de ponerlo en la frente u otro lugar que dejo a su imaginación.
               Bien, es la hora de comer, las tres de la tarde y queda un pavo, un turco kurdo, al que hay que esperar traductor, el cual se dejará caer para las cuatro de la tarde.
               Vale se dice el Letrado, vamos a menear el bigote. Sale de las dependencias, pasa las garitas del control de pasaportes y se dirige a buscar algún lugar donde den comida, la que sea. No hay que ser demasiado exigentes.
               Después de intensas gestiones, se le informa que los únicos abrevaderos están donde las puertas de embarque, a los cuales no puede acceder por no disponer de billete de avión. La  autorización de la Comisaría me la puedo meter por donde quiera.
               Solución, coger el tren, volver a la Terminal T4, comer algo, volver a coger el tren y regresar. Todo facilidades.
               El intérprete se retrasa y nos pone de mala leche a todo el personal, al Letrado y a los policías. Sobre todo porque tiene plaza en un avión a las seis de la tarde, todo hay que decirlo.
               Mientras tanto, se pone al Letrado en antecedentes, se trata de un kurdo que está mal de la chota, volaba de Estambul a Rabat y en la escala en Madrid, decide que está mal y que se queda para le atienda un loquero. A todo esto, le han tenido que suministrar calmantes porque está agresivo y no saben si quiere pedir asilo o la va a emprender a guantazos con todos. Total un cromo.
               En la espera, empiezan las llamadas del jefe de la uruguaya, un empresario suizo de cuyo nombre no quiero acordarme, que lo que dice la uruguaya es verdad, que él la trae como premio por lo bien que trabaja, ta, ta, ta. En realidad la trae para que le trabaje en una fiesta que daba en su casa de Calviá.
               Se le dice que me mande la documentación por correo electrónico y que ya veré lo que se puede hacer.
Seguimos con el kurdo, efectivamente chota total; el intérprete es  turco y saltan chispas a cuenta de la nacionalidad que debe figurar en los papeles oficiales. Como el intérprete está tocando los…… cojo al toro por los cuernos y de acuerdo con la funcionaria policial ponemos  lo que nos da la gana.
               Como el kurdo habla francés, conversamos y dejamos al tocapelotas del traductor aparte.
               A todo esto, varios policías observando de reojo por si el pavo se ponía violento.
               Indirectamente por parte del Letrado y los funcionarios de policía se le indica al chota si necesita algo más, si quiere pedir alguna cosa, ya sabe…. El chota ni se entera, así que se le dice por las bravas que o pides asilo o te embarcamos en el siguiente avión camino de Turquía.
               Tranquilícense los lectores: no hubo acoso policial ni coacción física o moral. Simplemente se le ayudó a tomar una decisión.
               Cae del guindo y pide asilo., Todos respiramos y al Letrado le toca de propina una ración de besos de agradecimiento.
               La pena es que no se atendió la sugerencia de mantener retenido al intérprete unos días para meditar.
               Vuelta al despacho; examino la documentación de la uruguaya y veo que la embarcan a las dos de la madrugada.
               Escrito mierdero y cagando el producto vacuno de color blanco, el Letrado se sube a Plaza de Castilla, al Juzgado de Guardia para solicitar a SSª que impida el embarque.
               Una vez en el Juzgado, comentario, vaya era raro que hoy no hubiéramos tenido una solicitud de esas. El escrito pasa al Juez, pasa el tiempo, entran funcionarios judiciales con bolsas de comida, se cierra el Juzgado, la gente que espera fuera y cuya categoría social está en la mente de todos se amotina. Un picoleto de edad provecta los trata de calmar con razones y buenas palabras. ¡Cómo ha cambiado el Cuerpo!
               Por fin a la una de la madrugada me comunican que el Juez acepta la petición de medidas cautelarísimas y que la pava se queda. Mientras firmo la notificación del Auto del Juez, me piden el  número de fax de la T4 porque no les entra el fax.
               Llaman a Barajas y se monta la bronca entre el Juzgado y el funcionario de policía, SSª se pone al teléfono y le monta el pollo al madero. Total la dejan en tierra en el último momento con un cabreo importante. Sigue el culebrón. El viernes, llama la uruguaya, que ha hablado con su jefe y que se quiere volver. Uno se acuerda de su familia y de la del jefe.
               Los maderos de Barajas dicen que hay una orden judicial y que por mucho que ella se quiera volver, que narices. Lógico, se les ha fastidiado el retorno la noche anterior, billete de avión, asistente social, policías para el traslado a la aeronave, etc. Todo el operativo. Contentos.
               El sábado ante la insistencia del jefe se acude al Juzgado de Guardia a solicitar a la Jueza de turno que revoque las medidas, explicándole el problema. Muy comprensiva con el Letrado, deniega la petición cagándose en los muertos de la uruguaya por tener a orza a todo el mundo con sus cambios de opinión.
               Por fin el lunes se acude a los Juzgados de lo Contencioso, se averigua a qué Juzgado ha correspondido esa pieza de medidas urgentes, se habla con el Juez sustituto y se hace una comparecencia del Letrado con todos los escritos presentados manifestando que la pava renuncia y quiere retornar. A última hora de la mañana el Juez dice que bueno, que no hace falta la vista con el Abogado del estado y la pava presente y que la retornen.
               Como mera anécdota, son vacaciones judiciales y sólo se tramitan estas medidas y vulneración de derechos fundamentales, por lo que en los Juzgados hay escasez de funcionarios y en todo el edificio de jueces. A todo esto se supone que la guardia son 24 horas y finalizaba el jueves anterior a las 22 horas. La Santa con un cabreo del 357 Magnum ya que le había prometido que después de la guardia, es decir el viernes, cerraba la barraca por vacaciones.
               Para conocimiento de los sufridos lectores sólo un pequeño detalle sobre el jefe de la uruguaya; se trata de un  importante empresario suizo que pensaba que la justicia española era como un reloj de su tierra.
               Al finalizar estas evocadoras líneas, me sigo acordando de la parentela del suizo y de la uruguaya con ganas.

Un saludo del abuelo cebolleta del siglo XXI